Kousen y BavolYami se irguió sobre el glider al oír la casi histérica pregunta del aprendiz y ocultó la boca tras los dedos enfundados en el guante de la armadura, pensativa. Casi instantáneamente negó, con una sacudida graciosa de cabeza.
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No te preocupes, chocobito, Kousen está en lo cierto —Sonrió a ambos, contenta—.
El legítimo rey volvió y mantiene a Scar bajo control. No os pasará nada.La maestra había interpretado que ellos podrían sentir aprensión de volver a ese sitio tras la fallida misión de reconocimiento y la emboscada y lo que quería era tranquilizarles. Sin añadir mucho más, volvió a colocarse bien la visera del casco y esperó a que los aprendices convocaran sus glider, poniendo rumbo minutos después hacia Tierras del Reino.
Incluso charlando pudieron oír tararear alegremente a Yami, realmente emocionada. ¿Tan importante era aquello que iban a presenciar?
El mundo no podía compararse a cómo estaba la última vez que lo vieron. Nada de lo que los aprendices recordaban era ahora Tierras del Reino. Las grandes llanuras yermas, quemadas y secas ahora eran praderas verdes salpicadas de alguna que otra mancha amarillenta, rocas, y árboles en pleno florecimiento. Más allá, en la lejanía, un ancho río recorría la extensión de hierba alta, en dónde pequeños puntitos negros, animales seguramente, se reunían. Nada de oscuras nubes o polvo, nada de muerte. Sólo vida, bajo la luz de la luna que ya empezaba a emborronarse contra la tenue luz del inminente amanecer.
Lo único que reconocerían de verdad, a simple vista entre tanto cambio, sería la gran formación rocosa que servía de refugio a la manada de leones que dominaba aquel reino.
El aterrizaje, tal como la otra vez fue, resultó limpio, silencioso y seguro, tras estratégicos alineamientos de piedras en dónde podrían dejar que la magia del mundo los transformase a gusto. Nada más quitarse la armadura y tocar el suelo con lo pies, la luz mágica y el cosquilleo familiar de antaño envolvería sus cuerpos, cambiando su ser a uno mucho más acorde al mundo.
—
¡Ay, ¿no es emocionante, chiquitines?! Al mirar mejor en derredor, los aprendices verían que la maestra Yami se había transformado en una esponjosa raposa de color crema y enormes orejas, que correteaba y saltaba de aquí para allá junto a ellos.
Yami se adelantó unos cuantos pasos y olfateó el aire, para luego mirar a Kousen y a Bavol, acercándose también con un correteo.
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¡Oh, estáis perfectos, chocobitos! ¡Bavol es una monada!—La maestra frotó el hocico contra una de las patas de Kousen—.
Aunque espero que no te digan nada a ti, Kousen, los leones son muy, muuuy celosos de su territorio. ¡Pero lo pasaremos bien, ya lo veréis! —Inesperadamente echó a correr en dirección a la gran Roca—.
¡Vamos, o llegaremos tarde!Yami estaba verdaderamente entusiasmada con aquello, de modo que si se retrasaban igual hasta les dejaba atrás en su carrera. Los aprendices suponían que debían seguirla a pesar de que perderse con un punto de referencia tan visible era un poco imposible. Bueno, las cosas de verdad parecían estar bien. Nada indicaba que fueran a sufrir una trampa como la última vez.
Lo único malo sería... encontrarse con Scar.
El camino hacia la Roca se fue animando a medida que se acercaban, porque resultó que no eran los únicos animales que estaban dirigiéndose hacia el evento. Criaturas de todo tipo, tanto herbívoras como carnívoras formaban filas y reuniones con tal de agruparse y así organizarse mejor durante la marcha. Elefantes que transportaban aves cansadas, cebras, antílopes, guepardos, jirafas, bisontes, ñandús... Todo tipo de insectos, y hasta hienas. El único grupo realmente heterogéneo era el de Yami, Kousen y Bavol, que caminaban juntos entre los demás. Habían llegado a un punto en el que la aglomeración era tal que tenían que marchar al paso, aunque eso les daba oportunidades de entablar alguna conversación con alguien, como quién lo hacía en cualquiera de los otros mundos.
Muchos de los animales echaban miradas de reojo a Kusen, ya que era el único león entre las filas, y se preguntaban, no demasiado en voz baja, si acaso sería algún joven macho que venía a retar a Mufasa, el rey de la sabana. Bastantes lo cuchichearon con acritud además.
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Vergüenza debería darle —oyó que comentaba un rinoceronte—,
después de todo lo que pasó, venir a manchar la presentación del heredero.—
Uy, sí, una vergüenza terrible —secundó una madre babuina, sentada con su hijo de pecho sobre el rinoceronte.
Otros animales asintieron, aunque hubo unos cuantos que no: el pequeño grupo de hienas que viajaba cerca. Estas se limitaron a fulminar con la mirada a los demás, en tanto que vieron con buenos ojos a Kousen.
—
No les hagas caso, chocobito, tranquilo —le susurró Yami al aprendiz, de repente un poco preocupada.
Sí, no hacer caso podía ser buena idea. No debían generar ningún altercado, pero... ¿a qué venía todo eso?
* * *
Saeko y SimbadNanashi no se giró para mirar a Simbad, si no que respondió atravesando el umbral de la puerta:
—
El cambio no depende enteramente de vuestro libre albedrío, Simbad. Podéis pensarlo, pero el Mundo os transformará en el animal que mejor represente vuestro yo humano según su criterio. Con peligroso me refiero a algo que pueda enervar al rey, o a los súbditos. Como otro león, o un carnívoro odiado. Si ese fuera el caso deberemos ir con mucho más cuidado.Nanashi convocó su armadura y glider sin perder más tiempo y montó en él.
—
No os separéis demasiado de mí. Los aprendices de Bastión Hueco se encontrarían nada más llegar con la misma imagen que Tierra de Partida, sólo que a diferencia de ellos, esta sería la primera vez que lo vieran y no notarían nada fuera de lugar o distinto. El paisaje era hermoso, verde, fértil y salvaje, tal y como aparecía en las ilustraciones de los libros de la biblioteca, con el aire puro y un olor a vida que raramente se encontraba en otros lugares.
Nanashi los dirigió para aterrizar sobre la espesura de la hierba verde y alta, cerca un recodo del gran río que serpenteaba a cierta distancia de la Roca que parecía supervisar la sabana. Al quitarse la armadura, los aprendices notarían como un fulgor de luz les envolvía el cuerpo, y cómo un cosquilleo les recorría el cuerpo de arriba abajo. Al terminar... verían que se habían transformado en animales, tal y como había explicado la maestra.
—
Bien, os costará un poco habituaros al movimiento ahora, pero todavía tenemos tiempo.La voz de Nanashi les llamaría la atención y al mirar, contemplarían a un ave elegante y de color blanco y azul: una garza.
Que empezó a explicarles muchos más detalles mientras esperaba a que los aprendices pudieran moverse con soltura en sus nuevas formas.
—
Según nuestras fuentes, la presentación se realizará tras la salida del sol, aunque hasta que todos los súbditos no hayan llegado no creo que empiecen —Nanashi aleteó de forma grácil, y se recolocó algunas plumas—.
Otra cosa que deberíais saber es que nuestro uso de las Llave-Espada ha quedado levemente coartado. Como podréis ver, es más complicado usarlas sin extremidades prensiles. De repente un coro de sonidos, mezcla de piares, gruñidos y barritos, alertó a la maestra, que alzó el cuello y el vuelo para posarse sobre una de las rocas junto al lecho del río. Cerca pasaba lo que parecía ser una fila o caravana de animales. Nanashi giró el pico hacia los aprendices.
—
Los habitantes ya se están reuniendo para la ceremonia. Será mejor que nos unamos a un grupo, ¿estáis preparados? —Sin perderles exactamente de vista, la garza levantó el vuelo y se acercó al grupo de viaje.
En cuanto Saeko y Simbad la siguieran, o los alcanzaran por la hierba alta, verían a unos cuantos ñus acompañados de cebras y algunos pájaros, entre los cuales ya se encontraba Nanashi, posada en el lomo rayado de una cebra. Con un gesto de pico les indicó que se unieran.
Sobre ellos, la luna ya desaparecía, aclarada cada vez más y más por el alba rosada del horizonte.
Para Saeko y Simbad, podéis escoger el animal que más os guste para la transformación. La explicación de Nanashi es meramente interpretativa.
Fecha límite: 6 de septiembre