[Villa Crepúsculo] Una visita guiada

[James Bond]

Cronología:
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Keiko había despertado aquella mañana con una sola idea en su mente: hacer una pequeña visita a su hogar de origen. El otro día, tras terminar un entrenamiento, recibió un permiso que le ortogó la Maestra Rebecca para que pudiera salir de Tierra de Partida al ser lo suficientemente fuerte como para protegerse por sí misma. Vale que era una aprendiza novata, pero ya tenía nociones básicas de combate, y que demonios, se había enfrentado a un sincorazón y lo había derrotado.

De cualquier modo, la aprendiza se alegró de poder salir de aquel castillo, ya que aunque era grande y seguramente tendría muchos sitios que ver, prefería ir a ver otros lugares.

No tardó mucho tiempo en hacer el viaje desde Tierra de Partida hasta su mundo natal, aunque tuvo que buscar un lugar discreto para aterrizar su Glider. Aunque no le hacía mucha gracia, el bosque que precedía a la mansión de la Villa era el mejor lugar, pues nadie solía acercarse.

Tras quitarse la armadura, recibió un rayo de sol en sus ojos, dejándola ciega, aunque no tardó mucho en volver a recuperar la vista. Sentía que había vuelto a casa. Ahora la duda era: ¿iría a visitar primero a su familia, o a su maestro de esgrima?

[xXOrbOOkXx]

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Música

Lo primero que pensé al llegar a aquel mundo fue que estaba pintado en un lienzo color naranja, con sus variantes y desniveles. Eso era, por supuesto, porque estaba atardeciendo. De ahí el nombre del mundo, supuse.

Me estiré al aterrizar mi glider en un callejón. Había desayunado muy bien, y cuando me di cuenta de que aquel día era totalmente libre para mí, lo primero que se me pasó por la cabeza fue componer una canción en la biblioteca. Pero no podía perder de vista la promesa que le hice a Yerai, por lo que elegí este mundo como candidato. Me iría bien un poco de aire fresco.

Me rasqué la perilla al salir del callejón, intrigado. Las calles estaban adoquinadas, y las fachadas de los edificios estaban coloreadas en una tonalidad suave, cálida. Notaba el suelo cálido en mis pies, y escuchaba las risas de los niños jugando con palos.

Me encaminé hacia lo que me pareció una plazoleta, lo cierto es que había aterrizado en un lugar poco concurrido, por suerte. Intenté que mi laúd no se bamboleara mucho en mi espalda.

[James Bond]

La muchacha salió del bosque y llegó a la plazoleta del tranvía. Las cosas seguían como siempre y nada parecía haber cambiado. Estaba cerca de su casa, tan solo tenía que dirigirse al solar deportivo y coger una de las calles y seguir por un pequeño callejón hasta ella. De modo que aquello solucionó la duda que tenía hace unos momentos. Visitaría a sus padres y luego a su maestro.

Así pues, la joven tomó aquel camino, y nada más llegar al solar deportivo, vio una pelea entre dos pequeñajos usando espadas de goma espuma. Aunque jamás las había cogido, sabía que eran aquellas extrañas armas para cualquier forastero: eran espadas de struggle, un juego que era muy popular entre los jóvenes y adolescentes. Sin embargo, a ella jamás le había llamado la atención, se sentía más atraída por una espada de verdad que por una hecha de goma.

Kei estaba a punto de pasar de largo, pero de pronto, los dos niños empezaron a pelearse entre sí.

—¡Has hecho trampas, ese golpe no vale!— acusó un chavalín pelirrojo.
—¿Quién dice que no vale? Que yo sepa las reglas no prohíben que puedas inventarte golpes— respondió el otro.
—¡P-Pero e-eso da igual, me has hecho daño!— puntualizó llevándose las manos a la cabeza.

Aquello parecía que iba a explotar en una discusión, y seguramente acabase con la amistad de esos dos para siempre. Había habido casos de amigos que cuando luchaban entre sí, cuando uno perdía no volvía a hablar al ganador el resto de su vida, hacía como si no existiera.

No es que fuera asunto de Keiko, pero tenía que hacer algo.

[xXOrbOOkXx]

Al llegar a la plazoleta, vi, con curiosidad, a dos chiquillos jugando. Usaban espadas de un material que parecía blando, de color azul. Sonreí. Qué distinto era con la Cité, los niños allí convivían felices entre juegos. Me apoyé en una pared cercana, viendo aquella plea.

Al parecer, las reglas eran simples, sólo intentar golpear y no ser golpeado. Aunque pareciera una tontería propia de niños pequeños, gracias a la Llave-Espada sabía que era ciertamente complicado esquivar.

Cuando el chaval rubio golpeó al otro, éste comenzó a despotricar y pelear de verdad.

—¡Has hecho trampas, ese golpe no vale!

—¿Quién dice que no vale? —Argumentó el otro, enfadado—. Que yo sepa las reglas no prohíben que puedas inventarte golpes

—¡P-Pero e-eso da igual, me has hecho daño! —al parecer, le había dañado ligeramente la cabeza.

Era una pelea de niños pequeños, era algo normal. Y las rabietas solían desembocar en algo más peligroso. Me acerqué.

—No deberíais pelear —les dije, con un rostro serio. Los niños me miraron curiosos, pero el rubio frunció el ceño.

—¿Y a ti qué más te da lo que hagamos? —Preguntó bruscamente. Yo me crucé de brazos.

—Resulta —respondí, con una voz tétrica—. Que cuando te enfadas con tu amigo por una tontería como esta —hice un ademán—, al despertar por la mañana, amanece muerto, arrollado por un carruaje. Y entonces te preguntas: ¿por qué no habré hecho las paces con él?

Me miraron blancos como el papel. Y después se miraron a ellos mismos, como si hicieran un pacto mudo. Me sonrieron dubitativamente, y después se marcharon un tanto asustados.

Sonreí con una ceja alzada. No había nada como un poco de miedo psicológico para rehacer amistades.

[James Bond]

Cuando Keiko decidió dar la vuelta e intervenir, escuchó la voz de un chico que regañó a los jovencitos. Este les comentó que si se enfadaban, uno de ellos aparecería muerto atropellado por un carruaje. Los chavales se estremecieron y acto seguido, se marcharon. Kei sonrió ante aquello, pues lo que aquel chico les había dicho le parecía algo muy exagerado pero efectivo.

Cuando la jovencita vio al muchacho que había regañado a los chicos, observó que era un joven de piel morena, un poco más alto que ella. Lo que más le llamó la atención fue un aro dorado que tenía en una de sus orejas, y aparte, su ropa, que parecía la de un indigente, aunque de algún modo no lo era, o eso creía la chiquilla.

De todos modos, quería agradecerle que interviniera por ella.

—Muchas gracias por calmar la situación entre esos dos pequeños. Eso es lo que no me gusta del struggle. Por cierto, me llamo Keiko Akarui, y vivo unas calles más adelante. ¿Quién eres tú?

[xXOrbOOkXx]

Me palmeé las manos, como si hubiera hecho un trabajo bien realizado. Iba a irme, pero una voz interrumpió en mi cometido.

—Muchas gracias por calmar la situación entre esos dos pequeños —me dijo una chica que se había acercado—. Eso es lo que no me gusta del struggle. Por cierto, me llamo Keiko Akarui, y vivo unas calles más adelante. ¿Quién eres tú?

Lo primero que pensé fue en lo confiada que era aquella mujer. Vestía con ropas de uniforme, tenía el pelo castaño recogido en dos coletas de rosas y unos impresionantes ojos azules; su voz era como el susurro de una violette. Era algo bajita, pero yo era tan alto que me había acostumbrado. Sonreía.

Lo segundo que pensé fue en la mentira que le iba a decir, y en qué demonios era un struggle. Le miré, algo desconfiado, más por costumbre que por otra cosa.

—Me llamo Simbad —respondí rápidamente—. Soy músico ambulante —señalé hacia el instrumento—, y estoy aquí de paso.

Alcé la mano para estrechársela, y si la alzaba o no, yo seguiría hablando.

—Lo cierto es que no conozco mucho esta ciudad —le comenté—. No sé muy bien dónde estoy, y… tampoco sé lo que es un struggle.

[James Bond]

—Me llamo Simbad. Soy músico ambulante— el joven señaló a un instrumento musical que llevaba, en el que Keiko no se había fijado—, y estoy aquí de paso.
—Encantada de conocerte Simbad.

Keiko estrechó la mano de Simbad cuando este se la ofreció, y el joven de morena piel siguió hablando.

—Lo cierto es que no conozco mucho esta ciudad. No sé muy bien dónde estoy, y… tampoco sé lo que es un struggle.

Pues sí que debía conocerla poco, por que mencionó el struggle como si fuera una cosa más que un juego, así que Keiko le explicó en que consistía.

—El struggle es un juego en el que dos adversarios luchan entre sí con una espada de goma espuma. Eso que has visto antes, era un duelo amistoso. En los torneos, los luchadores llevan unas bolas pegadas a su cuerpo. Si se las quitas todas a tu rival, o tienes más bolas que él cuando se acabe el tiempo, ganas.

Keiko se tomó una pequeña pausa antes de seguir hablando.

—Es un juego muy popular entre los pequeños y jóvenes de la Villa. En este Solar Deportivo se suelen hacer los torneos locales. Me imagino que existirá algún estadio impresionante para torneos más importantes, pero eso ya no puedo confirmarlo, nunca me ha interesado este juego. Desde pequeña me he inclinado más por la esgrima.

La joven volvió a tomarse otra pausa.

—Esto… ¿hay algo que no te haya quedado claro?

[xXOrbOOkXx]

—El struggle es un juego en el que dos adversarios luchan entre sí con una espada de goma espuma —comenzó su monólogo—. Eso que has visto antes, era un duelo amistoso. En los torneos, los luchadores llevan unas bolas pegadas a su cuerpo. Si se las quitas todas a tu rival, o tienes más bolas que él cuando se acabe el tiempo, ganas.

—Ya veo —me llevé una mano al mentón—. Supongo que será un problema si alguien hace trampas con pegamento…

Ella se tomó una pausa para recuperar el aire.

—Es un juego muy popular entre los pequeños y jóvenes de la Villa —por eso los niños entrenaban—. En este Solar Deportivo se suelen hacer los torneos locales. Me imagino que existirá algún estadio impresionante para torneos más importantes, pero eso ya no puedo confirmarlo, nunca me ha interesado este juego. Desde pequeña me he inclinado más por la esgrima.

—El esgrima —no me molesté en disimular mi sorpresa. Era un deporte que practicaban los parisinos muy adinerados.

Su pregunta final me hizo algo de gracia, como si fuera una maestra y yo su aprendiz.

—Todo claro —le informé. Un estruendo me llamó la atención, y, alzando la mirada, pude ver… fruncí el ceño. Ya había visto lo que eran los coches en la biblioteca, pero éste era mucho más largo, y se movía alrededor de la ciudad. Esa cosa tenía nombre…— Eso es…

Negué con la cabeza un instante. Admirando la belleza de aquel medio de transporte, tan rápido y eficiente.

—Gracias por la explicación —le agradecí, haciendo un gesto con la mano— Keiko.

[James Bond]

—Todo claro.— De pronto, Simbad alzó la vista mirando hacia el tranvía—. Eso es…

El muchacho negó con la cabeza, sin saber por que. Keiko se quedó algo extrañada, pero aún así se lo explicó.

—Eso es un tranvía, es un medio de transporte que usamos en la ciudad, puesto que algunas calles son muy grandes y largas.

—Gracias por la explicación Keiko.
—No hay de que, Simbad.

Entonces, una figura familiar se acercó hacia aquellos dos. Sin duda alguna, Keiko lo reconoció enseguida: era Seifer, un macarra de instituto que se creía el sheriff de la ciudad. No sabía como su hermano pequeño podía juntarse con alguien así.

—Hola, Seifer. ¿Qué tal todo?— preguntó Keiko, con cierto tono de desdén. Era obvio que aquel muchacho que acababa de llegar le caía mal.

[xXOrbOOkXx]

—Eso es un tranvía —me explicó, cuando miré extrañado al transporte; me lo había quitado de la lengua—, es un medio de transporte que usamos en la ciudad, puesto que algunas calles son muy grandes y largas.

Me entretuve pensando con burla, en que en París necesitaban un tranvía como aquel, para que pudiéramos escapar de los parisinos. Después, le agradecí.

—No hay de qué, Simbad.

Pero un chico se acercó con aire agresivo hacia nosotros. Era más bajo y parecía más fuerte que yo, llevaba un gorro negro en la cabeza. Se movía como si fuera el rey del pueblo. Miré a la chica de reojo, parecía incómoda y molesta.

—Hola, Seifer. ¿Qué tal todo?— preguntó, con un tono de molestia. Tal como me había imaginado, la chica no se sentía muy cómoda con la presencia de aquel muchacho. Me mantuve al margen por el momento.

[Tsuna]

—¿Qué tal todo? Pues genial, pero estos niños de aquí no van a poder dormir esta noche por vuestra culpa. ¿En serio vais amenazando a la gente por la calle? Me parece que voy a tener que enseñaros una pequeña lección sobre cómo hacemos las cosas por aquí.

Seifer cogió con fuerza el bate de Struggle que llevaba en su mano derecha, dando una serie de golpes en su izquierda. No parecía nada contento con lo que le habían contado aquellos dos niños, que se encontraban ahora a sus espaldas.

—O bien podéis huir como cobardes.

[James Bond]

—¿Qué tal todo? Pues genial, pero estos niños de aquí no van a poder dormir esta noche por vuestra culpa. ¿En serio vais amenazando a la gente por la calle? Me parece que voy a tener que enseñaros una pequeña lección sobre cómo hacemos las cosas por aquí.

Seifer cogió un bate de struggle que llevaba en su mano derecha y empezó a dar golpes al aire, como invitando a que combatieran contra él.

—O bien podéis huir como cobardes.

Aquello hizo saltar la chispa de Keiko. Ella no era ninguna cobarde, y Seifer se iba a arrepentir de ello.

—Cuando quieras, grandullón.— Respondió la muchacha al desafío del joven, buscando un arma de struggle, que encontró en el almacén donde se guardaba todo el material para los torneos. Lo sabía por que algunas veces cuando pasaba por la plaza, había algún torneo pequeño, y cogió otro para Simbad—. ¡Toma Simbad, prepárate para luchar!

[xXOrbOOkXx]

—¿Qué tal todo? Pues genial, pero estos niños de aquí no van a poder dormir esta noche por vuestra culpa. ¿En serio vais amenazando a la gente por la calle?—Levanté una ceja, molesto, y divertido al mismo tiempo—. Me parece que voy a tener que enseñaros una pequeña lección sobre cómo hacemos las cosas por aquí.

El chico, Seifer, cogió una de aquellas armas recubiertas de aquella tela azul, y la golpeaba en su izquierda con chulería y soberbia. Parecía enfadado, y los dos niños se escondían detrás de él. Igual me había pasado un poco.

—O bien podéis huir como cobardes.

Tras aquella frase, algo en la muchacha se puso en muchacha. Tenía una expresión determinada… como si no le gustara que le llamaran cobarde. A mí los parisinos me decían tal insulto tantas veces, que ya no me importaba en lo más mínimo.

—Cuando quieras, grandullón.— La chica tomó confianza, se marchó hacia una especie de almacén y cogió dos espadas, una para ella, y otra para mí—. ¡Toma Simbad, prepárate para luchar!

La miré con sorpresa, y después me encogí de hombros. Había entrenado con la Llave, y como no eran objetos afilados, nadie tenía por qué salir herido.

—Vayamos, pues —respondí, poniéndome en posición de combate, pero sin exagerarla—. Supongo que podrá contra los dos, tan bueno que afirma ser.

[James Bond]

—Vayamos, pues. Supongo que podrá contra los dos, tan bueno que afirma ser.

—Jum, este seguro que es el típico que fanfarronea y luego huye cuando alguien es más fuerte que él. He visto a muchos así.

Simbad se puso en posición de combate, y Keiko apuntó a Seifer con su bate como si esgrimiera una espada de verdad. Rápidamente la chica se lanzó a por su enemigo y trató de darle un golpe para desarmarlo, aunque Seifer logró esquivar el golpe.

—Vaya, pareces bueno— comentó Keiko.

La muchacha decidió de atacar aquella vez con un golpe circular, como había visto hacer a un personaje en cierto videojuego, pero no le salió bien y acabó tropezando, estando a merced de Seifer.

[xXOrbOOkXx]

—Jum —expresó Keiko—, este seguro que es el típico que fanfarronea y luego huye cuando alguien es más fuerte que él. He visto a muchos así.

Su expresión me hizo gracia, y ella apuntó con el palo hacia Seifer. La chica se lanzó primero, tratando de dar un golpe para desarmarlo. Fruncí un momento el ceño ante aquellos movimientos; no sé mucho de esgrima, pero estaba seguro de que se parecían a los míos. Seifer esquivó el golpe.

—Vaya, pareces bueno —comentó la chica. Su pelo castaño recogido ondeaba al viento.

Atacó con un ataque circular, pero cayó y el chico alzó su palo. Antes de que pudiera reaccionar y preguntarme el por qué estaba haciendo aquello, me interpuse entre la trayectoria del bate, y pude pararlo antes de que golpeara a Keiko. Trastabillé un momento, pero recuperé el equilibrio, dando una mano a Keiko en el suelo. No le quité la vista a Seifer, que nos miraba divertido.