Al escuchar mi voz, Nadhia dio un respingo y soltó su Llave-Espada, la cual se desmaterializó en un destello y una explosión de plumas blancas. La desaparición de Ángel Forjado habría sido un espectáculo hermoso y digno de admirar, si no hubiese sido porque la razón de su presencia era mi súbita aparición.
¿Acaso había asustado a Nadhia? Me dio un vuelco el corazón al pensar en ello. Aquello, evidentemente, no había sido y nunca sería mi intención.
Pero no podía culparla... estaba claro que no quería ni verme después de todo lo que había sucedido. ¿Cómo se me había ocurrido ir a hablar con ella...?
Agaché la cabeza, arrepentido. No merecía ni acercarme a ella. No después de lo que había pasado.
—
¡Oh, tan, tan, taaaaaan! ¡Si es el caballero de la demencia, Xefolín! —”saludó” de inmediato Tandy, aprovechando la oportunidad de atacarme al instante. Como respuesta, negué con la cabeza, me crucé de brazos y le sostuve la mirada, imperceptiblemente alzando el cuello como para parecer más altanero—
¿Has venido a pedirle una cita a Nadhia, kupó? ¡Si quieres puedo ayudarte otra vez, jojojojo!Y todo había sido culpa de aquel demoníaco moguri. Culpa suya y de su estúpida magia, que había creado un caos total entre Nadhia, Light y yo. Un caos que no sabía si realmente quería olvidar...
Además, era la criatura más molesta que jamás había conocido. Probablemente el único ser vivo en todos los mundos que era capaz de sacarme de mis casillas.
Era triste que fuese más fácil responderle a él que hablar con Nadhia:
—
De hecho, a eso vine —contesté tranquilamente, aunque bajé levemente la cabeza para evitar sonrojarme—.
¿Te gustaría encargarte de la cena, Tandy? Me pregunto a qué sabrá un moguri en salsa de manzana... —cuestioné, relamiéndome, con una mueca tétrica en el rostro. A manera de respuesta, el pequeño voló hasta mi cabeza y comenzó a moverse de un lado a otro, tirando de mis cabellos.
—
¡Tandy, ya basta! —regañó Nadhia, como una madre que reprende a su niño pequeño. Y sin duda, esos eran los roles que ambos habían adoptado: la chica el papel de madura y responsable; y el pequeño, el de molestia peluda. Hice algunas muecas a la par que Tandy daba los últimos tirones de mi cabello.
—
¡Jo, vale, kupó! —se quejó el moguri, para luego volar hasta Nadhia. Hice ademán de querer atraparlo, pero me moví muy tarde como para alcanzarlo. Intencionadamente, por supuesto: bien podría atraparle entre mis manos, pero eso me metería en problemas.
Fue en ese instante cuando, siguiendo los movimientos de Tandy, terminé por toparme con el rostro de Nadhia. Por un breve instante, antes de que yo apartara levemente la cabeza, nuestras miradas se encontraron. Noté cómo el calor subía hasta mis mejillas.
Pero no pudiste controlarte esa noche, ¿verdad, Xefil? Tenías que echarlo todo a perder...
Tuve la urgencia de castigarme a mí mismo con un golpe en la cabeza, pero me contuve. Sin importar cuánto lo intentara, aquellas palabras no salían. Simplemente, no podía externalizar mis pensamientos, y mucho menos ponerlos en una frase coherente y articulada.
Lo había echado todo a perder... pero tal vez podía arreglarlo.
No pienses, Xefil, sólo déjalo salir.
—
Nadhiayoteníaque--—
X-Xefil.. siento mucho lo del otro día.Sentí cómo mis mejillas se encendían al haber sido interrumpido con exactamente el mismo pensamiento. Para colmo, Nadhia era la que se sentía culpable. ¡No, todo estaba saliendo mal!
—
¡No, no lo sientas! —intenté tranquilizarla, restándole importancia al asunto con frenéticas sacudidas de manos—.
¿Por qué habrías de sentirlo? No tuvo nada de malo. ¡De hecho, fue bastante bue--!Qué estás diciendo.
—
¡No, no quise decir eso! ¿Bueno...? No, quise...Mi mirada volvió a Nadhia, y esta vez me la encontré cabizbaja, con la mano en el pecho.
—
¡Mira, no, sí que estuvo bien! ¡No quise decirte que fuiste mala, de hecho creo que eres muy...! No. Nonononono.
—
¡No! ¡Nononono! ¡Yo no dije eso, lo que quiero decir...!Súbita derrota. A mano limpia.
—
Lo siento... —murmuré, apartando la mirada. Ya no podía decir más, por miedo a romper el delgado velo de decencia que todavía quedaba entre nosotros. Era todo lo que debí decir en un principio. Sólo... pedir disculpas. No había manera de que pudiese echar a perder eso.
Pero Nadhia no dijo nada. Continuaba con la mano en el pecho, con la mirada perdida. Fue entonces, hasta esa segunda mirada, que me di cuenta que, en realidad, sostenía algo más entre sus dedos...
Un broche de plata.
Como leyendo mis pensamientos, el pequeño moguri cuestionó en voz alta, sin duda notando también la extraña actitud de la joven:
—
¿Nadhia, kupó? ¿Te encuentras bien, tan, tan?En silencio, esperé la respuesta de la chica. Por alguna razón, la curiosidad pudo más que la vergüenza, y no tuve problema alguno en observarla todo el tiempo.
—
N-No es nada. Es sólo que debería.. debería investigar cuanto antes sobre esto —contestó, apuntando al broche plateado que llevaba consigo. Estaba seguro que Nadhia siempre lo había llevado puesto; desde el principio. ¿Por qué le preocupaba tanto, entonces? Y no sólo a ella, a Tandy también, quien de inmediato lo tachó de estar maldito y le pidió que se deshiciera de él.
Y ante aquella petición, la chica liberó el accesorio de sus ataduras y, luego, lo lanzó lejos con la mayor fuerza que le fue posible. Con rapidez, el brillo plateado se alejó tanto que mis ojos lo perdieron de vista.
—
Escalofriante, kupó —expresó Tandy.
—
¿Qué? —pregunté, girándome otra vez en dirección a ambos—.
¿Era realmente ese broche tan impor... tan...?Me detuve al instante.
X_DDDD
Estaba allí.
Justo donde lo había visto hacía unos segundos, atado al cuello de Nadhia.
Brillando bajo la luz del sol, como si nunca lo hubiesen molestado.
El broche había vuelto a su lugar.
—
¿Cómo...? ¿Magia? Tandy había dicho la verdad. Aquello había sido bastante tétrico. No había apartado la vista más que por unos instantes, y el broche había regresado tan limpiamente que parecía nunca haberse alejado. Ni un sólo destello o chasquido, tan usuales en un hechizo de transportación... Nada.
Tuve que tragar saliva antes de volver a hablar:
—
Tú no hiciste eso, ¿verdad? —cuestioné, señalando al broche y luego al sitio donde “había caído” tras ser lanzado—.
No quiero sonar presuntuoso, pero ni siquiera yo puedo hacer eso. Y el Espacio es lo mío.La imagen de una Llave-Espada negra y carmesí apareció en mi mente por un instante.
La Demencia. La Locura.
Némesis.—
Esa cosa lo hizo por su cuenta, ¿no es cierto?Mis ojos comenzaron a brillar mientras fulminaba aquel adorno de plata con la mirada.