por Suzume Mizuno » Mié Mar 19, 2014 8:09 pm
—¿Estás seguro Harun?
El dragón emitió un sonido profundo, casi un resoplido, y sacudió los pequeños bigotes, como si la mera posibilidad de haberse equivocado fuera inaudita. Pero estaba claro que el moguri no se encontraba en el interior de la casa. Aun así, era posible que hubiera pasado por aquel lugar hacía poco. Quizá deberían entrar a investigar y…
En ese momento escucharon el golpe de una puerta al cerrarse. Tensos, se agacharon y miraron a su alrededor con nerviosismo. El corazón de Fátima se le subió a la garganta y se preparó para lanzar un hechizo.
Sin embargo, consiguió contenerse, ¡y menos mal! Asomada a un callejón, vio la figura del mismo moguri con el que se había chocado hacía un par de días. Cargaba con un libro casi tan grande como él y parecía, o eso le pareció, inquieto.
—¿Le seguimos? —inquirió Exuy, denotando ansiedad en la voz.
Fátima se mordió el labio inferior. Podían intentar capturarle, pero si no eran lo suficientemente rápidos, se les escaparía y los moguris podían ser endiabladamente rápidos. Además, ¿y si al intentar defenderse dañaba el libro?
Asintió y le hizo un gesto a Exuy: tenían que moverse por calles paralelas a Kraspy para que no les viera.
—No lo pierdas —susurró a Harun.
El animalito, como respuesta, hincó las uñas en su hombro y clavó los ojos en la dirección en la que había desaparecido el moguri, dilatando las aletas de la hocico. Satisfecha, Fátima echó a correr, mirando a Exuy para que no se quedara atrás.
Para ser una ciudad abandonada, muchos de los caminos estaban intransitables, con basura, rocas o restos de las casas por el camino. En más de una ocasión tuvieron que callejear para poder continuar su camino o trepar a un tejado, intentando no hacer ruido. El momento más tenso fue cuando tuvieron que cruzar la calle por detrás de Kraspy para continuar por los edificios de enfrente, pues el camino que seguían se había vuelto impracticable.
A medida que avanzaban, Fátima se asustaba cada vez más y más. No hacía falta tener dos dedos de frente para ver hacia dónde se dirigía Kraspy: el castillo estaba cada vez más y más cerca.
Se volvió hacia Exuy y le siseó:
—¡Si se acerca demasiado al castillo tendremos que atacarle! ¡No hay que dejar que nos vean!
¿En qué lío se había metido?
De pronto, Kraspy se metió dentro de una casa. Fátima miró a Exuy y suspiró, impaciente. Tendrían que esperar, a ver qué hacía el moguri. Cuando pasaron cerca de diez minutos no pudo contenerse más y, agachándose para que no se la viera desde la ventana, se acercó a la entrada y se asomó por una ventana sin cristal. Daba a un vestíbulo triste y oscuro, cubierto de polvo. La puerta que daba a un pasillo estaba abierta.
—Vamos, con cuidado—susurró, impulsándose con los brazos para subirse al alféizar y entrar, preocupándose de que no hubiera cristales. Tendió luego las manos para ayudar a Exuy.
Avanzaron por el vestíbulo, dejando una estela de huellas en el polvo, y se asomaron al pasillo. Una de las puertas estaba entreabierta. Rezando porque no hubiera ninguna tabla suelta, Fátima se acercó, acariciando a Harun con una mano para que se estuviera tranquilo, y, cuando se asomó, se encontró con que estaban en una especie de pequeña biblioteca.
No había nadie: sin embargo, se fijó en que había dos pequeñas huellas frente a una de las estanterías. Al acercarse, Harun saltó de su hombro y se puso a raspar la madera, gruñendo.
—¿Un pasadizo? —susurró Fátima, que se volvió hacia Exuy—. No se me ocurre otra cosa. Pero, ¿cómo lo abrimos?
¡Gracias por las firmas, Sally!Awards~