Muchas gracias por los comentarios ^^
Y llega el final. El capítulo será un poco más largo de lo normal, pero creo que lo merece. Tras éste, sólo quedará el epílogo para cerrar el fic.
Espero que lo disfrutéis
Edit! El Epílogo saldrá el Domingo, día 27, en vez dell Martes. ¿Por qué adelanto la fecha? Porque es importante para mí. ¡Mi cumpleaños! xD
Capítulo 9
The End— Mi propósito… Bueno, mejor dicho nuestro propósito, es conseguir Kingdom Hearts. Y sólo hay un modo conocido: a través de la Llave Espada X.
— ¿Qué es Kingdom Hearts? —Inquirió Anthea.
— ¿Quién sabe? Nadie ha logrado llegar a él, ni ha vuelto para contarlo. La Maestra y yo seremos los primeros. Obtendremos lo inimaginable y seremos los amos del mundo. Un mundo nuevo cubierto por las tinieblas y la oscuridad.
— ¡Sólo sois unos estúpidos! —Exclamó Anthea—. ¡Os aprovecháis de la guerra para intentar cumplir un objetivo del que ni siquiera estáis seguros de lo que se trata!
— Tal vez. Pero hasta ahora, nos ha estado saliendo bastante bien, ¿no crees?
— Permíteme dudarlo.
Desde el principio había querido saber la verdad sobre sus planes, pero ahora que la conocía, ni siquiera podía entender sus razones para llevarlo todo a cabo por un sueño. Y de repente, recordó la leyenda que le había contado la Maestra Almira. El único portador conocido de la Llave Espada X había desaparecido tras obtenerla. ¿Y si estaba relacionado con Kingdom Hearts? ¿Y si había llegado a él gracias a su nueva arma? A su vez, eso le recordó al tapiz que había causado todo aquel lío.
— ¿Y qué hay de tu pequeña visita a nuestra residencia? —Preguntó—. ¿Qué tenemos que ver nosotros con vuestra pequeña empresa?
— Ya te lo dije en su día: los inquilinos no me interesaban. La Maestra Morgana me envió para que investigara un extraño tapiz que había en una de las habitaciones. Al principio, no comprendí sus motivos. Fue la misión más… peculiar que me había mandado hasta el momento. Ni siquiera me explicó qué pretendía con eso. No obstante, lo entendí todo cuando te vi en el escondite.
— ¿Y qué tengo que ver yo con todo eso?
— Precisamente, todo.
Los ojos de Nicanor brillaron maliciosos. Levantó su llave espada y señaló con ella a la aprendiza, sin ninguna intención amenazante.
— Tú eres el ingrediente —respondió—. En cambio, yo me convertiré en el recipiente.
— ¿De qué hablas?
— ¿Sabes cuál es la fórmula de la Llave Espada X? La propia leyenda desvela la forma de obtenerla.
— ¿Te refieres a la parte en la que el portador mata a su amigo? Siento decepcionarte, pero no cumplo con los requisitos. Y dudo mucho de que ése sea el método.
— Vuelves a confundirte. Tienes todos los requisitos. ¿Sabes acaso cuál es la esencia de la Llave Espada X?
— Cuéntame.
— El equilibrio —simplificó Nicanor—. Luz y oscuridad en niveles iguales. El portador era una persona ejemplar, hasta que su corazón se tiñó de tinieblas. El asesinato fue el paso definitivo para su victoria. La oscuridad erradica la luz y viceversa, lo que vuelve imbatible al que empuñe el arma. No es de extrañar que sea tan codiciada.
— Sigo sin ver dónde entro yo.
— Tú me ayudarás. ¿No lo entiendes aún? Eres mi opuesto. Tu luz y mi oscuridad están en iguales cantidades, mientras que la contraria, aunque parecida, necesita nivelarse un poco más —desveló Nicanor—. Nuestra lucha terminará por equilibrar las fuerzas. Y tu muerte, me concederá la Llave Espada X.
La tierra tembló. Anthea estuvo a punto de caer al suelo, aunque el primer movimiento sólo le hizo perder el equilibrio un momento. Nicanor, en cambio, ni se movió.
— Entonces, ¿por qué esperar?
Después de las últimas palabras del muchacho, que no le quitaba el ojo de encima, el suelo volvió a vibrar, salvo que en esta ocasión empezó a elevarse rápidamente, formando una montaña, con cima en la superficie donde ellos estaban. Finalmente Anthea, sorprendida, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás para regresar al suelo.
Lo siguiente que vio fue a Nicanor corriendo hacia ella. Intentó levantarse, pero la superficie seguía ascendiendo y se veía incapaz de incorporarse hasta que el movimiento cesara, como mínimo. Desesperada, agitó el brazo hasta apuntar al muchacho y volvió a lanzar la fulgurante luz con la intención de cegarle.
Sin embargo, y para su sorpresa, apenas llegaron a brillar sus dedos. Nicanor, al observar sus intentos, no le costó suponer lo que la joven se proponía hacer.
— ¿Ves? Ya empieza a afectarte. Pero descuida, sólo yo llegaré a controlarlo.
Nicanor levantó su llave espada e intentó golpearla, pero Anthea lo esquivó a tiempo. La ascensión paró bruscamente, por lo que la joven logró por fin levantarse. No obstante, algo atrajo su atención tanto que hasta apartó la vista de Nicanor por unos segundos.
En el cielo, las nubes habían cubierto el campo de batalla por completo. Sin embargo, justo por encima de sus cabezas, comenzaron a despejarse hasta dejar a la vista un gigantesco corazón suspendido en el firmamento. Por alguna razón, Anthea recordó el dibujo del cuaderno que mostraba un corazón tachado con una X. Una X, como el nombre que recibía el arma por la cual luchaban. La misma que podía abrir…
Kingdom Hearts.
No tuvo mucho más tiempo para seguir pensando, pues Nicanor volvió a aprovechar su despiste para atacar. Bloqueó el golpe y continuaron con su lucha. En esta ocasión, ninguno se reprimió, ni siquiera en utilizar magia.
Finalmente, Anthea quedó exhausta. Nicanor era muy fuerte y, aunque podía nivelarlo, se notaba que tenía más experiencia que ella. Aun así, la aprendiza no tenía intenciones de perder aquel combate. Durante un breve descanso, intentó observar hacia abajo por si veía al resto de combatientes, aunque desde esa altura parecían figuras en miniatura.
— Aún no me has dicho qué sentido tiene todo esto —cuestionó Anthea, buscando recuperar el aliento.
— ¿El qué?
— ¡Este enfrentamiento! ¿Por qué de repente ahora os dejáis coger Morgana y tú?
— Tu capacidad deductiva me sorprende, pero precisamente por su poca eficacia —se burló el chico—. Era una trampa perfecta para atraerte hasta nuestro terreno. La Maestra lo planeó todo en cuanto te conoció, ¿no te parece increíble?
— ¿Y para eso organizasteis todo este revuelo? ¡Ha muerto gente!
— Gente que estaba deseando morir por su bando —matizó Nicanor—. Les hemos hecho un favor. Por fin tienen un combate directo entre ellos. No habrá más batallas: ésta será la última.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro?
— Porque yo la decidiré.
De repente, Anthea sintió un tirón en el pecho hacia Nicanor. Apenas pudo resistirse al efecto imán de su magia y, casi al instante, estuvo volando directa hacia el muchacho. El joven sólo tenía que blandir su llave espada y esperar a que la presa acudiera a él.
El viaje sólo duró unos segundos. Sin embargo, se convirtieron en minutos eternos para Anthea. Se acordó de la residencia que había dejado atrás y que, probablemente, no volvería a ver. De su vida antes de inmiscuirse más activamente en la guerra. De sus nuevos amigos, Thais y Ryan. De sus Maestros, de algún que otro aprendiz destacable y no demasiado engreído, de Dimitri… Al rememorar a su compañero, recordó el sencillo llavero que le había regalado días atrás.
Se trata de un hechizo de conexión entre dos objetos, capaz de entrelazar el destino de dos corazones. Así, pase lo que pase, siempre nos volveremos a encontrar. Cierto. Había hecho una promesa con Dimitri. Y si quería cumplirla, no podía morir allí.
El tiempo volvió a correr a su velocidad habitual para la joven. Llegó a la altura de Nicanor, y se habría chocado a causa de la fuerza del hechizo si éste no estuviera preparado para rebanarla de un golpe. Anthea levantó la llave espada a tiempo, agarrándola en horizontal con ambas manos para frenar el ataque. Nicanor no se mostró sorprendido, pero tardó en reaccionar, lo que le dio cierta ventaja a Anthea.
Se posó en el suelo, para acto seguido, golpear con la pierna el costado de su enemigo. Aprovechó el pequeño periodo de tiempo mientras se retorcía de dolor para coger impulso. Dio una vuelta sobre sí misma y ensartó la llave con todas sus fuerzas en el cuerpo desprotegido de Nicanor.
El joven exclamó de dolor, moribundo. Como el resto de portadores, no tardó en desaparecer su cuerpo, con la vista fijada en el corazón del cielo. El suyo propio no tardó en volar hacia él.
Anthea, aún incrédula por haber conseguido vencerle, recuperó el aliento, sin dejar de observar el enorme corazón suspendido sobre su cabeza. Sin embargo, apenas tuvo descanso. Bajó la cabeza a tiempo para ver cómo del mismo sitio donde se había desvanecido Nicanor, surgía a una extraña criatura de una masa de oscuridad que amenazaba con cubrir toda la superficie del suelo, extendiéndose poco a poco. El ser era completamente negro, con forma humanoide y ojos amarillos. Nunca, en todos sus años de vida, la aprendiza había visto u oído hablar de nada igual, así que en un principio tuvo miedo del desconocido.
No obstante, no tuvo mucho tiempo más para contemplarla estupefacta. A su alrededor, comenzaron a nacer criaturas similares, que no dejaban de observarla desde el momento en el que tomaban forma completa.
La primera de todas fijó la vista en Anthea, como si detrás de aquella mirada hubiera retazos de una antigua mente más allá del instinto. El contacto visual duró apenas unos segundos, antes de que el ser se lanzara hacia su presa, con la intención de
cumplir con su cometido, fuera cual fuese.
Anthea tuvo tiempo para cubrirse con la llave espada, cerrando los ojos por acto reflejo. Cuando volvió a abrirlos, la criatura se estaba disolviendo frente a su arma. Brillaba y, poco a poco, comenzó a cambiar. Aumentó su tamaño y las zarzas y la media luna desaparecieron, adoptando la forma de una gigantesca X, con dos cadenas del reino cruzadas. Al extremo de la empuñadura, llevaba un llavero con el propio modelo en miniatura, junto al regalo de Dimitri.
La llave espada X. Nicanor no le había mentido. Salvo que el chico no había esperado en ningún momento ser él el perdedor, mientras ella se llevaba el premio gordo.
Como si su mano se moviera sola, inclinó el arma e hizo un barrido con ella a su alrededor, abatiendo de un golpe a todos los enemigos cercanos. La llave segó el cuerpo de todas las criaturas sin el menor esfuerzo, como si fueran meros trozos de papel frente a su filo.
La aprendiza estaba impresionada. Aún en estado de shock por haber perdido su llave espada, para acto seguido conseguir la única arma que jamás hubiese podido imaginar, escuchó a su espalda una voz que, aunque no muy conocida, nunca olvidaría:
— Bien hecho, querida.
Morgana aplaudía, mientras observaba, impresionada y maravillada al mismo tiempo, la llave espada.
— Las posibilidades de que ganaras el combate eran escasas. Pero la derrota de Nicanor no supone ninguna diferencia. Tú también servirás —sonrió—. No importan los años que pasen: los buenos planes son capaces de prosperar incluso tras casi catorce años.
— ¿Qué insinúas? —Abrió los ojos, comprendiendo de repente la verdad oculta—. Lo hiciste aposta. Hace catorce años, me abandonaste para que los Maestros me recogieran.
— Claro, tesoro. ¿Cómo sino iba a construir la Llave Espada X? La Luz y la Oscuridad son dos fuerzas demasiado opuestas para sincronizarse con facilidad. Necesitaba a nuevos individuos que durante su desarrollo, estuviera en contacto con ambas. Nicanor y tú —dijo Morgana—. Te preguntarás porqué envié a Nicanor a la residencia de Kyra, ¿verdad? Mi paciencia tiene un límite, y el chico ya estaba preparado para el enfrentamiento. Sólo tenía que provocar un encuentro entre los dos y el resto se iría tejiendo solo.
» ¿Nunca te has preguntas porqué seguiste a Nicanor y fue éste tu único objetivo en todo momento? La Luz y la Oscuridad son fuerzas opuestas, pero se atraen como imanes de polos opuestos. Era inevitable que acabarais conociéndoos.
— ¿Y qué soy? ¿Una herramienta para tus planes?
— No. Hasta ahora, tú el ingrediente para la fabricación de la Llave Espada X; mientras que Nicanor, el recipiente. Pero los papeles se han intercambiado. ¿No lo ves, cielo? Ahora tienes el máximo poder sobre el mundo conocido.
— No me digas. Y esperarás que lo use para tu beneficio, ¿no? —Ironizó.
— ¿Acaso te queda otra alternativa? ¡En tu propia mano, empuñas un arma de infinito poder, capaz de abrir Kingdom Hearts y crear un nuevo mundo! ¿A qué esperas para mostrarnos su contenido? ¡Invocarlo es tu destino!
Anthea estaba que echaba chispas. Bajo ningún concepto pensaba obedecer a Morgana y con cada palabra suya, su furia iba en aumento. Y de nuevo, su mano volvió a moverse sola, como si reaccionara a una petición de la propia arma. A una velocidad inimaginable, se situó frente a la Maestra y le asestó el mismo golpe mortal que a su antiguo vasallo, Urian.
— Esto va por todos los portadores que han muerto durante tu juego —sentenció fríamente Anthea, con la misma voz que cuando mató por primera vez—. Mi destino sólo lo decidiré yo.
Estupefacta por el letal ataque, Morgana comenzó a desvanecerse, no sin antes volver a observar con fascinación la llave espada que tanto había deseado crear, desde el momento en el que escuchó la leyenda de su viejo Maestro, junto a una compañera con la que pronto volvería a reunirse.
La joven también estaba impresionada. Se sentía fuerte y poderosa, indestructible e inmortal, incomparable con cualquier otro enemigo. Sentía también la oscuridad en su interior, pero ni siquiera intentaba erradicarla con su luz. Era parte de ella, parte de la fuente de su poder.
Pero también se percató del alto riesgo que conllevaba portar un arma así. ¿Qué esperarían, a partir de ahora, de ella? Probablemente, que matara a todos los Portadores de la Oscuridad, para acabar con la guerra y producir el retorno del dominio absoluto de la Luz. Sin embargo, ella misma estaba formada por la oscuridad. ¿Cómo podría combatir con personas de su propia condición?
El futuro era incierto. Jamás podría vivir rodeada de otros portadores, sin que éstos le trataran de una forma especial o intentaran utilizarla. Estaba segura de que podría cumplir con su papel de manera admirable. Pero, ¿de verdad estaba dispuesta a arriesgarse a que le arrebataran un objeto tan peligroso? A que cayera en malas manos…
Se asomó por el precipicio, para contemplar con horror como las criaturas que le habían atacado habían aparecido misteriosamente en todo el campo de batalla. Los portadores ya no luchaban entre sí: su único objetivo había pasado a intentar por todos los medios escapar con vida de los misteriosos seres. Y muy pocos parecían tener posibilidades de lograrlo.
Apenas quedaban combatientes. Sólo llaves espada sin dueño.
Llaves espada abandonadas, como la suya, de la cual había tenido que desprenderse para obtener una mejor.
Una mejor, a la cual estaba condenada a portar.
Y ante el espectáculo, Anthea tomó su decisión.
Levantó su llave espada hacia el corazón gigante del cielo, apuntándole con el arma. Al instante reaccionó, y un rayo de luz voló hacia el centro. La luz impactó y como si se reflejara, bajó de nuevo hasta el pequeño monte que había creado Nicanor. Allí donde cayó, apareció una enorme puerta blanca, con vidrieras en la superficie superior.
«Así que Kingdom Hearts puede cambiar el mundo, ¿eh? Pues entonces soy la única capaz de arreglarlo», pensó la aprendiza.
Apuntó con el arma a la nueva puerta, dispuesta a volver a disparar aquel rayo. Seguía sin acostumbrarse a la idea de que no estuviera empuñando su propia llave espada, sino una extraña y ajena que a veces parecía reaccionar por sí misma. Sin embargo, había algo que no había cambiado pese a la radical transformación: el llavero de Dimitri.
En ese momento, el preciado objeto brilló. Al principio, Anthea no supo lo que significaba, pero de algún modo, tuvo la sensación de que el otro conector estaba cerca. Buscó a su alrededor, sin tener ni idea de dónde podría estar Dimitri, hasta que escuchó unos ruiditos procedentes del extremo del acantilado. Acto seguido, vio del mismo lugar una mano agarrándose a la superficie, para luego acabar siendo visible el resto del cuerpo.
Dimitri estaba exhausto. Se tumbó en el suelo, respirando con dificultad, sin casi mirar a Anthea, hasta estar un poco más recuperado. La joven estaba impresionada. «¿Quién en su sano juicio subiría semejante altura?», pensó. Dimitri debía de haberla seguido hasta allí desde el principio.
— Anthea, ¿qué…? —Murmuró, boquiabierto, señalando la llave espada.
La aprendiza la observó junto a su amigo, como si no supiera lo que empuñaba y se acabara de percatar de ella.
— No es un diseño muy bonito, ¿verdad? —Comentó.
— ¡Eso es lo de menos!
— Ya lo sé.
El muchacho calló, cada vez más confuso. Su amiga estaba, de algún modo, distante. Esquivaba sus miradas, eludía la silenciosa pregunta y ni siquiera se había molestado en acercarse a comprobar su estado. Antes de llegar allí, él también había tenido que luchar.
Por primera vez, Dimitri contempló a una Anthea indescifrable y cerrada para él.
— Es sólo que se me hace difícil —reconoció la joven.
— ¿El qué?
— Decir adiós.
Sin esperar una palabra más de su amigo, se giró hacia la puerta y volvió a lanzar aquel rayo de luz, que la iluminó varios instantes. Escucharon claramente el sonido de una cerradura al accionarse y la puerta se fue abriendo con lentitud. Desde el primer momento en el que contemplaron su interior, pudieron vislumbrar hordas y hordas compuestas del poder de la oscuridad, junto a aquellos seres que atacaban a los combatientes, apelotonados en la distancia. Miles de ellos. Prácticamente, infinitos.
Y aunque Dimitri sólo observó la oscuridad que había tras la puerta, Anthea alcanzó a ver mucho más. El verdadero interior.
— ¿Qué haces? —Preguntó el chico.
— Salvar el mundo, ¿no lo ves?
— ¡Tú no puedes salvar el mundo!
— Tal vez —suspiró—. Pero eso no significa que me vaya a quedar de brazos cruzados.
— ¿De verdad estás pensando…? —Dimitri agitó la cabeza, perplejo—. ¡Es una locura! ¡Morirás!
— Tal vez —repitió—. ¿Es que no te das cuenta? No tengo otra alternativa. Esto —levantó la Llave Espada X, la cual cada vez parecía brillar más— fue un error. Nadie debería poder manejar tanta fuerza. No al menos en este mundo.
Algunas sombras de la puerta comenzaron a propagarse por el suelo, cubriendo nuevamente la superficie del poder de la oscuridad. Anthea se dio la vuelta hacia la puerta y echó a andar, con tal determinación que Dimitri entró en pánico. Intentó levantarse y correr hacia su amiga, pero las sombras llegaron hasta sus pies y retrocedió, con la intención de que no consiguieran tocarle, pese a haber visto que en su amiga no habían hecho efecto alguno.
— Dimitri —le llamó por última vez Anthea, al otro lado de la puerta, la cual empezaba a cerrarse con la misma lentitud con la que se había abierto—. Lo siento.
La puerta se cerró definitivamente, separando a ambos amigos, quizá para siempre.
Como si la desaparición de la aprendiza afectara al propio mundo, la oscuridad se propagó por todos los rincones de éste, engullendo los corazones que encontraba a su paso.
Y el mundo quedó sumergido en las tinieblas.