—Fyk, eh... Solo espera aquí.
No lograba desentrañar lo que sentía Kazuki al decir aquello. Su inexpresiva voz se me clavó como lo habían hecho sus ojos, y el pecho me comenzó a doler con fuerza.
—¡¡Nada es justo!! —exclamé, cuando Ragun y él hubieron salido de la sala.
Descargué mi rabia dándole una patada al aire, pero lo hice con demasiada fuerza y acabé cayéndome al suelo, haciéndome daño en la parte de atrás de la cabeza. Me senté y me aguanté con las manos el lugar del golpe, mientras notaba cómo la cara se me iluminaba con el enfado acumulado.
No me ayudó mucho a calmarme el ruido seco que oí cuando llamaron a la puerta de aquella habitación. Miré hacia ella y vi cómo un objeto plano y de aspecto precario aparecía bajo la rendija. Me levanté corriendo y atravesé el marco de la puerta para averiguar quién había sido... pero nadie se encontraba en la vacía entrada al coliseo. Los tablones con las clasificaciones de otros torneos colgaban inertes sobre las paredes contrarias, y las tenues llamas que brillaban en sus respectivos quemadores hacían que la escena tomase un aspecto ciertamente lúgubre.
Miré al suelo y vi lo que habían dejado allí. ¿Un sobre? Lo cogí y vi que estaba a mi nombre, pero no estaba de humor para arriesgarme a abrirlo. Con mi suerte, seguro que tenía alguna otra acusación contra mi persona que no leería hasta llegar a Tierra de Partida y quedarme solo. O una bomba. Sí, ojalá fuese una bomba, sería menos doloroso.
Pero algo me obligó a no guardar la carta. Al observar el reverso vi que una bonita letra me anunciaba con tres palabras algo que llevaba horas deseando que alguien me dijese, aunque no me di cuenta de ello hasta que leí lo que ponía: "Cuidado con Alexis". ¿Pero quién me lo anunciaba? ¿Cómo sabía que podía confiar en quien me había dejado aquella carta y no en Alexis? Decidí abrirla y leer lo que tenía que decirme en aquel preciso momento...
...
No entendía nada. Lo que ponía en aquel papel... ¿a qué venía? ¿Por qué me hacían leer aquello en aquel instante? ¿Qué tenía que ver con lo que había pasado hasta ahora? Maestros, Aprendices... no tenía la cabeza para ponerme a atar cabos, estaba bastante afectado. Y aquella foto... aquella niña de cabellos rubios... ¿por qué me sonaba tanto? ¿Cuándo había sido escrito aquel documento? ¿Y por quién?
Doblé la carta con cuidado y la volví a meter en el sobre, junto a la foto. De repente tuve la sensación de qué sabía con qué iba a soñar aquella noche.