Fátima se sorprendió del abrazo, pero achuchó a Celeste de vuelta. No comentó nada de cómo venía… cubierta de algo, así que negó con la cabeza y sonrió.
—¡En absoluto! Pero voy corriendo a cambiarme. ¡En seguida empezamos!
Juntó las manos e hizo una señal a Clío, que asintió con la cabeza y se apresuró a ir con ella a una pequeña casa. Vaan fue con ellas. Había reservado una habitación de aquel lugar para que su hermana pudiera cambiarse así que se quedó fuera, pero no sin dirigir antes una intensa mirada a Clío. Ella agachó la cabeza y entró corriendo con Fátima.
Esta se había asegurado de llevar un sujetador bien apretado con relleno para que Clío no notara nada extraño. Aun así, se cambió rápidamente con la parte inferior del vestido mientras Clío abría la bolsa y alisaba el conjunto. Soltó un suspiro de alivio. Así no notaría nada.
—Sabes… Si quieres hablar con él estoy segura de que…
—No. No quiero que seamos extraños. Está bien así, de verdad. Me conformo con haber podido ponerle cara por fin.—La voz de Clío sonó algo forzada, pero no dio tiempo a Fátima para protestar. Le puso el vestido por la cabeza, le dio la vuelta y se puso a ajustárselo.
Tironeando de aquí allá mientras buscaban el peine para retocarle el pelo, horquillas y maquillaje, acabaron soltando pequeñas risitas de nerviosismo. Fátima no se lo podía creer, le daba vueltas la cabeza y la suave tela del vestido se le pegaba al cuerpo y la hacía sentir extraña, otra persona. Es decir ¿cómo era que iba a casarse? ¿Cómo era posible?
Cuando Clío terminó con ella, se dio la vuelta y la abrazó con fuerza.
—Gracias.
No pudo ver la expresión de su gemela, pero le devolvió el abrazo con suavidad y luego le dijo:
—Vamos. ¡Es tu día!
Vaan sonrió de oreja a oreja al verla y le tendió un brazo, del que Fátima se cogió. Él le cubrió la mano con la suya y dijo:
—Estás perfecta.
A Fátima se le anegaron los ojos en lágrimas. No podía dejar de sonreír.
Clío se adelantó rápidamente y Fátima se apoyó contra su hermano. Le dolía el corazón de lo fuerte que le dolía.
—¿Preparada?
Respiró hondo.
—Preparada.
Vaan le dio un apretón y fueron hasta la pequeña cala. Fátima se echó el velo por encima en el último segundo, sintiéndose torpe y temerosa de tropezar, a la vez que se moría de vergüenza. ¿Por qué había pensado que eran pocas personas? ¡Era una multitud!
Pero, a la vez, la hizo sentir una intensa calidez y agradecimiento porque estuvieran ahí. En especial al ver a Malik (Clío había tenido que darle un empujoncito para recordarle dónde estaba su lugar), aguardándola al lado de Nithael. No había altar, pero tanto le daba. El corazón se le inflamó de felicidad al verlo ahí. Por ella. Para lo que jamás se habría atrevido a soñar.
Vaan, sonriente, llegó hasta Malik y soltó a Fátima.
—Sé que cuidarás de ella. Mi hermanita no te habría escogido si no. Os deseo lo mejor.
Y Fátima pudo cogerse del brazo de Malik por fin.
Le habían pedido a Nithael que la ceremonia fuera a la antigua usanza entre Caballeros, al ser Fátima y Malik de religiones diferentes. Pero las ideas básicas estarían allí y el discurso de Nithael se asemejó mucho a los que Fátima había escuchado desde que era pequeña. Solo que mucho más respetuoso e igualitario. Pedía que se protegieran y cuidaran el uno al otro, que no se engañaran y no atentaran contra el honor y la dignidad de su ser amado.
—A partir de hoy, vuestro corazón es uno—dijo Nithael, que tomó la mano derecha de Malik y la puso boca arriba. Luego posó la de Fátima sobre la de él. Fátima la apretó fuerte—. Que sea así hasta el final de vuestros días. En nombre de la Luz, hago oficial este matrimonio.
Fátima, conteniendo el aliento, se volvió hacia Malik y dejó que este le levantara el velo. El intercambio de anillos fue rápido (no habían tenido tiempo para buscar nada del otro mundo), pero la hizo sentir la persona más completa sobre la tierra.
Entonces se puso de puntillas y lo besó con suavidad en los labios.
—Gracias.
Nunca habría imaginado que el pecho podía doler de una forma tan placentera. Ni que acabaría amando tanto a alguien.
Por eso, no tenía nada más que decir.
Se volvió hacia los invitados y sonrió sin pudor.
—¡Gracias a todos por estar aquí! De corazón—añadió en dirección a Nithael.
Oh no. No iba a llorar, no iba a estropearlo de esa manera. Se frotó un ojo con cuidado para no estropear el maquillaje y tiró de Malik para mezclarse entre sus amigos y empezar, por fin, la pequeña fiesta.