Hiro & BanLos pies de Scarmiglione y del doctor se acercaron a la cama bajo la que se encontraba Hiro. El segundo comenzó a susurrar cosas para sí mismo, mientras el sirviente encapuchado se mantenía muy callado; no poder ver lo que hacía debió ser una exasperación para él.
—
Dime, mi querido Scarmiglione. ¿Ha llegado algún intruso hasta aquí? —interrogó Hojo, dirigiendo sus pies hacia Hiro. El encapuchado pareció temblar, pues su voz le delataba.
—
D-de ninguna manera, sseñor Hojo. Aquí no hay nadie.—
¿Nadie, Scarmiglione? ¿Estás seguro?El silencio absoluto se hizo. El encapuchado no pronunció ninguna palabra. ¿Estaría delatándoles? ¿Quizás negando con la cabeza? Ninguno de los dos aprendices podía saberlo con seguridad. Fuera lo que fuera, el doctor reaccionó caminando hacia la cabina de Cloud y manipulándola con alguna clase de lector: el fluir del agua por un deshagüe llegó hasta sus oídos.
Hojo dio unos lentos pasos en dirección a la cama en la que se encontraba Hiro. Sus zapatos negros resonaban como un reloj, marcando el aproximamiento a la hora final de un condenado. Los pies se plantaron frente a él, muy cerca de su cara; y el cuerpo de Hojo se inclinó hacia un lado.
Y así, se fue. Tras tomar una manta de la cama y lanzársela a Scarmiglione, se dirigió hacia la salida. La puerta automática se hizo a un lado y el doctor se giró hacia sus dos compañeros.
—
No toque nada, Lord Gabranth. Voy a por un pequeño regalo para mi chico.El científico abandonó la sala y el silencio se hizo. Hiro pudo suspirar tranquilo, con el peligro ya fuera de escena sólo para, entonces, oír el sonido de las cortinas hacerse a un lado y ver a Ban volando hacia su cama, aterrizando encima de ella de puro milagro.
O el escondite del chico había sido muy malo, notándose el bulto de su cuerpo de sobremanera, o Scarmiglione les había vendido. Y, aunque lo más lógico fuera lo primero, podía pensar lo que quisiera; eso no quitaba que el terrible hombre de la armadura plateada le hubiera descubierto. Tomó una espada de su cintura y la extendió hacia Ban, separándola en dos y tomando una en cada lado.
—
Percibiría el hedor de tu luz a kilómetros, Portador.El caballero atacó a Ban con la intención de clavarle ambas espadas en los hombros. El chico pudo esquivar por los pelos el ataque rodando a un lado y cayendo de la cama, mientras las dos armas se atravesaron en el colchón, amenazando la propia vida de Hiro. El hombre tomó ambas empuñaduras y dio una patada a la cama, que se deslizó hasta la siguiente, atropellando a Ban en el camino y revelando la posición de Hiro.
—
Tú... El perro de Kefka.Gabranth dirigió los filos de sus armas hacia Hiro, indefenso en el suelo. En el último momento, Ryota surgió por detrás del chico de Tierra de Partida para bloquear el ataque del caballero con su Llave Espada, salvándole por el margen de unos escasos segundos. El Maestro le rechazó e hizo un corte en dirección a Gabranth, pero este invocó una barrera frente a él que bloqueó el ataque.
—
¡Ronin, protege a Oswald! —ordenó el líder de Bastión Hueco, retrocediendo hasta la puerta y descubriendo que esta estaba cerrada electrónicamente—
. Yo voy a por el científico.Un pequeño vendaval surgió alrededor del cuerpo de Ryota y este desapareció en un pestañeo de ojos para materializarse al otro lado del cristal de la puerta. Ronin surgió con una amplia sonrisa del interior de un armario, que en teoría acababa de compartir con su rival, e invocó su Llave Espada.
—
¡Sí, claro, Ryota! ¡Tú tranquilo, yo cuido de los tuyos!Ronin tuvo la intención de ayudar a Ban a levantarse del suelo, pero Gabranth atravesó la sala a gran velocidad para chocar sus espadas contra él. Bloqueó el ataque y dio un paso atrás, impresionado por la velocidad y la fuerza del caballero plateado.
—
¡Eh! ¡Cálmate, hombre!—
¡Ryota! ¡Ronin! Reconozco esos nombres. ¡Él me habló de vosotros!—
¡Oh, así que tú eres Gabranth!El sonido de unos cristales rotos llegó a oídos de Hiro y Ban. De la cápsula en la que Cloud se encontraba preso surgió un brazo manchado de sangre y, tras apartar los cristales de su alrededor, salió de su interior. No era el mismo Cloud que otros habían conocido: sus ojos brillaban con tal fuerza que dejaban un rastro de luz a cada paso que daban, y el ala negra a su espalda le hacía más siniestro que cualquiera de los enemigos a los que hubieran hecho frente.
Pero estaba débil. Las heridas de su espalda seguían sangrando y desprendiendo pus, lo cual debía situarle muy, muy bajo de fuerzas. Pero incluso así, la oscuridad que desprendía su cuerpo era temible, y su respiración entrecortada a través de la media máscara que llevaba les podía asustar más si cabía.
—
¡No os acerquéis a él! —ordenó Ronin, bloqueando más ataques de Gabranth; el caballero había olvidado la presencia de los aprendices para volcar toda su concentración en el Maestro de Maestros—
. ¡No sabemos de lo que es capaz!* * *Light, Maya & RagunLa excusa de Ragun hizo que el hombre arqueara las cejas, dudoso de su palabra. Se acercó con paso lento hacia los aprendices, con el fuego cargado en su mano en todo momento, mientras les evaluaba de arriba a abajo: se detuvo especialmente en Maya, la supuesta intrusa a la que habían hecho prisionera. Tampoco parecía muy presa, la verdad.
—
¡Así que tú eres el novato!El hombre desinvocó el fuego de su mano y golpeó el hombro sin brazo de Ragun, sonriéndole de oreja a oreja. Le ofreció la mano y esperó a que se la estrechara para continuar hablando, dándole la bienvenida a Villain's Vale.
—
Mi nombre es Rubicante. Gabranth me habló de lo que tu unión nos aportaría. Comentó que te unirías a nosotros el mes que viene, pero te ha podido la impaciencia, está claro. Y este debe ser tu becario. ¡Oh! —el hombre clavó su mirada en las heridas de Light, preocupado por su estado ante todo—
. ¡Estás herido! Permite que te cure.El hombre tomó la mano de Light y, tras acariciarla con cuidado, las heridas de su cuerpo se cerraron por completo. Se sentía tan energético como siempre, como si el incidente con Zande no se hubiese dado. No se podía negar que aquel extraño era amable.
Y no sólo eso. Rubicante revolvió la mano en su túnica y sacó un objeto que dio entrega a Ragun: una preciosa rosa rojiza de cristal. Sus pétalos rojos brillaban con fuerza, hechos con algún material puramente mágico.
—
Aquí tienes la llave para acceder a los niveles superiores. Ya te habrá dicho Gilgamesh: en la parte superior de esta torre están las celdas. Encierra a esta intrusa allí y ve después a ver a Gabranth en la Torre ∑. ¡Y no hables con el prisionero!Rubicante retrocedió hasta el pie de las escaleras y se quedó allí quieto, vigilando la puerta para que nadie más entrara por ella. Si los aprendices subían encontrarían dos plantas de interés: una que daba acceso a una terraza, donde cinco cristales de distintos colores (azul, verde, amarillo, rojo y blanco) brillaban con intensidad, y parecían contestar a objetos como el que habían obtenido. El otro piso, más arriba, estaba bloqueado por una puerta doble con la imagen de una rosa en ella que reaccionaría al objeto que Rubicante les había entregado, abriéndose de par en par.
Ellos decidían qué camino tomar.
* * *Xefil―
No elijo aprendiz a menos que vea algo en él—fue la lacónica respuesta de Nanashi.
Entonces el aprendiz de Tierra de Partida tomó la delantera, colocándose por delante de su ex Maestra y caminando hacia una dirección inconcreta. Sin embargo, una vez llegaron a la torre más cercana pudieron comprobar no tenía ninguna clase de entrada. La Maestra se detuvo y observó por el rabillo del ojo al desafiante muchacho; cruzó sus dedos y le juzgó con la mirada.
―
¿Y bien? ―interrogó Nanashi, completamente fría en sus palabras y con la barbilla bien alta en todo momento―
. ¿Adónde nos dirigimos?La siguiente torre más cercana tampoco tenía acceso alguno, como podrían comprobar si se acercaban. Y más allá, en la ciudad, se podían escuchar ruidos de alguien destrozando edificios mientras seguramente buscaba los intrusos de Villain's Vale; el movimiento era difícil.
Pero no necesitaron avanzar más por la ciudad. Al cabo de unos minutos, el fénix de Nanashi graznó y surgió en el cielo, aproximándose a ellos. La Maestra tendió el brazo para que el eidolón se posara en él y acarició su plumaje, interpretando el mensaje que quería transmitirle.
―
Gilgamesh ha escapado. Está lejos, pero en pocos minutos habrá llegado aquí e informará de nuestra intrusión ―Garuda levantó la cabeza y extendió las alas, preparada para echar a volar. Nanashi ofreció su mano a Xefil―
. Dejemos de perder el tiempo. Entraremos por una de las terrazas.Una vez Xefil estuvo bien agarrado a ella, Garuda echó a volar alrededor de la torre frente a la que se encontraban. Durante gran parte del ascenso no encontraron ni ventanas ni ningún medio por el que entrar; sus muros eran firmes y seguros, prevenidos para cualquier intrusión. Les costó dar con una pequeña terraza interior, conectada por un ascensor en forma de jaula con la torre central.
La puerta principal de acceso no reaccionó ante Llaves Espada ni golpes. Sólo el objeto llave con forma de martillo de cristal que Nanashi le había arrebatado a Gilgamesh logró que se abriera hacia un lado; tecnología, pudo pensar Xefil.
Antes de entrar y verse dentro de los eternos pasillos de la torre, Nanashi se dirigio a Xefil.
―
Antes comentabas que eres un Caballero de la Llave Espada ―recordó ella, tomando aquellas aparentes inocentes palabras de Xefil―
, pero no has mencionado a la Orden. Tengo una pregunta importante que hacerte.»
¿Qué harás cuando estalle la guerra? ¿Permitirás que los ideales de Ronin te gobiernen, o te los plantearás?La respuesta no era nada sencilla. Nanashi aguardó la contestación en silencio, sin interrumpirle en ningún momento, para entonces continuar con su explicación mientras entraba al interior de la torre:
―
No deseo el mal ni de Ronin ni de Ryota, Xefil. Pero es inevitable: la guerra llegará. Lo sé desde mucho antes de aquel día de hace dos años, cuando él os reunió. Es una guerra personal entre ellos dos, entre sus ideales y su política de actuación.* * *—
¡Te prohibo ir a por él!—
Ronin, apártate.El Maestro de Maestros bloqueaba la salida del castillo de Tierra de Partida. Ryota le fulminaba con la mirada mientras mantenía bien sujeta a Nanashi contra él. La mirada de la joven se perdía en la nada y tenía los ojos rojos e hinchados de llorar. Había acudido a Ryota en su peor momento, y este le había correspondido con una promesa que necesitaba cumplir por el bien de su pequeña: la promesa de justicia. Una justicia en la que Ronin se interponía.
Ryota no quería dar la escena en mitad del castillo. Ariasu les espiaba desde las escaleras junto a Kazuki, intentando pasar desapercibidos pero sin atreverse a perderse la pelea entre los dos Maestros. La tensión se podía notar en el ambiente: algo realmente grave había sucedido entre los dos, y más si Nanashi estaba tan dolida. Nunca habían visto a su dulce y agradable compañera en ese estado.
—
No me voy a quitar, Ryota —la firme voz de Ronin no podía ser más clara: se negaba a aceptar el comportamiento de su íntimo compañero—
. Lo hago por vuestro bien.—
¿Cómo puedes decir que quedarnos aquí quietos es nuestro bien? Han asesinado a uno de los nuestros. Es cuestión de hacer justicia.—
¡Lo que buscas es venganza! —Ronin agitó el brazo con violencia, negándose a aceptar las palabras de Ryota—
. ¡Estos no son los métodos que nos enseñó Rayim! Quieres intervenir en los asuntos de otro mundo para que Nanashi se sienta mejor. ¡Pero verte convertido en un monstruo no le hará feliz!Aquellas palabras despertaron algo en Ryota. Por un momento se mostró calmado, asimilando la provocación de su amigo; y después, levantó su brazo lentamente hacia él, amenazante, e invocó su Llave Espada. Mantuvo la calma en toda regla, pero aquel comportamiento era la declaración de guerra máxima de un Maestro a otro.
—
Apártate, Ronin.El tuerto se mostró sorprendido por la acción de su amigo, pero desafiante. Tras unos muy tensos segundos, durante los que incluso Nanashi se mostró preocupada por la situación, Ronin se hizo a un lado. Ryota no desinvocó su arma: la bajó y caminó, rodeando los hombros de Nanashi y llevándola consigo, hacia la salida del castillo.
—
Por favor, Ryota —susurró Ronin sin mover la cabeza cuando su amigo pasó por al lado—
. No lo hagas.Ryota no contestó. Una vez fuera, transformó su Llave en un glider. Lo último que recordó Nanashi fue ver cómo el puño de Ronin temblaba de pura rabia, justo antes de salir con su Maestro volando hacia el cielo.
* * *―
La relación de Ronin y Ryota ha sido tensa desde que me aceptaron en el seno de Tierra de Partida ―explicó la Maestra, terminando su narración; había ahorrado detalles a Xefil como su propia relación en aquella escena, pero la idea de lo que quería transmitirle podía ser captado sin complicaciones―
. Y si reflexionas notarás que la situación entre Tierra de Partida y Bastión Hueco en estos dos últimos años es la misma. Vivimos en una guerra fría en la que sólo existe la alianza en casos extraños con un enemigo común... Como ahora. Pero la guerra llegará antes o después.Llegaron finalmente hasta una habitación que ocupaba todo un piso, en la parte más alta de la torre. El símbolo del martillo que la Maestra llevaba consigo decoraba la puerta, por lo que procedió a colocar el cristal en este para que se abriera de par en par.
El interior soprendió a ambos. Un gigantesco cristal verde de tres metros de alto flotaba en el centro de la sala, girando lentamente y reflejando las luces de las lámparas fluorescentes en el techo y suelo. Su magia cautivó a Xefil, llamándole hacia él.
Los dos entraron y Nanashi caminó hacia el misterioso objeto, inspeccionándolo a su alrededor. Se llevó el puño a los labios mientras reflexionaba sobre la identidad de este.
―
Nunca había visto nada igual ―explicó la mujer, con sus ojos brillando por la magia del objeto―
. No reconozco su forma ni su composición, pero es mágico. Desprende una gran cantidad de energía.La puerta se abrió de nuevo tras ellos y un hombre con gafas y en bata blanca apareció corriendo hasta ellos. Al darse cuenta de la presencia de estos intentó retroceder, pero la aparición de una vieja cara conocida les pilló desprevenidos: era Ryota y parecía perseguir al hombre. Había llegado a una velocidad pasmosa, impulsado por lo que parecían ser hechizos de viento.
—
Fin de la carrera, profesor Hojo.Las palabras del Maestro venían cargadas con fuerza. Sus ojos brillaban con más intensidad de lo habitual, y un extraño aura verde parecía comenzar a envolver su cuerpo. Hojo captó el comportamiento de Ryota y se mostró interesado en él de inmediato.
—
No tenemos por qué recurrir a la violencia —aseguró el buen doctor, levantando ambos brazos y sonriendo a Ryota, Nanashi y Xefil—
: Hablaré.Hora del interrogatorio.
Fecha límite: sábado, 29 de marzo.
Light
PV: 46/46
PH: 22/28
Maya
PV: 30/30
PH: 16/28
Ragun
PV: 76/76
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