Simbad le devolvió la sonrisa aunque con una especie de mirada extraña, reflexiva. Quitando importancia al asunto, el despreocupado aprendiz colocó sobre la cabeza de Enok su sombrero en un gesto bastante tierno que pilló desprevenido al muchacho.
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Deshazte la coleta, ¿no? —Enok intentó asentir evitando con la luz que se colaba por la ventana incidiese en sus pómulos dibujados por un suave color rojizo.
Se llevó las manos a la cabeza y extrajo la goma que agrupaba su melena, dejando que uno a uno sus cabellos terminasen por reposar sobre sus hombros, creando un hipnotizante juego de luces. Su rostro cambió en una especie de influjo que modificó su porte, dotándole de una drástica madurez, una especie de sabiduría de la que nunca había gozado. Hasta aquel momento.
Aunque quizás fuese simplemente una ilusión, un engaño de la mente. Seguía siendo el mismo, al fin y al cabo.
Con una suavidad inusitada, el chico tomó los ropajes que su compañero había encontrado. No tardó en quedar fascinado por la naturaleza de estos. Auténticos ropajes piratas incluso decorados con motivos a rayas, un estampado por el que Enok se sentía atraído. Sintió el impulso de agradecer a Simbad por su buen gusto pero terminó por negarlo y seguir perfeccionando sus vestimenta. Era evidente que iban a necesitar ese relleno que Simbad había encontrado, se trataba de asemejarse a una mujer.
Aunque antes habían pasado por la experiencia de ser y sentirse una mujer, aquello era diferente. No se trataba de aparentar serlo ante una panda de borrachos, era algo más serio y peligroso. Tras un par de retoques finalmente el chico estaba preparado. Cogió el sombrero que Simbad le había dejado y rodeó un pañuelo ocre sobre su cuello antes de abandonar el almacén y esperar a su compañero asomado al vacío, observando la brisa de la noche, reflexionando sobre lo que estaba ocurriendo dentro de él, sobre sus sentimientos.
El viaje en Glider se antojó corto para el aprendiz. No conocía el mundo de destino pero si que sabía como llegar puesto que anteriormente había volado muy cerca de este. No obstante nunca podría imaginar que en el universo un mundo como aquel fuese posible. Hasta el momento los lugares que había visitado eran hermosos paisajes que se extendían hasta el horizonte, selvas profundas donde la vegetación y la fauna campeaba, llanuras con prados verdosos y decenas de estampas que quedaban guardadas en la memoria.
Pero aquello era oscuro. El ambiente rezumaba cierto aire pestilente, los habitantes paseaban sucios y las callejuelas de la ciudad sobre la que aterrizaron se estructuraban de forma irregular, con casas en mal estado y pequeños puestos donde vendían distintos pescados en dudosas condiciones.
Ciertamente lo único atractivo era el mar y las costas, que se extendían varios kilómetros en la lejanía, desapareciendo sin dejar rastro.
Los aprendices tuvieron que atravesar parte de la ciudad portuaria hasta terminar en el embarcadero donde el tráfico de navíos era casi constante. Como era de esperar fue bastante difícil pasar desapercibido en un mundo como aquel siendo una mujer puesto que las convenciones sociales aun quedaban ancladas en viejos prejuicios que toda sociedad alguna vez ha desarrollado.
“Cualquier hombre que intente acercarse no será bien recibido.”Aquellas palabras resonaron en la mente del joven cuando vio por primera vez la tripulación a bordo del barco en el que viajarían, el Sombra de Luna. Sin mediar alguna palabra Enok subió al navío, con cierto nerviosismo en sus formas. No temía ser descubierto por el tono de su voz puesto que realmente era algo agudo y podía asemejarse a un tono femenino. Por otra parte, tampoco solía hablar, cosa que también le libraría de alguna que otra situación.
Una vez el barco se puso en marcha, cual máquina, sobre la cubierta tuvo lugar un desfile de movimientos difíciles de reproducir o medir. Aquellas mujeres dominaban a la perfección la navegación y se movían con presteza y fortaleza en sus trabajos. Realmente cualquier distinción entre hombres y mujeres era anecdótica puesto que aquellas chicas eran harto capaces.
Enok no tardó en sentir un leve mareo puesto que los movimientos del barco eran en ocasiones demasiado bruscos. Por suerte las continuas desestabilizaciones no fueron un problema mucho mayor y Enok pudo acostumbrarse a ellas.
El viaje no fue demasiado duradero y en unas horas, la pareja junto a la tripulación llegó a una isla conocida como Cabo Blanco, poblada exclusivamente por mujeres. Durante el trayecto a Enok le había dado tiempo a pensar por qué se encontraba allí, por qué sentía que tarde o temprano iba a ser descubierto, por qué sentía de nuevo que había sido un error aceptar la misión aun cuando él no se había apuntado.
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¡Muy bien, señoritas, a trabajar, tenemos que entrar en ruta lo antes posible! —La voz de una mujer destacó por encima de las demás y sacó al chico de sus ensoñaciones. Según pudo escuchar de una conversación lejana se trataba de Faris, una de las encargadas del funcionamiento del navío. Junto con la capitana se encargaban de mantener el orden entre la tripulación—.
Vosotras dos, a las jarcias, en cuanto alcancemos el rumbo del barco perdido preparaos.Enok la miró de reojo, con cierto miedo y repulsión aunque asintió débilmente sin comprender realmente lo que eran las jarcias. Dirigió una mirada auxiliadora a su compañero Simbad e intentó acercarse para susurrarle unas palabras casi al oído.
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S-Simbad...Cre-Cre-Creo que deberíamos hablar... a solas.Si tenían suerte podían encontrar algún lugar en privado dentro del barco.