Seguía golpeando la puerta una y otra vez, incapaz de pensar en algo que no fuera la puerta. No dejó de repetirlo hasta que alguien le tocó por el hombro, provocando que la chica pegara un pequeño bote del sobresalto. Se trataba de un chico rubio, que aparentaba tener su misma edad. El joven la apartó e invocó la Llave Espada, dirigiéndola hacia la cadena.
—
¡Hielo!La cadena se congeló y el chico le arreó un fuerte golpe, provocando que ésta se partiera y la puerta quedara desbloqueada. Ambos entraron y la puerta se cerró rápidamente tras ellos. La puerta hizo un ruido anómalo al cerrarse, no parecía pues una puerta normal.
La habitación se encontraba a oscuras a excepción de un pequeño rayo de luz que se filtraba a través de los postigos de la ventana. Pudo oír cómo el chico se acercaba a abrirla para dejar entrar la luz.
La claridad exterior la cegó por un momento, y la siguiente imagen que vio se le quedó grabada en las retinas: un cadáver. El rojo nubló su visión.
—
¿C-cómo puede una persona tener tanta sangre? —verbalizó sus pensamientos sin darse cuenta de ello.
No podía apartar la vista del cadáver. No era el primero que había visto en su vida, puesto que las ejecuciones eran frecuentes en Port Royal; pero seguramente era el más sangriento. Y aún así lo seguía observando, aunque no analizaba lo que veía, sólo seguía las manchas de sangre con la vista una y otra vez.
Por su parte, el chico pareció haber superado fácilmente el shock inicial y se acercaba a inspeccionar el cadáver, a lo que Jess reaccionó inmediatamente.
—
¡No toques el cadáver! —gritó, extendiendo una mano hacia el joven—.
Las pruebas no han de alterarse bajo ningún concepto.No era lo más adecuado que podía decir en aquella situación, pero el pequeño discurso salió de sus labios casi sin pensarlo. Desde que dos semanas antes aproximadamente leyera por error un libro de misterio en la biblioteca de Tierra de Partida, no había podido parar de leerlos uno tras otro. Su rutina durante aquel lapso de tiempo se limitaba básicamente a dormir, comer, asearse y leer, con algún que otro asunto o entrenamiento ocasional.
Impulsado o no por esas palabras, el chico se giró hacia ella y la apuntó con la Llave Espada, no se fiaba de ella.
—
¿Quién eres, y qué haces aquí? ¿Como sé que puedo confiar en ti? La pregunta resultó decepcionante, y no pudo evitar que se reflejara en su cara. Se limitó a sacar del bolsillo el sobre que le había sido entregado, y desdoblarlo antes de lanzarlo a los pies del muchacho. Sin perder más tiempo, se giró y caminó en dirección a la puerta, el ruido que había hecho al cerrarse no presagiaba nada bueno.
Allí pudo comprobar que, como había temido, la cerradura de aquella puerta se cerraba sola. La llave que le había sido entregada, con la que había abierta la puerta, se hallaba introducida en la cerradura por el lado exterior. Estaban, pues, atrapados en aquella habitación. En cualquier caso, aquello podría haberse determinado sin siquiera acercarse a la puerta, puesto que en la pared contigua a ésta había escrito un mensaje con letras rojas.
<<
Seré idiota, he caído de pleno en la trampa.>>
Aquellas letras desprendían un olor raro. Jess se acercó y tocó la letra K, manchándose el dedo porque estaban aún sin secar. Sin pensarlo demasiado, intentó percibir el sabor de aquella sustancia, para comprobar que se trataba de pintura roja y no de sangre.
—
Encerrados cual críos hasta que resolvamos este “juego”, por lo que parece. Habrá que ir empezando, ¿no?Decidida a acabar con aquello cuanto antes, se aproximó al elemento más importante de cualquier homicidio: el cadáver. Era la forma más eficiente de proceder sin perderse en elementos y detalles ajenos al crimen; aún así las pruebas no se podían modificar, por lo que se paró a un par de pasos y lo observó.
Presentando a cadáver-kun c:
Por la apariencia se podía suponer que era un hombre, no tendría más de veinticinco años. Se encontraba apoyado contra la pared de la esquina más alejada de la puerta. La herida mortal parecía encontrarse en el cuello, donde tenía clavado una especie de punzón de tamaño considerable. Aún pareciendo obvio que aquello fue lo que le mató, no era la única herida que presentaba: tenía un corte no demasiado profundo cerca del estómago. La presencia de más de una herida solía significar violencia o inexperiencia, muchas veces ambas.
Poca información más podía aportarle aquel cuerpo, pero aún le quedaba algo por descubrir del cadáver.
—
Voy a tomarle el pulso, debemos asegurarnos de que está muerto. Van Dine 7: En cualquier novela de misterio ha de haber un cadáver; si el asesino quiere jugar limpio, este enigma debería seguir las reglas.>>
Aún así, “no-me-fío-del-culpable”, puedes observarme de cerca mientras inspecciono el cuerpo, si quieres. Podrás asegurarte de que no oculto ninguna prueba ni nada por el estilo.Cogió el brazo del chico y presionó su dedo en la muñeca del chico inconsciente. No tenía pulso y aún estaba cálido. Comprobó también el pulso en el cuello para ver si se trataba de algún truco para parar la circulación, pero no cabía duda...
...aquel chico estaba muerto.