—
Isla Fortuna es vuestro destino, muchacho. Pero no te dejes engañar por el nombre. De afortunada no tiene nada.—Le indicó Jan Vander, con un tono que a Fátima le pareció un poco más suave que el que le había dirigido con anterioridad.
Asintió con la cabeza y se marchó, dándole vueltas a todo lo que le había contado el capitán. No había acabado de bajar las escaleras cuando encontró a Sparrow quitándola a Xefil lo que parecía ser una botella de ron. Le relató lo de la cena y esperó su respuesta, dividida entre el deseo de que se negara a acudir —y así nadie supiera que había instigado una invitación que no existía— y que dijera que sí. Quizás, entonces, mejorara un poquitito su relación con Vander… Aunque puede que fuera esperar demasiado.
—
Es una grata noticia, ¿cómo lo has conseguido? Con lo rata que es Jan... —Fátima balbució, sin llegar a emitir una respuesta, y enrojeció de golpe. Acababa de preguntarle a ella que cómo lo había conseguido. ¿Tan evidente era? ¿O había subestimado el odio que sentían los capitanes entre sí, tanto que nunca se invitarían mutuamente a cenar…? Siguió el movimiento de su mano cuando la botella salió disparada por encima de la borda y deseó hundirse con ella en el mar—.
Bueno, no vamos a desperdiciar la oportunidad, ¿verdad? Reza para que siquiera te encuentre haciendo algo que no sea darle brillo a su barco, muchacho. Los capitanes le tenemos un aprecio especial a los navíos que comandamos...Le pareció distinguir un timbre de tristeza en esa última frase, pero no podría haberlo jurado. Estaba más concentrada en pensar que debía volver cuanto antes a fregar y esconderse del mundo a la espera de que estallara o no la tormenta. Se estremeció. Si el capitán se enteraba de que había mentido…
—
¿Sabéis?, no me apetece ir solo a ver a Vander de noche—Jack se giró hacia ellos y, en particular, sonrió a Fátima—.
Tú vendrás conmigo, me gusta ir... bien acompañado a las cenas importantes.—
¡Qué!—exclamó con un hilillo de voz, pegando un respingo.
Sparrow no respondió y se marchó, tal cual. Fátima levantó lentamente una mano y se retorció un mechón de pelo, asimilando con lentitud las consecuencias de una mentirijilla.
—
Eh... Juro que eso no me lo esperaba.—Terminó pro decir, girándose hacia Xefil. Torció el gesto al decir—:
Pero ha dado por supuesto que ha sido cosa mía. Supongo que eso es un problema menos...A menos que Sparrow fuera y le diera las gracias directamente a Vander por la invitación. Sintió que se mareaba.
—
No sé si me agrada… Vas a estar solo con los dos capitanes. ¿Crees que sea… —dijo Xefil entonces. Dejó la oración en el aire, como si estuviera buscando las palabras—:
seguro?Fátima no pudo contener una sonrisa de suficiencia, aunque luego recordar que, en realidad, no le iba a suponer ningún tipo de problema quedarse a solas con dos hombres le sentó algo mal. Aunque, a la vez… Que no hubiera ningún tipo de sospecha acerca de ella, ¡o que incluso Jack pudiera creer que sí era una «ella»!, era algo bueno, ¿no?
Demonios, ¿por qué las cosas eran tan complicadas?
Suspiró y le puso una mano en el hombro a Xefil:
—
No te preocupes. Jack en cierta manera ya sabe lo de que somos magos y, por lo que me ha contado el capitán, no parece mucho más interesado en nosotros que para que le hagamos de escudo viviente. Por cierto —añadió para cambiar de tema—:
¿De qué hablabas con Sparrow?—
De eso mismo: claro que sabe que somos magos. Es para lo único que nos quiere. Tomamos el tesoro por él y nos quedamos una parte.—Se encogió de hombros—.
¿En qué “parte” queda la espada? Muy conveniente; se le olvidó mencionarlo .
—
Qué oportuno…—refunfuñó ella.
—
Pero el sujeto sigue siendo simpático.
Fátima soltó un resoplido. La verdad era que no sabía bien qué pensar. Lo único que tenía claro es que Sparrow le parecía un hombre extravagante.
—
Podría intentar averiguarlo en la cena .—Retomó el hilo que le interesaba—.
Pero… Preferiría no llamar más la atención sobre ese tema. El capitán Vander nos advierte que tengamos cuidado con Sparrow… Y con la isla. En fin.—Fátima miró en derredor, se cruzó de brazos y exhaló un largo suspiro—.
Mejor que no estemos mucho más tiempo juntos. Cuando vuelva de la cena os contaré qué ha pasado.—
Tal vez deberíamos… sólo… gritarlo. Nos tratarían con más respeto y… —Fátima sonrió de medio lado. No creía que les fueran a respetar más de lo que lo hacían ahora si gritaban que eran magos. O Caballeros venidos de otro mundo para robar una espada. Entonces a Xefil le rugió el estómago—.
Lo siento. Es que… —Se cruzó de brazos, avergonzado.
Fátima no pudo reprimir una sonrisa, pensando que era adorable. La verdad era que ella también tenía hambre, en especial después de que la hubieran mimado tanto en Tierra de Partida con menús completos. Pero nunca había tenido un estómago demasiado grande y, acostumbrada a no comer más que lo necesario en la mayor parte de su infancia, creía que podía salir adelante incluso con las magras raciones del barco. Le puso de nuevo una mano en el hombro y apretó:
—
No prometo nada, pero intentaré traeros algo…—Aunque algo le decía que el capitán Vander le cortaría una mano si intentaba llevarse algo de su mesa. Era una intución, pero a veces convenía hacerles caso—.
Imagino que los capitanes comerán bien. A menos que a Vander le de por ponernos bazofia por odiar tanto a Sparrow.—Lo cual, claro, era una opción muy probable, ahora que lo pensaba.
Justo entonces los marineros comenzaron a dejar de trabajar, ya que era la hora del rancho. Mientras se ponían en la fila para esperar a que les sirvieran algo de comer, Fátima no dejaba de darle vueltas a qué podría pasar esa noche. Le hormigueaba todo el cuerpo de puro nerviosismo y, cuando le tocó llevarse una cucharada de comida a la boca, se encontró con que se le había cerrado la boca del estómago.
¿Por qué se le habría ocurrido mentir de esa manera?
* * *A la hora de la cena, Fátima y Sparrow se plantaron en el camarote del capitán con puntualidad. La chica intentó disimular su asombro al entrar al mismo y poder ver la cantidad de cosas que se podía tener en una misma habitación. Incluso ella se dio cuenta de que las mesas eran de muy buena calidad y la vajilla la dejó sin aliento.
«
¿Eso… Eso es plata? Dios mío…». No iba a atreverse a cenar con unos cubiertos y unos platos tan… ¡tan caros! Sacudió la cabeza con una mezcla de admiración y sarcasmo. Había que ser muy arrogante para cenar con algo así cuando una simple cerámica podía servir para ello.
Pero, en fin, era el mundo de la gente rica. A ella la agobiaría un poco vivir rodeada de tantas cosas innecesarias, por mucho que le gustara la ropa bonita.
—
No sabía que ibas a traer a tu recadero. —La voz del capitán la devolvió a la tierra. Fátima clavó los pies en el suelo, en absoluto dispuesta a tener que explicarse.
—
¿Y cenar a solas contigo? Podrían murmurar. Y no me gustan ese tipo de... rumores.
Se quedó mirando a Sparrow, que tomaba asiento con resolución, con los ojos abiertos como platos. ¿Qué acababa de…? Al comprender, se llevó una mano a la boca y disimuló como fue capaz una carcajada. Dios. No. Sería rarísimo imaginar algo así. No, no. Echó un vistazo al jovencito que les acompañaba, con casi total probabilidad un grumete, para intentar distraerse mientras le veía añadir un nuevo cubierto y otra silla para ella.
—
¿Qué te hace pensar que trayendo a otro muchacho no va a murmurar nadie?Fátima tomó asiento rígida como un palo de escoba, pero al escuchar aquel comentario no pudo evitar levantar la vista con una mueca de asombro. Jack la miró de soslayo.
—
Tengo algunas razones.—Dio un trago al vino—.
Creo .—Fátima contuvo un gemido de desesperación. ¡Preferiría estar bajo la cubierta con el resto de la gente! ¿De qué iba Sparrow? ¡Ojalá fuera más claro, el cabrón!—.
No te cortes, Vaan, hubo un tiempo en que Jan renegaba de los buenos modales, no le molestará el cómo te portes en una mesa.El capitán Vander resopló, irritado, y Fátima valoró el comentario arqueando las cejas. Costaba imaginar a ese joven con modales de calle. Pero, claro, si había conocido a Jack y… Bueno… Puede que antes Sparrow no fuera un pirata. Sin embargo, ese tipo de vida parecía pegarle demasiado bien…
Pasó los ojos por encima de todas las fuentes y la boca se le hizo agua. Agachando la cabeza, se sirvió un poco de pescado, guisantes y un pedacito de ternera. No le habría cabido mucho más de todas formas. El sabor la dejó sin aliento y pensó, con culpabilidad, en lo que deberían estar cenando sus compañeros. Pero bajo la mirada del Halcón, no encontraba ánimos para birlar nada. Además, no tendría dónde llevarlo…
—
¿Viraste hacia el norte cómo te dije?—
Tras la puesta de sol, sí.
¿De dónde sacaste el mapa de Fortuna? Todo el mundo pensaba que se había perdido.Fátima agudizó el oído, esforzándose por masticar lo más lenta y menos ruidosamente posible. Se preguntó si entre los ricos se consideraría de mala educación mojar la salsa con el pan. Mirando de reojo y asegurándose de que ambos estaban ocupados en la conversación, partió un pedacito y lo hundió en el plato.
—
Y así fue, pero las cosas que se pierden pueden ser encontradas, ¿no es así, muchacho?Fátima, que se había llevado el pan a la boca, estuvo a punto de atragantarse. Apartó rápidamente la mano, tragó de golpe, sin saborear apenas, y se encogió de hombros, diciendo con una tímida sonrisa:
—
Claro. Supongo que si buscas con ahínco…¿Es que Sparrow no se iba a contentar hasta que la matara a sustos? Algo enfurruñada, repitió el proceso, después de que Vander la mirara casi con lástima.
—
... ¿Por qué no te olvidas de Cortés, Jack?Paladeando la salsa, Fátima se percató de los cambios inmediatos que se produjeron en su propio capitán. Y se irguió ligeramente, casi sin darse cuenta, intuyendo que estaban a punto de revelar algo importante. Quizás lo único que pudiera sonsacar relacionado con la misión, y no con la enemistad que mantenían.
—
¿Por qué debería?—
¿No saliste escaldado hace doce años con lo que pasó?«
¿Doce? ¿Pero cuántos años tienen…?».
Se preguntó si habrían tenido contacto directo con Cortés. Pero luego recordó —¡maldita sea, para qué se habría traído el pobre libro!— que el conquistador había muerto hacía mucho tiempo. Así que sólo podían estar hablando o bien de la espada… O bien de alguna otra cosa íntimamente relacionada con Cortés. La pregunta era… ¿El qué?
—
Dime, amigo, ¿podrías tú olvidar a tu navío así como así?Reteniendo el impulso de esconderse debajo de la mesa, por si acaso el choque de miradas de los hombres terminaba por prender chispas al mantel, Fátima registró rápidamente el dato. Claro. Desde el principio le había llamado la atención que un pirata no tuviera barco. Eso significaba que era alguien venido a menos. Pero…
¿Es que se lo habían robado?
Antes de que pudiera ni plantearse bien qué habría sucedido, Jack se levantó con brusquedad y salió escopetado del camarote. Fátima prácticamente se rompió el cuello para seguirle con la vista. Luego se quedó ahí pasmada, sin saber qué hacer. Empezó a balbucear y al final consiguió decir:
—
Yo, eh… Lo siento… —Miró con nerviosismo hacia donde se había marchado Jack.
¿A qué demonios había venido esa reacción?
—
Todos los hombres tenemos un punto débil, muchacho—dijo Vander, como si le hubiera estado leyendo el pensamiento—.
El de Jack Sparrow se llama Perla Negra.«
La Perla Negra…», repitió para sus adentros.
Pasó un momento de silencio y al darse cuenta de que estaba de más, se incorporó atropelladamente, dio las gracias por la deliciosa cena y se fue marcando un paso ligero.
* * *Fátima llegó a la cubierta inferior, donde dormían los marineros, y arrugó la nariz. El olor a humanidad en un lugar cerrado era mucho más insoportable que en la cubierta. Pasó por encima y debajo de cuerpos hasta llegar al lugar donde dormían sus compañeros.
—
¿Xefil? —susurró, buscando su hombro para zarandearlo.
—
¡Faaa…aaaaa… aannn. Vaan. ¿Qué ocurre? ¿Te han dicho algo?Fátima se había cubierto la boca para evitar una explosión de risotadas, pero aun así se le escaparon un par de resoplidos entre los dedos.
—
Disculpa, no quería asustarte—susurró. Luego se sentó con las piernas cruzadas, echó un vistazo a su alrededor y le hizo un gesto para que se acercara—.
No he descubierto mucho que nos pueda servir de ayuda, o eso creo, pero sí un par de cosas sobre Sparrow. Parece que tuvo una cuenta pendiente… con algo relacionado con Cortés hace doce años. Algo que le llevó a perder su propio barco… La Perla Negra, o algo así.—Se detuvo a tomar aliento—.
No tengo ni idea de cómo podemos utilizarlo, pero creo que busca la Espada de Cortés por algo relacionado con ese barco.
—
La Perla Negra… —repitió Xefil en voz baja—.
Por eso lo de los capitanes apreciando su navíos… y además la ha perdido .
¿Cómo lo ha perdido? O sea, no pones un barco donde no lo encuentras y lo recuperas después. ¿Se lo habrán robado? Porque si además quiere la espada, tiene que ser eso…—
Me imagino que sí, que se la robó. O que tuvo algo que ver con que acabara sin barco. No lo sé. Lo único que tengo claro es que, según el capitán Vander, la Perla Negra es el punto débil de Sparrow.—Arqueó una ceja—.
No parece que nos vaya a servir de mucho, pero supongo que algo es algo.De modo que su cena con los capitanes en sí no había tenido verdadera repercusión en su misión. Pero al menos había podido comer bien —algo que decidió no sacar a colación—.
—
¿Vas a estar bien aquí…? Digo, no es apropiado para… Bueno, para… ti. Es un sitio horrible.Fátima sonrió. Xefil era adorable. No resultaba difícil ver por qué a Nadhia se le caía la baba por él.
—
Ni que fuera una princesita. Además, hay sitios peores para dormir.—No pudo evitar pensar en China. Sacudió la cabeza y siguió repasando la conversación que habían sostenido ambos capitanes. Y entonces recordó—.
¡Es cierto! Sparrow tiene un mapa de Fortuna, la isla a la que vamos. Si nos la intenta jugar deberíamos estar atentos para quitárselo.—Reprimió un bostezo—.
¿Algo más que deba saber? ¿Los demás averiguaron algo?—
Se dice que está maldita. Bavol no quiere ni que la toquemos —
¿Maldita? Vaya, hombre. Esas cosas deberían aclararse antes.—
¿Tú crees en esas cosas, Vaan? Porque desde que yo salí de casa, ya no me parecen tan… No sé, hay muchas cosas locas allá afuera. No sé si deba tener miedo… Si hay brujas, ¿por qué no maldiciones?Fátima le miró con preocupación por el tono de su voz, pero decidió que no era el momento para preguntar —y que no era asunto suyo— y meditó su respuesta:
—
No sé qué tipo de maldiciones existen, o si son como las de los cuentos. Pero sí, me lo creo sin problemas. Creo que deberíamos tener mucho cuidado… Y dejar que Sparrow vaya un poco por delante de nosotros —añadió con una sonrisa retorcida.
—
¿De verdad tenemos que tomarla? Si es tan peligrosa, ¿por qué no arrojarla al mar? ¿Para qué llevarla hasta…?¿...hasta casa? Y si en todo caso lo que les preocupa es que la usen en la guerra, ¿no sería mejor que Sparrow se la quede y ya?Se quedó meditando las palabras de Xefil un buen rato y se dio cuenta de que tenía las mismas dudas que él. Sin embargo…
—
Pero, ¿y si cayera en manos de Bastión Hueco? ¿Y si hiciera más daño estando aquí? Si está maldita, puede que no quieran usarla… y que no la usen contra nosotros, de paso…No estaba completamente convencida de sus palabras, pero tenía que aferrarse a algo. Suspiró y dio una palmada en el hombro a Xefil: la cabeza la daba vueltas y estaba cansada.
—
Deberíamos dormir un poco.—
Creo que tienes razón….
Buenas noches…—
Buenas noches.
Fátima se acurrucó y se abrazó las rodillas. Sentía el bamboleo del barco y la rodeaban ruidosos ronquidos por todas partes. Después de acostumbrarse a dormir sola y sin interrupciones, le costaba bastante conciliar el sueño en un ambiente así. Iba a ser una noche muy larga…
****—
¡Maldita sea! Fátima siguió con la mirada el rumbo del pirata por enésima vez con el ceño fruncido. ¿Es que tenía la brújula mal? ¿Por qué no pedía otra? Seguro que Vander tenía un par y, desde luego, menos cochambrosas que aquella. Tulio, entre tanto, se aproximó a ellos.
—
Mirad, no podemos quedarnos aquí como pasmarotes mientras nuestro capitán se vuelve todavía más loco.—
¡Tulio tiene razón! Tenemos que intentar encontrar el tesoro —corroboró Miguel, que le arrebató la espada a su compañero y se dirigió hacia el lindero de la selva—.
¡Vamos, amigos, sigamos esa senda!Tulio puso los ojos en blanco y se giró hacia donde señalaba Miguel. Junto a los demás, si lo hacían, preguntó:
—
¿Qué senda?—preguntó Fátima, desconcertada y a la vez divertida por la incomensurable energía que parecía guardar Miguel en su interior.
—
¿Qué senda?—dijo a su vez Tulio.
—
¡La senda que abramos! —exclamó, sonriendo, mientras cortaba a diestro y siniestro ramas y lianas. Cuando estas cayeron al suelo, dejaron a la vista un liso muro rocoso. Fátima rompió a reír—.
¡La senda que abramos! —repitió Miguel, al descubrir un camino no mucho más allá. Fátima redobló sus carcajadas.
—
Dios santo...—
¡Ah, magnífico trabajo, marinero!Sparrow se internó por el camino encontrado, seguido de sus dos primeros tripulantes. Cuando se aseguró de que los piratas se habían alejado lo suficiente, Fátima se volvió hacia sus compañeros e invocó la Llave Espada:
—
Tengamos cuidado, chicos —dijo en voz baja—.
Nada de separarnos; siempre vayamos en grupos de dos.—Deberían haber sido más, pero Stelios estaba ya camino de Tierra de Partida. Ojalá llegara sano y salvo. Y les trajera ayuda pronto. Pero en China había aprendido que no debía depender de los Maestros, sino que tenía que apañárselas por sí misma—.
Recordad cuál es nuestro objetivo. Y que Sparrow también lo busca. Así que nada de levantar sospechas. Yo cierro la marcha.
Esperó a que sus compañeros pasaran y luego fue tras ellos. No pudo evitar lanzar una mirada de angustia hacia el barco y se preguntó si estaría allí cuando volvieran. Luego, alerta y con la Llave Espada preparada, se internó en la jungla, dispuesta a proteger las espaldas de sus compañeros.