Capítulo 1: Más allá de los sueños.
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La luz de la mañana iluminó la habitación de Klai. Esto siempre lo despertaba pero aquella mañana, al abrir los ojos, no estaba en su cuarto.
Se vio así mismo hundiéndose en el agua, cayendo cada vez más profundo, pero sin posibilidad de moverse y, aunque su cuerpo hubiese reaccionado, no habría hecho nada. Aquel lugar era silencioso, tranquilo…
Poco a poco la luz a su alrededor se había ido apagando y aquel mar azul se había vuelto completamente negro. Sus pies al fin encontraron suelo firme.
Klai no entendía nada pero eso parecía ocupar un segundo plano en su mente hasta que finalmente un ápice de sentido común le dijo “Es un sueño”
Dio un paso hacia delante y todo se iluminó de nuevo, obligándolo a cubrirse la cara con las manos. La luz se apagó, pero no del todo, dejándole ver el lugar en el que se encontraba.
Estaba sobre una plataforma circular, de color azul y hecha de lo que parecía cristal. En ella había gravada distintos motivos que le eran familiares pero lo que más llamaba la atención era el dibujo que había de él mismo, ocupando la mayor parte de la vidriera. Klai se acercó a uno de los bordes y enseguida volvió hacia atrás. Aquel lugar estaba muy alto y las alturas no eran precisamente sus amigas.
-Elegido… - dijo una voz en el aire. Era extraña, no era ni de hombre ni de mujer pero sí clara y fuerte – No tengas miedo…
El joven no supo si debía responder a eso pero sí empezaba a tener miedo, todo aquello era muy extraño. Su mente le repitió que sólo era un sueño.
-La unión está a punto de romperse… Los mundos… volverán a separarse. Usa tu poder para evitarlo.
-Mi… ¿poder?- murmuró Klai. No entendía que eran esos mundos pero parecía algo importante.
En la zona más alejada de dónde Klai se encontraba apareció una luz que formaba una especie de brecha no muy grande en el aire.
-Avanza – dijo la voz - ¿Puedes?
Klai hizo lo que se le pedía y se acercó a la luz hasta colocarse ante ella. Aquello le producía una sensación cálida y familiar, sabía que no le haría daño. Alzó la mano derecha para tocarla y cuándo sus dedos estaban a punto de rozarla la plataforma se rompió bajo sus pies.
Con un gran salto el joven se despertó en su cama. Le temblaban las manos y estaba empapado en sudor. Aquellas noches de principios de verano eran muy calurosas y era normal que tuviese sueños tan extraños además la noche anterior había jugado demasiado con los videojuegos…
Cuándo iba a vestirse se miró al espejo un rato. Un chico de dieciséis años, pálido, delgado de ojos azules y pelo negro le devolvió la mirada.
Se puso una camiseta blanca y unos vaqueros ya gastados. Aquel era su último día de clase antes de las vacaciones de verano.
Apenas desayunó, aquel sueño aún le rondaba la cabeza. La casa estaba muy silenciosa ya que sus padres salían temprano a trabajar y esto impedía que lograse distraerse. Finalmente llegó la hora de irse a clase.
El instituto no estaba demasiado lejos de su casa, pero aún así le esperaba una buena caminata bajo el sol.
Cuándo salió a la calle se llevó una sorpresa, el cielo había comenzado a cubrirse con unas extrañas nubes negras que se arremolinaban en un punto concreto que a Klai le pareció la plaza principal. De camino al instituto vio varios alumnos que caminaban hacia el mismo lugar y todos hablaban del extraño fenómeno climático, aunque Klai no le había dado la menor importancia.
Un rato después estaba en su clase, sentado en su silla con las manos en los bolsillos, esperando a que el profesor de Biología apareciese.
-Buenos días, Klai – dijo Zith, una de sus amigas.
-Hola… ¿Qué tal?
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¡Hoy es el último día de clase! – y sus ojos brillaron – Al fin podré hacer el vago.
-Zith, no sé como puedes tener tanta energía…
La joven de pelo castaño y ojos verdes miraba ahora por la ventana sin prestar atención a lo que Klai decía.
-Esas nubes… Son horribles.- murmuró.
-¿Zith? ¿Estás bien?
La muchacha se sobresaltó y miró de nuevo a su compañero.
-Sí, sí. Sólo espero que no llueva.
Dicho esto se fue hacia su mesa sin añadir nada más.
El profesor no apareció en ningún momento así que se quedaron en clase quejándose del calor y sin hacer nada útil. En medio de todo ese caos de alumnos charlando y riendo se comenzó a escuchar un ruido extraño y el suelo comenzó a temblar con violencia. Las risas se convirtieron en gritos y la gran mayoría acabó en el suelo, entre ellos, Klai. El temblor se fue como había venido segundos después.
Todos los alumnos guardaron silencio. Ninguno movía un músculo ni emitía sonido alguno. En aquella clase nadie había sufrido ningún daño pero Lei, el mejor amigo de Klai estaba en otra aula. Estaba preocupado pero era incapaz de moverse.
La puerta de la clase se abrió de golpe y un profesor, del que Klai no conocía el nombre, entró.
-¿Estáis todos bien?
De pronto las luces se apagaron y se escucharon algunos gritos ahogados. Aún podía verse pero el sol estaba oculto tras aquellas nubes.
Cruzando el aire apareció un destello y ante Klai apareció aquella brecha de luz que había visto en su sueño. Todos los alumnos se apartaron de ella excepto él, que la contemplaba maravillado.
-¡Cuidado! No lo toques – le gritó el profesor al ver que el muchacho alzaba la mano derecha.
Klai sabía que aquello no era malo y sus dedos al fin alcanzaron la luz. De la brecha surgieron cuatro pequeñas esferas de luz. Dos de ellas salieron volando por la puerta, mientras que tres permanecieron ante el joven.
De las tres que allí había una levitó hasta el profesor. Este parecía asustado pero aún así la tocó. Al hacer esto en su mano apareció, envuelto en una luz verdosa, un extraño objeto. A Klai le pareció una espada pero tenía una forma muy extraña. Sin embargo antes de que pudiese verla bien otra de las esferas pasó ante él y cayó en manos de algún alumno. Quiso ver quién era pero los demás le tapaban la vista.
Finalmente la última esfera de luz voló hasta su mano pero cuándo la atrapó no ocurrió nada. Sintió algo extraño en su interior, una sensación de protección pero ninguna espada apareció en su mano.
<Llave espada…> dijo una voz en su cabeza. Klai se sintió mareado y todo a su alrededor se volvió negro.
Cuándo despertó lo primero que escuchó fueron los gritos de varias personas. Se puso en pié de un salto. Estaba en la plaza principal de su ciudad y la gente huía de unas extrañas criaturas de color negro y ojos amarillos que recordaban a hormigas.
<Sincorazón…> repitió aquella voz.
Ante él había una persona de su altura que vestía una extraña armadura que le cubría todo el cuerpo y también la cara.
-¿Eres el elegido?- de debajo de la máscara surgió la voz de un hombre.
-¿De que hablas? ¿Qué está ocurriendo aquí?
-Sigues recordando lo que debes olvidar y olvidando lo que debes recordar.
Klai sintió una fuerte punzada en la cabeza que lo desorientó por completo durante un rato. El joven de la armadura había desaparecido. Una de aquellas criaturas, un sincorazón, se había parado ante él.
-¡Klai!- un joven aplastó a la criatura con una espada, una llave espada. Ese joven era Lei.
En su mano llevaba aquella amalgama entre espada y llave. Era larga, demasiado para Lei. La empuñadura era plateada y el filo azulado mientras que en el extremo superior había una protuberancia que le daba la apariencia de llave de color plateado también. Del extremo inferior colgaba una cadena que terminaba en una omega de color óxido.
El joven rubio y de ojos castaños miraba a Klai asustado. Él tampoco parecía saber lo que ocurría.
-¿De dónde has sacado eso?- dijo Klai señalando la llave espada.
-Una esfera de luz voló hasta mí y… Sólo sé que se llama Omega despertar ya que una voz me lo ha dicho… Tengo miedo.
Lei solo era un año más pequeño que Klai y parecía realmente desvalido con aquella mirada asustada y una espada que apenas legraba levantar.
Hasta ellos llegó el profesor que Klai había visto. Era alto, de complexión normal y calvo. El miedo también se reflejaba en su mirada.
-Chico – le dijo a Lei. – Veo que también tienes una llave espada.
Se fijó en la que él portaba. Era corta y contaba de dos partes que se unían de forma similar a una cadena de ADN y de color verde y rojo. La protuberancia superior simulaba una chispa, o algo parecido, de color amarillo. La cadena del extremo inferior terminaba en otra chispa amarilla.
-Chispa de ingenio – dijo al ver lo que Klai miraba – Al menos eso dijo la voz…
Se acercó un nuevo grupo de sincorazón dispuestos a atacar. Lei y el profesor se colocaron delante, preparados para abatirlos, aunque los dos tenían miedo.
Klai volvió a sentirse mareado. Algo extraño pasaba en su cabeza. Durante un rato todo aquello le recordó a algo… a un libro o quizás un juego… No lograba recordar nada con claridad. Finalmente desistió.
Lo batalla era bastante desigual. Los dos portadores de la llave espada no eran demasiado hábiles con sus armas y los sincorazón se movían rápido.
A su espalda Klai sintió un brillo extraño. Al girarse pudo comprobar que en el aire había aparecido una luz azulada, con forma de cerradura. Los sincorazón abandonaron la lucha y se dirigieron allí a toda prisa.
De pronto lo recordó todo. Recordó el videojuego al que había estado jugando y lo que pasaba en él cuándo los sincorazón alcanzaban la cerradura, pero este recuerdo desapareció completamente de su mente, como si alguien hubiese borrado un archivo de un ordenador, o usado una goma de borrar…
En su mano apareció, al fin, una llave espada. Y la voz susurró dentro de su cabeza: <Cadena del reino…>
El arma apuntó ella sola hacia la cerradura, pero antes de que ocurriese algo más los sincorazón la alcanzaron. La luz se volvió oscuridad y hordas de sincorazón aparecieron por todas partes.
Escuchó los gritos de Lei y el profesor mientras luchaban pero la oscuridad lo envolvió todo…
-¿Qué está ocurriendo? - murmuró Klai.
Se vio así mismo hundiéndose en el agua, cayendo cada vez más profundo, pero sin posibilidad de moverse y, aunque su cuerpo hubiese reaccionado, no habría hecho nada. Aquel lugar era silencioso, tranquilo…
Poco a poco la luz a su alrededor se había ido apagando y aquel mar azul se había vuelto completamente negro. Sus pies al fin encontraron suelo firme.
Klai no entendía nada pero eso parecía ocupar un segundo plano en su mente hasta que finalmente un ápice de sentido común le dijo “Es un sueño”
Dio un paso hacia delante y todo se iluminó de nuevo, obligándolo a cubrirse la cara con las manos. La luz se apagó, pero no del todo, dejándole ver el lugar en el que se encontraba.
Estaba sobre una plataforma circular, de color azul y hecha de lo que parecía cristal. En ella había gravada distintos motivos que le eran familiares pero lo que más llamaba la atención era el dibujo que había de él mismo, ocupando la mayor parte de la vidriera. Klai se acercó a uno de los bordes y enseguida volvió hacia atrás. Aquel lugar estaba muy alto y las alturas no eran precisamente sus amigas.
-Elegido… - dijo una voz en el aire. Era extraña, no era ni de hombre ni de mujer pero sí clara y fuerte – No tengas miedo…
El joven no supo si debía responder a eso pero sí empezaba a tener miedo, todo aquello era muy extraño. Su mente le repitió que sólo era un sueño.
-La unión está a punto de romperse… Los mundos… volverán a separarse. Usa tu poder para evitarlo.
-Mi… ¿poder?- murmuró Klai. No entendía que eran esos mundos pero parecía algo importante.
En la zona más alejada de dónde Klai se encontraba apareció una luz que formaba una especie de brecha no muy grande en el aire.
-Avanza – dijo la voz - ¿Puedes?
Klai hizo lo que se le pedía y se acercó a la luz hasta colocarse ante ella. Aquello le producía una sensación cálida y familiar, sabía que no le haría daño. Alzó la mano derecha para tocarla y cuándo sus dedos estaban a punto de rozarla la plataforma se rompió bajo sus pies.
Con un gran salto el joven se despertó en su cama. Le temblaban las manos y estaba empapado en sudor. Aquellas noches de principios de verano eran muy calurosas y era normal que tuviese sueños tan extraños además la noche anterior había jugado demasiado con los videojuegos…
Cuándo iba a vestirse se miró al espejo un rato. Un chico de dieciséis años, pálido, delgado de ojos azules y pelo negro le devolvió la mirada.
Se puso una camiseta blanca y unos vaqueros ya gastados. Aquel era su último día de clase antes de las vacaciones de verano.
Apenas desayunó, aquel sueño aún le rondaba la cabeza. La casa estaba muy silenciosa ya que sus padres salían temprano a trabajar y esto impedía que lograse distraerse. Finalmente llegó la hora de irse a clase.
El instituto no estaba demasiado lejos de su casa, pero aún así le esperaba una buena caminata bajo el sol.
Cuándo salió a la calle se llevó una sorpresa, el cielo había comenzado a cubrirse con unas extrañas nubes negras que se arremolinaban en un punto concreto que a Klai le pareció la plaza principal. De camino al instituto vio varios alumnos que caminaban hacia el mismo lugar y todos hablaban del extraño fenómeno climático, aunque Klai no le había dado la menor importancia.
Un rato después estaba en su clase, sentado en su silla con las manos en los bolsillos, esperando a que el profesor de Biología apareciese.
-Buenos días, Klai – dijo Zith, una de sus amigas.
-Hola… ¿Qué tal?
-¿Cómo puedes estar tan tranquilo? ¡Hoy es el último día de clase! – y sus ojos brillaron – Al fin podré hacer el vago.
-Zith, no sé como puedes tener tanta energía…
La joven de pelo castaño y ojos verdes miraba ahora por la ventana sin prestar atención a lo que Klai decía.
-Esas nubes… Son horribles.- murmuró.
-¿Zith? ¿Estás bien?
La muchacha se sobresaltó y miró de nuevo a su compañero.
-Sí, sí. Sólo espero que no llueva.
Dicho esto se fue hacia su mesa sin añadir nada más.
El profesor no apareció en ningún momento así que se quedaron en clase quejándose del calor y sin hacer nada útil. En medio de todo ese caos de alumnos charlando y riendo se comenzó a escuchar un ruido extraño y el suelo comenzó a temblar con violencia. Las risas se convirtieron en gritos y la gran mayoría acabó en el suelo, entre ellos, Klai. El temblor se fue como había venido segundos después.
Todos los alumnos guardaron silencio. Ninguno movía un músculo ni emitía sonido alguno. En aquella clase nadie había sufrido ningún daño pero Lei, el mejor amigo de Klai estaba en otra aula. Estaba preocupado pero era incapaz de moverse.
La puerta de la clase se abrió de golpe y un profesor, del que Klai no conocía el nombre, entró.
-¿Estáis todos bien?
De pronto las luces se apagaron y se escucharon algunos gritos ahogados. Aún podía verse pero el sol estaba oculto tras aquellas nubes.
Cruzando el aire apareció un destello y ante Klai apareció aquella brecha de luz que había visto en su sueño. Todos los alumnos se apartaron de ella excepto él, que la contemplaba maravillado.
-¡Cuidado! No lo toques – le gritó el profesor al ver que el muchacho alzaba la mano derecha.
Klai sabía que aquello no era malo y sus dedos al fin alcanzaron la luz. De la brecha surgieron cuatro pequeñas esferas de luz. Dos de ellas salieron volando por la puerta, mientras que tres permanecieron ante el joven.
De las tres que allí había una levitó hasta el profesor. Este parecía asustado pero aún así la tocó. Al hacer esto en su mano apareció, envuelto en una luz verdosa, un extraño objeto. A Klai le pareció una espada pero tenía una forma muy extraña. Sin embargo antes de que pudiese verla bien otra de las esferas pasó ante él y cayó en manos de algún alumno. Quiso ver quién era pero los demás le tapaban la vista.
Finalmente la última esfera de luz voló hasta su mano pero cuándo la atrapó no ocurrió nada. Sintió algo extraño en su interior, una sensación de protección pero ninguna espada apareció en su mano.
<Llave espada…> dijo una voz en su cabeza. Klai se sintió mareado y todo a su alrededor se volvió negro.
Cuándo despertó lo primero que escuchó fueron los gritos de varias personas. Se puso en pié de un salto. Estaba en la plaza principal de su ciudad y la gente huía de unas extrañas criaturas de color negro y ojos amarillos que recordaban a hormigas.
<Sincorazón…> repitió aquella voz.
Ante él había una persona de su altura que vestía una extraña armadura que le cubría todo el cuerpo y también la cara.
-¿Eres el elegido?- de debajo de la máscara surgió la voz de un hombre.
-¿De que hablas? ¿Qué está ocurriendo aquí?
-Sigues recordando lo que debes olvidar y olvidando lo que debes recordar.
Klai sintió una fuerte punzada en la cabeza que lo desorientó por completo durante un rato. El joven de la armadura había desaparecido. Una de aquellas criaturas, un sincorazón, se había parado ante él.
-¡Klai!- un joven aplastó a la criatura con una espada, una llave espada. Ese joven era Lei.
En su mano llevaba aquella amalgama entre espada y llave. Era larga, demasiado para Lei. La empuñadura era plateada y el filo azulado mientras que en el extremo superior había una protuberancia que le daba la apariencia de llave de color plateado también. Del extremo inferior colgaba una cadena que terminaba en una omega de color óxido.
El joven rubio y de ojos castaños miraba a Klai asustado. Él tampoco parecía saber lo que ocurría.
-¿De dónde has sacado eso?- dijo Klai señalando la llave espada.
-Una esfera de luz voló hasta mí y… Sólo sé que se llama Omega despertar ya que una voz me lo ha dicho… Tengo miedo.
Lei solo era un año más pequeño que Klai y parecía realmente desvalido con aquella mirada asustada y una espada que apenas legraba levantar.
Hasta ellos llegó el profesor que Klai había visto. Era alto, de complexión normal y calvo. El miedo también se reflejaba en su mirada.
-Chico – le dijo a Lei. – Veo que también tienes una llave espada.
Se fijó en la que él portaba. Era corta y contaba de dos partes que se unían de forma similar a una cadena de ADN y de color verde y rojo. La protuberancia superior simulaba una chispa, o algo parecido, de color amarillo. La cadena del extremo inferior terminaba en otra chispa amarilla.
-Chispa de ingenio – dijo al ver lo que Klai miraba – Al menos eso dijo la voz…
Se acercó un nuevo grupo de sincorazón dispuestos a atacar. Lei y el profesor se colocaron delante, preparados para abatirlos, aunque los dos tenían miedo.
Klai volvió a sentirse mareado. Algo extraño pasaba en su cabeza. Durante un rato todo aquello le recordó a algo… a un libro o quizás un juego… No lograba recordar nada con claridad. Finalmente desistió.
Lo batalla era bastante desigual. Los dos portadores de la llave espada no eran demasiado hábiles con sus armas y los sincorazón se movían rápido.
A su espalda Klai sintió un brillo extraño. Al girarse pudo comprobar que en el aire había aparecido una luz azulada, con forma de cerradura. Los sincorazón abandonaron la lucha y se dirigieron allí a toda prisa.
De pronto lo recordó todo. Recordó el videojuego al que había estado jugando y lo que pasaba en él cuándo los sincorazón alcanzaban la cerradura, pero este recuerdo desapareció completamente de su mente, como si alguien hubiese borrado un archivo de un ordenador, o usado una goma de borrar…
En su mano apareció, al fin, una llave espada. Y la voz susurró dentro de su cabeza: <Cadena del reino…>
El arma apuntó ella sola hacia la cerradura, pero antes de que ocurriese algo más los sincorazón la alcanzaron. La luz se volvió oscuridad y hordas de sincorazón aparecieron por todas partes.
Escuchó los gritos de Lei y el profesor mientras luchaban pero la oscuridad lo envolvió todo…
-¿Qué está ocurriendo? - murmuró Klai.
Bueno edito el post y añado también el segundo capítulo espero que os guste!
Capítulo 2: El castillo de la templanza.
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Caer, caer en la oscuridad. Aquella sensación inundaba el cuerpo de Klai por completo y era extraña… Como una presión que daba de golpe en el corazón. Cuándo aquella maldad desapareció el muchacho se atrevió a abrir los ojos.
Estaba en un lugar que no conocía, sentado en el suelo. Se puso en pié con cuidado y miró a su alrededor. Estaba en frente de un enorme edificio que más bien parecía un castillo, de color grisáceo y con adornos dorados y plateados.
Esta edificación sobrecogió a Klai y al no haber más edificios aún parecía más grande. Finalmente el joven se percató de que había alguien en la puerta, que se acercaba poco a poco. Era un hombre que rondaría los sesenta años, de pelo anaranjado aunque con canas y ojos verdes. Vestía con ropas que a Klai le parecieron un tanto extrañas pero al mismo tiempo conocidas. Era una túnica gris con detalles rojos y varias cremalleras.
-¿Quién eres? – preguntó cuándo lo alcanzó.
-Me llamo Klai y estoy completamente perdido.
-Me lo suponía… Lo que no entiendo es como has logrado llegar aquí.
-Yo… La verdad no tengo ni idea- murmuró Klai mirando al suelo enlosado.
-Entonces bienvenido al Castillo de la templanza.
Klai estaba cada vez más confundido. Aquel hombre, que se había presentado como Xëix, le ofreció al muchacho su ayuda y lo invitó al entrar al castillo. Por dentro el edificio era tan majestuoso como por fuera. Los pasillos eran de distintos colores y las paredes estaban decoradas con retratos de distintos hombres y mujeres.
-¿Quiénes son?- preguntó Klai.
-Los distintos maestros que han vivido aquí.- al ver la cara de incomprensión del muchacho – No mucha gente sabe lo que son pero… ¿Sabes lo que es una llave espada?
Klai se paró en seco, estiró el brazo derecho y en su mano apareció su llave espada, la Cadena del reino.
Xëix se quedó mirando el arma que sujetaba aquel joven y luego lo miró a los ojos. Aquel joven tenía que haber llegado de otro mundo y sólo había sobrevivido porque era un portador de la llave espada y, aún así, tenía mucha suerte. Viajar sin una nave era un riesgo que podía acabar con la vida de quien lo intentase.
-Klai…- dijo el hombre - ¿no conoces nada sobre la historia de la llave espada?
El muchacho negó con la cabeza y Xëix comenzó:
-Desde tiempos inmemoriales ha existido un arma legendaria, la llave espada. Esta tiene el poder de sellar y abrir cualquier cerradura y sus portadores deben, ante todas las cosas, salvaguardar el orden en los mundos. Sin embargo esto no siempre ha sido así, pues los corazones de los elegidos han flaqueado.
Otra cosa que debes saber es que la llave espada elije a su portador, una persona con un corazón fuerte.
Bueno y eso es un resumen inicial de toda la historia que, por supuesto, es mucho más extensa.
-Esto todo es demasiado. Esta misma mañana estaba en mi casa tan tranquilo y ahora… ¿estoy en otro mundo?
Xëix asintió con la cabeza. Parecía estar pensando en algo que no se atrevía a preguntar así que indicó al visitante que podía dormir en una habitación, si así lo deseaba, oferta que Klai rechazó, tenía demasiadas preguntas que necesitaban respuesta.
Durante las horas siguientes los dos charlaron sobre la leyenda de la llave espada, los distintos mundos y aquellos que los amenazaban, los sincorazón. Así Klai descubrió que cada mundo tenía un corazón y que si los sincorazón lo alcanzaban este desaparecía en la oscuridad. Esto era lo que le había pasado a la Tierra, el mundo de Klai. No pudo evitar pensar en que lo había perdido absolutamente todo y en su mente comenzó a formarse un terrible odio hacia la oscuridad.
-Si los sincorazón han destruido tu mundo no tardarán en alcanzar otros… - murmuró Xëix – Klai… debes impedirlo.
-¿Yo? Según me has contado tú eres un maestro ¿no? ¡Yo apenas sé blandir la espada!
-Yo soy demasiado viejo ya… He vivido todo este tiempo sólo en este lugar… Ahora los nuevos elegidos debéis ocupar el lugar.- El hombre parecía perderse en sus propios recuerdos.
-Espera, has dicho… ¿nuevos? ¿Hay alguien más en este castillo?
Xëix negó con la cabeza y miró los pasillos desiertos.
-Pero si tu luz te ha guiado aquí puede que los demás elegidos de los que me has hablado estén en mundos cercanos.
Klai pensó en los otros elegidos. Aquellas esferas de luz habían volado hasta cada uno de ellos así que cinco esferas, cinco elegidos.
Uno de ellos era él mismo, el segundo era Lei, después estaba aquel profesor calvo, el cuarto era alguien de su misma clase que no había llegado a ver y finalmente estaba el quinto, al que desconocía por completo. Por otra parte él era el único que había llegado al Castillo de la Templanza pero cabía la posibilidad de que los otros hubiesen sobrevivido, al igual que él.
-Xëix…-dijo Klai, acompañando la frase con un suspiro – Has dicho que puedes enseñarme ¿verdad? Quiero ser fuerte… Si tengo este poder quiero usarlo. Quiero recuperar mi vida.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del muchacho y la compasión surgió en el rostro del maestro. Aquel joven había perdido su mundo y había sido elegido sin darle ninguna oportunidad a escoger.
-Está bien, te acepto como mi alumno. El camino que estás a punto de seguir es largo y tortuoso. La oscuridad te
tentará, tus fuerzas flaquearán pero recuerda… Siempre hay una luz, incluso en la noche más cerrada.
Klai miró con admiración a su maestro. Aquellas palabras le infundieron valor y supo que todo lo que conocía había quedado atrás y que sólo luchando podría volver. Si su corazón era fuerte, su luz nunca se apagaría.
Alumno y maestro avanzaron de nuevo por los pasillos y ascendieron varios pisos hasta que el segundo se detuvo ante una puerta.
-Esta será tu habitación a partir de ahora. Lamento que esté tan vacía.
La puerta se abrió dejando ver un cuarto amplio y luminoso pero como Xëix había dicho vacío, salvo por una cama y un par de estanterías con libros. Las paredes eran azules y el suelo parecía de mármol blanco, todo estaba impecable. Había una puerta de cristal que conducía a un balcón, aunque Klai se juró pasar el menor tiempo posible allí, debido su miedo a las alturas.
Xëix señaló el cielo, en el que comenzaba a ponerse el sol.
-El día de hoy ha sido largo. Duerme y mañana empezaremos.
Klai asintió con la cabeza y el maestro lo dejó sólo. Escuchó los pasos alejándose por el pasillo y permaneció allí de pié viendo como el sol se ocultaba. Invocó la llave espada y la miró.
<Todo por tu culpa…> pensó.
-Tu lucha es en vano.- murmuró alguien a su espalda.
Klai se giró preparado para atacar si era preciso y ante él vio al joven de la armadura que había visto en su mundo, antes de desaparecer.
Estaba en un lugar que no conocía, sentado en el suelo. Se puso en pié con cuidado y miró a su alrededor. Estaba en frente de un enorme edificio que más bien parecía un castillo, de color grisáceo y con adornos dorados y plateados.
Esta edificación sobrecogió a Klai y al no haber más edificios aún parecía más grande. Finalmente el joven se percató de que había alguien en la puerta, que se acercaba poco a poco. Era un hombre que rondaría los sesenta años, de pelo anaranjado aunque con canas y ojos verdes. Vestía con ropas que a Klai le parecieron un tanto extrañas pero al mismo tiempo conocidas. Era una túnica gris con detalles rojos y varias cremalleras.
-¿Quién eres? – preguntó cuándo lo alcanzó.
-Me llamo Klai y estoy completamente perdido.
-Me lo suponía… Lo que no entiendo es como has logrado llegar aquí.
-Yo… La verdad no tengo ni idea- murmuró Klai mirando al suelo enlosado.
-Entonces bienvenido al Castillo de la templanza.
Klai estaba cada vez más confundido. Aquel hombre, que se había presentado como Xëix, le ofreció al muchacho su ayuda y lo invitó al entrar al castillo. Por dentro el edificio era tan majestuoso como por fuera. Los pasillos eran de distintos colores y las paredes estaban decoradas con retratos de distintos hombres y mujeres.
-¿Quiénes son?- preguntó Klai.
-Los distintos maestros que han vivido aquí.- al ver la cara de incomprensión del muchacho – No mucha gente sabe lo que son pero… ¿Sabes lo que es una llave espada?
Klai se paró en seco, estiró el brazo derecho y en su mano apareció su llave espada, la Cadena del reino.
Xëix se quedó mirando el arma que sujetaba aquel joven y luego lo miró a los ojos. Aquel joven tenía que haber llegado de otro mundo y sólo había sobrevivido porque era un portador de la llave espada y, aún así, tenía mucha suerte. Viajar sin una nave era un riesgo que podía acabar con la vida de quien lo intentase.
-Klai…- dijo el hombre - ¿no conoces nada sobre la historia de la llave espada?
El muchacho negó con la cabeza y Xëix comenzó:
-Desde tiempos inmemoriales ha existido un arma legendaria, la llave espada. Esta tiene el poder de sellar y abrir cualquier cerradura y sus portadores deben, ante todas las cosas, salvaguardar el orden en los mundos. Sin embargo esto no siempre ha sido así, pues los corazones de los elegidos han flaqueado.
Otra cosa que debes saber es que la llave espada elije a su portador, una persona con un corazón fuerte.
Bueno y eso es un resumen inicial de toda la historia que, por supuesto, es mucho más extensa.
-Esto todo es demasiado. Esta misma mañana estaba en mi casa tan tranquilo y ahora… ¿estoy en otro mundo?
Xëix asintió con la cabeza. Parecía estar pensando en algo que no se atrevía a preguntar así que indicó al visitante que podía dormir en una habitación, si así lo deseaba, oferta que Klai rechazó, tenía demasiadas preguntas que necesitaban respuesta.
Durante las horas siguientes los dos charlaron sobre la leyenda de la llave espada, los distintos mundos y aquellos que los amenazaban, los sincorazón. Así Klai descubrió que cada mundo tenía un corazón y que si los sincorazón lo alcanzaban este desaparecía en la oscuridad. Esto era lo que le había pasado a la Tierra, el mundo de Klai. No pudo evitar pensar en que lo había perdido absolutamente todo y en su mente comenzó a formarse un terrible odio hacia la oscuridad.
-Si los sincorazón han destruido tu mundo no tardarán en alcanzar otros… - murmuró Xëix – Klai… debes impedirlo.
-¿Yo? Según me has contado tú eres un maestro ¿no? ¡Yo apenas sé blandir la espada!
-Yo soy demasiado viejo ya… He vivido todo este tiempo sólo en este lugar… Ahora los nuevos elegidos debéis ocupar el lugar.- El hombre parecía perderse en sus propios recuerdos.
-Espera, has dicho… ¿nuevos? ¿Hay alguien más en este castillo?
Xëix negó con la cabeza y miró los pasillos desiertos.
-Pero si tu luz te ha guiado aquí puede que los demás elegidos de los que me has hablado estén en mundos cercanos.
Klai pensó en los otros elegidos. Aquellas esferas de luz habían volado hasta cada uno de ellos así que cinco esferas, cinco elegidos.
Uno de ellos era él mismo, el segundo era Lei, después estaba aquel profesor calvo, el cuarto era alguien de su misma clase que no había llegado a ver y finalmente estaba el quinto, al que desconocía por completo. Por otra parte él era el único que había llegado al Castillo de la Templanza pero cabía la posibilidad de que los otros hubiesen sobrevivido, al igual que él.
-Xëix…-dijo Klai, acompañando la frase con un suspiro – Has dicho que puedes enseñarme ¿verdad? Quiero ser fuerte… Si tengo este poder quiero usarlo. Quiero recuperar mi vida.
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del muchacho y la compasión surgió en el rostro del maestro. Aquel joven había perdido su mundo y había sido elegido sin darle ninguna oportunidad a escoger.
-Está bien, te acepto como mi alumno. El camino que estás a punto de seguir es largo y tortuoso. La oscuridad te
tentará, tus fuerzas flaquearán pero recuerda… Siempre hay una luz, incluso en la noche más cerrada.
Klai miró con admiración a su maestro. Aquellas palabras le infundieron valor y supo que todo lo que conocía había quedado atrás y que sólo luchando podría volver. Si su corazón era fuerte, su luz nunca se apagaría.
Alumno y maestro avanzaron de nuevo por los pasillos y ascendieron varios pisos hasta que el segundo se detuvo ante una puerta.
-Esta será tu habitación a partir de ahora. Lamento que esté tan vacía.
La puerta se abrió dejando ver un cuarto amplio y luminoso pero como Xëix había dicho vacío, salvo por una cama y un par de estanterías con libros. Las paredes eran azules y el suelo parecía de mármol blanco, todo estaba impecable. Había una puerta de cristal que conducía a un balcón, aunque Klai se juró pasar el menor tiempo posible allí, debido su miedo a las alturas.
Xëix señaló el cielo, en el que comenzaba a ponerse el sol.
-El día de hoy ha sido largo. Duerme y mañana empezaremos.
Klai asintió con la cabeza y el maestro lo dejó sólo. Escuchó los pasos alejándose por el pasillo y permaneció allí de pié viendo como el sol se ocultaba. Invocó la llave espada y la miró.
<Todo por tu culpa…> pensó.
-Tu lucha es en vano.- murmuró alguien a su espalda.
Klai se giró preparado para atacar si era preciso y ante él vio al joven de la armadura que había visto en su mundo, antes de desaparecer.
Es algo más cortito y no hay acción como en el primero pero espero que sigáis las aventuras de Klai y compañía