Ese sería el día en que por fin lo conseguiría. Ya se consideraba un verdadero Caballero de la Llave Espada tras su viaje a otro mundo; sin embargo, todavía había algo que no había hecho y que necesitaba para sentir que estaba logrando todo lo que se propuso cuando salió de París.
Tenía que aprender a leer.
El Capitán Ronin le había contando que en Tierra de Partida podría aprender a leer, pero hasta ese día no se lo había propuesto en serio. La lectura y la escritura no le eran totalmente desconocidas, conocía cómo se pronunciaban algunas letras y sabía cómo se escribía su nombre, aunque siempre lo escribiese con trazos temblorosos. El consejo que había recibido es que fuera a la biblioteca y allí encontraría todo lo que necesitase para su aprendizaje.
Se puso su querida capa raída, salió de su habitación y se dirigió hacia la biblioteca. Recordaba los primeros días en los que no sabía dónde estaba cada habitación y tenía que estar pidiendo indicaciones constantemente a los Moguris, pero afortunadamente (tanto para él como para los Moguris) ya se conocía la mayoría de los pasillos.
El aspecto de la biblioteca le sobrecogió. Jamás en toda su vida había visto tantos libros juntos en tan buen estado, ni siquiera los ciudadanos o la nobleza parisina eran poseedores de tales colecciones. Las mesas estaban repletas de pilas de libros que algunos aprendices leían con concentración, mientras que para disgustos de éstos otros se dedicaban a charlar o a lanzarse pequeñas bolillas de papel.
¿Por cuál debía empezar? ¿Cuál sería el más indicado para aprender a leer?
Dudaba de si preguntar a un Moguri (mejor no, ya estaban un tanto cansados de él) o a algunos de los aprendices (los que estaban leyendo podrían sentirse molestado y los que estaban hablando no parecían que supieran muy bien cuáles eran los mejores libros. Entonces, se percató de un curioso libro situado en medio de una mesa y apartado del resto. Nadie lo estaba utilizando y por su portada parecía ser un libro bastante colorido, de manera que decidió acercarse a echar un vistazo.
Colocó sus dos manos sobre aquel libro tan llamativo y cuando intentó abrirlo un intenso brillo envolvió su cuerpo. ¿Qué estaba pasando, no decían que los libros eran buenos? Por un momento sintió ganas de gritar, pero se contuvo, ya estaba empezando a acostumbrarse a aquellas sorpresas.
Cuando el brillo desapareció Bavol se frotó los ojos, quizás era tan sólo una ilusión. Ya no estaba en Tierra de Partida, el paisaje que lo rodeaba era totalmente distinto…
¿A eso se referían con lo de que puedes viajar a otros lugares gracias a los libros?