... Y cayó con todo el equipo. Paul aterrizó de culo, sin daños mayores debido a que su distancia respecto al suelo era mínima, pero Rhía tuvo la mala suerte de despeñarse de cabeza. Sabía que sus fuerzas no eran las suficientes como para hacer algo así, y sin embargo lo había intentado; el chichón de la cabeza le recordaría en el futuro a no desafiar la todopoderosa fuerza de la gravedad. Y tenía suerte de no estar sangrando.
Las hormigas bailoteaban alrededor de los dos jóvenes, alegres de que sus preciadas presas hubiesen vuelto con ellas tras su intendo de huida. No atacaron en un principio, esperando a que quizás ellos actuaran antes; sus opciones se abrían de nuevo. Rhía podía de nuevo escalar la farola para que esta atravesase la puerta que había decidido no cruzar, huyendo de allí o buscando otra habitación donde poder lograr algo para subirle...
O podían echar a correr ambos hacia su izquierda, un callejón oscuro con contenedores y otros objetos que podían ayudarles en su huida. Claro que sería alejarse de su objetivo, pero seguro que más adelante encontrarían otro modo de llegar. Más tardío, pero era un camino al fin y al cabo.
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