por Arte » Vie Abr 10, 2009 3:22 pm
Antes que nada, gracias a todos una vez más por seguir mi fic =)
Luego, por otro lado, respecto a lo que has dicho, Narrador, tienes razón, a mí tampoco me gustan demasiado los paréntesis xD, pero podría decirse que es costumbre, y a veces me sale xD
Después, DarkAngel, sí, es de una poesía =), de Bécquer. Lo cierto es que este fic tiene muchas frases provenientes de poemas (casi todo lo que esté en cursiva, para ser exactos). Es más, cuando comencé esta historia, gran parte de mi iniciativa es que quería usar frases de algunos de mis autores favoritos xD
Pero bueno, dicho esto, os dejo con un nuevo capítulo ^^
Este es larguito, aunque ya el siguiente vuelve a ser más corto xD
Como siempre, espero que os guste ^^
Capítulo 3
Mi día a día se convirtió en un deseo continuo de abandonar al sol y saludar a la luna; el momento de verla. Era cierto que mi dinero iba disminuyendo considerablemente, pero no me importaba. Sólo quería tenerla a mi lado, mirarla, y quitarle el tiempo que les otorgaba a otros.
En cada conversación, el envoltorio que la cubría iba cayendo, y eso me seducía más que cualquier prenda deslizándose por su hombro. Porque la alegría siempre pintaba su rostro por no dejar ver a la tristeza que yo a veces creía vislumbrar, y desde entonces mi única ambición era que la felicidad fuera para ella algo más que una máscara.
-No quiero que te sientas sola –me atreví a decirle una noche de entre tantas. Me lanzó una mirada de desconcierto.
-No me siento sola –rió.
-Sí. Porque la soledad más sola es la inocente, la que no pide aplausos ni socorro, la que aprende de sí misma. Tú tienes esa clase de soledad. Tal vez tú lo sabes a penas, pero yo lo sé –su expresión se tornó abatida. Estiró su mano hasta mi mejilla y deslizó sus dedos por ella.
-¿Sabes?, me encanta tu pelo –confesó mientras enredaba mis hebras negras, cambiando bruscamente de tema .Tal vez no quería hablar sobre ello.
Se acercó un poco hasta mí, cerrando los ojos, dispuesta a besarme.
Me levanté de inmediato de la mesa en donde nos encontrábamos, besándola entonces yo sobre la frente.
-Será mejor que me vaya, es tarde –me observó como si no me entendiera. Para qué mentirnos, ¡ni tan si quiera yo me entendía! Antes de marcharme me volteé, la miré de nuevo, deleitándome, y le hice una propuesta que llevaba cavilando durante varios días -. Queda conmigo. Por la mañana, por la tarde... Fuera de este cuarto, sin paredes estampadas; sin que mi imaginación vea cómo otros te toman sobre esa cama de sábanas rojas. Tan solo ansío que mi luz aleje tu noche, que te aleje de este mundo –abrió los ojos de par en par.
-¿Acaso con esto no es suficiente? ¿Acaso no podemos seguir siendo inmensos, como la noche?, con un querer a oscuras, sin límites… -fue apagando el tono de su voz a medida que avanzaba -. ¿No te das cuenta? A la luz del día nuestro amor es pequeño. Bajo el sol, la idea de un nosotros… ¡no existe! –se incorporó con rotundidad de la silla -. No… Allen, eso sería llegar demasiado lejos. No… Vete, tienes que irte. Y tal vez no debas volver.
-¿Qué? Espera, si te ha molestado…
-No, no tiene nada que ver con eso –me interrumpió, mientras me empujaba hacia la salida -. ¿Recuerdas? Soy intangible, ¡un espectro! –y me echó definitivamente, dando un portón en mis narices.
-¡Y qué se supone que significa eso! ¡Arte, ábreme! –di un puñetazo sobre la puerta - ¡Arte! –nadie contestó. Quería comprenderla, lo anhelaba con todo mi ímpetu, pero a veces sus planteamientos eran tan extravagantes que escapaban a mi razón.
Quise golpear de nuevo pero pensé que era absurdo. Si no quería verme, no abriría. De pronto el mundo se cernió sobre mí, abatiéndome. ¿Por qué hizo eso? Tal vez yo me había tomado demasiadas confianzas.
Hacía prácticamente un mes desde que iba casi todas las madrugadas allí, a verla. Charlábamos, reíamos, de en cuando en cuando nos tratábamos de manera más cariñosa –aunque nunca sin llegar a nada-, pero no caí en la cuenta de que todo aquello lo disfrutaba a cambio de un precio. Una misma idea no tiene igual percepción para dos; quizá todo eso había tenido un significado diferente para ambos. Para mí: un momento de libertad, de sentirme yo mismo. Para ella: trabajo.
Porque para mí la poesía fue sentimiento, y para ella sólo fue eso, a secas: poesía.
En días posteriores continué yendo, pero la respuesta cada vez era más rotunda: “No”. Habrían hablado entre ellas, y la madame siempre me echaba con excusas: “Esta noche ya está ocupada, cariño”; “Ya han venido a verla y no estará disponible hasta mañana”. Siempre lo mismo pero con distintas palabras; no importaba la hora, la fecha… la respuesta era siempre negativa. Y a mí la impaciencia me conducía a una insana demencia suicida.
No iba a rendirme, y lo peor de todo es que yo conocía ese hecho. Necesitaba beber de su aliento, respirar su perfume. En tan corto tiempo, mi existencia no se había convertido en más que en una prolongación de ella.
Si no había más salida, debía tomar una medida drástica, la que fuera. Decidí ir allí, desde primera hora hasta la última, todos los días. ¡Alguna vez tendría que salir de aquella prisión de carmín y seda!
Sólo me iba durante una media hora para comer, faltar cinco minutos, a lo sumo, por si necesitaba ir al baño, y poco más. Hasta entonces no supe qué era la desesperación.
El sol salía e iba ocultándose muy lentamente. Las nubes se movían, en ocasiones escaseaban. El viento soplaba cuando le apetecía y de cuando en cuando descansaba. Y siempre lo mismo, el hoy igual que el ayer, igual que el mañana. Levantarse casi sin ganas y esperar… sólo esperar. Y, exasperado, cuando llegué a plantearme que pudieran tener una segunda puerta por la que salir, apareció.
Allí estaba, aún más radiante cuando la luz del día exaltaba su infernal perfección. Verla me cogió tan desprevenido que me quedé sin habla. Ella caminaba con decisión, como siempre, y justo en el instante en el que sus ojos me captaron, paró en seco.
-¿Qué haces aquí?
-¿Qué crees? Venir a verte –fui hasta ella y la sujeté por el brazo. Hizo por desasirse, pero no se lo permití -. ¿Por qué me has evitado de esa manera? No tenías que engañarme diciendo que estabas ocupada absolutamente todas las noches.
-No te mentía. Era cierto –le lancé una mirada de incredibilidad -. Era cierto –repitió -. Y ahora, suéltame –parecía enfadada, aunque yo no entendía demasiado bien el porqué. Se soltó y continuó la marcha. La seguí.
-He estado aquí horas y horas esperándote. Lo mínimo que podrías hacer es pararte y hablar conmigo aunque sean cinco minutos.
-¿No te das cuenta de que aquello que pretendes es imposible? Es mejor parar esto ahora porque… si no…. –hablaba atropelladamente, moviendo sus caderas a paso forzado.
-¿Si no, qué? –volví a detenerla.
-Si no, el daño podrá taladrarnos el corazón, podrido de latir, ahogarnos en un beso que nos robe el aire. La única vía posible a lo que deseas es una hecatombe sin retorno. Lo peor de todo es que no pareces captar la realidad que te rodea, ¡la que me rodea a mí!
-Prefiero un corazón roto a uno inexistente, ahogarme y morir a vivir muerto. No me importa nada, ni mi mundo ni el que te envuelve, elijo el camino de los imposibles si es aquel que acaba junto a ti –me miró casi con furia, con rabia contenida combinada con un agradecimiento al que fue cediendo sitio en su expresión. Soltó una sonrisa de esas tan suyas, tan perfectas.
-Estás loco –no podía rebatir eso, tenía razón. Asentí.
-Y después de todo esto no puedes negarte. Estás condenada a venir conmigo y dejar que te invite a tomar algo.
-No es la mejor de las publicidades que me vean con otro hombre.
-Mejor aún, entonces –tomé su mano como por descuido y la conduje por las calles. Me sentía bien; feliz. A percepción de cualquiera debíamos ser una pareja joven, enamorados y con todo un futuro por delante. Eso recompensaba con creces lo anterior -. Ya verás, te llevaré a un sitio que te encantará –medité por unos segundos -. O tal vez no. Pero a mí sí me gusta mucho.
-Entonces, perfecto –inimaginable. Al fin volvía a verla, y estaba allí, conmigo, sin excusas ni ambiente a perfume barato. Dios, ¡me moría de ganas por decirle que la amaba! Que la deseaba con ese amor eterno, aquel con el que se busca un goce y sólo se hallan martirios, anhelaba expresarle que por ella donaría mi capital, me desharía del amor de mi padre, los besos de la que me dio la vida y de todo el cariño que puedan atesorar las mujeres de la Tierra. Sólo por ella y por una de sus miradas.
-Es aquí –señalé mientras le daba paso a un bar de tres al cuarto, destartalado y mustio, pero con esa sensación hogareña que invita a la gente a entrar en su interior. Nada más introducirnos en su atmosfera de olor a cerveza, ella atrajo la atención de todos, como de costumbre. Y entonces caí en la cuenta de porqué debían llamarla de aquel modo. Arte. La llamaban así porque, a su paso, lo demás desaparecía, porque segregaba ese sentimiento de esperanza y calidez en tu interior y lo expandía a cada tramo del cuerpo. Porque ella en sí misma era el arte por el que algunos mueren, por el que otros entregan su vida para dar con él y con el que sin embargo yo, un chico con suerte, me había tropezado por obra del destino.
Ella se encaminó hacia la barra y yo la imité. Al otro lado, Cristián. El bar en un comienzo perteneció a su padre y, al morir, mi amigo lo heredó. Solía ir por allí bastante a menudo. Éramos una pequeña gran familia, las mismas caras conocidas y los mismos pecados en común; para algunos el juego, otros la bebida, las mujeres… Un lugar dejado de la mano de Dios, al fin y al cabo. Un rincón en el infierno donde siempre eras bienvenido. Tras mirar a Arte, todos aquellos ojos curiosos se clavaron como flechas en mi rostro.
El orgullo me hinchó hasta reventar.
-Cristian, dos cervezas –tras meditar un par de segundos, me dirigí a ella -. A no ser que quieras otra cosa.
-Una cerveza estará bien – no era estúpido, sabía perfectamente que miraban su escote, sus piernas, y que le hacían el amor una y otra vez con sus mentes libidinosas: contra la pared, en una silla, sobre la barra… No quería ni imaginarlo. Por otro lado, también sabía que tras maquinar todo aquello en sus cabecitas lujuriosas, me veían a mí, triunfante, junto aquella diosa de apariencia terrenal. Una risita se me coló entre los labios.
Tomé la jarra y di un trago, me senté en el taburete y apoyé el codo sobre la rodilla, clavando mis ojos en los de ella.
-¿Qué pasa? –preguntó alegre.
-Nada. Me gusta mirarte, echaba de menos hacerlo. ¿Realmente has estado ocupada?, ¿ninguna mentira escondida? –alargó su mano y acarició mi rostro. Se me erizó el cabello.
-Dejemos ese tema. Ahora estoy aquí, ¿no? ¿Qué importa lo demás? –se acercó un poco. Tragué saliva. A pesar del ruido, de las conversaciones y risotadas, de pronto nos habíamos quedado solos, sin nadie que nos molestara. Era como si todo hubiera desaparecido, porque sólo lo que albergaba un mínimo de importancia había permanecido allí, conmigo. Y así nos encontrábamos, los dos.
Y fui deteniéndome en cada tramo que la componía, en sus pestañas de vértigo, su nariz perfilada, sus pómulos rojizos, sus labios tiernos, jugosos y carnosos… su aliento, nido del éxtasis, del goce perverso, del pecado más ansiado, de esa manzana ponzoñosa mordida por la serpiente, de la perdición.
Tal vez era yo y mi cordura inexistente pero, ¿se estaba acercando? Mi piel decía que sí, que a cada instante sentía más cerca su calor. Su olor me rodeó y su boca llegó hasta la mía. Y supo diferente a cualquier vez anterior.
Porque ya no era una desconocida con ambiciones económicas, ni un simple objeto de deseo, porque un beso ahora era mucho más que un beso. Era un “te amo” sin palabras, un, tal vez, “no puedo vivir sin ti”. Y al apartarse de mi lado, aprecié cómo la vida me apartaba con ella, arrancándomela de cuajo. La tomé por el cuello y volví a besarla, sin contenerme, sin importarme nada más.
No tomé conciencia del tiempo que estuve así, bebiendo de su respiración. Pudo ser un segundo, un minuto, o una eternidad. Sólo sé que, al abrir los ojos y apreciar su tez morena, su mirada de infarto, creí estar en el cielo.
Qué decir, no pude evitarlo. De mi garganta surgió un “Te quiero”.
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Arte el Dom Abr 12, 2009 11:15 pm, editado 2 veces en total