Gracias a la
Visión Nocturna, detectó con rapidez a los dos marineros que habían estado hablando del regalo del príncipe en uno de los botes salvavidas. Sin embargo, Ragun se llevó una decepción: ninguno de los dos llevaba la caja que contenía la misteriosa maravilla.
Si observaba con atención, podía intuir el por qué. Estaban aterrados. Todos lo estaban. Ninguno se había detenido a recoger sus pertenencias cuando desalojaron el barco. Puede que incluso hubiesen sido arrojados desde él. Y entonces había dos alternativas sobre el lugar donde pudiese estar: el barco o el mar. Los prodigiosos ojos de Ragun le permitían ver en la oscuridad, pero no mejoraba su visión, por lo que no divisó la caja ni en el barco, por estar demasiado elevado y lejos; ni en el mar, tan lleno de restos de madera que se hundían lentamente.
Siempre podía intentar preguntar a los tipos, pero no debía olvidar que en ese momento era, a sus ojos, una criatura marina parlante. O bien empezar a descartar lugares.
Por otro lado, Ivan ascendió sin dificultad, pero durante su recorrido, podría notar que algo sucedía. Todo estaba demasiado tranquilo. Silencioso y sereno. Tal y como llega la calma antes de la tempestad.
Al cabo de un rato, vería varios trozos de madera hundirse a su alrededor, a la suficiente distancia de la superficie como para ver ya la sombra del barco por debajo del agua.
Sin embargo, esa no fue su mayor preocupación.
De repente, hubo un temblor en las tranquilas aguas, agitando las corrientes del mar. Fue una perturbación que el sexto sentido de la criatura marina dentro de Ivan reconoció como… un chillido. Y al mirar a sus pies, lo vio: desde una formación rocosa que ya había dejado atrás, se dejaba entrever un enorme hueco oscuro, la entrada a una caverna que no habría visto en su ascenso, de donde salía lenta y perezosamente un gigantesco tentáculo.
E iba directamente hacia él. Cuanto más se acercaba, más salía y salía, casi pareciendo como si no tuviera fin. Ivan continuó su camino hacia la superficie con rapidez, esquivando el tentáculo casi por los pelos, que comenzaba a coger rapidez, como si despertara de un sueño poco a poco. Y la criatura a la que pertenecía, con él.
Después de dar un último empujón entre más cascotes del barco, Ivan llegó arriba y se encontró de lleno con el caos que reinaba: un barco en llamas, amenazando con hundirse en cualquier momento; un hombre subiendo abordo para quién sabe qué; una sirena solitaria observándole con consternación, unas cuatro barcas que llevaban a los anteriores ocupantes del barco, también preocupados por el loco que iba hacia el peligro; y una terrible tormenta que no paraba de agitar las aguas. Y Ragun… Ragun por ahí.
Todos ajenos a lo que se avecinaba.
Ivan podía intentar advertir a alguien o huir, pues hasta más o menos un minuto después no comenzaría a sombrearse la zona donde estaba, alertando del inminente peligro. Se elevó el primer tentáculo, agitándose en el aire y cayendo pesadamente sobre una de las barcas. Los hombres se echaron al agua, pero alguno hubo que no pudo hacerlo a tiempo. Entre los que se salvaron, estaba uno de los que había pretendido hacerle un regalo maravilloso a su príncipe, como podría ver Ragun. El otro, en cambio, pertenecía a los pocos que sepultó el tentáculo.
El resto de tentáculos, de un color naranja apagado y siendo un total de ocho, se elevaron en el aire antes de que emergiera su propio cuerpo. Éste consistía, prácticamente, en una enorme cabeza ovalada, desde donde cuya parte inferior salían los tentáculos, cada uno repleto de ventosas peligrosísimas, y donde también se situaba su boca. Los ojos, laterales, observaban todo a medias. Y su tamaño… Bien, bastaba decir con que no necesitaría masticarlos para comérselos.
Uno de los marineros que estaban en el agua lo vio, lo señaló y gritó lo que, probablemente, todos pensaban:
―
¡¡KRAKEN!!¿No se preguntaba Ragun dónde estaban esos “animales marinos” que atacaban los barcos? Pues rápidamente se podía deducir que acababa de toparse de lleno con uno. Y más les valía, a los dos, rezar mucho porque fuera el único culpable.
El kraken, estuviese furioso o disfrutando de lo lindo, agitó uno de los tentáculos en dirección a Ivan, en otro intento de agarrarle, mientras el resto se balanceaban sobre el agua, chapoteando y amenazando las restantes tres barcas.
Los marineros, impotentes, sólo observaban. Estaban condenados. Cualquier arma que tuvieran para luchar contra él se había quedado en el barco donde, precisamente, arriesgaba la vida su príncipe para rescatar a su perro. Puede que ni siquiera se hubiera dado cuenta de la crítica situación entre el fragor de las llamas. Ariel alternaba la vista entre el kraken y el barco, boquiabierta, como una espectadora.
Y luego estaban las Perlas. ¿Adónde habrían ido a parar…?
VIT de Ragun: 70/70
PH de Ragun: 31/36
VIT de Ivan: 28/28
PH de Ivan: 24/24
Fecha límite: 1 de febrero.