Capítulo 5 - Project “Psique”
Felix respiraba un aire frío y demasiado limpio. A lo lejos podía escuchar un rítmico pitido, y un sonido que le pareció una conversación de varias personas hablando en un susurro.
Abrió los ojos lentamente. El aire frío provenía de dos tubos de plástico que entraban por sus fosas nasales, y que estaban conectados a un tanque plateado con un anillo de color verde, el cual seguramente contenía oxígeno. Por otro lado, el pitido era producto de un aparato que le medía el pulso por medio de una pequeña pinza que llevaba en el dedo corazón.
Felix no tenía ganas de ser molestado, así que fingió seguir dormido mientras contemplaba su entorno.
Primero miró hacia arriba. Una solitaria pero brillante lámpara le hizo retirar la mirada y girar su cabeza hacia un lado, cosa que no pasó desaparecibida, pues dos de los individuos voltearon para ver si le sucedía algo. Felix cerró inmediatamente los ojos y les ignoró.
Ahora que estaba de costado, se dedicó a contemplar otros aspectos de la habitación. Su cama era blanca, al igual que la almohada y manta, muy parecida a las que estaban en la enfermería. El cuarto, en cambio, no se parecía en nada a la enfermería, pues era individual y las paredes, en lugar de estar pintadas de blanco, eran de color durazno suave.
A un costado de la cama había una pequeña mesa de noche. En ella descansaban sus pertenencias: Su billetera, algunas monedas, su teléfono, y algunas cosas sin importancia, como un par de vendas, un vaso de agua... ¿Un revólver?
Indudablemente, había un arma sobre la mesa. Era distinta a las demás, pues el armazón, cañón y cilindro parecían estar hechos de cristal. Los mecanismos del arma quedaban al descubierto, al igual que las cámaras del cilindro. Dentro de éstas no había ninguna bala, sino una sustancia líquida de color verde que Felix no pudo reconocer.
—¡Ah, ya ha despertado! —señaló alguien, al ver que Felix se sentaba sobre la cama para examinar mejor el revólver. Dicho esto, cinco individuos se acercaron al muchacho, rodeándole por doquier.
—¿Cómo te encuentras, Felix? —preguntó uno de ellos. El chico no respondió; solamente le fulminó con la mirada. Era el doctor Robinson.
Y no era el único conocido. Del lado contrario al doctor, quien era el más cercano a Felix por la derecha, se encontraba un hombre que todos los alumnos conocían: El director Reynolds. Frente a Felix, al pie de la cama, se encontraba Mike. El chico no se sorprendió en absoluto al verle metido en aquella habitación.
—Felix, ¿te acuerdas de lo que pasó ayer por la tarde? ¿Recuerdas cómo quedaste inconsciente? —preguntó Reynold.s
Por supuesto que lo recordaba. El tiempo se había detenido, finalmente había visto a las sombras, y había luchado contra ellas usando... usando su...
—Psique... —susurró Felix. La habitación se llenó con un silencio un poco incómodo. Mike, sin embargo, lo rompió con una carcajada.
—¡Anda, éste sí que ha sido directo! —rió el chico—. Si hasta el nombre sabe. Se ve que has estado un buen rato escuchando, ¿eh, F?
—Michael. —cortó el director. Mike se disculpó y retomó su actitud seria—. Felix... ¿Qué me dirías si te digo que hay dos planetas Tierra?
—Diría que parece algo sacado de una mala película de Hollywood. —respondió el chico, mientras observaba a los otros dos desconocidos.
El primero, a la derecha de Felix, era un chico con cabello rubio. Lo llevaba peinado hacia los lados, a manera de cascada, y le caía hasta media nuca. Sus ojos eran de color azul y, a conjunto con su pequeña boca, formaban en su rostro una mueca de indiferencia.
El segundo individuo se encontraba a la izquiera de Reynolds. Tenía el cabello largo, alborotado y completamente negro, con brillos de color azul en algunos sitios, especialmente en el largo mechón que le cubría el ojo izquierdo por completo. El otro, que sí era visible, era de color verde.
—¡Pues entonces comienza a estudiar actuación, Felix! —bromeó el doctor Robinson, para luego reírse de su propio chiste. El resto de la habitación lo miró con un poco de lástima.
—Como bien te ha dicho ya el director, hay dos... No Tierras, sino dos Port Lagune’s. —explicó el rubio, con una voz casi mecánica. Casi parecía que había ensayado lo que le estaba explicando a Felix.
—En una de ellas, claro, vivimos nosotros. —continuó Mike—. Pero en la otra... Bueno, seguro que ya lo has visto.
—Aquellas sombras con las que te enfrentaste, ¿las recuerdas? —sentenció el chico con el cabello teñido. Tenía una voz un poco gruesa, que denotaba seriedad y autoridad el mismo tiempo. Por otro lado, podía ser que también expresara apatía e indiferencia.
—Sí, las recuerdo. —respondió Felix.
—Son habitantes del otro universo, el otro Port Lagune. Las llamamos Corrupted’s.
—Los Corrupted’s son incapaces de entrar a nuestra dimensión, al igual que nosotros, que no podemos penetrar a la suya. —explicó Reynolds.
—En cambio, dividen sus moléculas. Al ocurrir dicha división, la mitad de sus componentes viajan a nuestro universo. —señaló Robinson, mostrando sus dos manos, una separada de la otra. Después las entrelazó y continuó—: Las moléculas no se vuelven a juntar, pero sí ocurre una conexión. Con esto, los Corrupted’s entran a una especie de limbo, al que solemos llamar la zona.
—Y allí es cuando hacen de las suyas. —apuntó Mike—. Se dedican a seguir humanos, y a comerse sus sentimientos.
—¿¡Se los comen!? —exclamó Felix, incrédulo.
—En realidad, no sabemos si en realidad se alimentan de ellos, puesto que es físicamente imposible. Pero también lo es el Psique, ¿no? Muchas cosas no tienen explicación, Felix. —señaló el director.
—Pero hemos comprobado que sentimientos fuertes, como el amor verdadero o la furia extrema, les atraen más.
—¿También el amor? —preguntó Felix, un poco atónito.
—No sólo los sentimientos negativos los atraen. Esto no es un videojuego o una película, aunque bien podría serlo. —respondió el rubio—. Una persona con sentimientos poderosos suele atraer a más de un Corrupted.
—Y allí es cuando viene lo malo. —dijo el chico del cabello teñido—. Una persona puede pasar toda su vida con un Corrupted a su lado sin que le suceda nada. Pero si un individuo entra en contacto con dos o más Corrupted’s durante cierto periodo de tiempo, desarrolla algo llamado “Lagune” Syndrome.
—Alucinaciones y delirios. Comportamiento agresivo, tendencias suicidas, esquizofrenia crónica... —enlistó Robison—. Y lo que desconcierta a los médicos: El iris de color amarillo.
—No hay cura, no hay porqué... Excepto para nosotros. —dijo Mike, y luego guiñó su ojo—. Una vez el síndrome comienza desarrollarse, no para jamás. Y la última fase es... el viaje. Los pacientes desaparecen y nadie les encuentra jamás.
—Se van al limbo, la zona. Allí los Corrupted’s les atrapan y les convierten en uno más.
—Y esa es nuestra misión. —explicó el director Reynolds—. Como Project “Psique”, o PP, estamos encargados de detenerles... y a largo plazo, deshacernos de ellos para siempre. También solemos rescatar a los desaparecidos, aunque la única manera de curarles es vencerles cuando se encuentran en la transformación de humano a Corrupted.
Felix se tiró en la cama. Ya no sabía qué pensar.
En resumen, las sombras venían de otra dimensión a un limbo desde el cual se alimentaban de sentimientos. Desde dicho lugar, podían influir en una persona y arrastrarla hasta convertirla en un Corrupted más. Y ese extraño club de elite, Project “Psique”, se encargaba de combatirles.
—Nos encantaría tener tu ayuda, Felix. —dijo el director—. Puedes aprovechar tu poder, te enseñaremos a usarlo...
Felix miró a todos los presentes. Le sonreían, especialmente Mike.
—Mike... ¡Tú estabas metido en todo esto! —acusó Felix, señalándole con el dedo.
—¡Pero claro que lo estaba! ¡No puedes culparme por no revelar nada! ¿Cómo iba a decírtelo sólo así? ¡Es un secreto internacional!
—Es cierto, Felix. No puedes culparle. —expresó el doctor Robinson.
—De acuerdo, de acuerdo... Antes quiero que me respondáis algunas preguntas. —pidió Felix.
—Bien, pregunta lo que quieras. —aceptó Reynolds.
—¿Qué es el Psique? —comenzó el chico, expresando así la pregunta que había rondado en su cabeza durante toda la reunión.
—Es una representación física de tu alma. Por lo tanto, varía entre cada individuo. Por ejemplo, según Mike, tu Psique es de aire, mientras que el de él es de fuego. El de estos dos —señaló a los dos chicos desconocidos— son de electricidad y oscuridad.
—Y supongo que es lo único que daña a los Corrupted’s. —terminó Felix. Reynolds asintió con la cabeza—. ¿Hay más miembros del PP?
—Sí. —respondió el rubio—. Mi hermana Samantha y un chico llamado Vince. Sonido y tierra, respectivamente. Por si te lo preguntas, el director y el doctor no pueden usar un Psique, aunque lo hicieron alguna vez.
—Muy cierto. Gracias por apuntarlo, Ethan. —concordó Robinson—. Con los años se pierde la habilidad de manifestar el Psique. Generalmente nadie pasa de los veintiún años con su Psique intacto. El poseedor más viejo que conocemos tenía veintitrés años, y lo perdió unos meses después.
—Sin embargo, la habilidad para ver a los Corrupted’s jamás se pierde. —interrumpió el director—. Puede dañarse, como cualquier parte del ojo y oído, pero continúa allí hasta el fin de nuestros días.
—¿Como otra parte del ojo? —inquirió Felix.
—La habilidad de ver y oírles es producto de una evolución de tu sistema. —respondió Robinson—. El ojo desarrolla un segundo párpado compuesto de tejido membranoso y transparente que te permite captar otro tipo de luz. Empieza como una membrana, como ya lo he dicho, tal y como la que tienes en los ojos.
Felix recordó la pequeña capa transparente que se había visto en el ojo cuando le revisaron en la enfermería.
—Seguirás notando cómo crece y crece. —continuó Robinson—. Dentro de unos días, tal vez el domingo, el músculo ya estará completo, y podrás abrir y cerrar la membrana como cualquier párpado.
—O sea que puedo dejar de ver a los Corrupted’s... o bueno, todavía no.
—Efectivamente. Por otro lado, no podrás hacer lo mismo con el nuevo componente de tu tímpano. Aunque no les veas, siempre les escucharás.
—Por suerte no son muy ruidosos. —apuntó Mike—. Sólo aúllan cuando algo sucede, como cuando uno de nosotros entra a la zona, o cuando se da una desaparición.
Felix tardó un poco en plantearse la siguiente pregunta. Finalmente, levantó su mano derecha y preguntó:
—¿Qué con la marca de luz?
—Ésa es natural, nadie la crea. Empieza a aparecer cuando el Psique latente comienza a despertar. —explicó el chico de cabello teñido—. Tiene forma de triángulo con un círculo en la punta, no sé si lo hayas visto... Generalmente es invisible, pero comienza a brillar si expones tu Psique o si entras en contacto con otro poseedor... o ex-poseedor. Cuando estés en la zona no parará de brillar.
—Cuando sospechamos que alguien tiene un Psique latente, solemos hacer lo posible por tocarle. —dijo Mike—. Luego nos miramos la mano, y si brilla, es que lo tiene. Por desgracia, eso sólo sucede cuando al Psique le falta poco para aparecer, alrededor de una semana.
Felix se miró la mano, y sólo por curiosidad, jugueteó un poco con el aire. Tal y como le habían dicho, la marca comenzó a brillar con una tonalidad azul. Como si fuese una cicatriz, podía verse la figura en su piel. Era un triángulo equilátero, y en el vértice superior tenía un círculo. Era, en realidad, bastante simple.
—¿Y que gano yo? —preguntó el joven, un poco pícaro—. ¿Me pagan? ¿Me dan premios? ¿O se supone que tengo que hacer esto por la caridad?
Los chicos se miraron entre ellos. El doctor y el director, en cambio, solamente sonrieron.
—Bueno, eso es algo nuevo. —sentenció Robinson—. Generalmente los muchachos están ansiosos por ser héroes y probar sus poderes, y no les interesa lo demás... ¿No, Mike?
El nombrado soltó una risa nerviosa.
—Pero supongo que el PP tomará mucho de mi tiempo. —manifestó Felix—. ¿Qué hay de las clases? No pueden culparme si bajo mi promedio de la nada, o si falto a clase más veces que los estudiantes comunes.
—Tenemos todo arreglado, Felix. —dijo el director—. No podemos descuidar los estudios, por lo que te daremos una beca. Cubre al 100% los pagos por el colegio y el material, incluido el uniforme. También te damos una cuenta personal en el centro de computación, préstamos extendidos en la biblioteca, tu límite de faltas a clase se extiende... Sin embargo, nada de puntos extra en tus asignaturas.
—Si el PP te llama en medio de una clase, es tu obligación ir. —señaló Mike, con una sonrisa pícara—. Por supuesto, será un poco inoportuno que estés en tu casa, a equis minutos de distancia, mientras un tío con el síndrome intenta matar a su esposa en medio de la calle.
—Por eso es tu obligación vivir en la academia, en la sección A de los dormitorios. —manifestó el rubio, supuestamente llamado Ethan—. Aunque no lo creas, la escuela está en un punto estratégico de la ciudad.
—¿Otra pregunta, F? —inquirió Mike.
Felix negó con la cabeza, pero pidió un poco de tiempo para pensar. Por un lado, estaba el hecho de que no quería descuidar los estudios, además de que le parecía demasiado riesgoso. Por el otro, tenía muchas ganas de controlar su poder, y la beca del 100% era el sueño de la mayoría de los estudiantes.
—Acepto, pero sólo porque mi habitación es pequeña. —acto seguido, le dio un apretón de manos al director Reynolds. Repitió el gesto con el doctor Robinson, y luego con el chico de cabello teñido.
—James Reynolds. —dijo, un poco seco, tendiéndole la mano. Una vez Felix le respondió, el joven se apresuró a dejar la habitación, junto con el director y el médico.
—Y yo soy Ethan Parker. Es un placer tenerte de compañero. —se presentó el rubio, dándole un amistoso apretón de manos a Felix. Acto seguido, le dio la bienvenida a Felix, se disculpó y dejó la habitación también.
Felix y Mike chocaron las palmas, entre risas. Felix le dio espacio a su amigo para que se sentara en la cama; el chico entendió el gesto y aceptó.
—Mira qué coincidencia. El pequeño nerd novato que refugié bajo mi ala es un poseedor de Psique. Ahora ya sabes el porqué de mi comportamiento sospechoso, F.
—Supongo que me probabas. —dijo Felix.
—Ajá. El primer día fue sólo para tocarte, y funcionó, la marca brilló. Cuando nos inscribimos a los clubes simplemente quise guardar el secreto del PP, pero soy un poco malo para eso. Digo, ¿a quién no le gustaría gritarle al mundo que puede hacer fuego y que pelea con seres de otra dimensión?
—E intentaste ver mi segundo párpado, ¿no? —inquirió el chico. Mike le felicitó por su teoría y asintió.
—Después... Cuando terminamos la reunión de teatro, te seguí hasta el parque. Estando allí, vi que entraste a la zona, pero para cuando yo lo noté y entré, tú ya habías recorrido todo el camino hasta tu casa.
—Es cierto... Cuando alguien entra a la zona, ¿no ha pasado mucho tiempo en ella para cuando vosotros entráis? —preguntó el chico.
—Sí, pero para eso tenemos tecnología. El padre de James, el director, está forrado de dinero. Tenemos una... una cosa que detecta cuando se abre un agujero... ¿Cómo le decían? ¿Espaciador... tiemporal...?
—Espacio-temporal. —corrigió Felix.
—Sí, bueno. Esa cosita, que generalmente llevamos en el antebrazo como muñequera, detecta el agujero en cuestión de nanosegundos, y obliga a nuestro sistema a entrar a la zona mediante una sustancia con un nombre bastante largo. Aún así, ya han pasado por lo menos cinco minutos en la zona cuando entramos.
—Entonces... Si me quedo el tiempo suficiente en la zona, el tiempo avanzará para mí también, aunque muy lento, ¿no?
—Sí. Pero... ¡Oh, no te lo dijimos! Supongo que notaste que con apenas moverte tu cuerpo arde con el ácido. Si te quedas durante mucho tiempo, tu sistema desarrolla secuelas muy graves. Incluso puedes llegar a morir.
Felix tragó saliva. No lo había dicho, pero ciertamente su cuerpo le seguía doliendo. Y mucho. Era como si hubiera pasado horas haciendo ejercicio.
—Duramos alrededor de diez minutos... ¡Oh! Y agradece que resistes la fricción. Si una persona sin Psique o sin el síndrome llegara a entrar a la zona, se derretiría al echar a correr.
Felix imaginó la escena y no pudo evitar sentir pena por el pobre hombre imaginario que había entrado a la zona.
El chico volvió a mirar en dirección a la mesilla de noche, y pudo ver el revólver transparente. Había olvidado preguntar por él cuando le habían dado la oportunidad, por lo que dijo:
—Mike, ¿qué con ese revólver? Tiene... algo raro dentro.
El chico miró hacia donde Felix estaba señalando. Lo tomó con la mano y se lo dejó a Felix en el regazo.
—Pruébalo, es tuyo. Eso sí, apunta a aquella parte de la habitación. —Mike señaló al lado izquierdo de la cama, donde no había nada más que una pequeña y solitaria ventana.
Felix apuntó y, con la emoción recorriendo su cuerpo, apretó el gatillo.
Una fuerte corriente de aire sacudió a los muchachos. Felix hizo lo posible para no caerse de la cama, mientras que Mike solamente dejó salir un “¡¡Wujúuu!!”.
—¿¡Pero qué ha sido eso!? —preguntó Felix, entre sorprendido y asustado.
—Es tu Psique, colega. Te lo hemos sacado mientras dormías, es algo de rutina. Tenemos que extraer una muestra con un aparatito cada miércoles, y meterlo en un revólver vacío. Ya ves, la magia del dinero.
—Entonces se puede usar como arma, supongo.
—Exacto. Por ejemplo, imagina que te encuentras con un Corrupted enorme, uno de ésos que parecen La Mole, y tú sólo tienes energía para hacer tu esfera de aire. Con eso no les matas, ¿verdad?
—¿Hay distintos tipos de Corrupted’s? —inquirió Felix. Sin embargo, Mike le detuvo con un movimiento de la mano y continuó:
—Entonces imagina que tienes un revólver con muestras de mi Psique dentro. ¡¡¡Bum!!! —Felix se sobresaltó—. Ahora gozas con seis oportunidades de prenderle fuego a tu enemigo. Lamentablemente, el grupo de científicos no se las ha arreglado para que mi pistola lance bolas de fuego. Funciona a manera de lanzallamas; es muy triste, la verdad.
—¿Y se encierra de todo aquí? Quiero decir, ¿todo de todo? Hablando del Psique, claro. —Felix levantó el revólver. Con un poco de miedo a activarlo de nuevo, le puso el seguro y lo dejó en la mesa de noche.
—Hmm... El de James, de oscuridad, lanza una especie de onda que deja ciegos a los Corrupted’s, pero no es oscuridad en sí. El de Sammy, la hermana de Ethan, de sonido, produce un chillido que los paraliza. Oh, el de Vince, de tierra, lógicamente no tiene polvillo adentro. Con el de él apuntas al suelo y se forma un pozo, es genial. El de Ethan es un poco inútil, es lo mismo que una pistola de choques, en realidad...
—¿Sólo tenéis de esos?
—Claro que no. ¿Para qué crees que nos los sacamos? ¡Para la posteridad! Y eso mismo pensaban los viejos poseedores de Psique. Tenemos revólveres de miembros muy antiguos, y algunos no tan antiguos. A ver... Tenemos de agua, de plantas (aunque éste es ciertamente inútil a menos que estés en un parque, o algo), de luz, de hielo, de vapor... Hmm... El de gravedad es un tanto interesante, pero sólo tenemos tres revólveres de ése. ¡Ah, claro! ¿Cómo pude olvidarme? El más importante de todos: El revólver de memoria.
—¿De memoria?
—Sí, hay Psique’s así de raros. Hubo uno de voluntad una vez, según el director, pero no había manera de encerrar eso en un revólver. En fin...
>>En dado caso de que aparezca un miembro con un Psique de memoria, no se le manda a misiones demasiado difíciles, y todo lo que hace es descansar. ¿Y para qué? Para pasarse toda su estadía rellenando revólveres con su poder. Es un poco esclavizante, sí, pero muy útil. Con eso le borramos la memoria a terceros; un disparo equivale a unos quince minutos de memoria, por lo que generalmente damos dos disparos por persona para una misión.
—Por cierto... Mencionaste que había otro tipo de Corrupted’s.
—No, no lo mencioné... Lo mencionaste tú. Pero sí, los que has visto son los más comunes, pero no los únicos. Por ejemplo, hay unos con seis brazos, aterradores y muy difíciles de derrotar...
—Uh... Creo que les iré estudiando. —señaló Felix
—Bueno, F, será mejor que descanses mientras puedas. Dentro de nada tus padres vendrán a verte, para ver qué tan grave ha sido el accidente. Después de todo, te has quedado toda la noche en el cole. —Mike le guiñó el ojo y dejó la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
Felix les dedicó una gran sonrisa a sus padres y hermana. Éstos últimos se encontraban sentados en un sillón de tres plazas, en la recepción del dormitorio en el que Felix se había quedado toda la noche.
El lugar no tenía apariencia de dormitorio estudiantil. Parecía más bien un hotel, con elegante pintura, ostentosos muebles y un aura casi profesional.
En las paredes lucía un papel tapiz de color verde oscuro, muy parecido al marrón, con separados y escasos, pero magníficos detalles en dorado. El suelo, en cambio, lucía una mullida alfombra de color rojo vino, mientras el techo solamente había sido pintado con un color perla.
La recepción contaba con dos sillones de tres plazas, uno frente al otro, con una mesa de centro de madera sosteniendo un pequeño florero de cristal entre ellos. Entre los dos sofás, y aún lado de la mesa, había un pequeño sillón de una plaza. Todo el conjunto era de color marrón, con las gruesas costuras de color dorado. Detrás estaba la doble puerta principal.
Frente a la pequeña sala había un largo televisor plano, colgado de la pared. A la derecha había una puerta de cristal, la cual daba a un largo pasillo. Felix aún no sabía a dónde iba, pero sí sabía que la del lado izquierdo iba al comedor. Entre el televisor y el acceso al comedor estaban las escaleras, que eran de caracol y poseían dos brillantes barandales de caoba.
—Queremos saber qué le sucedió a nuestro hijo. —comenzó la Sra. Flynn, mirando al director.
—Seguro que se ha caído y se ha desmayado por el golpe. Mi hermano llega ser muy torpe. —se burló Lily, la hermana pequeña de Felix. Por primera vez en mucho tiempo, el chico no se sintió ni ofendido ni provocado; simplemente soltó una carcajada.
—Si supieras, hermanita... —pensó el chico, observándole con una sonrisa en el rostro.
El director le devolvió la mirada a la familia con sus profundos ojos verdes, se agitó un poco el cabello, que ya se había tornado gris en las sienes, entrelazó las manos, y empezó:
—Su hijo ha quedado inconsciente por cansancio extremo. —dijo simplemente. Miró a Felix, quien estaba sentado a su lado y le dedicó una sonrisa—. Ha sido nuestra culpa, lo lamentamos. El joven se ha esforzado mucho en su club de atletismo, eso sí debo hacérselo notar, madame.
—¿Y por qué no nos llamó usted? ¿Por qué? —inquirió el Sr. Flynn.
—Su compañero, Michael, ya les había avisado del incidente. Supuse que no sería necesario. Me disculpo.
—Lo lamento mucho, señor y señora... —intervino Mike—. Perdonadme si os he hecho preocuparos, no pensé que sería importante para vosotros que un profesor os contactara. Soy muy ingenio...
—¿Y por eso nos has prohibido verle? —continuó el Sr. Flynn.
—¡Oh, no, no, señor, en absoluto! Mis disculpas si ha parecido eso, seguramente no elegí bien mis palabras. Como le comenté por teléfono anoche, Felix despertó, con una ligera deshidratación, cabe decir, y me comentó: “Mike, llámales a mis padres y avísales... Éste es su número”. Luego Felix me dijo: “Que no vengan, no quiero preocuparles. Además, no creo que les dejen entrar a estas horas”. Como buen amigo, le hice caso. Por supuesto, fue una equivocación; como buen amigo, debí haberle desobedecido. Mis disculpas.
El Sr. Flynn contempló a sus interlocutores. El director del colegio sentado en el sofá, con un doctor que parecía no haber acabado sus estudios, y su hijo, que había pasado toda la noche deshidratado. Parados detrás del sofá, estaban tres muchachos. Un “emo”, como solía llamarles su hija Lily, un rubio que no parecía tener interés en absoluto, y el supuesto Michael.
—Háblenos de la dichosa beca... —pidió el hombre, dándose por vencido y dejando detrás el tema del accidente.
—Verá, Sr. Flynn, su hijo tiene un enorme talento para el estudio y los deportes. Su examen de admisión nos sorprendió, al igual que todos sus trabajos y deberes de esta semana. Es un excelente corredor, me parece que es capaz de romper el récord del colegio, y tiene la intención de obtener el papel protagónico en la obra de la academia. Además, posee un gran talento para las artes marciales.
—¿¡Artes marciales!? —se sorprendió Felix, aunque se quedó callado.
—¿Y cómo descubrieron su... talento? —preguntó Lily—. Quiero decir, Felix no se ha inscrito a ningún club de karate, o algo por el estilo.
—Lily, no te metas en asuntos de los adultos... —le regañó su madre.
—Bueno... No sonará muy bien, pero sorprendimos a su hijo luchando con un alumno. —explicó el doctor Robinson. Felix tragó saliva. Jamás, en toda su vida, se había metido en ningún pleito, ¿y ahora esperaban que le creyeran tal excusa?
—Felix es un muchacho que evita la violencia, ¿por qué se pelearía? —preguntó el Sr. Flynn, tornando así los temores de Felix en una realidad.
—Los adolescentes son así, Sr. Flynn. Suelen tener cambios repentinos de humor y, en el caso de los varones, una afición por la violencia. Felix está en una etapa en la que tanto su personalidad como su cuerpo están evolucionando y...
—El chico ya tiene dieciséis, ¡por Dios! —exclamó el Sr. Flynn—. Me parece que ya es lo suficientemente mayor para tener esos cambios de humor, ¿no?
—No, señor, es algo completamente normal a esta edad. Créame, lidio con jóvenes a diario.
—Pero no nos desviemos del tema, señores... —intervino Reynolds—. Hablemos de la beca del muchacho. La escuela está dispuesta a otorgarle una beca completa, incluyendo los materiales y el uniforme, con la condición de que participe en el club.
—¿Club de... artes marciales? —preguntó la Sra. Flynn. Su voz tembló un poco cuando lo dijo.
—Así es. Todo el material lo tenemos aquí, y su hijo puede practicar en el gimnasio cuando lo desee. Sin embargo, tenemos una condición...
—Su hijo debe permanecer en el dormitorio. —explicó Robinson—. Por supuesto, no le retendremos. Podréis visitarle cuando queráis, y el no está obligado a pasar todo el día aquí. Sin embargo, sí le necesitaremos durante las tardes y los sábados
Los padres de Felix se miraron, como manteniendo una conversación inaudible. Lily no parecía estar muy interesada, el techo parecía llamarle más la atención que la reunión que se llevaba a cabo.
—Michael... ¿Tú que opinas? ¿Te gusta vivir aquí? —preguntó la madre de Felix. Mike no dudó ni un segundo, y asintió con la cabeza.
—Tenemos todo lo necesario aquí, y es una experiencia sin igual. No tenemos que pagar en la cafetería, y tenemos servicio de lavandería, por lo que todo está cubierto. Además, tenemos al alcance la biblioteca, el centro de computación... Oh, y estando tan cerca, nunca llegamos tarde a clase.
—¿Y tus padres?
—Papá y mamá vienen a visitarme dos días cada semana, durante la tarde. Siempre tenemos el domingo libre, por lo que suelo quedarme con ellos ese día. Oh, y muchas veces me salto la hora de comer y voy a casa con mi familia.
Una vez más, los padres de Felix se miraron. Asintieron, y se levantaron de sofá, seguidos por su hija.
—Si es lo que quieres hacer, hijo... —dijo su madre.
—¿Te... quedas, Felix...? —preguntó el Sr. Flynn, un poco inseguro. Después de todo, estaban dejando a su hijo, y probablemente casi no le verían.
A Felix se le pasó por la cabeza la probabilidad de irse, pero pensó en aquellas sombras que le habían atacado.
—[i]Corrupted’s...[/i] —pensó el muchacho, con furia. Dios no quisiera que las siguientes personas con “Lagune” Syndrome fuesen sus padres y hermana. Completamente seguro, el chico dijo en voz alta—: Me quedo.
Felix cerró su segundo párpado. Tres Corrupted’s, semi-transparentes, rondaban por el pasillo del colegio.
Ya era lunes. El tercer día desde que Felix se había unido al PP. Tal y como se hacía cada semana, al chico se le encomendó una limpieza de los primeros dos pisos del edificio escolar, mientras que Ethan se encargaba de los superiores.
Recordando su posición, el muchacho entró a la zona. Sintió una breve distorsión del espacio, pero desapareció en unos momentos. Los Corrupted’s soltaron un aullido al verle en el limbo.
Felix saltó, a la par que soltaba una corriente de aire para tomar impulso extra. Pasó por encima de las criaturas, dio una voltereta, y volvió a caer de pie. El muchacho formó un orbe de aire y se lo lanzó a uno de los seres. Otro saltó e intentó rasguñarle, pero el poseedor de Psique formó una esfera de viento y repelió el ataque.
Sacó el revólver de Psique de fuego del cinturón , apuntó a los dos Corrupted’s que estaban en el suelo y disparó. De la punta del arma brotó una lengua de fuego, que redujo a las sombras en cenizas.
Felix dio media vuelta y le dio una patada circular a la criatura restante, tal y como James le había enseñado el sábado anterior en el gimnasio privado del dormitorio. El Corrupted saltó, intentando llevarse al chico de encuentro, pero éste último formó un orbe de aire y se lo lanzó al pecho, haciendo que el ser se desviara y fuese a estrellarse contra el techo.
—Recuerda que son la contraparte humana. Son básicamente lo mismo que nosotros.. Por lo tanto, tienen las mismas debilidades. —le había dicho James durante su sesión de entrenamiento el sábado.
Felix le clavó su pequeño puñal en el corazón al Corrupted, terminando así con la limpieza del piso.
Regresó a su posición inicial, y luego salió de la zona.
—¡Felix! —saludó una voz femenina desde el final del pasillo. El chico se limpió el sudor y notó que no se había guardado el puñal, por lo que rápidamente lo deslizó al interior de su manga.
—¡Ah, Vanessa! —exclamó Felix, al ver como la chica se acercaba para saludarle.
—De verdad, no sé qué es lo que haces para sorprenderme. —expresó la chica—. Siempre hay algo nuevo en ti... o acerca de ti.
—-¿Ah, sí? —inquirió el chico, sonriente.
—¡Acabo de enterarme que entraste al PP! Ahora podré saber qué hacen y el porqué de ese nombre tan... Bueno, PP, no hace falta decirlo.
—Pues no. Tengo prohibido decir lo que se hace en el club. Por eso es exclusivo. —acto seguido, Felix guiñó su ojo y echó andar hacia la salida, con Vanessa siguiéndole.
PP
Septiembre 2010.
James Reynolds.
Ethan Parker.
Samantha Parker.
Vince Miller.
Michael Johson.
Felix Flynn.