Podría haberme dormido en el suelo perfectamente, de modo que no le di demasiada importancia a ese pequeño error y acepté dormir en la misma cama. Lo que me sorprendió fue que Fátima sí se hubiese puesto nerviosa. Parecía mucho más cómoda peleando contra un lobo gigantesco que trataba de devorar su corazón que compartiendo habitación conmigo. «
¿En serio? ¿Después del numerito de “confía en mí” ahora se va a poner así? ».
Me quité los zapatos de un puntapié.
—
B-bueno, hay que aprovechar para dormir antes de que amanezca. —La oí decir a mis espaldas. Fruncí el ceño, sin entender.
—
Ajá... —
Espero que no des patadas.—Bromeó un tanto a la fuerza.
—
Eh, tranquila, que no soy de ésas. —Con la luz apagada, no podía ver su cara ni adivinar qué la sacaba tanto de quicio. Y no le encontraba otra explicación... vamos, después de todo lo que había pasado, ni yo iba a ser tan rastrera como para rajarle el cuello mientras dormía.
Sentí que me pesaban los párpados y me metí en la cama, alisándome la ropa para que se arrugara lo menos posible. Fuera lo que fuera, yo no iba a darle más vueltas.
Me pareció oír un “buenas noches” antes de quedarme dormida. Contesté con un gruñido ininteligible y di la bienvenida a un sueño lleno de lobos.
*** —
¡¿Pero es que no tienes vergüenza?! ¡Largo de aquí, deja de molestar a la señorita! El despertar fue mucho más abrupto. Me incorporé de un salto, con todo el pelo ensortijado cayéndome sobre los ojos, para ver cómo Fátima daba un portazo a un muy sorprendido Gastón, parado al otro lado del pasillo. ¿Qué hacía ahí para empezar?
Tardé unos segundos en comprender lo que había pasado, y entonces me tapé la boca con la mano.
—
Dime que acabas de cerrarle la puerta en las narices a ni más ni menos que Gastón. —
Al menos ahora ya no te molestará más. —aseguró con una media sonrisa.
Todavía eran audibles los pisotones que daba al alejarse. Traté de contener una carcajada sin mucho éxito. Cualquier preocupación que me hubiese podido afectar la noche anterior se había esfumado sólo con eso.
—
Y por cosas como ésta me alegro mucho de no haberme disfrazado de hombre —declaré en cuanto se me pasó la risa tonta.
Si bien podía ponerme muy histérica con lo que la gente pudiera pensar de mí, esa situación se me hacía, cuanto menos, hilarante. Ya tenía ganas de bajar y volver a reunirnos con los cazadores, a los que saludaría con toda la alegría del mundo, en especial al majo de Gastón. Con suerte, se le bajarían los humos durante esos dos días.
—
Cuando estés lista bajamos —dijo Fátima, devolviéndome a la tierra—.
Si quieres, podemos hacer que profundicen su equivocación. Alcé las cejas, divertida.
—
Ah, ésa es una actitud muy infantil, Maestra. Cuenta conmigo. ¡Quién iba a imaginar que acabaría echándole tantas ganas a esa misión! Aunque fuera con alguien de Tierra de Partida.
¡Fin del encuentro por mi parte! Mil gracias, Suzu, por querer escribirlo. A ver si repetimos :3.
Y gracias de antemano al GM que nos puntúe~