Esta historia trata sobre un grupo de adolescentes, los cuales han descubierto que tienen extrañas habilidades. Ninguno conoce la razón... y eso es exactamente lo que buscan. Después de ser alejados de su hogar, no tienen más remedio que buscar la causa de todo y erradicarla.
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Versión escrita de los prólogos:
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Prólogo Zero//Ed:
Mi tiré de espaldas al suelo y cerré los ojos para que las gotas de lluvia no me lastimaran. También cerré mis puños, atrapando varias hebras de césped. Podía escuchar la lluvia rebotar arrítmicamente contra las ventanas del edificio a mis espaldas. A lo lejos, se escuchaba una canción con un ligero aire oriental, seguramente del grupo de baile. Arranqué el césped que había tomado con las manos y lo lancé, dejando que el viento lo guiase.
Moví el pie, a ritmo con el compás de aquella lejana canción. La lluvia se sentía tan bien en mi piel, empapando mi uniforme escolar. Y sin embargo, no tenía frío. Ni siquiera escalofríos, ni siquiera un poco de frescura. Nunca sentía frío. Según la ciencia, el frío es la ausencia de calor. Qué problema. En ese caso al calor le encanta tener reuniones conmigo, y nunca está ausente.
Sonreí. Supongo que a veces tiene sus ventajas.
Pasé por lo menos una media hora en el suelo, tal vez más, sintiendo las gotas de lluvia empapar mi cuerpo, antes de que la lluvia amainara hasta convertirse en un leve goteo.
Poco a poco, otros alumnos salieron a los jardines, cubriéndose con libros o mochilas. Desde mi posición, podía oír las conversaciones como suaves susurros ininteligibles.
Amigos. Así se llamaban entre ellos.
Eso no es amistad, lo aseguro. La amistad es cuando pones toda tu confianza en alguien, porque sabes que siempre estará allí y nunca te abandonará, pase lo que pase.
No como lo hicieron conmigo.
Dejaron de hablarme, me evitaban en los pasillos, nunca se sentaban junto a mí en clase. Desde que empezaron a sucederme cosas extrañas y… sobrenaturales.
Ajá. Eso es. Sobrenatural. Eso es lo que soy. Sobrenatural, especial, único. Así me siento desde que todas esas cosas comenzaron: Hay veces que creo escuchar lo que la gente piensa, o hay veces que, si me concentro, muevo cosas sin tocarlas.
Y el más reciente: Quemar.
Sucedió hace casi tres años, durante el intermedio entre clase y clase. Como siempre, en el salón había un típico chico fortachón que se aprovechaba de los demás. Buscándoles pleitos a cada uno de mis compañeros, con su pequeño grupo de subordinados siguiéndole. Y tuvo la suerte de elegirme a mí. La “mala” suerte de elegirme a mí.
Me tomó del cuello de la camisa y me obligó a levantarme. Me empujó contra la pared y comenzó a golpearme, por turnos, en el rostro y en el estómago. Cara, estómago, cara, estómago, cara, estómago… Bloqueo.
La ira en mi interior parecía hervir cual magma. Y el magma busca salida, ¿no? Le tomé del brazo izquierdo y luego tiré de su camiseta. Todo sucedió tan rápido: Un poco de calor en mi mano y de pronto, su ropa incendiándose.
No flama. No luz. Sólo calor. Poco a poco su uniforme se convirtió en cenizas. El pobre chico salió de la escuela con quemaduras de segundo grado.
¿Y yo? Las reuniones padre-maestro no fueron nada, lo peor fue el rechazo de la gente. Nadie me ha tocado desde aquél día.
¿Pero son acaso necesarios? En absoluto. ¿Para qué confiar?
Al final, siempre estarás solo...
Prólogo Axelpower//Axel:
El ambiente en las gradas. El calor de la afición. Toda la ciudad unida, cantando una misma canción.
El Manchester United se había proclamado campeón de Europa tras un frenético final. A pesar de que el Bayern dominó durante prácticamente todo el partido, dos goles de Solskjaer, aquel joven convertido en leyenda, habían coronado a los Red Devils. El público saltaba de alegría cantando aquella mágica canción: "Gloory glory Man United. Gloory glory Man United. Glooory glory Man United, as the reds go marchin' on on on". Ancianos y jóvenes, negros y blancos, locales y visitantes.
Todos se abrazaban sin distinción de raza, edad o ideología. Todos se abrazaban gracias al juego de un equipo que conmovió al mundo entero.
Y allí, perdido entre la multitud, estaba yo. Un joven aficionado, tan contento como un forofo más, cantando y saltando al ritmo de la victoria. Pero la realidad era muy distinta. Me había escapado de casa sólo para ir a ver ese partido, sin el consentimiento de mis padres ni la compañía de algún amigo.
Recorrí el trayecto entre Valencia y Barcelona subido en un coche que me recogió tras media hora de auto-stop. El conductor era un hombre que aparentaba estar al borde de la jubilación, pero que tenía más energías que la mayoría de los adolescentes. Estuvimos todo el camino hablando sobre el partido: las alineaciones, el estado de los jugadores, el equipo rival. Aunque en el fondo yo estaba preocupado, pensando en las consecuencias que mis actos tendrían.
Al llegar al campo, todo era una fiesta. Gente de todas las edades y nacionalidades esperaba impaciente el inicio del partido más importante de todo el año.
Pero ya había terminado todo. Y a pesar de que estaba contento por la victoria de mi equipo, no podía dejar de pensar en lo que iba a hacer ahora. No creía posible encontrar al mismo hombre que me había traído hasta aquí, y no tenía dinero suficiente para pasar la noche en un hotel. Y, mientras yo pensaba, mi móvil seguía vibrando en mi bolsillo. De nuevo eran mis padres. Según el teléfono, esa era la llamada perdida número trescientos veinticuatro, y las anteriores estaban hechas por el mismo número. La verdad, no me extrañaba. Había tenido una fuerte discusión con ellos esa misma mañana, puesto que se habían negado a dejarme venir a ver el partido, aún sabiendo que tenía la entrada desde hace meses. Pero mi hermano se había resfriado, y tenían que estar con él. Tras ponerme a gritar salí por la puerta de casa, dispuesto a vagar sin rumbo. Hasta que me di cuenta de que tenía la entrada en el bolsillo. En ese momento, y sin pensar, urdí aquel plan. Me iría yo solo a ver el partido, les gustara o no. Y así lo hice. Y ahora me arrepiento profundamente. Dejarme llevar por ese arrebato de rabia había provocado que me encontrara perdido en medio de Barcelona, a más de trescientos kilómetros de casa y sin un coche para recorrerlos.
Tras volver en mí mismo, miré a mi alrededor. Toda la gente había abandonado el estadio y para continuar la fiesta en las calles. Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia la entrada del estadio mientras me ponía los cascos para escuchar música. El melodioso ritmo de Afterlife, de Avenged Sevenfold, hacía que me calmara y me ayudaba a pensar mejor, al mismo tiempo que me recordaba mi situación, con frases que parecían hechas a solo para esta ocasión.
"I see a distant light, but girl this can't be right.
Such a surreal place to see so how did this come to be,
Arrived too early.
And when I think of all the places I just don't belong,
I've come to grips with life and realize this is going too far."
"I don't belong here, I gotta move on dear escape from this afterlife.
'Cause this time I'm right to move on and on, far away from here.
Got nothing against you and surely I'll miss you.
This place full of peace and light, and I'd hoped you might,
Take me back inside, when the time is right."
"Loved ones back home all crying 'cause they're already missing me.
I pray by the grace of God that there's somebody listening.
Give me a chance to be that person I wanna be."
Continué escuchando música al abandonar el estadio, mientras observaba como la fiesta se apoderaba de las calles. Distraído, me dispuse a cruzar la carretera, sin poder ver lo que se me venía encima. Un coche conducido por un joven borracho, y que no parecía encontrarse lo suficientemente para frenar.
En ese momento se me pasó toda la vida por delante, como dicen que te pasa antes de morir. Eso hizo que supiera que había llegado mi hora. Supuse que sería un castigo que se me impuso por haber hecho preocuparse tanto a mis padres. Ellos fueron lo último en lo que pensé antes de que el coche se me echara encima: lo preocupados que estarían, sin saber nada de su hijo, que podría estar tanto en casa de un amigo como a trescientos kilómetros de distancia. Mi madre, llamando a la policía mientras mi padre daba vueltas por toda la ciudad buscándome, sumido en la desesperación. Ellos fueron lo último en que pensé, mientras una lágrima corría por mi mejilla. Entonces cerré los ojos, asumiendo mi destino.
Pero aunque estuve varios minutos con los ojos cerrados, no sentí como el coche me atropellaba. Tampoco sentía el murmullo de la gente, el sonido de los animales o el silbar del viento. Cuando los abrí, vi que todo se había detenido. El coche estaba frente a mí, parado, mientras la gente que celebraba la victoria continuaba quieta en la misma postura, sin moverse ni siquiera para pestañear. Y en medio de aquella multitud me encontraba yo, observando el detenido tiempo a mi alrededor.
Prólogo de la Maestra de la Muerte//Camilla:
Todo empezó una tarde otoño. Yo estaba en el portón de mi casa escuchando música en mi mp4 cuando entonces un holandés me habló en su idioma. Me preguntó hacia dónde estaba una calle, y yo le contesté en su idioma, como si fuera lo más normal del mundo. Llegué al instituto. No comprendí que era ese poder hasta que siempre sacaba buenas notas, dieces en Inglés, Francés... cuando casi siempre eran cincos raspados en Inglés. Me sorprendí mucho.
Pero lo otro...
Fue un día en clase, en Educación Física. Estaba corriendo con mis compañeras. Una de ellas (mi enemiga de clase, la que siempre saca malas notas, etc.) Me dijo un comentario horrible, yo le cogí del brazo y le dije que se fuera. Ella, como una marioneta, se fue. Me quedé boquiabierta. Nadie me dirigió la palabra durante semanas. Claro que no sabía por qué me estaba pasando todo, me llamaban rara.
Una de mis pasiones son las motos, es decir, cosas de ingeniería. Pero la otra es el fuego. No se por qué, pero me gusta. Yo creo que porque es libre o cosas así...
Todo empezó hace cuatro años, cuando quemaron la casa de mi vecina. Sabía quien había sido, pero no dije nada. Nadie se preocupaba por mí, sólo por la vecina que había perdido su casa. No lo comprendí bastante bien ¿Por qué algo inútil como una casa?...Entonces lo entendí. Desde entonces, aprendí a sonreír. La ingeniería fue por mi padre. Me pasaba tardes viendo arreglar coches de otras personas. Ahora arreglo mis propias motos. Ya es como una costumbre...un arreglo por aquí, otro por allá...
Ya me he acostumbrado a mis poderes, son bastante útiles como que te dejen salir por las noches hasta la hora que yo quiera, etc. Pero en realidad, me siento sola...¿Es algo común en una adolescente? ¿ O es soledad de verdad?
Hoy, en medio de la calle, veo que casi todos están con alguien. Me extraña que yo sea solitaria...si no he hecho algo malo...
Prólogo de Akane//Trinth:
Dicen que la fama da felicidad y satisfacción, pero cuando la vives desde dentro todo es diferente. Realmente disfruto cuando subo a un escenario, el ánimo de la gente, las luces, la música, mi voz...todo se une para formar una tarde inolvidable, especial cada vez. Luego, a la salida del concierto sonrisas, gritos de ánimo, autógrafo por aquí, regalo por allá. Menuda panda de hipócritas, ahora que soy una estrella juvenil me aceptan y apoyan, sólo ahora.
Desde pequeña, siempre he tenido una memoria asombrosa, hasta tal punto que no necesitaba leer, sólo con ojear rápidamente las hojas de un libro podía repetir su contenido con pelos y señales. El psicólogo decía que era superdotada, pero yo nunca lo vi así. Lo veía más como una maldición, ya que mi capacidad no hacía más que distanciarme de mis compañeros de clase que solían envidiarme. A esto le añadimos el que siempre que conseguía amigos, teníamos que mudarnos o a mí me adelantaban cursos.
Luego, por si fuera poco me descubrieron una enfermedad, como decía el médico, que consistía en una anómala regeneración de células y con ello una fascinante velocidad de curación. No fue una época muy bonita. Mis padres trabajan mucho y casi tenía que vivir sola en casa, aprendí a valerme por mí misma a muy temprana edad.
Con el tiempo me di cuenta de que la música era un arte que me llamaba mucho la atención y comencé a tomar clases de canto y guitarra. Como siempre, la teoría me resultó muy fácil de aprender, pero la práctica era otra cosa; como me resultaba algo difícil me fui enganchando a ese mundo hundiéndome cada vez más. Y así siguió hasta que una discográfica me descubrió y decidió tomar mi look del momento como mi futura tendencia musical, el punk, bajo el nombre de Trinth Kanahan. Me encontraron un grupo con el que tocar y hacer conciertos que poco a poco fueron tomando importancia.
Y aquí estoy ahora...en el camerino tras un concierto exitoso que disfruté al máximo. Agarré mi chaqueta de cuero negro y mis gafas rutinarias de sol, me despedí del grupo sin mucho ánimo y salí del establecimiento. La luna adornaba el cielo negro como mi ropa mientras el eco de mis pasos sobre los charcos de agua de lluvia acompañaban mi marcha al hotel que me habían asignado. Ya estaba cansada de que me llevaran hasta allí en coche, por eso salí antes del camerino.
La calle parecía desierta a pesar de ser una cuidad muy movida, por ello había elegido caminar por las calles traseras y escondidas, ir por la principal podría traer problemas indeseados. Pero todo cambia cuando aparecen en mi camino dos hombres trajeados.
-Anda, ¿tú no eres Trinth? -pregunta uno- Qué casualidad, contigo debemos hablar nosotros.
-Nos quedamos muy rascados cuando no pudimos contactar contigo ni antes, ni después del concierto -sonrió el otro- Tenemos que hacerte un par de preguntas...
-Sabéis que no voy a decir nada sobre el tema de moda en la prensa rosa -respondí molesta con cara de pocos amigos.
-Vamos, señorita Kanahan, si nos da la exclusiva le pagaremos bien.
-No voy a daros la exclusiva porque no hay exclusiva que dar -me giré y comencé a caminar en dirección contraria casi corriendo.
-Es nuestra oportunidad, está sola, sin guarda espaldas ni nada parecido.
-Tienes razón, vamos.
Los dos comenzaron a correr tras de mí. Las botas que llevaba no me permitían alcanzar mucha velocidad, así que giré en un callejón para descubrir con horror que no tenía salida. Cerré los ojos con fuerza y rabia y deseé escapar de allí. Entonces, una extraña sensación se apoderó de mi cuerpo y dejé de sentir el aire de la calle en mi cara, dejé de escuchar el sonido de los coches pasar. Abrí los ojos lentamente, me encontraba en mi habitación del hotel. ¿Cómo había llegado a parar allí? Me acerqué a la ventana para observar el gentío correr de un lado para otro como si le fuera la vida en ella. Sonreí tristemente. Parece que estoy destinada a atraer las habilidades extrañas y sobrenaturales. ¿Qué más me deparará el destino?
Prólogo Narrador//Simon:
Levanto la carta. La observo detenidamente y la vuelvo a esconder bajo mi mano. No muestro ninguna expresión. El jugador de mi izquierda me observa con mala cara, intentando adivinar mis cartas en mis ojos. Un fallo, ya que no ha logrado nada. Él no tiene nada de interés. El de mi derecha tiene un full, pero no es problema. Me preocupa el que está delante de mí.
El póker es un juego de estrategia, dramatización y probabilidad. Llevo años jugando, junto con muchos otros métodos de lograr dinero fácil. Mi tío me ha entrenado, desde lo de mi familia. Al principio aborrecía el juego. Ahora, es mi vida.
El de delante ha apostado la mitad de sus fichas. Está claro que nos quiere empujar a apostar todo lo que tenemos. Puede estar marcándose un farol enorme. Desde luego, huele a kilómetros. Pero también puede que no. La baraja tiene cuarenta y ocho cartas. Si recordamos que ha sido el último en ser repartido las cartas, mis probabilidades se ven reducidas a cinco entre treinta y tres. Eso es una entre seis y medio, mejor siete. Demasiado sencillo para mí. Huele a humo.
-¿Cuántas probabilidades creéis que hay de que ese tipo se esté marcando un farol? –pregunto yo, cogiendo mis cartas sobre la mesa. Los otros dos hombres se cruzan de hombros, sin saber qué decir. El del centro sonríe.
-Eso debes calcularlo tú, hijo.
-No me llame así, viejo. ¿Una entre cincuenta, tal vez?
-¿Cuántos faroles crees que me marcaría jugándome todo esto? –preguntó él, señalando el montón de fichas-. Nadie sensato lo haría.
Es decir, mis probabilidades disminuyen.
-Es arriesgado –comento yo. Agarro todas mis fichas y las coloco en la zona de apuestas-. Será un bonito reto.
El hombre sonríe de nuevo y coge el resto de sus fichas, añadiéndolas al montón.
-Lo pongo todo, joven.
Los otros dos nos miran asustados. La cantidad que hay sobre la mesa es sumamente apetecible para ellos. El de mi derecha no tarda en apostarlo todo también, y el de mi izquierda, lo mismo. Pero ellos dan igual, el único que me importa es el de enfrente. Me ha lanzado un reto, un buen reto. Le miro fijamente a los ojos, sin apartar la mirada.
Las probabilidades me superan.
Quiero superar mi número.
Muestro las cartas que tengo en mi mano, y dejo atónitos a los jugadores de mis lados: escalera de color. “Chúpate ésa”. Sonrío, pero el hombre no parece estar muy sorprendido. Muestra sus cartas, y maldigo en mis adentros. Otra escalera de color.
-Nos lo repartimos por igual –concluye el hombre, cogiendo la mitad de las fichas-. Un placer, joven.
Suspiro, tirado en la silla, y me levanto de ésta. Le cojo de la mano y le miro fijamente a los ojos, sin apartar la mirada.
-Buena partida –le felicito.
-Gracias. Lo cierto es que has sido un arduo rival. No es normal ver gente tan profesional siendo tan joven.
-Sí, bueno –miro a otro lado con una sonrisa, recordando lo excelente jugador que soy-. Aprendí del mejor.
-¿Cuántos años tienes, joven?
-Dieciocho –miento. Tengo diecisiete, pero en los casinos no me dejan entrar a mi edad-. Cumplidos en agosto.
-Así que hace poco que hace poco que frecuentas por aquí –pregunta él-. Te veo por aquí desde hace un par de semanas todas las noches, y casi siempre ganas. En todo. Se ve que eres un muchacho con suerte.
-Bueno, hay grandes probabilidades de ganar en los casinos –comento yo-. No lo llamaría suerte.
El hombre me sonrió, y afirmó levemente con la cabeza, Observé mi reloj y comprobé que ya iba siendo hora de volver a casa con el dinero ganado.
-Bueno, si no le importa, tengo una cita –le anuncio-. Espero volver a verle, señor…
-Sketto. ¿Y usted es…?
-Simon Laplace.
-¡Ja! Buen nombre artístico, sí señor –rió él-. Debe ser por eso de “cuántas probabilidades creéis que hay de”, ¿verdad? Lo has estado mencionando toda la partida.
-Sí, tal vez sea por eso -sonrío de nuevo-. Bueno, espero volver a verle, Sketto. No me falle.
-No lo haré –contesta él, con una nueva sonrisa. Le doy la espalda, cojo mis fichas y voy hacia la zona de canjeo, a lograr mi pasta. Y mientras me dirijo hacia allí, pienso en la partida y en la conversación.
No debo volver a este casino.
Ese hombre es de seguridad, posiblemente sepa mi auténtica edad. Las probabilidades de que venga mañana y me arresten son muy altas, y sé lo que significa. Mi tío y yo debemos largarnos de la ciudad, ir a otra con casino. Un lugar alejado donde pueda ganar tranquilo a todo el mundo. Mientras pueda jugar, estaré tranquilo. Lo demás me da igual. Soy un ludópata, lo sé, tengo un problema con el juego. Pero me da igual, porque yo casi siempre gano. Y cuanto más gano, más mejoro mis poderes.
No sé desde cuándo los tengo. Pero mi tío los vio. Él lo llama “suerte”. Yo, probabilidad. Y por eso mi nombre artístico, guardando únicamente mi nombre de pila, Simon. Puedo manejar la probabilidad a mi antojo. Al principio sólo lo lograba con una moneda, eligiendo siempre el resultado, pero ahora soy capaz de decidir hasta el resultado exacto de tres dados a la vez. Y me encanta hacerlo. Manejar el juego, la emoción. Esto me convierte en mi propio Dios. El Dios del juego.
Y en mi mundo, Dios no existe.
Sólo yo.
Prólogo Lex//Lucios/Osdark:
Sobrevolaba ágilmente la ciudad portuaria. En ese momento entendí que nada iba a cambiar nunca. Mis alas aparecidas de la nada, tras aquel secuestro. Hace unos...seis años, me secuestraron un grupo de personas que supuestamente experimentaron conmigo. Tras esto, no recuerdo nada de mi pasado. Sólo a mi madre. También hay ciertas secuelas, mis alas bicolor, y Osdark, la persona que habita dentro de mi desde que "nací".
Tras ser el centro de atencion de aquel lugar por volar como si se tratara de darle una patada a una piedra, me volvió a dominar...
-¿Quá pasa, Lucios? ¿Cuándo harás que nos separen? A mí tampoco me gusta estar en este cuerpo asqueroso -dijo Osdark a su propio cuerpo.
-Aún no he encontrado la forma...dame tiempo. Yo también quiero separarme de ti, no es agradable estar contigo-contesté desde dentro de el.
Sobrevolamos de nuevo la ciudad en dirección a otra ciudad, quizá ahí alguien pueda ayudarme... Ayudarnos.
Prólogo de Choco//Flora:
-Perfecto, y ahora... no te muevas... –dije para mí misma. Pulsé el boton de disparar y salió un potente flash. El pájaro, asustado, salió volando rápidamente, escapando de la luz que lo había cegado. Me maldije a mí misma por haber olvidado desactivar el flash de la cámara. Sacudí la cabeza, sonreí y seguí andando en busca de una buena foto.
El bosque no era muy oscuro. El sol se filtraba entre las ojas de los espesos árboles que habían florecido. El césped era de un color verde intenso donde brotaban pequeñas flores de diferentes colores. Por un momento, decidí olvidar el trabajo de ciencias y simplemente decidí dejarme llevar por la brisa que corría. Llegué a un claro donde había un pequeño lago en medio. Me agaché y miré en las aguas. Vi mi rostro reflejado: Tenía los cabellos largos alborotados y mi vestido azul se movía ágilmente. Me sujeté el sombrero con cuidado.
“A por ella”, escuché en mi mente. En un acto reflejo, me agaché y me puse las manos en la cabeza. Vi cómo Reno pasaba a través mío y caía al agua. Asustada, me levanté y le miré con horror. Vi como él salía del agua y miraba en todas partes. Pero, ¿es que no me veía?. Me miré en el agua, pero no vi mi reflejo. Asustada, eché a correr, abandonando a Reno e intentando olvidar aquella pesadilla.
Mi tiré de espaldas al suelo y cerré los ojos para que las gotas de lluvia no me lastimaran. También cerré mis puños, atrapando varias hebras de césped. Podía escuchar la lluvia rebotar arrítmicamente contra las ventanas del edificio a mis espaldas. A lo lejos, se escuchaba una canción con un ligero aire oriental, seguramente del grupo de baile. Arranqué el césped que había tomado con las manos y lo lancé, dejando que el viento lo guiase.
Moví el pie, a ritmo con el compás de aquella lejana canción. La lluvia se sentía tan bien en mi piel, empapando mi uniforme escolar. Y sin embargo, no tenía frío. Ni siquiera escalofríos, ni siquiera un poco de frescura. Nunca sentía frío. Según la ciencia, el frío es la ausencia de calor. Qué problema. En ese caso al calor le encanta tener reuniones conmigo, y nunca está ausente.
Sonreí. Supongo que a veces tiene sus ventajas.
Pasé por lo menos una media hora en el suelo, tal vez más, sintiendo las gotas de lluvia empapar mi cuerpo, antes de que la lluvia amainara hasta convertirse en un leve goteo.
Poco a poco, otros alumnos salieron a los jardines, cubriéndose con libros o mochilas. Desde mi posición, podía oír las conversaciones como suaves susurros ininteligibles.
Amigos. Así se llamaban entre ellos.
Eso no es amistad, lo aseguro. La amistad es cuando pones toda tu confianza en alguien, porque sabes que siempre estará allí y nunca te abandonará, pase lo que pase.
No como lo hicieron conmigo.
Dejaron de hablarme, me evitaban en los pasillos, nunca se sentaban junto a mí en clase. Desde que empezaron a sucederme cosas extrañas y… sobrenaturales.
Ajá. Eso es. Sobrenatural. Eso es lo que soy. Sobrenatural, especial, único. Así me siento desde que todas esas cosas comenzaron: Hay veces que creo escuchar lo que la gente piensa, o hay veces que, si me concentro, muevo cosas sin tocarlas.
Y el más reciente: Quemar.
Sucedió hace casi tres años, durante el intermedio entre clase y clase. Como siempre, en el salón había un típico chico fortachón que se aprovechaba de los demás. Buscándoles pleitos a cada uno de mis compañeros, con su pequeño grupo de subordinados siguiéndole. Y tuvo la suerte de elegirme a mí. La “mala” suerte de elegirme a mí.
Me tomó del cuello de la camisa y me obligó a levantarme. Me empujó contra la pared y comenzó a golpearme, por turnos, en el rostro y en el estómago. Cara, estómago, cara, estómago, cara, estómago… Bloqueo.
La ira en mi interior parecía hervir cual magma. Y el magma busca salida, ¿no? Le tomé del brazo izquierdo y luego tiré de su camiseta. Todo sucedió tan rápido: Un poco de calor en mi mano y de pronto, su ropa incendiándose.
No flama. No luz. Sólo calor. Poco a poco su uniforme se convirtió en cenizas. El pobre chico salió de la escuela con quemaduras de segundo grado.
¿Y yo? Las reuniones padre-maestro no fueron nada, lo peor fue el rechazo de la gente. Nadie me ha tocado desde aquél día.
¿Pero son acaso necesarios? En absoluto. ¿Para qué confiar?
Al final, siempre estarás solo...
Prólogo Axelpower//Axel:
El ambiente en las gradas. El calor de la afición. Toda la ciudad unida, cantando una misma canción.
El Manchester United se había proclamado campeón de Europa tras un frenético final. A pesar de que el Bayern dominó durante prácticamente todo el partido, dos goles de Solskjaer, aquel joven convertido en leyenda, habían coronado a los Red Devils. El público saltaba de alegría cantando aquella mágica canción: "Gloory glory Man United. Gloory glory Man United. Glooory glory Man United, as the reds go marchin' on on on". Ancianos y jóvenes, negros y blancos, locales y visitantes.
Todos se abrazaban sin distinción de raza, edad o ideología. Todos se abrazaban gracias al juego de un equipo que conmovió al mundo entero.
Y allí, perdido entre la multitud, estaba yo. Un joven aficionado, tan contento como un forofo más, cantando y saltando al ritmo de la victoria. Pero la realidad era muy distinta. Me había escapado de casa sólo para ir a ver ese partido, sin el consentimiento de mis padres ni la compañía de algún amigo.
Recorrí el trayecto entre Valencia y Barcelona subido en un coche que me recogió tras media hora de auto-stop. El conductor era un hombre que aparentaba estar al borde de la jubilación, pero que tenía más energías que la mayoría de los adolescentes. Estuvimos todo el camino hablando sobre el partido: las alineaciones, el estado de los jugadores, el equipo rival. Aunque en el fondo yo estaba preocupado, pensando en las consecuencias que mis actos tendrían.
Al llegar al campo, todo era una fiesta. Gente de todas las edades y nacionalidades esperaba impaciente el inicio del partido más importante de todo el año.
Pero ya había terminado todo. Y a pesar de que estaba contento por la victoria de mi equipo, no podía dejar de pensar en lo que iba a hacer ahora. No creía posible encontrar al mismo hombre que me había traído hasta aquí, y no tenía dinero suficiente para pasar la noche en un hotel. Y, mientras yo pensaba, mi móvil seguía vibrando en mi bolsillo. De nuevo eran mis padres. Según el teléfono, esa era la llamada perdida número trescientos veinticuatro, y las anteriores estaban hechas por el mismo número. La verdad, no me extrañaba. Había tenido una fuerte discusión con ellos esa misma mañana, puesto que se habían negado a dejarme venir a ver el partido, aún sabiendo que tenía la entrada desde hace meses. Pero mi hermano se había resfriado, y tenían que estar con él. Tras ponerme a gritar salí por la puerta de casa, dispuesto a vagar sin rumbo. Hasta que me di cuenta de que tenía la entrada en el bolsillo. En ese momento, y sin pensar, urdí aquel plan. Me iría yo solo a ver el partido, les gustara o no. Y así lo hice. Y ahora me arrepiento profundamente. Dejarme llevar por ese arrebato de rabia había provocado que me encontrara perdido en medio de Barcelona, a más de trescientos kilómetros de casa y sin un coche para recorrerlos.
Tras volver en mí mismo, miré a mi alrededor. Toda la gente había abandonado el estadio y para continuar la fiesta en las calles. Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia la entrada del estadio mientras me ponía los cascos para escuchar música. El melodioso ritmo de Afterlife, de Avenged Sevenfold, hacía que me calmara y me ayudaba a pensar mejor, al mismo tiempo que me recordaba mi situación, con frases que parecían hechas a solo para esta ocasión.
"I see a distant light, but girl this can't be right.
Such a surreal place to see so how did this come to be,
Arrived too early.
And when I think of all the places I just don't belong,
I've come to grips with life and realize this is going too far."
"I don't belong here, I gotta move on dear escape from this afterlife.
'Cause this time I'm right to move on and on, far away from here.
Got nothing against you and surely I'll miss you.
This place full of peace and light, and I'd hoped you might,
Take me back inside, when the time is right."
"Loved ones back home all crying 'cause they're already missing me.
I pray by the grace of God that there's somebody listening.
Give me a chance to be that person I wanna be."
Continué escuchando música al abandonar el estadio, mientras observaba como la fiesta se apoderaba de las calles. Distraído, me dispuse a cruzar la carretera, sin poder ver lo que se me venía encima. Un coche conducido por un joven borracho, y que no parecía encontrarse lo suficientemente para frenar.
En ese momento se me pasó toda la vida por delante, como dicen que te pasa antes de morir. Eso hizo que supiera que había llegado mi hora. Supuse que sería un castigo que se me impuso por haber hecho preocuparse tanto a mis padres. Ellos fueron lo último en lo que pensé antes de que el coche se me echara encima: lo preocupados que estarían, sin saber nada de su hijo, que podría estar tanto en casa de un amigo como a trescientos kilómetros de distancia. Mi madre, llamando a la policía mientras mi padre daba vueltas por toda la ciudad buscándome, sumido en la desesperación. Ellos fueron lo último en que pensé, mientras una lágrima corría por mi mejilla. Entonces cerré los ojos, asumiendo mi destino.
Pero aunque estuve varios minutos con los ojos cerrados, no sentí como el coche me atropellaba. Tampoco sentía el murmullo de la gente, el sonido de los animales o el silbar del viento. Cuando los abrí, vi que todo se había detenido. El coche estaba frente a mí, parado, mientras la gente que celebraba la victoria continuaba quieta en la misma postura, sin moverse ni siquiera para pestañear. Y en medio de aquella multitud me encontraba yo, observando el detenido tiempo a mi alrededor.
Prólogo de la Maestra de la Muerte//Camilla:
Todo empezó una tarde otoño. Yo estaba en el portón de mi casa escuchando música en mi mp4 cuando entonces un holandés me habló en su idioma. Me preguntó hacia dónde estaba una calle, y yo le contesté en su idioma, como si fuera lo más normal del mundo. Llegué al instituto. No comprendí que era ese poder hasta que siempre sacaba buenas notas, dieces en Inglés, Francés... cuando casi siempre eran cincos raspados en Inglés. Me sorprendí mucho.
Pero lo otro...
Fue un día en clase, en Educación Física. Estaba corriendo con mis compañeras. Una de ellas (mi enemiga de clase, la que siempre saca malas notas, etc.) Me dijo un comentario horrible, yo le cogí del brazo y le dije que se fuera. Ella, como una marioneta, se fue. Me quedé boquiabierta. Nadie me dirigió la palabra durante semanas. Claro que no sabía por qué me estaba pasando todo, me llamaban rara.
Una de mis pasiones son las motos, es decir, cosas de ingeniería. Pero la otra es el fuego. No se por qué, pero me gusta. Yo creo que porque es libre o cosas así...
Todo empezó hace cuatro años, cuando quemaron la casa de mi vecina. Sabía quien había sido, pero no dije nada. Nadie se preocupaba por mí, sólo por la vecina que había perdido su casa. No lo comprendí bastante bien ¿Por qué algo inútil como una casa?...Entonces lo entendí. Desde entonces, aprendí a sonreír. La ingeniería fue por mi padre. Me pasaba tardes viendo arreglar coches de otras personas. Ahora arreglo mis propias motos. Ya es como una costumbre...un arreglo por aquí, otro por allá...
Ya me he acostumbrado a mis poderes, son bastante útiles como que te dejen salir por las noches hasta la hora que yo quiera, etc. Pero en realidad, me siento sola...¿Es algo común en una adolescente? ¿ O es soledad de verdad?
Hoy, en medio de la calle, veo que casi todos están con alguien. Me extraña que yo sea solitaria...si no he hecho algo malo...
Prólogo de Akane//Trinth:
Dicen que la fama da felicidad y satisfacción, pero cuando la vives desde dentro todo es diferente. Realmente disfruto cuando subo a un escenario, el ánimo de la gente, las luces, la música, mi voz...todo se une para formar una tarde inolvidable, especial cada vez. Luego, a la salida del concierto sonrisas, gritos de ánimo, autógrafo por aquí, regalo por allá. Menuda panda de hipócritas, ahora que soy una estrella juvenil me aceptan y apoyan, sólo ahora.
Desde pequeña, siempre he tenido una memoria asombrosa, hasta tal punto que no necesitaba leer, sólo con ojear rápidamente las hojas de un libro podía repetir su contenido con pelos y señales. El psicólogo decía que era superdotada, pero yo nunca lo vi así. Lo veía más como una maldición, ya que mi capacidad no hacía más que distanciarme de mis compañeros de clase que solían envidiarme. A esto le añadimos el que siempre que conseguía amigos, teníamos que mudarnos o a mí me adelantaban cursos.
Luego, por si fuera poco me descubrieron una enfermedad, como decía el médico, que consistía en una anómala regeneración de células y con ello una fascinante velocidad de curación. No fue una época muy bonita. Mis padres trabajan mucho y casi tenía que vivir sola en casa, aprendí a valerme por mí misma a muy temprana edad.
Con el tiempo me di cuenta de que la música era un arte que me llamaba mucho la atención y comencé a tomar clases de canto y guitarra. Como siempre, la teoría me resultó muy fácil de aprender, pero la práctica era otra cosa; como me resultaba algo difícil me fui enganchando a ese mundo hundiéndome cada vez más. Y así siguió hasta que una discográfica me descubrió y decidió tomar mi look del momento como mi futura tendencia musical, el punk, bajo el nombre de Trinth Kanahan. Me encontraron un grupo con el que tocar y hacer conciertos que poco a poco fueron tomando importancia.
Y aquí estoy ahora...en el camerino tras un concierto exitoso que disfruté al máximo. Agarré mi chaqueta de cuero negro y mis gafas rutinarias de sol, me despedí del grupo sin mucho ánimo y salí del establecimiento. La luna adornaba el cielo negro como mi ropa mientras el eco de mis pasos sobre los charcos de agua de lluvia acompañaban mi marcha al hotel que me habían asignado. Ya estaba cansada de que me llevaran hasta allí en coche, por eso salí antes del camerino.
La calle parecía desierta a pesar de ser una cuidad muy movida, por ello había elegido caminar por las calles traseras y escondidas, ir por la principal podría traer problemas indeseados. Pero todo cambia cuando aparecen en mi camino dos hombres trajeados.
-Anda, ¿tú no eres Trinth? -pregunta uno- Qué casualidad, contigo debemos hablar nosotros.
-Nos quedamos muy rascados cuando no pudimos contactar contigo ni antes, ni después del concierto -sonrió el otro- Tenemos que hacerte un par de preguntas...
-Sabéis que no voy a decir nada sobre el tema de moda en la prensa rosa -respondí molesta con cara de pocos amigos.
-Vamos, señorita Kanahan, si nos da la exclusiva le pagaremos bien.
-No voy a daros la exclusiva porque no hay exclusiva que dar -me giré y comencé a caminar en dirección contraria casi corriendo.
-Es nuestra oportunidad, está sola, sin guarda espaldas ni nada parecido.
-Tienes razón, vamos.
Los dos comenzaron a correr tras de mí. Las botas que llevaba no me permitían alcanzar mucha velocidad, así que giré en un callejón para descubrir con horror que no tenía salida. Cerré los ojos con fuerza y rabia y deseé escapar de allí. Entonces, una extraña sensación se apoderó de mi cuerpo y dejé de sentir el aire de la calle en mi cara, dejé de escuchar el sonido de los coches pasar. Abrí los ojos lentamente, me encontraba en mi habitación del hotel. ¿Cómo había llegado a parar allí? Me acerqué a la ventana para observar el gentío correr de un lado para otro como si le fuera la vida en ella. Sonreí tristemente. Parece que estoy destinada a atraer las habilidades extrañas y sobrenaturales. ¿Qué más me deparará el destino?
Prólogo Narrador//Simon:
Levanto la carta. La observo detenidamente y la vuelvo a esconder bajo mi mano. No muestro ninguna expresión. El jugador de mi izquierda me observa con mala cara, intentando adivinar mis cartas en mis ojos. Un fallo, ya que no ha logrado nada. Él no tiene nada de interés. El de mi derecha tiene un full, pero no es problema. Me preocupa el que está delante de mí.
El póker es un juego de estrategia, dramatización y probabilidad. Llevo años jugando, junto con muchos otros métodos de lograr dinero fácil. Mi tío me ha entrenado, desde lo de mi familia. Al principio aborrecía el juego. Ahora, es mi vida.
El de delante ha apostado la mitad de sus fichas. Está claro que nos quiere empujar a apostar todo lo que tenemos. Puede estar marcándose un farol enorme. Desde luego, huele a kilómetros. Pero también puede que no. La baraja tiene cuarenta y ocho cartas. Si recordamos que ha sido el último en ser repartido las cartas, mis probabilidades se ven reducidas a cinco entre treinta y tres. Eso es una entre seis y medio, mejor siete. Demasiado sencillo para mí. Huele a humo.
-¿Cuántas probabilidades creéis que hay de que ese tipo se esté marcando un farol? –pregunto yo, cogiendo mis cartas sobre la mesa. Los otros dos hombres se cruzan de hombros, sin saber qué decir. El del centro sonríe.
-Eso debes calcularlo tú, hijo.
-No me llame así, viejo. ¿Una entre cincuenta, tal vez?
-¿Cuántos faroles crees que me marcaría jugándome todo esto? –preguntó él, señalando el montón de fichas-. Nadie sensato lo haría.
Es decir, mis probabilidades disminuyen.
-Es arriesgado –comento yo. Agarro todas mis fichas y las coloco en la zona de apuestas-. Será un bonito reto.
El hombre sonríe de nuevo y coge el resto de sus fichas, añadiéndolas al montón.
-Lo pongo todo, joven.
Los otros dos nos miran asustados. La cantidad que hay sobre la mesa es sumamente apetecible para ellos. El de mi derecha no tarda en apostarlo todo también, y el de mi izquierda, lo mismo. Pero ellos dan igual, el único que me importa es el de enfrente. Me ha lanzado un reto, un buen reto. Le miro fijamente a los ojos, sin apartar la mirada.
Las probabilidades me superan.
Quiero superar mi número.
Muestro las cartas que tengo en mi mano, y dejo atónitos a los jugadores de mis lados: escalera de color. “Chúpate ésa”. Sonrío, pero el hombre no parece estar muy sorprendido. Muestra sus cartas, y maldigo en mis adentros. Otra escalera de color.
-Nos lo repartimos por igual –concluye el hombre, cogiendo la mitad de las fichas-. Un placer, joven.
Suspiro, tirado en la silla, y me levanto de ésta. Le cojo de la mano y le miro fijamente a los ojos, sin apartar la mirada.
-Buena partida –le felicito.
-Gracias. Lo cierto es que has sido un arduo rival. No es normal ver gente tan profesional siendo tan joven.
-Sí, bueno –miro a otro lado con una sonrisa, recordando lo excelente jugador que soy-. Aprendí del mejor.
-¿Cuántos años tienes, joven?
-Dieciocho –miento. Tengo diecisiete, pero en los casinos no me dejan entrar a mi edad-. Cumplidos en agosto.
-Así que hace poco que hace poco que frecuentas por aquí –pregunta él-. Te veo por aquí desde hace un par de semanas todas las noches, y casi siempre ganas. En todo. Se ve que eres un muchacho con suerte.
-Bueno, hay grandes probabilidades de ganar en los casinos –comento yo-. No lo llamaría suerte.
El hombre me sonrió, y afirmó levemente con la cabeza, Observé mi reloj y comprobé que ya iba siendo hora de volver a casa con el dinero ganado.
-Bueno, si no le importa, tengo una cita –le anuncio-. Espero volver a verle, señor…
-Sketto. ¿Y usted es…?
-Simon Laplace.
-¡Ja! Buen nombre artístico, sí señor –rió él-. Debe ser por eso de “cuántas probabilidades creéis que hay de”, ¿verdad? Lo has estado mencionando toda la partida.
-Sí, tal vez sea por eso -sonrío de nuevo-. Bueno, espero volver a verle, Sketto. No me falle.
-No lo haré –contesta él, con una nueva sonrisa. Le doy la espalda, cojo mis fichas y voy hacia la zona de canjeo, a lograr mi pasta. Y mientras me dirijo hacia allí, pienso en la partida y en la conversación.
No debo volver a este casino.
Ese hombre es de seguridad, posiblemente sepa mi auténtica edad. Las probabilidades de que venga mañana y me arresten son muy altas, y sé lo que significa. Mi tío y yo debemos largarnos de la ciudad, ir a otra con casino. Un lugar alejado donde pueda ganar tranquilo a todo el mundo. Mientras pueda jugar, estaré tranquilo. Lo demás me da igual. Soy un ludópata, lo sé, tengo un problema con el juego. Pero me da igual, porque yo casi siempre gano. Y cuanto más gano, más mejoro mis poderes.
No sé desde cuándo los tengo. Pero mi tío los vio. Él lo llama “suerte”. Yo, probabilidad. Y por eso mi nombre artístico, guardando únicamente mi nombre de pila, Simon. Puedo manejar la probabilidad a mi antojo. Al principio sólo lo lograba con una moneda, eligiendo siempre el resultado, pero ahora soy capaz de decidir hasta el resultado exacto de tres dados a la vez. Y me encanta hacerlo. Manejar el juego, la emoción. Esto me convierte en mi propio Dios. El Dios del juego.
Y en mi mundo, Dios no existe.
Sólo yo.
Prólogo Lex//Lucios/Osdark:
Sobrevolaba ágilmente la ciudad portuaria. En ese momento entendí que nada iba a cambiar nunca. Mis alas aparecidas de la nada, tras aquel secuestro. Hace unos...seis años, me secuestraron un grupo de personas que supuestamente experimentaron conmigo. Tras esto, no recuerdo nada de mi pasado. Sólo a mi madre. También hay ciertas secuelas, mis alas bicolor, y Osdark, la persona que habita dentro de mi desde que "nací".
Tras ser el centro de atencion de aquel lugar por volar como si se tratara de darle una patada a una piedra, me volvió a dominar...
-¿Quá pasa, Lucios? ¿Cuándo harás que nos separen? A mí tampoco me gusta estar en este cuerpo asqueroso -dijo Osdark a su propio cuerpo.
-Aún no he encontrado la forma...dame tiempo. Yo también quiero separarme de ti, no es agradable estar contigo-contesté desde dentro de el.
Sobrevolamos de nuevo la ciudad en dirección a otra ciudad, quizá ahí alguien pueda ayudarme... Ayudarnos.
Prólogo de Choco//Flora:
-Perfecto, y ahora... no te muevas... –dije para mí misma. Pulsé el boton de disparar y salió un potente flash. El pájaro, asustado, salió volando rápidamente, escapando de la luz que lo había cegado. Me maldije a mí misma por haber olvidado desactivar el flash de la cámara. Sacudí la cabeza, sonreí y seguí andando en busca de una buena foto.
El bosque no era muy oscuro. El sol se filtraba entre las ojas de los espesos árboles que habían florecido. El césped era de un color verde intenso donde brotaban pequeñas flores de diferentes colores. Por un momento, decidí olvidar el trabajo de ciencias y simplemente decidí dejarme llevar por la brisa que corría. Llegué a un claro donde había un pequeño lago en medio. Me agaché y miré en las aguas. Vi mi rostro reflejado: Tenía los cabellos largos alborotados y mi vestido azul se movía ágilmente. Me sujeté el sombrero con cuidado.
“A por ella”, escuché en mi mente. En un acto reflejo, me agaché y me puse las manos en la cabeza. Vi cómo Reno pasaba a través mío y caía al agua. Asustada, me levanté y le miré con horror. Vi como él salía del agua y miraba en todas partes. Pero, ¿es que no me veía?. Me miré en el agua, pero no vi mi reflejo. Asustada, eché a correr, abandonando a Reno e intentando olvidar aquella pesadilla.
Versión PDF de los capítulos/prólogos (a petición indirecta de Habimaru/) [Actualizado. A partir del cap 21, sólo se actualizarán cada 5 capitulos]:
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http://issuu.com/zeroindefinido/docs/lo_que_somos_021
Lo Que Somos actualizado hasta el capítulo 21. No incluye formato, corrección ortográfica, ni autor por capítulo.
Lo Que Somos actualizado hasta el capítulo 21. No incluye formato, corrección ortográfica, ni autor por capítulo.
Non-Original SoundTrack (NOST):
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http://www.megaupload.com/?d=DVWE36ZM
Agradecemos infinitamente a Death, por la carátula y a Axelpower, por haberme ayudado con la NOST.
Fichas de personajes:
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Nombre: Edward // Ed (Versión 2.0 xD)
Sexo: Masculino
Edad: 17
Ocupación: Estudiante
Intereses: Ver las nubes moverse. Escuchar música en sus audífonos (con suerte, consiga unos durante la historia =D). Practicar sus poderes ígneos y telekinéticos.
Descripción física: De complexión y estatura promedio. Rubio, con ojos marrones y, generalmente, con una expresión en el rostro que dice "Todo me importa un comino". Durante toda la historia, lleva su uniforme escolar como ropa de batalla.
Descripción psicológica: Indiferente a la mayoría de las cosas. Odia a la sociedad, es desconfiado y bastante vengativo. En cuanto comienza su viaje, su personalidad comienza reformarse poco a poco, por lo que cerca de la mitad de la historia, ha cambiado por completo: Alegre, bromista y juguetón. Decide dejar atrás el egoísmo y abrirse más, siendo más solidario y empático. Cabe decir que sus poderes le hicieron desarrollar una aversión natural al agua; a pesar de que no le teme, los espacios grandes de dicho líquido le ponen nervioso.
Poderes: Controlar el fuego. Solamente es capaz de producir calor, no es capaz de disminuirlo. Al contrario de lo que muchos piensan, su temperatura corporal es completamente normal, excepto en situaciones de peligro, en los cuales se activa una especie de defensa natural que le hace aumentar su temperatura corporal a los 100 Cº.
También tiene telepatía, siendo capaz de comunicarse o leer los pensamientos. Es capaz de controlarle una vez está "encendido", pero no es capaz de activarlo. Debido a su papel como telépata del grupo, comienza a controlar el poder con menos esfuerzo. Cabe decir que al leer la mente, el individuo no nota que el chico se ha introducido en su cabeza, excepto si el telépata inicia comunicación definida. ¿Qué quiere decir esto? Es capaz de plasmar una imagen, una palabra, un sonido, etc, sin que el leído lo note.
A lo largo de la historia, desarolla una débil telekinesis. Es capaz de mover objetos con el simple hecho de concetrarse y dirigir la energía con los ojos (Es decir, necesita mantener contacto visual). Su límite son objetos más pesados que él, y no es capaz de moverles a una velocidad significativa (pero sí suficiente para golpear).
Nombre: Trinth Kanahan
Sexo: Femenino
Edad: 17
Ocupación: Cantante punk (estudios cuando tiene tiempo)
Intereses: la música y aprender cosas nuevas.
Descripción física: Su pelo es totalmente negro con reflejos azules, seguramente sea teñido ya que sus ojos son amarillentos, lo que le otorga una mirada que exige respeto. De piernas muy largas, es flaca sin llegar a ser huesuda, de formas elegantes. Su ocupación le exige una renovación de look casi continua, con cortes de pelo modernos, pero su estilo siempre se encuentra acorde con la música que canta.
Descripción psicológica: Tiene muchísima fuerza y la refleja cuando se sube a un escenario. Su ocupación la obliga a mostrar una cara amable ante la gente , jovial y una actitud roquera. Sin embargo, ella es una persona algo distante, fría y desconfiada.
Poderes: Teletransporte, memoria fotográfica y regeneración.
Nombre: Ax // Axel
Sexo: Masculino
Edad: 16
Ocupación: Estudiante
Intereses: Escuchar música y todo lo relacionado con el fútbol, y sobretodo, con el Manchester United.
Descripción física: Alto, con pelo negro y desordenado y ojos marrones. Ni gordo ni delgado, sino normal.
Descripción psicológica: Es muy pensativo y le gusta reflexionar tranquilamente de vez en cuando. A veces es un poco solitario, aunque siempre hace todo lo que puede por ayudar a las personas a las que aprecia.
Poderes: Controlar el tiempo, tanto cronológico como meteorológico. También tiene poder sobre los demonios, siendo capaz de invocar al mismísimo Satán.
Sexo: Masculino
Edad: 17
Ocupación: Estudiante
Intereses: Ver las nubes moverse. Escuchar música en sus audífonos (con suerte, consiga unos durante la historia =D). Practicar sus poderes ígneos y telekinéticos.
Descripción física: De complexión y estatura promedio. Rubio, con ojos marrones y, generalmente, con una expresión en el rostro que dice "Todo me importa un comino". Durante toda la historia, lleva su uniforme escolar como ropa de batalla.
Descripción psicológica: Indiferente a la mayoría de las cosas. Odia a la sociedad, es desconfiado y bastante vengativo. En cuanto comienza su viaje, su personalidad comienza reformarse poco a poco, por lo que cerca de la mitad de la historia, ha cambiado por completo: Alegre, bromista y juguetón. Decide dejar atrás el egoísmo y abrirse más, siendo más solidario y empático. Cabe decir que sus poderes le hicieron desarrollar una aversión natural al agua; a pesar de que no le teme, los espacios grandes de dicho líquido le ponen nervioso.
Poderes: Controlar el fuego. Solamente es capaz de producir calor, no es capaz de disminuirlo. Al contrario de lo que muchos piensan, su temperatura corporal es completamente normal, excepto en situaciones de peligro, en los cuales se activa una especie de defensa natural que le hace aumentar su temperatura corporal a los 100 Cº.
También tiene telepatía, siendo capaz de comunicarse o leer los pensamientos. Es capaz de controlarle una vez está "encendido", pero no es capaz de activarlo. Debido a su papel como telépata del grupo, comienza a controlar el poder con menos esfuerzo. Cabe decir que al leer la mente, el individuo no nota que el chico se ha introducido en su cabeza, excepto si el telépata inicia comunicación definida. ¿Qué quiere decir esto? Es capaz de plasmar una imagen, una palabra, un sonido, etc, sin que el leído lo note.
A lo largo de la historia, desarolla una débil telekinesis. Es capaz de mover objetos con el simple hecho de concetrarse y dirigir la energía con los ojos (Es decir, necesita mantener contacto visual). Su límite son objetos más pesados que él, y no es capaz de moverles a una velocidad significativa (pero sí suficiente para golpear).
Nombre: Trinth Kanahan
Sexo: Femenino
Edad: 17
Ocupación: Cantante punk (estudios cuando tiene tiempo)
Intereses: la música y aprender cosas nuevas.
Descripción física: Su pelo es totalmente negro con reflejos azules, seguramente sea teñido ya que sus ojos son amarillentos, lo que le otorga una mirada que exige respeto. De piernas muy largas, es flaca sin llegar a ser huesuda, de formas elegantes. Su ocupación le exige una renovación de look casi continua, con cortes de pelo modernos, pero su estilo siempre se encuentra acorde con la música que canta.
Descripción psicológica: Tiene muchísima fuerza y la refleja cuando se sube a un escenario. Su ocupación la obliga a mostrar una cara amable ante la gente , jovial y una actitud roquera. Sin embargo, ella es una persona algo distante, fría y desconfiada.
Poderes: Teletransporte, memoria fotográfica y regeneración.
Nombre: Ax // Axel
Sexo: Masculino
Edad: 16
Ocupación: Estudiante
Intereses: Escuchar música y todo lo relacionado con el fútbol, y sobretodo, con el Manchester United.
Descripción física: Alto, con pelo negro y desordenado y ojos marrones. Ni gordo ni delgado, sino normal.
Descripción psicológica: Es muy pensativo y le gusta reflexionar tranquilamente de vez en cuando. A veces es un poco solitario, aunque siempre hace todo lo que puede por ayudar a las personas a las que aprecia.
Poderes: Controlar el tiempo, tanto cronológico como meteorológico. También tiene poder sobre los demonios, siendo capaz de invocar al mismísimo Satán.
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Tabla de Faltas:
Zero x0
Axelpower x0
Narrador x0
Akane x0
Kiba x0
Gente que recordaremos:
Maestra de la Muerte - Camilla (Fuera por ausencia extrema)
Lex-Phoenix/Zoroastro Lilit - Lucios & Osdark (Fuera por no responder a la renovación de escritores)
Choco - Flora (Fuera por voluntad propia)