El géiser impulsó a Zande hacia el cielo, dando tiempo más que suficiente para rescatar a Faris y atacarle en cuanto descendiera. Lo que Hana no esperaba era la aparición de Malik y Jess, quienes se encargaron también de auxiliarla en el plan junto a Ana Lucía. Mientras el primero se unió a ella en la arremetida, la segunda sacó al rehén del combate.
Sin embargo, cuando ambos fueron a propinar sendas estocadas al desprotegido Zande, éste se protegió con uno de sus brazos y aprovechando la cercana arma de Hana, la agarró y la zarandeó como si fuera de papel. La aprendiza no tardó nada en soltar su Llave y salir por los aires para aterrizar en un arbusto.
Mientras se reponía del golpe, lo primero que pensó fue en lo fácilmente que había soltado su Llave. Sabía de otros aprendices que la apreciaban y cuidaban de ella como símbolo de la Orden a la que pertenecían, pero ella no la consideraba más especial que ninguna de las armas que había empuñado con anterioridad. Le bastaba un deseo para convocarla de nuevo.
Se quitó esos desvaríos de la cabeza, ya que no era tiempo de pensar en nada que no fuera Zande, y se incorporó y quitó la maleza que se le hubiera enredado. Vio a Ana Lucía cubriendo a Malik, intentando disparar al monstruo y cómo éste recuperaba su lanza.
Ana Lucía ordenó al aire que rodearan entre todos a Zande, mandato que Hana obedeció de inmediato por su incuestionable cargo de líder. No obstante, en el combate que se desarrolló a continuación, sólo pudo quedarse contemplando las maniobras increíblemente coordinadas que hacían entre las dos piratas, productos de una larga camarería y un entrenamiento dual.
Al verse acorralado, Zande convocó sincorazón. A su llamada sólo acudieron tristemente dos por su desgaste, pero fue suficiente para que Hana entrara en acción, puesto que uno de ellos se lanzó a por ella. Hizo aparecer nuevamente su Llave Espada en la mano y comenzó a combatir contra él.
Escuchó ligeramente algo sobre la Fuente que gritaba Zande, pero no desvió su atención del combate individual contra el sincorazón hasta que éste desapareció con algún tipo de fogonazo, volatilizado en el aire como si nunca hubiese estado allí. Al dirigir su mirada hacia donde había visto que iba el borrón, se encontró con Ronin, que venía a salvar la situación.
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Pobrecito, ni llegará a ella ―se carcajeó Hana, al descubrir que Zande había localizado la Fuente y sabiendo que Ronin estaba allí para detenerle por completo.
Ambos, monstruo y hombre, se encararon. Hana miró con aburrimiento, pensando en lo corto y breve que sería la lucha a favor del Maestro. No obstante, como todos, se llevó una desagradable sorpresa al comprobar que, en apenas un parpadeo, Zande había hecho su movimiento. Se encontraba a la espalda de Ronin y éste, en cambio, tenía una fea herida sobre el pecho.
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¡¡No!! ―gritó, casi inconscientemente. Si el Maestro caía, todas sus esperanzas de derrotar a ese nuevo y poderoso Zande y, por supuesto a Chihiro, se desvanecerían.
Y ninguno regresaría a Tierra de Partida.
Entonces, proclamando su próximo asesinato, Zande se dirigió hacia los tres aprendices. Hana se preparó para luchar contra él, pensando en la manera de despistarle con algunas buenas escogidas palabras. El monstruo alzó su brazo hacia ellos y su mano, en vez de salir de ella algún conjuro elemental, se convirtió en el foco que hizo que todo lo demás se oscureciera alrededor de la muchacha.
Se quedó sola.
La oscuridad era al principio un muro que la separaba de la realidad. Pero, como todos los muros que existen, no había más que echarlo abajo o encontrar un resquicio por el que colarse para evadirlo. No existía ninguno infranqueable.
Por ese motivo, nunca había temido la oscuridad. Era una aliada, no una enemiga. Había que saber utilizar su inestimable presencia, hacer gala de ella para cometer las más increíbles acciones a su favor. Zande los había cegado, sí; sin embargo, él continuaba allí. ¿Habría sembrado la oscuridad en todo el bosque o sólo en sus ojos? Poco importaba, porque el resultado sería el mismo.
Hana avanzó con confianza, reteniendo el más vívido recuerdo que tenía del lugar. Era ciega, pero ni la oscuridad era capaz de borrar el plano mental que el cerebro había construido a partir de su visión, e hizo acopio de él.
La primera advertencia de que algo no iba bien vino del tanteo de sus pies. Trataba de ser sigilosa, y con el fin de no equivocarse, buscaba los elementos que recordaba (tales como una raíz o una piedra) para guiarse y asegurarse de que seguía el camino correcto hacia Zande, para abalanzarse sobre él o intentar cautivarle con palabras melosas. No obstante, no encontró nada más que suelo llano a su paso, como si se hubiera esfumado.
La oscuridad se la había jugado. Aun así, se resistió a pensar en esa posibilidad y lo achacó a haber cometido un error de visión o cálculo. La realidad estaba allí, a unos pocos pasos, tras el muro de bruma que había alzado su enemigo.
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Podrías llevar una venda delante de los ojos constantemente y no habría ninguna diferencia.Al escuchar la conocida voz, se dio la vuelta y allí estaba.
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¿Me echabas de menos?Este encuentro fue diferente al de la última vez, en los bosques de un pueblecito con demasiados ánimos de cantar. Raymon, su primo, en vez de un niño de ocho años, mostraba la apariencia de uno de quince, la edad que tendría de no haber fallecido. Un muchacho que apuntaba a ser alto, pícaro y burlesco. Ni una belleza, ni un pordiosero.
Simplemente, la persona a la que más había querido.
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Siempre te echo de menos ―se sinceró la aprendiza. Sabía que no podía ocultarle nada.
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Yo no.Hubo unos segundos de silencio, mientras Hana encajaba el golpe. Era incapaz de responderle, porque Raymon representaba el mayor delito de todos los que había cometido. Su fantasma le perseguiría por siempre, y lo sabía, mientras ella o la bruja siguieran con vida.
Prefirió cambiar de tema.
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¿Cómo puedo salir de aquí? Zande está cerca…―
No hay ningún Zande ―sentenció Raymon―.
Aquí, sólo estamos tú, yo… y ellos.―
¿Quiénes?En respuesta, el suelo vibró, desestabilizando a Hana y haciendo que estuviera a punto de caer sobre un enorme agujero que se estaba formando entre ella y su primo, como si la tierra oscura se fracturase y, pedazo a pedazo, cayera en un agujero sin fin, ensanchándose lentamente. Hana miró abajo, con temor, y retrocedió unos pasos, porque era tan profundo que no veía el fondo. Sólo la oscuridad.
Raymon, en cambio, paseó por el otro extremo en el límite hasta el que se abrió el boquete, mirando el agujero con fascinación.
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¿Qué hay después, Hana? ―gritó de repente.
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¿Después de qué?―
De la muerte, ¡por supuesto! ―parecía encantado con el tema―.
¿Qué esperanza hay para las almas y corazones de este mundo? ¿Cuál es el final de nuestro camino?―
Nada ―respondió Hana con rapidez―.
¿Por qué no me lo dices tú?―
Porque tú tienes las respuestas. ¡Nada!, dices. No lo sabes. Eres una mentirosa ―sonrió―.
Como humanos, concebimos la posibilidad de un Dios que vele por nosotros y nos acoja en el fin. ¿Crees en Dios, Hana? ¿Crees en un ente divino que juzgue nuestros pecados en este mundo?―
No… No lo creo…―
Mentirosa ―volvió a acusarla―.
¡Qué fácil es vivir sin corazón! Sin él, no hay nada que justificar. El crimen queda sin castigo: la traición y la maldad no son juzgables si no hay mala intención; y la amabilidad y la bondad se confunden con el beneficio personal. ¡Qué fácil es!»
Hana, si Dios no existe, ¿quién apaciguará sus almas y corazones?No entendía a quiénes se refería hasta que notó que alguien le agarraba fuertemente del hombro derecho, aprisionando su brazo con sus dos manazas. Al volver la cabeza, Francis le devolvía la mirada. Sin embargo, los ojos de Hana sólo podían enfocarse en la lineal y profunda herida que había alrededor de su cuello, motivo por el que su cara estuviera amoratada.
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¿Qué está bien y qué está mal? ¿Qué es correcto y qué es incorrecto? En cuanto diferenciamos ambos conceptos es inevitable que en cada uno encajen “héroes” y “villanos”. ¿Quién nace primero de los dos? La respuesta es ninguno. Porque, niña…, la existencia de un héroe no tiene sentido si no tiene un villano al que ajusticiar.Otro tirón le hizo girar la cabeza hacia la izquierda. Esta vez, quien le sujetaba era una mujer de largos cabellos negros, recogidos en una malhecha trenza que caía por uno de sus hombros. Sus ropas estaban raídas y andrajosas. Sin embargo, lo más destacable es que, al contrario que el hombre, se apegaba más a ella en el intento de sujetarla bien… a causa de los dos muñones que tenía por manos.
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Si no te ven no es un delito, cielo ―se carcajeó la mujer, aún con humor―.
Presta atención a lo que te digo y serás más rápida que esos patanes yendo a mear después de beber. Jamás te verán. Jamás.―
No, no… Vosotros no podéis estar aquí… Dejadme… ―Hana comenzó a temblar, sacudiéndose para desquitarse del agarre, pero ninguno de los dos flojeó. Ni siquiera la mujer con los muñones.
A sus espaldas, otras manos comenzaron a posarse en sus hombros y en su espalda. No les veía, pero escuchaba sus voces y reconocía cada una de ellas.
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Pareces una mujer, chico. Se te caen algunos mechones de la gorra. ¿Sabes que eso podrías solucionarlo con un pañuelo? ¡Y esas ropas…! Esta mañana no te has anudado la venda del pecho, ¿eh?―
Juego limpio. Ese es mi lema. No hay nada como regocijarte en ver a unos estúpidos perder estrepitosamente partida tras partida, sin saber cómo lo haces. Piensan que hago trampas, pero todo es puramente intelecto. Eso es aún mejor.―
Tienes un cuerpo, ¿no? Pues úsalo. Si sabes qué enseñar y en qué medida, mantendrás esa integridad física que tanto se aprecia hoy en día y obtendrás todo lo que desees. ¿Te he contado ya que el otro día me pagaron quinientas piezas por una teta?―
¿Por qué luchas, mocosa? ¿No ves que no hay orgullo en luchar por uno mismo? ¡Hay que defender lo que te da ese orgullo, joder! ¿Qué hay de malo en morir por ello? ¡Nada! ¡Moriré con la cabeza bien alta todas las veces que mi rey me lo ordene!―
El viejo Mug hoy no comerá. Al viejo Mug hoy no le han echado ni las cuatro perras de siempre… Mug estaría más feliz si cierta niñita se acercara un poco más…―
No… No... No, basta… Basta ya… ¡Basta ya! ―decía mientras tanto Hana, aun tirando de cada lado para desasirse.
Hacía rato que temblaba violentamente. Se había acostumbrado a la visión de Raymon, pero la visita de todas esas personas era nefasta. Hacía tiempo que se había despedido de ellos y su presencia no predecía nada bueno. Quería taparse los oídos y dejar de escucharles, mientras les susurraban todas aquellas cosas que una vez le dijeron.
¿Qué opinarían ahora de tan inútiles consejos que a ellos mismos no les habían servido?
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Déjame, Raymon… Déjame… ―sollozó. Y los primeros lagrimones comenzaron a aflorar, porque no soportaba tenerlos tan vívidamente cerca.
No sientas nada.―
Libérame, Hana. Si estás libre de pecado, volaremos juntos al cielo ―contestó, impasible.
Nada está bien. Nada está mal.Alzó la vista y, entre la oscuridad, le pareció ver un destello de luz. Fue tan breve que lo más lógico habría sido achacarlo a la imaginación, pero la esperanza de Hana afloró. Allí estaba la salida. Si lograba alcanzarla, dejaría atrás a todos sus muertos y podría olvidarlos de nuevo. Sin embargo, se dio cuenta de que nunca lo lograría.
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No puedo volar, Raymon.―
Ninguno de nosotros pudimos hacerlo cuando el mundo nos comió ―replicó. En sus ojos notó un destello de decepción.
Todo lo que ves puede sucederte algún día.Había dejado de zarandearse porque era inútil. No había misericordia en los ojos de Francis o de Maggy. Ambos sabían lo que venía a continuación y lo aprobaban. Hana sólo podía continuar con su llanto y… suplicar.
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No, por favor… No lo hagas. Déjame, por favor… No me hagas esto, no tú… Puedo… Puedo escapar… A mí no tiene por qué pasarme… Tú no puedes… Por favor, Ray…Sé una ola mecida por la tormenta sin obstáculos contra los que chocar.
Sé una flor invisible con pétalos tan fuertes que sean imposibles de arrancar.―
No eres especial. Caerás como todos.Al final, de nada le había servido su credo.
Seis pares de manos y dos muñones la empujaron a la vez hacia el agujero abierto enfrente. Aún cabía la posibilidad de que la gravedad la ignorase y volara al cielo. No obstante, hasta Hana supo que sería inútil y se limitó a descender mientras se resignaba una vez más a ser una polilla enredada en la tela de una araña.
Si lo cumples, nadie te arrojará al vacío.Y el mundo se la tragó.