—¿Chicos? ¿¡Está todo el mundo bien!?
—B-Bien no es la palabra, exactamen… ay — oyó temblar a Nadhia.
Y no pudo estar más de acuerdo. Se sintió levemente mejor gracias al hechizo de Fátima. Por suerte no había sufrido heridas, pero temblaba de frío, de un frío horrible y sentía anquilosados los huesos y congelados los músculos. Le costaba moverse. Malik no contestó. No se sentía con fuerzas para hablar después de la avalancha, necesitaba... necesitaba mantener el calor, no malgastar energía y se llevó los dedos a la boca para soplar el poco aliento cálido que le quedase en ellos. Siguió los pasos de sus compañeros en silencio, todavía con los rugidos y las explosiones como única música de fondo.
Aquel era el mayor monstruo que había visto en su vida. Congelado de frío y miedo, Malik contempló al enorme dragón sincorazón que eliminaba a los pocos hunos que quedaban como si fueran hormigas. Azotaba el viento y las gélidas corrientes, y las luces que provocaban los gigantescos rayos titilaban con fuerza. No podían enfrentarse a eso ellos solos.
—Peor que una pesadilla —musitó Malik.
El sincorazón no paraba de ejecutar sus ataques, los hunos no dejaban de caer, una y otra vez, alcanzados por un rayo o las garras del monstruo. Era demencial.
—Es él quien debe atraer a los demás Sincorazón—aclaró Fátima, mortalmente pálida—: Tenemos que acabar con él, pero… ¿Cómo? Está a un nivel muy diferente de los Sincorazón a los que nos hemos enfrentado hasta ahora…
—Es enorme, y… vuela —añadió Nadhia—. Yo no tengo problema para acercarme en el aire, pero tenemos que pensar en…
Malik miró a Nadhia de reojo primero, directamente después. No, no estaba de acuerdo, no podían enfrentarse a eso, era demasiado grande, demasiado fuerte. No podían pelear ellos dos solos contra aquello. Se mordió el labio con fuerza, por el frío no sintió dolor. Si no fuera un novato debilucho...
—¿Qué tal si hago de señuelo? ¿Creéis que podría ganar tiempo para daros ventaja?
Apretó los dedos en los puños, con los brazos cruzados. Estaba a punto de saltar, de objetar que debería ser lógico que los que fueran más fuertes se concentraran en atacar y liberar el corazón de ese bicho. Se le estaba ocurriendo una soberana tontería, algo que en su sano juicio y en circunstancias normales jamás haría, pero que si salía bien, bueno, habrían salvado unas pocas vidas. Tomó aire, aunque le hiciese daño en los pulmones. Malik abrió los puños, bajó los brazos y se adelantó unos pasos, sintiéndose más asustado, pero más seguro de sí mismo en su miedo, de repente.
—Yo tengo una idea mejor. Me parece absurdo que con tu potencial de ataque te dediques a distraer a nuestro amigo —espetó, serio—. Dejadle el trabajo sucio al nuevo y vosotras aprovechad para darle donde más le duela.
Le dio a las dos una mirada determinante, una que decía no iba a cambiar de opinión y echó a correr sin dejar opción a réplica. Avanzó a zancadas rezando por no tropezarse como antes y se acercó al borde opuesto de la ladera de la montaña desde la que observaban el panorama. E invocó la Llave-Espada. Sabía que eso atraería al sincorazón, por eso, sin perder más tiempo, se dejó caer y se precipitó por la ladera, deslizándose por la nieve congelada de la cara norte. Un potente rugido tronó, otra vez, y un rayo salió disparado hacia el cielo a la vez que el dragón sincorazón batía las alas y rodeaba la montaña para perseguir a Malik, para perseguir la luz de ese corazón tan apetitosamente llamativo.
Malik sonrió para sí, mientras luchaba por no caer rodando. Ahora sus compañeras podían tener su oportunidad, incluso de saltarle encima y clavarle la Llave-Espada en la espalda si querían. Si salía bien, al menos... al menos habría podido hacer algo de provecho.