Día 17
Marcos fue el primero de los dos supervivientes en despertar, los primeros rayos de luz alcanzaban a los edificios y alargaba las sombras de las tenebrosas y frías calles.
Nada más asomarse al borde del edificio se dio cuenta de que no había ni un solo zombi a la vista, al parecer Ethan tenía razón, se habían ido en busca de aquel helicóptero aunque eso le hacía surgir una duda ¿No significaba aquello que los encontrarían en algún punto del camino?
—Buenos días—Saludó Ethan soñoliento a su compañero.
—Hey, tu. Venga apura y marchemos hacia el noroeste—Comenzó a decir intentando apresurarle.
—Al menos desayunemos algo ¿No? —Dijo mientras cogía unas magdalenas que había en una bolsa y se las metía en la boca famélico.
Marcos suspiró y imitó a Ethan cogiéndose algo para desayunar. Los dos se llenaron bastante aunque sin llegar a pasarse, sería malo enfermarse por comer demasiado.
Nada más acabar comenzaron a recoger el campamento y a meter todo en las mochilas.
—Marcos ¿Puedes hacerme un favor? —Preguntó Ethan cuando estaba acabando de recoger la tienda de campaña.
—Dime.
—Asómate por el bordillo del edificio y busca algún vehículo que parezca seguro, pero que se note que esté abandonado. Es posible que encontremos así las llaves en el contacto o algo—Pidió el joven moreno a la par que se sujetaba al hombro la funda de la tienda de campaña y una de las mochilas llenas de víveres.
Marcos obedeció sin replicar y comenzó a dar vueltas por todo el edificio buscando algún vehículo que les sirviera. La mayoría de ellos habían ardido, estaban accidentados o inutilizables. Al fondo de la calle, cerca de un edificio de tres plantas de apariencia antigua había un deportivo con las puertas abiertas de par en par, junto a él había un charco de sangre que se extendía hacia un lugar de la calle que no lograban ver.
—¡Friki! Encontré uno que parece bueno—Gritó señalando al vehículo de color amarillo. Ethan se acercó y miró hacia donde señalaba su compañero.
—Nada mal, seguramente tenga aún las llaves en el contacto—Puntualizó. Los dos se apuraron en acabar de recoger y bajaron por las escaleras del hueco del ascensor haciendo varios viajes para llevar toda la comida que habían conseguido.
El portal del edificio estaba completamente manchado por sangre coagulada y restos de todo tipo que parecían haberse desprendido de los zombis.
—Joder, huele como un pedo metido en una bolsa con una puta mofeta muerta en un día de calor—Contuvo sus arcadas Marcos con enorme esfuerzo. Ethan por el contrario no parecía muy afectado.
—Dejemos aquí toda la comida, cuando tengamos el coche lo traeremos aquí y meteremos todo en el maletero—Dijo pensando en la siempre presente posibilidad de tener que correr en caso de encontrarse a algunos podridos.
Marcos avanzó bastante rápido en comparación a Ethan que no paraba de quedarse atrás. El charco de sangre que había junto a la puerta se extendía hasta detrás de unos contenedores donde un cadáver yacía derrumbado, varios insectos le rodeaban y depositaban en sus heridas huevos que eclosionarían dando lugar a gusanos y mosquitos.
—Asqueroso—Comentó Marcos acercándose al cadáver. Estaba tan destrozado que ni siquiera había podido resucitar.
Ethan subió al coche y vio como su compañero se acercaba a revisar el cadáver en busca de algo, posiblemente tabaco ya el día anterior había estado toda la tarde quejándose por no haber podido fumar. Ethan no aprobaba que su compañero fuera un fumador, su padre que también lo era había intentado dejarlo y en aquella época solía ser bastante más imprudente, más…irascible.
Se sacó aquellos recuerdos de su mente y miró el contacto, allí estaba la llave conectada. Era una suerte que el motor estuviera apagado al igual que las luces, si hubiesen estado encendidas era posible que la batería estuviera agotada y por tanto tendrían que buscar otro vehículo que les sirviera.
Un grito quitó a Ethan de sus pensamientos. Sin pensarlo salió del coche y fue cuando lo vio, el cadáver que hasta hace unos momentos estaba inmóvil había mordido el brazo de su compañero.
—¡No, hijo de perra. No me comerás! —Gritó el joven soltando un fuerte puñetazo en la mandíbula al monstruo que hizo que soltara el brazo al que había mordido. Acto seguido una lluvia de pisotones sobre la cabeza del monstruo cayeron sucesivamente, el sonido de los crujidos de los huesos al partirse llenaron la calle y una masa entre negruzca y azulada salió de los oídos y la nariz del zombi que ya no volvería a moverse nunca.
Ethan corrió hacia Marcos completamente pálido, su compañero había sido mordido, sabía que significaba aquello.
—Bueno, ese cabrón no volverá a molestar—Miró asqueado al cadáver sin darle importancia a la dentellada que tenía en el brazo por la que manaba abundante sangre.
—Marcos, tu…
—No lo digas—Interrumpió cerrando los ojos con fuerza, varias lagrimas rozaban sus mejillas—Sé lo que les pasa a los que muerden, yo también lo he visto. Mis amigos, mi hermana pequeña…todos. Al menos mientras tenga mi conciencia déjame no pensar en ello—Pidió evitando llorar, evitando que alguien viera su debilidad, el miedo que sentía, moriría, sería uno de ellos, ya estaba decidido. No había vuelta atrás.
Ethan se arrancó un trozo de manga de su camiseta y la enroscó alrededor de su brazo herido en silencio.
—Vamos, tenemos que irnos.
Ethan fue quien condujo el vehículo, no había logrado sacarse el carnet de conducir pero eso ya daba igual a esas alturas. Al menos había logrado dar varias clases prácticas por lo que tenía algunas nociones básicas. Marcos estaba a su lado sentado en el lado del copiloto en silencio, el color de su piel se había vuelto bastante pálida y sus venas se marcaban por todas partes, sus ojos parecían muertos, sin vida. Pero todavía estaba vivo.
Los dos llegaron frente a un colegio que se había sido en su momento uno de los puntos seguros. No había ni un solo cadáver, aunque se distinguían las pisadas ensangrentadas de cientos de aquellos monstruos.
—Déjame bajar—Pidió Marcos. —Me gustaría ver mi instituto una última vez, aunque sea desde fuera.
Ethan detuvo el coche y Marcos bajó de este, acto seguido se acercó a Ethan y le tendió la mano.
—Estuvo bien ¿No? Conseguimos lo que la mayoría no pudieron, eso demuestra que somos elegidos. Aunque es hora que demuestres que tu lograrás sobrevivir hasta el final—Comenzó a decir con una voz temblorosa y que arrastraba las vocales casi convirtiéndolas en gemidos lastimeros. —Bueno, toma esto. Confío en que sepas usarlo—Dijo pasándole la pistola que habían cogido de un cadáver un par de días antes.
—¿Me estás diciendo que te mate? —Preguntó Ethan asustado, jamás había usado un arma y lo más cercano a ellas eran las réplicas con las que solía jugar a Air Shoft con los compañeros de universidad. Pero no era lo mismo, aquello era un arma de verdad, su peso era grande y costaba mantenerla en alto.
—Creo que un friki listo como tú sabrá la respuesta. Noto que un rato me convertiré en un monstruo, te encargo que me mates como última voluntad. Mi herencia es esa arma y mi parte de la comida. Así que no te quejes, cabrón.
—No puedo hacerlo. —Negó rotundamente, no podía matar a alguien que había conocido, su yo racional le decía que era lo que debía hacer pero su yo humano decía que era algo inmoral.
Marcos se precipitó de pronto contra el suelo con un sonido seco. Su cuerpo se convulsionaba violentamente como si le estuviera dando un ataque de epilepsia, no pasaron ni diez segundos antes de que las convulsiones se detuvieran. Había muerto definitivamente.
Ethan retrocedió conteniendo el llanto. Su amigo había muerto, estaba solo en el mundo.
El cuerpo sin vida de Marcos comenzó a moverse de nuevo, torpemente pero con una velocidad bastante grande. La cara de Marcos lucía de un color blanquecino y sus ojos carecían de cualquier emoción, tras unos segundos observando a Ethan el zombi abrió la boca y soltó un rugido sediento de sangre.
El monstruo se acercó corriendo alzando sus brazos, la distancia entre los dos se recortó. El muchacho apuntó con la pistola y esperó a que la criatura estuviera lo suficientemente cerca como para no fallar.
¡Bang! La bala impactó justo en la frente de la criatura que cayó bruscamente contra la calzada.
El eco del disparo resonó por toda la ciudad atrayendo la curiosidad de un joven que se dirigía hacia allí corriendo y saltando con la pericia de un gato. Si alguien estaba en apuros debía ayudarle. Podría encontrar un aliado. Miguel sonrió pensando en ello y continuó su carrera hacia el origen de aquel sonido.