Dentro de la mansión, me habría esperado cualquier cosa: arañas, serpientes, zombies, piratas...
—¡Bienvenidos a la mansión encantada, mis invitados! Os aseguro que esta será una noche que nunca olvidaréis.… Pero no a Ronin.
El Maestro de Maestros nos explicó en qué consistía la celebración: en la última habitación de la mansión había un gran premio, y para ello, debíamos salvar obstáculos y tomar decisiones. Después, chasqueó los dedos y todos los candelabros se encendieron, permitiéndonos ver aquello que se extendía a nuestro alrededor: veintitrés cestas naranja con forma de calabaza.
—Necesitaréis una de éstas cada uno. Reunid en ella cuantos más caramelos podáis, y eso os facilitará llegar hasta el premio final. ¡Pero no os los comáis! No todavía...Me acerqué a coger una. Dentro había ya un caramelo.
Regalito de bienvenida, pensé.
Ronin comenzó a reírse hasta desencajarse el mandíbula, para luego desparecer en una nube de murciélagos que cayeron en picado hacia nosotros, mordiéndonos las orejas. Les propiné golpes tratando de espantarlos. Pero simplemente, se esfumaron, al igual que el Maestro.
Y se hizo un inquietante silencio. La puerta de entrada, que se había cerrado tras llegar todos, permanecía cerrada a cal y canto.
Así, sólo nos quedaba elegir entre todas esas puertas. Antes de poder reaccionar, Ragun (el único que conocía de los presentes) se esfumó tras la puerta roja. Me quedé reflexionando mientras algunos aprendices elegían su puerta. No sabía si seguirlo; después de todo, apenas le conocía y no quería que se sintiese perseguido.
El rojo era mi color favorito, y el que mejor representaba a Ronin; por otro lado, el amarillo era el color de la luz. Pero el verde... el verde siempre se había visto un color positivo, de “acierto”.
No era para nada un razonamiento objetivo, pero no se me ocurría nada más. Así que decidí echarlo a suertes. En voz bajísima para que nadie me oyera, dije:
— Pito, pito, gorgorito...Roja, Amarilla...
—Dónde vas tu tan bonito. Verde, Roja...
—A la era verdadera, pim pam fuera.Amarilla, Verde, Roja, Amarilla... ¡Verde!
Lentamente, me acerqué a la puerta, observando a los demás. La observé, y tras titubear unos segundos, la crucé.
Jeanne escoge la puerta verde.