No acabé de entender la filosofía de vida de Dylan, pero no me importó. Por fin, al salir de allí toda la tensión se esfumó de golpe, y me dejó con una sensación de eterno cansancio que supe que no se quitaría ni siquiera durmiendo. Me dejó como si me hubieran dado la paliza de mi vida, y no solo físicamente.
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No iré, creo que los dos merecemos un descanso —soltó Myr de pronto. No me sorprendió que me hubiera leído la mente, pero sí me molestó—.
Por otro lado, ¿cómo acabó tu hermanita?Aquello me dejó parado, sin saber cómo reaccionar. Era cierto de que le había hablado de una niña muerta por la fiebre, y que puede que hubiera matizado mi mirada con melancolía al ver la foto (no me acostumbraba a ver esos dibujos tan reales hechos por una máquina y siempre me chocaba algo verlos).
Sin pretenderlo, mis rasgos se volvieron duros, fríos y calculadores. Lo controlé en seguida, volviendo a poner la máscara de inexpresión que siempre usaba para que no adivinaran mis movimientos ni pensamientos. Me había visto tentado a arrearle a Watson un puñetazo, pero no se lo hubiera merecido solo por formular una pregunta. Además me seguía sacando media cabeza.
No contesté. Escuché la voz de la lluvia, que me acunaba tiernamente en un silencio húmedo, pero mi cabeza voló a millones de kilómetros de allí. Kilómetros que hacía mucho tiempo que no recorría.
Llegué a Notre Dame chopado y con el pecho vacío. Quiso la suerte o el Destino que uno de los dos grandes portones estuviera abierto. Me interné en la gran catedral y me dejé caer en el suelo cuando llegué al centro, donde se podía ver el gran rosetón y la cúpula por partes iguales.
Hice que Léa se apoyara en mis brazos, todavía envuelta en la manta, todavía con un hálito de vida. La llamé en susurros y ella abrió los ojos. Sonrió al contemplar la iglesia.
Era una herida tapiada. Un recuerdo que ya no dolía. Pero seguía recordando las campanadas, el frío adherido a mis huesos y su voz cantarina rota por la enfermedad. Watson, el mayor capullo integral que había pisado este y todos los mundos lo había adivinado con solo una maldita frase y unas pocas reacciones.
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Todos los mundos tiene su parte putrefacta, y quizá seamos los más justos, los que pagamos como si fuéramos los pecadores>>.
Lo había adivinado porque era obvio. O quizás no lo era tanto. O quizás me estaba volviendo loco. O quizás porque su padre le pegaba y se gastaba todo el dinero en alcohol.
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Si te molesta, no te obligaré a responder.Me quedé un momento en silencio, con la cabeza a punto de estallar y mirando las lágrimas de lluvia que resbalaban por su rostro. Me leía. Sabía cómo era y por lo que había pasado sin necesidad de ponerlo por escrito. Era como cavar tu propia tumba, lo que él había hecho al contarme su historia.
Suspiré pesadamente y me senté de lado en el glider. Con manos firmes me subí el canalillo derecho del pantalón, dejando a la vista el águila roja, que se empapó por completo.
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Echó a volar —respondí finalmente. Me arremangué y le mostré los otros de las muñecas—.
Ella era de sangre y los otros de alma. El de la derecha es el que más se me parece físicamente, pero tiene un corazón de diamante. La de la izquierda es astuta como un zorro y tiene un piano de seda. >>
Todos son menores que yo —reconocí volviendo a sentarme adecuadamente—,
no es una tradición tintarse a los hermanos menores en la piel. Lo único que consigues en mi mundo es quedarte sin brazo o sin pie, pero vale la pena arriesgarse porque al final, cuando yo también despliegue las alas y surque el cielo, los podré proteger para siempre.Los protegería con mi vida, me dije con los dientes y puños apretados, con una mirada fiera y decidida, ignorando si Watson seguía allí o no.
Aunque tuviera que encender una vela al diablo.
FINAL ALTERNATIVO:
Simbad apuntó con las pistolas, una a la cabeza de Watson y otra a la de Dylan. Este último no paraba de descojonarse de la vida.
—A tomar por culo. —Y disparó una bala hacia Watson y otra a Dylan, que cayeron fulminados en el suelo —. Que a gusto me he quedado, joder.
Y salió del edificio con un par de pistolas nuevas y silbando felizmente.