Al subir por la cuerda, Fyk decidió mostrar su Llave Espada a Aeris para saber si ella ya la había visto antes. Sí lo había hecho.
—¡Sois elegidos! Creía que no quedaban más, salvo los del castillo. Entonces, venís de otro mundo, ¿verdad? ¿Vais a destruir a los sincorazón?
—Ah... bueno, supongo que sí, venimos del... exterior —contestó Hiro dejando de lado las excusas que le habían dado anteriormente.
—Sí, venimos de otro mundo, aunque este viaje no estaba previsto... Pero derrotaremos a los sincorazón. —continuó Kairi.
Preferí no decir nada, seguía sin fiarme de ella, y el hecho de que conociera las Llaves Espada y supiera que éramos elegidos no hacía más que empeorar las cosas.
—Bastión Hueco está prácticamente deshabitado. Conseguimos rescatar a muchos, pero otros… no se salvaron. Desde entonces, los sincorazón abundan, y no hay forma de detenerlos. Somos pocos y ellos son muchos. —nos explicó Aeris.
Con aquel comentario, comencé a pensar que la chica estaba siendo sincera. Su tono de voz y su rostro al explicarlo eran bastante convincentes, tanto que hizo que yo me entristeciera con ella al mirar a mi alrededor y ver la desolada ciudad. Pero no duró mucho.
—Aléjate de ellos, Aeris —pronunció una voz masculina.
Al fijarnos, pudimos ver a un hombre castaño y vestido de negro. Hiro y Kairi dedujeron por el colgante que llevaba al cuello que se trataba del tal León.
—¿Qué estás diciendo, León?
—No son de fiar. ¿No has visto sus armas? Son las mismas.
¿Nosotros no éramos de fiar? ¿Las armas eran las mismas? ¿Las mismas que las de quién? De nuevo, todo aquel asunto me olía raro.
—¿Y qué pasa con eso? Los informes decían que…
—¡Olvídate de los informes! No necesitamos más pruebas para saber que son sus aliados. ¡Los culpables de lo que ha sucedido en esta ciudad!
—¿De qué demonios habla...? —musité, cada vez más enfadada por el tono que tenía el hombre.
—Eh, haya paz, haya paz —intervino Hiro.
—Venimos en son de paz, no queremos haceros daño ni somos aliados de nadie. Destruimos sincorazón, igual que vosotros.
—Espera... —murmuré mientras respiraba hondo y me calmaba un poco—. ¡¿Quieres decir que los que han provocado todo esto en la ciudad eran portadores de la Llave Espada?!
León alzó una pistola un tanto rara y con la mano libre nos lanzó una bola de fuego que, por suerte, todos fuimos capaces de esquivar.
—¡¿No se suponía que era nuestro aliado, nos has tendido una trampa?! Joder. —gruñó Hiro.
—¡Sabía que algo así iba a pasar! —exclamé mientras adquiría una pose de combate.
—No entiendo qué le pasa. No es él mismo… —dijo Aeris.
No sabía qué pensar. Quizá la chica estaba siendo sincera y algo raro le pasaba a León, o quizá todo era una trampa como llevaba pensando yo desde que nos habíamos encontrado con ella. En cualquier caso, el hombre quería luchar contra nosotros.
—C-creo que se trata de un malentendido, ¿eh? ¿No pensarás que...? —dijo el pequeño Fyk a Aeris—. No nos vas a atacar, ¿verdad? ¡N-nosotros no hemos hecho nada! —se dirigió esta vez a León.
—Fyk, no creo que consigamos hacerle entrar en razón... Ya has oído lo que ha dicho, está convencido de que hemos ayudado a provocar todo este desastre.
—No lo mataremos, o eso espero de los demás, pero espero que seáis los dos de confianza. Utilizad la llave espada para contusionarlo, no cortéis ni golpeéis en los órganos. ¿Entendido? —propuso Hiro.
—No sé cómo evitaré hacerle daño, pero lo intentaré. —dijo Kairi, siguiendo el consejo de Hiro.
—¡¿Pero qué estáis diciendo?! ¡No vamos a atacar a nadie! —intervino Fyk mientras se interponía entre nosotros y León—. ¡¿Es que sois...?! ¡León piensa que somos el enemigo y vosotros sólo estáis dándole más razones para creerlo!
—¡Pero, Fyk, tenemos que defendernos! ¡Y no creo que sea tan fácil hacer que deje de atacarnos!
—¡No somos quienes crees! ¡Hay un... grupo de personas que usan los poderes de la Llave Espada para...! ¡Para...! ¡Para algo malo! Creo... ¡Pero nosotros no...! ¡Llegamos aquí por accidente y...! ¡Bueno, al... al menos algunos y...! ¡Esto no está bien! Por favor…
—Cálmese, señorito Fyk. Cálmense todos —dijo Edge después de colocarse junto a Fyk y posar su mano en el hombro del pequeño—. No soy conocedor sobre estos aferes todavía… ¿mas no podría ser que el señor León estuviera siendo objeto de un hechizo causante de confusión? Creo que es un hecho innegable que la señorita Aeris ni siquiera comprende su actitud.
—Ni siquiera sé si fiarme de ella... —le dije al chico mientras le dirigía una mirada a la chica de rosa.
—La llave-espada no es un arma corriente, no esta hecha para herir a las personas. Guía a la gente hacia la luz, dándonos la coyuntura de hacer felices a las personas. La llave espada abre todas las cerraduras, incluso las del corazón. Si el señor León ha visto su juicio suspendido, nosotros seremos capaces de devolvérselo. —continuó Edge.
Las palabras de Edge me hicieron recordar mi misión, la misión que acepté cuando Kazuki me propuso ser su aprendiza. Proteger "la luz". Proteger a la gente que lo necesitara. Volví a dirigir mi mirada hacia Aeris, y me di cuenta de que quizá me había precipitado un poco al desconfiar de ella, así que decidí darle una oportunidad. Después de todo, me había parecido sincera unos momentos antes.
—Quizá tengáis razón... —suspiré mirando a Fyk y Edge.
Intentaría no dañar a León, aunque seguía en guardia. Una cosa era darle una oportunidad a la chica y otra muy diferente bajar la guardia.
—Sólo si les ataca, traten de desarmarlo, no de dañarle.
—Lo intentaré —respondí asintiendo con la cabeza.