Por los andares cercanos de un bosque se podía ver en medio de un campo de césped una carta clavada en el suelo, inmóvil e impotente ante el tiempo. A su alrededor no se oía nada, ni siquiera los grillos incesantes que, con insistencia, hacían vibrar sus patas para hacer tan “molesto” y a la vez “agradable” sonido que les caracteriza. De golpe y sin previo signo de ello, la carta desaparece, en su lugar, una figura masculina de tonos oscuros aparece, era un chico de mirada vacía, que no dejaba escapar ningún sentimiento; pelo negro y enredado que tapaba levemente, como si de una caricia se tratase, a sus ojos; y altura imponente. El joven chico no parecía que tuviera la intención de empezar a caminar a ninguna dirección y se distraía contemplando con serenidad el bosque cubierto con el cielo de la noche. La única luz visible eran las estrellas y la luna, que dejaba relucir una tenue luz entre las ramas de los árboles y formaban extrañas y sombrías formas en el suelo del bosque. El joven miró a su alrededor y empezó a examinar donde estaba y los alrededores del bosque que parecía dejado de la mano de Dios. Era una zona aislada de la civilización y con mucha vegetación. No se escuchaba absolutamente nada, lo cual alegraba en cierta parte al joven, que le gustaba cubrirse en el silencio y permanecer taciturno e invisible a lo que le rodeaba.
De improvisto, el joven empezó a caminar sin ninguna dirección en especial, haciendo crujir las ramas del suelo con cada paso. No parecía dar ningún signo de vida y se limitaba a caminar lentamente y a paso regular por el bosque. En un instante, los grillos continuaron con su ``melodía´´ nocturna. La presencia del joven no parecía inquietar en absoluto a la fauna que habitaba el bosque por la noche, al contrario, les tranquilizaba con su extremo silencio y no les importaba el crujido que hicieran las ramas que pisaba. Allá por donde iba, reinaba el silencio como si fuera una capa solitaria que se extendía por cada recóndito lugar del bosque por el que el joven pasaba.
A la vez que realizaba su paseo nocturno se podían distinguir cada sonido del bosque: el canto de los grillos, los murmullos de los búhos y el chillido de los murciélagos que rondaban el cielo.
El joven todavía no sabía hacia donde debía dirigirse y se limitaba a caminar en línea recta esquivando los árboles y parándose de vez en cuando girando la cabeza como buscando algo.
De repente una brillante luz iluminó el cielo nocturno y provocó que los murciélagos huyeran en dirección contraria de su procedencia, temiéndola e intentando evitarla a toda costa. Fue un fogonazo por unos instantes e hicieron que las pupilas del joven se cegaran, haciendo que luego le costaran volver a acostumbrarse a la oscuridad.
No sabía de dónde había venido pues le había cogido de improvisto y había cubierto el bosque entero como si hubiera venido de sus mismos pies. Por alguna razón que desconocía, ese resplandor le resultaba bastante familiar así que intuyó que debería buscar la procedencia del mismo.
El joven una vez más se puso en marcha, intentando divisar algo que le permitiera adivinar el origen de esa inmensa luz. Cuando miró al cielo, pudo divisar a duras penas (ya que sus ojos todavía estaban poco acostumbrados a la oscuridad) oscuras figuras entre el cielo de la noche. Eran murciélagos que estaban huyendo del reciente fogonazo que les había sorprendido hace escasos segundos.
Con gran agudeza, el joven dedujo que debería ir en dirección contraria a la dirección que tomaban los murciélagos, así que giró a su derecha y continuó recto siempre atento de que no se desviaba.
Rato después de la caminata por fin divisó algo fuera de lo común del paisaje que había visto hasta ahora, era una carta, estaba a varios metros de donde él se ubicaba. Se paró en seco, extrañado y a la vez maravillado por su nuevo descubrimiento. La carta parecía dejada a propósito dejada por alguien, o por una presencia especial, casi divina. La carta se encontraba flotando completamente en el aire, y no tenía ningún punto donde apoyarse. Parecía tumbada sobre el viento que la mecía suavemente
Encontrar una carta en un sitio tan inhóspito extrañaba bastante al joven, y más teniendo cuenta en la posición en la que había quedado. La carta tenía una figura en el anverso, parecía una mujer con los brazos cruzados hacia abajo y un Sol entre ellos, y era muy blanca. Bajo la carta, se podían distinguir unas letras negras que formaban la palabra ``Light´´, que significa ``Luz´´. Cuando el joven se decidió a avanzar hacia la carta, hubo otro resplandor, aunque bastante menor que el anterior, proveniente de la carta.
Asustado, el joven se escondió en el primer árbol que pudo y observó con paciencia y curiosidad el extraño suceso que estaba presenciando. De la carta, surgió una figura femenina lentamente, elevándose desde el suelo, hasta terminarse el resplandor.
El joven presenciaba atónito el suceso, cuando de repente recordó como había llegado al bosque, con una carta parecida a la que había antes de que la chica apareciese. No sabía por qué recordaba esto, ni por qué lo había olvidado hasta ahora, se limitó a seguir observando lo que ocurriría a continuación. El resplandor se apagó y segundos después, se pudo ver a la chica completamente. Tenía los ojos cerrados, estaba dormida, posada suavemente en el confortable césped que cubría completamente el bosque. Tenía una expresión de tranquilidad y sueño profundo. El joven, no se atrevió a despertarla, más que nada por no interrumpir su sueño, así que tras varios minutos, decidió abandonar el lugar, pero de repente observó como la chica se despertaba.
El joven pensó que lo más conveniente sería que no lo viera y se volvió a esconder. La chica se dio varias veces la vuelta en el suelo y abrió los ojos, pudiendo contemplar sorprendida, el lugar donde se encontraba.
Estaba confundida y extrañada, sin saber el por qué estaba en ese lugar. Entonces, la chica se incorporó e intentó divisar a alguien llamándolo:
-¿Hay alguien? ¿Qué es este sitio? ¿Hola?
El joven, lejos de querer mostrarse ante ella, se encogió y entumeció sus músculos para no hacer el más leve ruido. Era una sensación rara, un déjà-vu, ya que por alguna razón, sabía perfectamente que eso le había pasado, pero, ¿por qué? ¿Por qué sabía con certeza y sin la más mínima duda que así había aparecido él en el bosque? De repente, pudo divisar en su mente por unos segundos, una carta, era del mismo tipo de la que había salido la chica, pero no la misma, en esta aparecía una mujer con un vestido que le llegaba a ocultar parte del rostro y que tenía los ojos cerrados. La mujer de la carta tenía una larga melena y abajo se podía leer ``El silencio´´.
El joven no comprendía de donde había salido aquella extraña visión, pero eso le hizo estar más atento de la chica, de la que había descubierto, los unía de forma extraña, un vínculo. Por descuido, el joven hizo crujir una rama bajo sus pies, a lo que la chica se volvió rápidamente, intentando observar su procedencia.
El joven empezó a sudar, no sabía lo que pasaría ni cómo reaccionaría la chica, que se aproximaba con cautela hasta el tronco donde él se encontraba.
Pensó en todo lo que había pasado hasta ahora, y en lo confuso que le resultaba todo: había aparecido en aquel bosque sin ningún motivo, la misteriosa luz, las 2 cartas y aquella chica, la cual parecía que los unía algo. La única forma de intentar adivinar algo de lo que ocurría era hablar con la chica, era su única oportunidad. Los últimos segundos antes de que la joven diera el paso final para descubrirlo fueron eternos, como si se hubiera ralentizado el tiempo.
Finalmente. La chica se asomo por el árbol, cruzando la mirada con la del joven. Se le podía ver la expresión de miedo en su rostro, pero que iba poco a poco cambiando, a cara de confianza. Ambos se miraban como si se conocieran, a pesar de que nunca se hubieran visto.
Estuvieron varios segundos mirándose fijamente, antes de que su miedo interior se disipara. Un extraño vínculo los mantenía conectados, algo en común.