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Sorkas y la extraña se dirigieron pasando por la fuente del Distrito 2 cuando Sorkas se detuvo. Había notado algo raro. Algo no cuadraba en la fuente. Las farolas se encendían y se apagaban intermitentemente. Sorkas no sabía mucho de electricidad y de farolas pero estaba seguro que no era nada bueno.
— Démonos prisa — ordenó, dejando ver algo de nerviosismo en su voz.
Por esta vez, Sorkas estuvo de acuerdo con ella.
— Será lo mejor… — dijo Sorkas, mientras aceleraba el paso.
Sorkas notaba como la mujer le pinchaba con la flecha, pero esa no era su principal preocupación en ese momento.
De repente, un sonido metálico que Sorkas creyó que provenía del tejado les hizo detenerse. La mujer parecía coincidir con Sorkas en la localización del ruido pues dejóa de apuntar a Sorkas y apuntó hacia el tejado, al menos era una preocupación menos. Sorkas se fijó en que la mujer estaba muy nerviosa, desde luego no le gustaba que los planes se desviasen, si al final no era nada el ruido, eso le podría ser de ayuda.
— ¿Qué es eso? — preguntó en alto.
Sorkas se preparó para responder:
— Nnn…
No pudo ni empezar a responder cuando el sonido de pisadas eclipsaron su voz. Acto seguido, piezas metálicas cayeron del cielo justo enfrente suya. Como por arte de magia, las piezas se juntaron formando una especie de armadura. Esa cosa era enorme, Sorkas retrocedió varios pasos, aterrorizado, se había quedado sin habla y parecía que la mujer estaba igual de impactada. No fue hasta entonces que los ojos de Sorkas se dirigieron hacia el centro de lo que parecía ser el cuerpo: un enorme símbolo que Sorkas reconoció de otros Sincorazones.
— ¡No! — gritó simplemente la mujer.
Ese grito logró sacar a Sorkas del estupor en que se encontraba.
— ¡Pásame la espada!
La mujer no le oyó. Pero reaccionó disparando una flecha que iba directa a la cabeza del Sincorazón. Por un momento, Sorkas tuvo la esperanza de que se fuera a acabar con esa flecha. Y la esperanza se acabó tan rápido como llegó. El monstruo detuvo la flecha en el acto sin que le dejase ningún rasguño. Sin dejar tiempo a nada, el Sincorazón lanzó un ataque hacia la mujer, golpeándola y dejándola aparentemente inconsciente. Por suerte, la espada salió rebotada aterrizando al lado de Sorkas.
Sorkas reaccionó cogiendo rápidamente la espada. Más llevado por el miedo que por la lógica, se lanzó dispuesto a proteger a la mujer. Se situó delante del cuerpo de la mujer y adoptó una postura con la espada que Sorkas creía defensiva.