—Bien, "Nadhia" —pegué un respingo cuando me acarició la mejilla con uno de sus dedos. El contacto fue extraño, demasiado para mí. Me estaba olvidando de respirar—, te puedo tratar como alguien más... Cercana a mí —intenté mirar hacia otro lado, pero alzó mi barbilla de nuevo. Nuestras miradas acabaron una frente a la otra—. Quizá como alguien... ¿Especial?
Ese momento me resultó eterno, ni siquiera me di cuenta de que había dejado de estar frente a mí y se dirigía hacia los pasillos de la nave. Se me había quedado grabada en mi pequeña cabeza los ojos de Kit. Eran preciosos.
"¿¡Pero qué demonios!?", pensé, roja como un tomate, me llevé las manos a las mejillas, intentando ocultar la incomodidad y la vergüenza. ¿Qué estaba pasando?
—¿Te apetece tomar algo, Nadhia? —preguntó Kit—. Tengo una reserva de vino aquí mismo, buena calidad, traído desde un pueblo francés.
Estuve a punto de contestarlo cuando me acordé de una cosa. Algo que me dijo hace tiempo un buen amigo mío.
"¡Sendh, me gustaría que me explicaras una cosa!"
"¿Has ordenado las estanterías? ¿Y el desguace?"
"¡Claro que sí, viejo gruñón! ¡Hazme caso!"
"Vale, niña. ¿Qué quieres?"
"¿Por qué los príncipes se enamoran tan rápidamente de las princesas en tus libros?"
"Ese tipo de amor no existe, ¡nunca seas así de ingenua, Nadhia! Y nunca te dejes llevar por la situación. Existen muchos mujeriegos ahí fuera"
"¿Mujeriegos?"
"Sí, se aprovechan de los corazones inocentes de las jovencitas que experimentan el amor por primera vez. Ten mucho cuidado. No sea que acabes malparada. Porque..."
"¿Sendh?"
"...porque las heridas del corazón son las más difíciles de sanar"
Aquel recuerdo pasó fugazmente por mi cabeza al instante. "¿Por qué?", pensé. Pero estaba claro que el viejo Sendh, a pesar de ser un gruñón y antipático, me había enseñado mucho. Era un sabio, con muchos años de vida y experiencias humanas. Si me dio esa charla momentos atrás, sería por algo. ¿Quizás preocupado por mi futuro en Villa Crepúsculo como la "prometida eterna"?
—N...no, no me apetece. De... de hecho, sería mejor que volviésemos al Distrito 1. Quizás Ragun ya haya llegado, o puede que desde aquí no veamos su bengala, si acaso la usa —me levanté del sitio, decidida a salir de allí, cuando un ligero mareo me hizo volver a sentarme en el sillón de co-piloto. Lo reconocí, una sensación parecida a la del broche, pero... ¿reconfortante?
PUM PUM
PUM PUM
PUM PUM
"C..."
En ese momento, yo no era quién controlaba mi cuerpo. Mis brazos se alzaron a Kit, abrazándole de forma posesiva. Alcé la mirada para verle, para contemplar de nuevo aquellos ojos que me habían hipnotizado. ¿Eh? ¿Cómo? ¡No! ¡No era eso! ¡Yo no pensaba así! Lo extraño era su color... ¿eran verdes? No... ¿por qué entonces ahora lo sustituía una mirada color esmeralda? Nadhia... ¿pero qué haces? ¡Para!
—Cédric... —llegué a pronunciar, mientras hacía caer a Ivan en la silla del piloto. Seguía aferrándome a él, desesperada. Me dolía el pecho.
No me daba cuenta de que el broche brillaba con exageración, al rojo vivo, al igual que mi mirada, que había cambiado del marrón a un color más cegador, cobre. A los ojos de Kit, serían seductores y provocativos, propios de una estrella de cine, no de una joven como yo.
¿¡Qué demonios me estaba pasando!?