—Qué exagerada. Para nada. —Le dio unas palmaditas en la espalda—. No sé por qué te ha puesto ahí, tendrás que preguntárselo a él.
Un grito les alertó entonces: alguien estaba en problemas. Intercambió miradas tensas con los otros Maestros y echó a correr. Acabaron llegando a lo que parecía ser un taller de juguetes, un lugar repleto de unas Sombras bastante extrañas con aspecto navideño que les quitaba toda seriedad.
«¿Pero quién acaba de gritar?».
—¡A por ellos! —Al final parecía que no se iban a librar de Sincorazón aquel día, pero no le importaba. Al menos entrenarían un poco.
Corrió velozmente hacia la Sombra más cercana a su posición, materializó su llave y le propició un Golpe Contundente. Continuaría golpeando hasta hacerla desaparecer, y una vez derrotada, pasaría a exterminar otras. Y así hasta que no quedara ni una en la sala.
No perdería de vista a su aprendiza más novata, Dos, y si la veía en peligro (o a cualquier otro aprendiz) intentaría exterminar a la amenaza con un rápido e impetuoso Latigazo.