Spoiler: Mostrar
Y desperté una vez más.
Estaba en la enfermería del Castillo de Bastión Hueco. Nanashi estaba a mi lado, otorgándome la magia que necesitaba para recuperarme. Le di las gracias sin saber exactamente dónde estaba, ni por qué estaba allí. Tenía la cabeza embotada, como si los pensamientos no quisieran salir a flote.
Y una vez que lo recordé todo, volví a nacer.
Lo que mejor recordaba había sido la última batalla, nítida entre un pasaje ruinoso de recuerdos inconexos. Aaron no solo había destrozado mi cuerpo, sino también mi mente; y no solo por el ataque. Saxor estaba en coma y Myr muerto. Nosotros casi no lo contamos. Y perjuré que volvería a levantarme contra él. Todas las veces necesarias.
Más o menos recuperado, me condujeron a un baño. Observé sin pudor mi cuerpo desnudo frente al espejo, pero no me reconocí. Aquellos ojos grises que me acompañaban desde hace tiempo no eran los míos, y todos mis tatuajes habían desaparecido (¿por el fuego de Frollo o por la última misión?). Todos mis hermanos caídos en el olvido, y eso fue lo que hizo que me sintiese desnudo de verdad. Aproveché para cortarme el pelo, afeitarme y darme una merecida douche.
Y lloré. Di rienda suelta a toda la angustia por la que había pasado bajo el agua, notando como cada vez me costaba más respirar. Lloré sobre todo por mis compañeros, porque la misión había sido desastrosa: Myr había muerto, Saxor en coma, la Ciudad Inexistente destruída y Aaron seguía vivo. Lloré porque de verdad lo necesitaba.
La última pelea había sido lo peor de todo. Recuerdo haber visto a Kairi curando a Lyn, gravemente herida en su estado licántropo. Estuve a punto de gritar de pura alegría cuando unos pequeños puntos de luz embriagaron todo el pasaje, provenientes de las Llaves de Kairi y Ryota. Y después la cosa se había torcido irremediablemente.
Me encontré en el suelo vomitando sangre, con un terrible dolor y angustia en mi pecho. Podía rememorar perfectamente el ojo demoníaco de nuestro oponente, como una estaca clavándose en mi interior. Duró solo unos minutos, pero me parecieron horas. Aturdido, observé como Fátima había sido la responsable de liberarme, y siempre le daría gracias por liberarme de aquel tormento.
—Por Watson, por Kazuki, por todas tus víctimas
Las palabras de Nanashi reverberaron en mi cabeza. Sí. Podíamos convencernos: sus muertes no tenían por qué ser en vano. Y aún así me sentía demasiado vacío como para creérmelas. La Maestra disparó su flecha.
Todo se desmoronó. El techo, las paredes, mis ganas de luchar. De repente, un Alfa había aparecido, como un espectro del Apocalipsis. Aaron seguía vivo.
—Casi... —se había burlado. La rabia irrumpió mis venas como una ponzoña, pero se congeló al instante. Una cara muy conocida se había presentado, junto otra a la que no... No quería reconocer. Ambas me llevaron a la copia virtual de Ciudad de Paso. En comparación aquella misión había sido pan comido.
—El plan ha salido bien, hemos terminado con este mundo.
Y pronto iba a acabar con nosotros. Lo hubiera hecho, de no ser por alguien inesperado.
—¡No voy a permitir esto!
Chihiro. El asombro que me invadió fue comparable a las ganas que tuve de volver a mi hogar en ese momento. En las ganas que tenía de dar rienda suelta a toda esa furia. Vi, con esperanza como ella se lanzaba en contra de Aaron y... Y puso en práctica su habilidad. El tiempo. Poco a poco vimos como su rostro se fue desfigurando hasta alcanzar un matiz grotesco y avejentado, y habría conseguido asesinarle, de no ser por Andrei.
No lo consiguió, pero estuvo a punto.
Quería gritar de frustración de nuevo. Estábamos muy débiles.
—Muy bien, chicos —llamó Ronin llevando a Lyn a cuestas—. Saldremos a pie, estad atentos a cualquier peligro. Nanashi, ayuda a Ryota a caminar, Fatima y Kairi. Vosotras ayudad a Simbad, ha perdido mucha sangre. Lo primero es nuestra propia seguridad, ya pensaremos cuando volvamos.
—Estoy bi... —intenté decir, pero caí estrepitosamente cuando intenté levantarme. Supongo que le pasaba a todos los Caballeros en un punto de su vida: se sentían débiles y querían entrenar para superarse a sí mismos. El sentimiento quedó ahogado por el sabor del cobre.
Conseguimos salir, aunque sin duda es la parte de la que menos me acuerdo. Recuerdo haber visto cubículos vacíos. Cubículos enormes y amenazantes... Y vacíos. Los Alfas. Y tras eso solo destrucción. La adrenalina me impulsó a prescindir de mis ayudantes y a ponerme de pie para correr.
—Solo lo había visto en leyendas, pero eso de ahí es sin ninguna duda el fin del mundo, es lo mismo que pasó con Villa Crepúsculo
El fin del mundo...
—¡Entonces no hay nada que hacer! —coincidió Nanashi—. Este mundo no está habitado por nadie, tras encontrar a varias personas nos encargamos de hacer una búsqueda a conciencia y nos llevamos a algunos otros habitantes a Ciudad de Paso.
Fátima fue la que me cargó en su espalda. La notaba fuerte bajo mi cuerpo de trapo, pero no sentí nada más. Por fin, pude relajarme. Toda la tensión que había estado acumulando se deshizo como polvo en el desierto. Solo quise que acabase ya.
Un moguri tocó a mi puerta. Todavía estaba llorando, así que me apresuré a limpiar mis lágrimas para que no se notaran. No me gustaba mostrar mi debilidad. Me hacía sentir sucio y vunlerable. Me vestí rápidamente y ahogué mis sentimientos. Un Caballero no debía tener miedo.
No pasó mucho tiempo cuando nos llevaron a Tierra de Partida para la asamblea de la misión. La luz del castillo contrastaba con la de Bastión Hueco, pero no reflejaba mi estado de anímico. Tragué saliva. No habíamos tenido más noticias sobre Aaron.
—¿Cómo te encuentras?
Alcé la cabeza. Fátima es la que había preguntado. Podría haberle mentido, haber compuesto una sonrisa falsa y haberle dicho que estaba mucho mejor, pero simplemente no pude hacerlo.
—Mal. Muy mal.
—Siento todo lo que ha sucedido —respondió, casi murmurando—. Me alegra que al menos estemos los tres aquí.
—¿Que lo sientes? —repliqué con los nervios a flor de piel. Normalmente me hubiera callado, pero era el colmo de la situación—. Dime qué cojones has de sentir. Tú no has hecho nada para que sucediera esta situación de mierda. —Me mordí la lengua para evitar continuar y le di la espalda, adentrándome en la sala del trono.
Me apoyé en una de las paredes con cara de perros.
—Esta reunión deberíamos haberla hecho al llegar, pero... Entre una cosa y otra fue imposible, como sabréis —empezó Ronin—. Hemos perdido a un valioso miembro de Bastión Hueco, y uno de los nuestros sigue en coma. Purificar un corazón corrompido es lento, no sabemos cuanto nos tomará despertar a Saxor.
Cuando todo el mundo se había ido del cementerio tras el entierro de Myr, yo había seguido allí. Pensando. Pensando en su hermana, en Ciudad de Paso. No se merecía lo que le había pasado, pero sí se merecía saberlo. Una garra oprimió mi pecho pensando en mi propia hermana. Murió en mis brazos, dentro de Notre Dame. Tampoco pude salvarla.
—Me gustaría que cada uno relatase vuestras vivencias. Un informe, es más que nada para presentar algunos papeles a la Federación, necesitaremos refuerzos para vigilar cada mundo y perseguir la pista de Aaron. ¿Quién quiere empezar?[/b]
—Yo, si a mis compañeros no les importa.
Fátima relató más o menos lo que había pasado, con todo lujo de detalles. Escuché de pasada, pero no quería oírlo. Simplemente no quería recordarlo. Me centré en observar la sala, con ojos bañados en ensoñación. Me fijé en Nithael, de hecho. Aaron parecía su contraparte, el demonio y el ángel. Como dos criaturas tan perfectas podían causar tanto dolor. Miré al ángel a los ojos. Su mirada era intensa, pero pude aguantarla a pesar de que irradiaba un gran poder.
—Prácticamente es lo que ha dicho Fátima —diría en cuanto terminara—. Yo iba con ella, así que más o menos me pasó lo mismo.
Kairi contaría su parte de los hechos. La última pieza a nuestro macabro rompecabezas.
—Asumo la responsabilidad de mis actos y aceptaré cualquier castigo. Pero, a ser posible, me gustaría colaborar en la búsqueda de Aaron.
Tardé largos segundos para que las palabras hicieran mella en mi cabeza.
¿Qué? —preguntaría con un tinte suave pero peligroso—. ¿Qué acabas de decir?
No sé si fue por los sentimientos amargos que me inundaban, por todo el cansancio acumulado o por la mirada de Nithael. Solo sabía que Fátima se estaba echando la culpa injustamente, cuando éramos todos los que habíamos visto morir a Watson sin pestañear, cuando ella había sido la clave en la batalla contra Aaron. La única poderosa. A su lado era un enclenque. Cerré los puños. Fue como abrir la puerta al tsunami. Me encaré a ella.
—¿Crees que ha sido culpa tuya? —seguiría, con los músculos tensos y la respiración agitada. De repente no pude contener mi voz—. ¡Debes de ser imbécil si así lo crees! ¡Lo único que has hecho ha sido demostrar la entereza que el resto ha tirado por lo suelos! ¡Y eres lo suficientemente fuerte como para darte cuenta de ello! ¡Tú no has matado a Myriddin! ¡Tú no has despertado a los Alfas!
>>¡HA SIDO AARON! ¡Y LE MATARÉ! ¡Y LO JURO, TE JURO POR EL MISMÍSIMO LUCIFER QUE LE MATARÉ!
Para cuando me di cuenta estaba jadeando, sudando por la rabia y con un dedo acusador sobre ella. Bajé el brazo y desvié la vista, ligeramente avergonzado. Aún así mis ojos fueron reacios a abandonar los suyos.
—¿Quieres un castigo? Mírame a los ojos y prométeme que nadie más va a morir.
Spoiler: Mostrar