Bingo.
La estrategia, para bien o para mal, funcionó. Lyn se giró enfurecida a Shintaro, habiendo escuchado a la perfección aquel comentario tan atrevido. Eso seguramente le diese ventaja a Neas para emplear un ataque sorpresa, lo suficiente potente como para...
... oh, vaya.
—
¿¡Cómo te atreves!? —el rugido de su mentora fue aterrador. Aquello no iba a acabar bien, cuando ambos vieron como Lyn invocaba su Llave-Espada—
¡¡Electro ++!!Achicharrados no. Lo siguiente.
Una oleada de rayos impactó sobre los aprendices. No pudieron escapar de ellos, Shintaro se quedó en el sitio completamente paralizado tras recibir uno de ellos, sintiendo calambres por todo su cuerpo. Y Neas jamás llegó a tocar a su mentora. Se quedó a medio camino tras que un potente trueno le hiciera chamusquina.
El olor a quemado en la Sala del Trono y el ruido de la tormenta no pasaría por alto a oídos de los curiosos que paseaban por los pasillos. Algunos se asomaron a la puerta, preocupados. Pero en cuanto vieron a la poderosa Lyn con su arma en mano y el estado de los pupilos, decidieron no intervenir ni preguntar por lo sucedido.
Como si sus aprendices no la conocieran lo suficiente.
Pero alguien sí se atrevió a pasar.
—
Vaya, vaya, luego me dices que soy yo el que me paso con los nuevos con mis novatadas —dijo el pequeño intruso con aires de arrogancia—.
Hacía tiempo que no te escuchaba conjurar un hechizo como ese dentro del castillo, je. —
Precisamente el último lo provocaste tú, Akio —dijo Lyn, aun echando chispas a través de su armadura—
¿Qué haces aquí?Akio, el pequeño Maestro considerado el gran demonio de Tierra de Partida, se presentaba por primera vez a los ojos de Shintaro y Neas. Con un rubio cegador en su cabeza, unos ojos verdes y una estatura acorde a un niño de diez años, pocos podrían tomarle en serio como mentor. Pero habían escuchado muchas cosas sobre él.
Las apariencias engañaban.
Éste esbozó una pícara sonrisa y se llevó las manos detrás de la cabeza, mostrando una postura infantil y despreocupada ante la actitud de la Maestra.
—
Sentía curiosidad por saber quienes me han quitado el puesto de incordio número uno —dijo, de muy buen humor. Parecía divertirle la idea de molestar a Lyn—.
Y bueno, advertirte que la última vez por poco te cargas el techo. —
¿Y qué si lo hago?—
¡Oye, por mí me parece perfecto! ¡Me divierte, que últimamente esto es muy aburrido! —exclamó Akio, burlón—
Pero no creo que a Mog y a los demás bichitos voladores les haga gracia que crees boquetes por un simple mosqueo de los tuyos. Lyn ensombreció a sus palabras, aunque parecía dispuesta a darle una colleja al Maestro. Sin embargo, sólo le dio un empujón como haría una hermana mayor al incordio del menor.
—
¡Ey! ¿Qué haces, chucho? Oh, oh.
—
¿Qué... me has... llamado?Definitivamente Akio se estaba jugando el cuello.
—
C-h-u-c-h-o. Chucho.Y parecía no importarle.
—
¡Te voy a matar!—
¡Cógeme si puedes, perro pulgoso!Y tan pronto como Akio dijo eso, salió corriendo a los pasillos. Lyn se giró a sus aprendices, mostrando unos ojos que despertaban verdadero pavor.
—
Id a por él —sentenció, echando humo—.
¡Ahora!Fecha límite: Miércoles, 24 de Abril