Poco a poco varias personas más se iban pronunciando frenta a la mansión. Pude reconocer a unos cuantos, aunque solo los conociese de vista. Entre ellos estaba Light Hikari, aquel capullo iba de momia. Algo que le iba como anillo al dedo ya que las momias estaban muertas, como él algún día -esperaba que pronto-, no me acerqué a saludarle ni pretendía hacerlo. Por suerte, mi disfraz era bastante completo y aunque me era imposible ocultar mi brazo izquierdo (que seguía igual que siempre y por lo cual los que me conocían podrían darse cuenta de quien era en realidad) que pareciese parte del disfraz hacía que la gente dudase de si era o no parte de mi atuendo.
Había algunas personas de Bastión Hueco también, ya que pude ver a Alec a lo lejos (solo lo pude reconocer porque el aprendiz era muy alto y por fijarme un poco en sus rasgos faciales), aunque él no parecía haberme reconocido, lo normal teniendo en cuenta la máscara que llevaba.
En ese momento, vi a una mujer con una peluca blanqui-negra, con una especie de chaquetón amarillo de lo que parecía ser pelo y un vestido negro por debajo con un muy pronunciado escote que me obligó a poner bastante fuerza de voluntad para no quedarme mirándolo demasiado, por respeto más que nada... Pero aquello no evitó que la muchacha se acercase hacia donde yo estaba. No había caído en la cuenta hasta que se colocó a mi lado de que se trataba de una de las aprendices de Tierra de Partida, una que había conocido en el incidente del baile del Castillo de los Sueños y que había creído muerta.
La verdad es que aquel día no me apetecía pelear contra nadie ni nada. Había ido allí como invitado por alguien, y no pretendía aguar la fiesta.
—
¿Cuándo se supone que tenemos que entrar? ¿Esperamos a ver si llegan más? —me preguntó. No sabía si me había reconocido o si me confundía con otra persona, ya que me había hablado con mucha naturalidad.
—
No lo sé... Supongo que nuestro anfitrión saldrá a recibirnos —ladeé la cabeza pensativo no muy seguro de mis propias palabras.
—
No sé si me equivoco, pero... ¿Estuviste en Castillo de los Sueños? —dudó unos instantes.
—
En efecto —confirmé asintiendo con la cabeza.
—
Yo... Yo soy la chica envenenada. Me salvé por los pelos —informó. Parecía que no me había equivocado al fin y al cabo.
>>Creo... Creo que no nos llegamos a presentar. Me llamo Jeanne Mars.—
Soy Ragun —me presenté también. No podía evitar ser algo reacio con ella ya que no quería hacerme demasiado amigo de nadie de Tierra de Partida. Sabía que no sería capaz de luchar contra ella cuando llegase el momento si me acababa cayendo bien.
[...]
Cuando el último de los aprendices llegó las puertas de marmol cedieron por sí solas mostrando un enorme hall.
Aquella estancia resultaba ser un lugar tenebroso, con candelabros que colgaban de las paredes y una mesa negra en el centro. Era siniestro como poco, incluso creía notar "presencias" tras mis hombros que en realidad no existían.
En el momento en el que todos entramos las puertas se cerraron a cal y canto. No supe si se podría abrir otra vez, algo que comprobaría si alguien decidía tratar de escapar. De golpe, todas las velas se apagaron dejándonos a oscuras. Cuando iba a utilizar la Visión Nocturna que poseía un foco se encendió iluminando únicamente la larga mesa negra. Había aparecido una persona a la que el foco apuntaba: Ronin.
El querido y odiado a partes iguales Ronin; Maestro de Maestros de Tierra de Partida había salido de la nada, vestido como una especie de vampiro que resultaba raro con aquel parche. El pirata-vampiro reía como un psicópata enseñando su mandíbula, y como no: Unos largos colmillos.
—
¡Bienvenidos a la mansión encantada, mis invitados! —anunció, llevando sus manos hacia el cielo llamando por completo nuestra atencion—.
Os aseguro que esta será una noche que nunca olvidaréis.»
Un premio aguarda a aquel que consiga llegar hasta la última habitación de la mansión. ¡Pero avanzad con cuidado! Este lugar aguarda secretos que nunca deberían ser nombrados...Con un chasquido de dedos, las luces volvieron a iluminar lugubremente el lugar y nuevamente había aparecido algo, en este caso unas cestas en forma de calabaza con un caramelo negro cada una.
—
Necesitaréis una de éstas cada uno. Reunid en ella cuantos más caramelos podáis, y eso os facilitará llegar hasta el premio final. ¡Pero no os los comáis! No todavía... —informó viendo que unos cuantos -entre los que me incluía- empezaban a juguetear con el envoltorio tratando de comerse la deliciosa golosina.
Sin motivo aparente, Ronin volvió a empezar a reírse como un recién salido de un centro de salud mental convirtiéndose finalmente en una nube de murciélagos, que se lanzaron contra nosotros dándonos un mordisco para finalmente desaparecer.
Encogí los hombros y miré un poco por encima a los demás partipantes de aquella "aventura". Estaban un chico-caja, varios vampiros, brujos, caza-vampiros, una enfermera, una momia, un travesti... La verdad, había un elenco de disfraces bastante extenso.
Al fondo del hall había tres puertas, cada una tenía un color diferente: Roja, amarilla y verde. ¿Qué podía escoger?
—
Escogeré la roja —me respondí a mí mismo, aunque si tenía alguien cercano podría escucharme—.
El color rojo representa a Ronin, por lo que creo que no estaría mal esa opción para empezar.Un motivo un poco tonto, ¿pero en qué más podía basarme para escoger una puerta u otra?
Acompañado o no fui en dirección de la susodicha puerta junto a los aprendices que hubiesen tomado aquel camino también y abrí la puerta.