Abrió sus negros ojos poco a poco, dispuesta a despertar de un dulce sueño. La habitación seguía a oscuras, debido a que por una antigua manía, siempre dormía con la ventana y la puerta cerradas. Golpea el despertador sin levantarse, son las nueve de la mañana. Se levanta y abre la ventana. Al abrirla se encuentra con poca luz. Mira el cielo, de color gris oscuro. Tal vez llueva, piensa Allyson.
Sale de la habitación, aún con el pijama. Es Domingo, hoy, por fin, su padre no estará en el trabajo. Llega a la cocina, vacía. Encuentra una nota sobre la mesa. "Lo siento Ally, hoy también tengo que trabajar. Con cariño, papá". La joven lee la nota y la estruja con ganas de llorar. Otro día más sin ver a su padre.
- Buenos días dormilona. -dice su hermano.
- Tú te has levantado más tarde. Tú eres el dormilon.
- Cállate y prepara el desayuno.
- No soy tu criada. -contesta enfadada.
- Mamá no te educó así.
Ella se queda en silencio. Su hermano sabe que aún no ha superado la muerte de su madre, y cada vez que dice algo sobre el tema siente una presión en el pecho que le impide contestar. Él sonríe al ver que se queda en silencio, y se sienta a esperar el desayuno. Ella prepara un bol con leche y cereales y se va a su cuarto. Al cerrar la puerta se apoya en esta. Siente las cálidas lágrimas recorriendo sus mejillas.
Cuando por fin se tranquiliza se seca las lágrimas con la manga de la camiseta y se sienta en la cama a desayunar. Saborea cada cucharada de ese simple desayuno recordando cada momento junto a sus padres. Deja el bol sobre el escritorio y se dispone a vestirse. Coge unos vaqueros grises, una camiseta blanca, un chaleco negro y unas bailarinas del mismo color. Para variar utiliza complementos. Un brazalete, tres pulseras, un colgante y el anillo de su madre. Se mira en el espejo, se pinta como cada día y roza con sus dedos el anillo que tanto quiere.
Sale de su habitación con el bol y se va a la cocina. Tropieza con su hermano en el salón. Este mira a su hermana de arriba a abajo, resopla y se marcha hacia su habitación. Ella sigue hasta la cocina y deja allí el bol sin limpiar. Sin saber porqué, se sienta sobre la encimera. A veces, ni ella misma era capaz de entender lo que hacía. Actuaba sin pensar, dejándose llevar por sus propios movimientos y palabras. Su comportamiento era un enigma para cualquier mente. Ella, sabía que lo hacía por alguna razón, pero no sabía cual era.
Saltó rápidamente de la encimera al escuchar los pasos de su hermano. Fue hacia la puerta y se quedó delante de su hermano. Él era mucho mayor que ella, tanto en edad cómo en estatura. Ella se sentía incómoda e intento pasar por un lado. Entonces, su hermano la abrazó. Era un abrazo cálido, en busca de cariño y comprensión. Tal vez era un perdón por lo de antes, o tal vez sólo una muestra de afecto, pero ella lo abrazó hasta que este se apartó.
- Hecho de menos a mamá...
- ¿En serio?
- Sí.
- No te preocupes, yo estoy aquí si lo necesitas.
- ¿Para qué quiero yo tu ayuda?
- Ya estamos. Siempre lo mismo. Intento ser buena y acabamos a malas.
- No comiences con tus historias de hermana buena.
- Mira, déjalo. Tu capacidad de comprensión es nula, me marcho.
- Hasta nunca.
Coge el bolso, con todo lo necesario, y sale de casa sin rumbo cierto. No sabe dónde va, sólo quería salir de casa. Sigue andando por las calles medio vacías hasta llegar a una plaza casi vacía. Es redonda, con una fuente en medio y cuatro bancos de madera alrededor de esta. Se sienta en uno de los bancos y saca los cascos y el MP4. Enciende la música y cierra los ojos mientras escucha Belly Up. Recuerda tantas cosas y se siente tan bien al escuchar esa canción...
El tiempo pasa y del oscuro cielo comienzan a caer pequeñas gotas de lluvia. Allyson abre los ojos, mira su bolso y saca un pequeño paraguas. Lo despliega, se guarda el MP4 en el bolsillo, y sin quitarse los cascos se marcha de allí mientras escucha Reila.
Llega delante de su casa. Mete la mano en el bolso y lo remueve en busca de las llaves. Se las ha dejado en casa, así que llama al timbre. Nadie contesta, nadie abre la puerta. Vuelve a llamar en un último intento, pero obtiene el mismo resultado. Golpea la puerta con el puño y se marcha sin dejar de escuchar música.
Llega delante de una cafetería recién abierta. Apaga el reproductor y guarda los cascos. Entra y mira el nuevo local. Todo es de color blanco,negro, gris y morado. Hay varias mesas cuadradas, y ella se sienta en la que está junto al ventanal que da a la calle mojada. Mira las gotas caer por el cristal hasta que un joven camarero interrumpe sus pensamientos.
- Bienvenida. ¿Qué quieres tomar? -dice con una agradable sonrisa.
- Un batido de chocolate.
- ¿Pequeño, normal o grande?
- Normal.
- De acuerdo. Le añadiré nata y sirope de chocolate. Cortesía de la casa.
Se marcha después de guiñarle el ojo y vuelve detrás del mostrador. Sonríe tontamente y mira su móvil, esperando encontrar alguna llamada de su padre, pero nada. Solo encuentra un mensaje haciendo publicidad y otro diciendo que recargase el móvil porque ya no tenía saldo. Borra los dos mensajes y se queda mirando el teléfono, deseando escuchar Cassis mientras leía Papá en la pantalla. Pero no ocurria nada, así que el aparato volvió a su escondite.
- Aquí tienes.
- ¿Qué? -dijo sobresaltada al escuchar al camarero- Oh, esto... Gracias.
- ¿Te encuentras bien? -se sienta a su lado.
- Sí, solo es que me duele la cabeza.
- ¿Y piensas solucionarlo con un batido de chocolate?
- Tal vez. -le da un sorbo al batido.
- ¿Te gusta?
- Sí, está muy rico. Gracias por la nata.
- De nada, en fin. Recuerda que invita la casa.
- ¿Qué? No.
- Aprende a aceptar un regalo.
- Cuando me regalen algo lo aceptaré, pero yo he pedido este batido, así que lo pagaré. -saca el dinero y lo deja sobre la mesa.
- No pienso cogerlo.
- Pues el próximo cliente que se siente aquí podrá pagarte con esto.
Se levanta y sale de allí. El camarero se queda perplejo ante su reacción, recoge el dinero y vuelve a su trabajo. Ella no quería que le regalasen el batido, no quería mantener una conversación con ese chico, solo quería irse de allí y volver a casa.
Seguía lloviendo, y a pesar de llevar paraguas dejó que la lluvia la empapase. Llegó a casa y llamó al timbre. La puerta se abrió, era su padre. Ella se quedo parada al verlo y después entró a casa sin decir nada.
- ¿Cómo terminaste así de mojada?
- Está lloviendo y no cogí el paraguas.
- Deberías cogerlo siempre que el cielo esté oscuro. Nunca se sabe cuando...
- ¿Cómo es que ya estás en casa? -dice interrumpiendo a su padre.
- Terminé pronto el trabajo para volver a casa. Te prometí que estaría.
- Pero no estabas esta mañana.
- Lo siento Allyson, son cosas del trabajo, no puedo hacer nada...
- ¡Siempre estás trabajando! ¡Dices que estarás, pero nunca estás!
- Ally, yo...
- ¡No quiero más excusas! Estoy harta de estar siempre sola.
- Pero tienes a tu hermano.
- Nos llevamos mal, y tú lo sabes. No intentes ocultartelo a ti mismo. Lo único que ocurre aquí es que te preocupa más tu trabajo que tu familia...
- Eso no es así. Yo trabajo para...
- Para mantener a la família -lo interrumpe de nuevo- Siempre el mismo discurso.
Se aleja de allí y vuelve a su habitación. Cierra la puerta de un golpe y se tira sobre la cama. Poco después se levanta y se va al baño. Se encierra en el baño y se mete en la ducha. Como siempre se da una ducha rápida con agua caliente. Al salir se pone el pijama y se seca el largo y liso pelo.
Al salir del baño ve a su padre sentado en el sofá, está leyendo cartas. Ella sigue hacia su habitación sin dar importáncia al correo. Deja la ropa mojada en el cesto de la ropa sucia y entra en su cuarto. Cierra la puerta y mira por la ventana. Ya no llueve, así que decide abrirla. El aire frío le golpea el cuerpo al abrir la ventana, pero le gusta. Adora el frío y repúdia el calor.
Son la tres de la tarde, pronto tendrá que salir a comer. No tiene hambre, en parte por el batido y en parte por cómo se siente. Aprovechando su estado de ánimo se sienta en el escritorio, abre su portátil y comienza a escribir en su última historia. Le gusta escribir cuando está así, ya que la gente aumenta su imaginación cuando se siente triste. Ella misma se da cuenta de eso, ya que si está triste escribe cosas preciosas, dignas de ser leídas miles de veces. Pero, en contra, si escribe por escribir... Ella nota que falta algo, que no transmite los mismos sentimientos que si lo escribe de corazón.
- A comer. -interrumpe su padre
- Voy.
Guarda lo escrito y sale a comer. De camino puede oler los canelones. Seguramente, su plato preferido. Su padre siempre los prepara cuando sabe que ella se encuentra mal. Entra a la cocina. Su padre y su hermano ya están comiendo, e ignoran su llegada.
- Qué bueno. -dice al sentarse
- Los hice por ti. -contesta su padre
- Gracias. Están riquísimos. -dice después de comerse un trozo.
- Me alegra que te gusten.
- Callaos ya, no oigo el televisor. -dice su hermano
- Pues sube el volumen, sordo.
- A mi no me mandes, enana.
- Chicos... No comenceis a discutir.
- Vale. -contestan los dos a la vez
- Allyson, a llegado una carta para tí.
- ¿Para mí? -pregunta intrigada
- Sí. De la academia Redmoon. Está sobre la mesa del salón, después la lees.
- Vale.
Una carta... ¿Sobre qué será? Termina de comer y va hacia la mesa del salón, solo hay un sobre abierto. Mira hacia la cocina, odia que su padre habra las cartas que en realidad son para ella. Coge la carta y comienza a leer.
- ¿Un viaje en barco?
- Sí. Ya lo tienes pagado. -interrumpe su padre
- Podrías habermelo dicho. ¿Qué pasaría si no quisiera ir?
- Te obligaria.
- Mentiroso... Eres incapaz de obligarme a hacer nada.
- Es verdad, pero sé que quieres ir.
- Bueno, puede estar bien...
Tira la carta sobre la mesa y vuelve a su habitación.