Spoiler: Mostrar
Spoiler: Mostrar
Un nuevo habitante se había establecido en los pasillos de Bastión Hueco. Al contrario que los más nuevos aprendices, no era ningún tipo de oscuro pasado, oscura personalidad y oscuras intenciones, sino una adorable criaturilla que se había habituado a la nueva vida en el castillo. Y que hacía de ésta un poco más divertida, porque había conseguido poner de los nervios a la diva por excelencia, hasta el punto de verse obligada a pedir ayuda a los novatos.
Diana apenas había alcanzado a verlo. Era peludo, pequeño y escurridizo. Y podía tratarse de tantas cosas: un perro, un gato, una ardilla...
Como cada mañana, los más cercanos a su habitación podrían escuchar el grito de histeria de Diana, a la que nuevamente le habrían dejado los calzoncillos frente a la puerta. Y contando que los tres aprendices eran varones, también cabía la posibilidad de que fuera alguno de ellos a quien por la noche se los hubiesen robado. O que ya lo hubiese vivido en otras ocasiones.
Quizá no estaba tan mal tener a la criaturilla como animal de compañía en el castillo sólo por esos momentos. Pero, desgraciadamente, habían elegido deshacerse de ella. El cómo ya era cosa suya.