El aprendiz se acercó a la cómoda y depositó una bolsa cerrada a su lado. El contenido se desparramó dentro de ella, pero se escuchaba el entrechocar de frascos de cristal.
—Todo lo que me pediste. Sin ayuda y a tiempo. He dormido cuatro horas cada día de la última semana, madrugando y quedándome hasta tarde para terminarlo. ¡Estarás contenta! Si Shinju me hubiera echado un cable…
—Te habrías distraído tirándole los tejos —le cortó, aún sin mirarle. Estaba aplicándose el pintalabios—. Y que no lo niegues me convence de que tienes un pésimo gusto. Gracias por hacerte cargo. Ahora, vete.
—Tengo que decirte una cosa importante ―soltó a bocajarro, ignorando la petición―. Dos, de hecho. La primera es que he tenido un problema con eso que no me ha dado tiempo a solucionar. Hay un efecto secundario que consiste en una lágrima cuando… ―le explicó lo que ocurría, ante lo que Wix asintió sin darle importancia, e incluso levemente divertida de que pudiera pasar algo así con un producto de dichas características. Y le pidió que le contara el segundo inconveniente que había surgido, al que Daichi tuvo más reparos al explicar―. Verás… Es que… En realidad, no sé cómo decírtelo, así que me he hecho con uno de estos.
Le entregó un panfleto, al que ignoró deliberadamente hasta que el dibujo de una familia feliz en la portada captó su atención. El título era «Cómo aceptar a tu hijo homosexual».
―Tú no eres gay ―replicó inmediatamente, sin ni siquiera abrirlo.
―¡Sí que lo soy!
―No, no lo eres. Esas dos te tienen comida la cabeza.
―¡No digas eso! ¿Cómo puedes tomártelo así? ¿Es que no vas a aceptarme? No te tomaba por una homófoba, pero ya veo que me equivoqué ―dramatizó de forma exagerada.
Wix suspiró profundamente y abrió el panfleto. Echarle un vistazo para tenerle contento no le haría mucho daño. Tal vez hubiera algo ahí para convencerlo de que se había dejado manipular por una moda ficticia, como bien sabía ella que hacía últimamente, antes de marcharse.
TodosCid asintió ante las escuetas respuestas de todos. Wix, por otro lado, se limitó a ignorar las pullas entre los propios aprendices.
―
Por curiosidad ―respondió, ante la pregunta directa de Ban y la duda de todos. En realidad no aclaraba mucho, pero nadie le había dado coba suficiente para que se explayara.
El oso hizo el llamamiento para que los espectadores tomaran asiento, y la parejita se marchó. Apenas lo hubo hecho, Bavol trató de echar el vaso de agua fría sobre Ban. Y lo hubiera conseguido, si no fuera porque Fyk se interpuso entre ambos y se llevó el chapuzón.
Después, todos se dividieron. Ban prefirió marcharse al backstage en solitario, no sin antes pasar por la cocina donde los camareros volvían a hacer de las suyas con las sobras; Bavol y Gata, a los palcos donde les habían invitado por separado; y Light y Fyk, a sus butacas inferiores.
Las luces del teatro, salvo las del interior de los palcos, estaban apagadas.
Despedida―
¿«Esos amigos»? ―preguntó Cid, enigmáticamente, arqueando una ceja.
―
En efecto ―asintió, aún agarrada por la cintura―.
«Esos amigos».En vez de avanzar hacia uno de los dos pasillos, los dos compinches habían esquivado a la masa y girado hacia los ventanales del fondo, en la dirección contraria, mientras veían la turba pasar. A ninguno de los dos les pasó desapercibido las direcciones que tomaban Bavol y Gata; sin embargo, no comentaron en voz alta lo que pensaban.
―
Tu plan se ha puesto en marcha ―tanteó.
―
«Nuestro plan» ―recalcó la mujer―.
No podría haberse llevado a cabo sin la participación de las dos partes. Y recuerda el trato: no les toques ni un pelo. Son todos míos. Además de que no sabrías distinguir entre unos y otros, nuestros asuntos no te incumben. Esta noche voy a tener una agenda muy apretada, pero atrévete a desafiarme y me aseguraré de encontrar un hueco en ella para ti.Cid retiró la mano de Wix y se inclinó ligeramente hacia ella, con educación, tal y como lo había hecho con los aprendices.
―
Cumpliré mi palabra ―afirmó―.
¿Y tú?Wix chistó, balanceando la copa de vino que todavía sostenía.
―
Ya lo he hecho.―
Entonces, mañana este país se despertará con una nueva luz en el horizonte ―se inclinó por la barandilla, mirando a los camareros que se agrupaban para chismorrear después de que hubiera acabado la recepción―.
Me dijeron que no conseguiría nada por mi cuenta, a pesar de las buenas intenciones. Esta noche lo comprobaremos.»
He de suponer que no te veré más. Presiento que el destino volverá a aliarnos en otra ocasión.La fila de gente hacia los palcos había desaparecido. Cid ladeó la cabeza, se dio la vuelta y se marchó por donde ambos habían venido, escaleras abajo.
Wix, por el contrario, se quedó un rato más allí, mirando por el ventanal hacia el exterior. Al final, puso rumbo hacia el pasillo derecho de los palcos, donde se hallaba el suyo. No sin antes tirar el contenido de la copa a una maceta.
Gata, Bavol, Fyk y LightY se hizo la luz.
Frente al escenario, verían que se hallaba la orquesta que les había acompañado en la recepción, preparada. El director (de la orquesta) se hallaba frente a los músicos y de espaldas al público, sobre una plataforma para que todos le vieran. Dio la orden y comenzó a tocar el primer piano, con una música suave e introductoria, a la que se fueron sumando más instrumentos.
En el propio escenario, comprobarían que la decoración se dividía en diferentes secciones. La principal parecía ser el salón de un castillo, con una larga escalinata detrás que habían pintado al fondo del decorado. A la izquierda, habían colocado una recreación material de la cima de la torre de dicho castillo, que se alzaba muy por encima de sus cabezas. Y por último, a la derecha, parecía haber un campo de batalla, cuyo fondo no era otro que un páramo lleno de cuerpos y fronteras marcadas por dos bandos.
Todavía no había empezado como tal, puesto que no había ningún actor sobre el escenario, por lo que podrían dedicar algunos minutos más a mirar a su alrededor. Desde las butacas, Light vería a Soizic y a Lucile en los palcos de arriba, casi alineadas a su fila, saludándole en cuanto le reconocieron. Gata, por otro lado, había sido bien recibida en el palco de Lionel y le habían invitado a sentarse al lado del crítico, asiento que según las damas se irían turnando. Por último, Bavol estaba solo en palco vacío. Nadie le había dicho nada y había podido colarse perfectamente.
Y sobre los dos sospechosos en cuestión, no había ni rastro del tal Cid. Por otro lado, todos alcanzarían a ver a Wix. Estaba en un palco de la derecha, dos más allá que Bavol y tres para Gata. Al principio, parecía hablar con alguien de espaldas, pero fue breve. El resto del tiempo se lo pasó leyendo una hoja de papel con atención.
Finalmente, la música alcanzó su punto álgido e hizo aparición el primer actor, un mayordomo de palacio. Para quienes conocieran bien la obra, sabrían que no era otro que el principal narrador, cosa que descubrirían casi enseguida, cuando se plantó en medio y elevó su tono de voz.
La guerra entre las naciones del Este y del Oeste es cada día más violenta.
Draco, un soldado del Oeste, piensa en su amor, María, en su hogar…Y a la derecha, hizo aparición el tal Draco. Caminaba por su parte del escenario, de un lado a otro, pensativo, hasta que se paró a cantar:
¡Oh, María!
¡Oh, María!
Aunque te llamo desde la distancia,
¿llegará este mensaje a tu corazón?
Oh, ¡cuánto anhelo regresar a tu lado!La obra continuó con la aparición de más personajes en el frente, mostrando las trifulcas de la guerra y la desesperación de Draco al ver tan lejos su hogar. Sin embargo, finalizó para los aprendices, pues sintieron que alguien les tiraba del pantalón.
Era una niña, una ratoncita de calle que no iba vestida para la ópera, agazapada entre los espectadores.
Para todos fue la misma, aunque se presentara en tiempos diferentes antes de corretear hacia el siguiente. En las butacas, el resto de nobles la miraron con desaprobación y la chistaron cuando habló a Fyk y Light. En los palcos, Lionel bufó, indignado por la interrupción; y en el de Bavol, como estaba solo, no molestó a nadie.
―
¡Mensaje urgente para usted! ―Primero, les enseñó la carta, pero la retiró rápido para extender la otra palma vacía―.
¿Qué tal una propinilla primero? ―sonrió la cría.
Se la dieran o no, la mensajera tenía la obligación de hacer llegar la correspondencia, por lo que les entregaría en mano la carta y se marcharía corriendo. Esta no llevaba remitente, ni firma, cómo comprobarían cuando desplegasen el papel de dentro. Aunque lo más seguro es que no pensaran mucho en el posible informador después de ver el inesperado anuncio que traía:
Todos aquellos que alcances a ver, y puede que tú mismo, acabáis de ser envenenados.Al acabar de leerlo, probablemente la mente de los aprendices se remontase a unos minutos atrás, cada uno sumergido en sus propios recuerdos. Esforzándose en hacer memoria con algo tan vital. Para él/ella y para todos los de su alrededor.
Bavol escribió:Mientras la mayoría de los presentes estaban distraídos con el discurso, Bavol agarró uno de los aperitivos de las bandejas y se lo tragó lo más rápido que pudo.
[…]
Augustine devoró uno de los aperitivos, así que Bavol hizo lo propio y también cogió uno de su regazo.
Light escribió:Tras comer el primer de los manjares decidió probar la bebida. Y tras eso, sin cortarse un pelo, se acercó a otro camarero y cogió otro manjar. Después, otro. Y después otro más: iba a ponerse las botas antes de ver la obra. Quizás resultaba un poco grosero no hacer otra cosa aparte de comer y beber, pero no estaba dispuesto a reprimir sus ganas de alimentarse.
[…]
―No sabemos cuánto va a durar esta obra, así que aprovechad y comed todo lo que podáis ―recomendó a sus compañeros antes de meterse otro bocadito en la boca.
[…]
Light, quien no estaba de humor, no se unió a su brindis y se limitó a beber del contenido de su copa, sin más. Arrugó la nariz y puso una ligera mueca que podía dar a entender que no le había gustado nada ese vino: no estaba acostumbrado a beber alcohol.
Gata escribió:La comida gratis es una cosa que nadie que haya vivido en las calles puede permitirse desperdiciar así que haciendo caso a su invitación, me dediqué a comer y a llenar mis bolsillos de todo cuanto pudiera cargar.
[…]
No podía estar más de acuerdo con sus palabras, por una vez. Tanto que me convenció para beber un poco de la copa y participar en el brindis. No sabía lo que era, pero me gustó el sabor.
Fyk escribió: ―Troi-toi... ―brindé, un poco más cohibido y tomando un sorbito de lo que resultó ser zumo de vete-tú-a-saber-qué. Bebí un poco más para tentar el sabor e intentar adivinar qué fruta era...
Ups.
Al pie del papel había otra nota más, pequeña y añadida con un color diferente.
Hallaréis la verdad en la mentira.Wix les observaba fijamente desde su palco, alternando la mirada entre los diferentes sitios que habían escogido. Según la fueran mirando, haría los mismos gestos para todos: uno que señalaba la puerta de salida inferior del teatro, en referencia al vestíbulo; y otro que ninguno entendió. Una vez todos los hubieran captado, se retiró y desapareció de la vista.
La obra podía esperar. Tenían que averiguar qué estaba pasando. Los aprendices se levantaron de sus butacas y en sus palcos, no sin antes escuchar cómo Draco caía en el campo de batalla.
BanDespués de atravesar la sala de máquinas, que no era otra cosa que un habitáculo lleno de engranajes por el momento estáticos, Ban alcanzó el backstage. Puesto que apenas quedaban unos minutos para el inicio de la ópera, era un caos. Vio al Director y al Vicedirector, que se habían escapado del vestíbulo en cuanto dieron el anuncio para acudir allí, y a un montón de actores en diferentes esquinas practicando su voz o releyendo su texto.
En la salida contraria estaban el Director y un hombre engalanado. Hablaban acaloradamente y el mono no paraba de señalar dicha salida frente a la que estaban, con negaciones de cabeza de su interlocutor.
―
¡Necesitamos al Draco de siempre, plat! ¡Olvídate de las desapariciones, plat!―
No puedo hacerlo, Toni. No, mientras no sé dónde se hallan algunos de mis compañeros. Saldré a interpretar mi papel, porque es mi trabajo. Y porque el público me espera. Pero es tu responsabilidad averiguar qué les ha ocurrido. Juro por lo más preciado que tengo, mi voz, que yo no descansaré hasta hacerlo.Acto seguido, salió por el pasillo hacia la entrada que llevaba al escenario, dejando a Toni con cara de preocupación. Boris se le acercó entonces para ofrecerle un plátano.
―
¡Qué horror de hombres!Ban comprobaría que a su lado se hallaba una mujer rana (después de la vaca…), que se había puesto ahí para mirar sin tapujos la escena. Sostenía en una mano un vaso de agua y en la otra unas patatas que iba acercándolas a la boca para cogerlas con la lengua.
―
No le hagas caso, él es así, como su personaje. ¡Un melodramático! ―soltó una risita burlona―.
Supongo que por eso lo hace tan bien. Y gracias a mí también, su compañera. Soy María, por cierto. Saldré en breves, pero no quería perderme la oportunidad de conocer a otro actor nuevo. ¿Cómo has conseguido el papelucho? ―enarcó una ceja.
Demasiado directa. Quería y buscaba algo, sin duda. Ban podía contestar, pero le bastaría demorarse unos segundos para que les interrumpiera una niña, una ratoncita que llegaba corriendo, murmurando que no había derecho, y que le había costado mucho encontrarle.
―
¡Mensaje urgente para usted! ―Primero, le enseñó la carta, pero la retiró rápido para extender la otra palma vacía―.
¿Qué tal una propinilla primero? ―sonrió la cría.
Se la diera o no, la mensajera tenía la obligación de hacer llegar la correspondencia, por lo que le entregaría en mano la carta y se marcharía corriendo. Esta no llevaba remitente, ni firma, cómo comprobaría cuando desplegase el papel de dentro. Aunque lo más seguro es que no pensara mucho en el posible informador después de ver el inesperado anuncio que traía:
Todos aquellos que alcances a ver, y puede que tú mismo, acabáis de ser envenenados.Y, cómo no, vería en sí mismo la gravedad y magnitud del asunto.
Ban escribió:Alcé mi vaso junto al de la mujer y los demás que nos imitaran, y brindé. Antes de llegar a beber, pude ver que Wix me dedicaba el brindis alzando levemente su copa, a lo que la imité dedicándole el mío a ella antes de echar un trago.
Posiblemente el último brindis de Ban.
Al pie del papel había otra nota más, pequeña y añadida con un color diferente.
Hallaréis la verdad en la mentira.―
Qué cara se te ha puesto. ¡Serás un buen actor! ―rio María―.
¿No querrás un poco? ―le ofreció el vaso de agua.
Sí, nada mejor para cerrarle del todo el apetito. Tal y como sospechaban todos, estaba ocurriendo algo en la ópera, ¡y encima les afectaba! Ban, cuyo siguiente paso a seguir sería más confuso que el de los demás, hallaría la respuesta en la entrada hacia la salida de máquinas, por donde había venido. Allí, leyendo un fajo de papeles, estaba Cid Raines.
Cuando se acercó a él, alzaría la vista y una mano para evitar que hablara antes y adelantarse.
―
Tu maestra es una mujer despiadada ―opinó, cerrando los ojos antes de avisarle―.
Te está esperando ―y le señaló la sala de máquinas.
Fuera verdad o no, tenía que comprobarlo, por lo que se encaminó hacia la sala de máquinas para ir al vestíbulo. Podría ver antes que Cid pasaba a su lado en la dirección contraria, hacia María, la cual le recibía con un «
¡Ralse!»…
TodosEl vestíbulo se había vacíado por completo. Los espectadores se hallaban en sus butacas, los actores en el backstage o sobre el escenario y los camareros en las cocinas, descansando y preparando el siguiente trabajo. Aun así, cuando salieron del teatro o de la sala de máquinas, escucharían el rumor de la misma canción, todavía tarareando.
Porque sé
que me espera algo mejor.
Algo que apague la estrella
Y haga salir el sol.
Porque hoy entendí
que somos dos.Encontraron a Wix en el centro del vestíbulo, frente a la escalinata, apoyada en una de las columnas. Se entretenía enredando los dedos alrededor del colgante de sol. Al verles, uno por uno o en parejas según iban llegando, les dirigió una mirada indescifrable y esperó a que se acercaran.
En cuanto estuvieron todos, dejó de apoyarse en la columna y se dirigió, principalmente, a los aprendices de Tierra de Partida. Aunque de vez en cuando tuvo una mirada de reojo con los dos suyos.
―
Supongo que ya lo habréis adivinado ―a juzgar por sus palabras, no parecía la remitente de la nota―.
Habéis sido envenenados. O, mejor dicho, habéis estado presentes junto a cientos de víctimas que morirán en pocas horas y no hicisteis nada para salvarlos. Y tal vez incluso se haya condenado a su vez alguno de vuestros compañeros ―ladeó la cabeza―.
¿Qué creéis que dirán en Tierra de Partida cuando lo sepan? Estos errores ya se han cometido en el pasado. Y nunca se han solucionado con un simple castigo. Existen formas de redimir a los aprendices desencaminados… o erróneos.»
Y como ya imaginaréis ―continuó tras la pausa―
me declaro culpable. He sido yo.»
¿Recordaréis lo que he dicho antes? «No debemos involucrar en nuestra guerra a los civiles». Vuestra ingenuidad os ha condenado. En las guerras siempre acaban involucrados. Y son las primeras víctimas.Las opiniones que tenían sobre ella apenas unos minutos antes habían dado un giro de 180º. Hasta entonces, la Guardiana nunca se había declarado tan hostil con los miembros de Tierra de Partida, salvo que quisieran penetrar en las puertas del castillo de Bastión Hueco. Incluso Ban podía estar un poco sorprendido, puesto que su Maestra no había dado muestras de venganza u odio hacia el bando contrario.
La guerra, dicen, cambia a las personas.
―
No tengo corazón. Por lo tanto, no siento la menor compasión por vosotros o por cualquiera de los asistentes. Sin embargo, no veo razón para evitar una matanza si consigo mi objetivo. Os ofrezco cuatro alternativas para salvarlos… y salvaros a vosotros mismos:»
La primera es abandonar Tierra de Partida y jurar fidelidad eterna a Bastión Hueco, a los Maestros y a sus líderes. Os pediré que paséis una prueba para ratificar vuestra lealtad, así que no os recomiendo que tratéis de engañarme o fingir… salvo que no os importen los daños colaterales o las consecuencias que traiga vuestra farsa.»
La segunda es entregar vuestra llave espada. Extraeré el arma de vuestro corazón y jamás seréis capaces de usarla otra vez. Os garantizaré llevaros de vuelta a vuestro mundo natal, para que continuéis con normalidad vuestras vidas y olvidéis el pasado que tuvisteis como aprendices, como si nunca hubiera ocurrido. Se acabaron las luchas, la justicia, los otros mundos. Todo. A mi parecer, la opción más compasiva de todas. Mientras continuéis en cualquiera de los dos bandos la muerte os acechará, sea en forma de veneno o por la espada de un enemigo.»
La tercera es simple: aquellos que os hayáis salvado del veneno abandonáis a los demás a su suerte, y a todas las personas aquí reunidas. Por supuesto, voy a encargarme de que la información adecuada llegue a Tierra de Partida para asegurar vuestra condena, pero ¿quién sabe? Puede que salgáis impunes si lográis convencer a los Maestros de vuestra ignorancia en todo el asunto ―Wix no sabía en absoluto que todos se habían envenenado, por lo que la alternativa se descartaba para ellos.
»
Y la cuarta es directa: morir por el veneno dentro de exactamente dos horas. Tal vez menos cuánto más jóvenes y pequeños seáis ―miró significativamente a Bavol y Fyk―.
Permitidme explicaros los síntomas que sufriréis durante ese tiempo. Comenzaréis con una ligera jaqueca que irá aumentando poco a poco. Luego, tendréis sudores fríos, que no apaciguaréis por mucho abrigo que os pongáis, a los que acompañará la horrible sensación de malestar que nos achaca siempre que enfermamos. En vuestra última hora, sufriréis mareos y puede que hasta vómitos, capaces de impedir incluso que podáis siquiera andar en línea recta.»
Sabréis que vuestro fin está cerca por vuestros ojos ―señaló el suyo derecho como si lo certificara―.
Una lágrima. En el momento en el que sintáis una lágrima resbalar por vuestra mejilla, sin ningún tipo de tristeza de por medio, el juego habrá acabado. O ingerís el antídoto ipso facto, o será demasiado tarde.Hizo una pausa, para que asimilaran lo que todo aquello significaba: que iba en serio. Que llevaban veneno por sus venas y que tenían a apenas dos horas de distancia una muerte inevitable. Muy despiadado, como había descrito Cid a Ban. Les habían engañado para llevarlos a un escenario ineludible. Ni siquiera podía compararse con un combate, en el que al menos tenían la posibilidad de luchar por sus vidas.
Wix había escogido una muerte para ellos realmente cruel.
―
Tenéis hasta el final de la ópera para decidir qué hacer. Yo os estaré esperando en la terraza superior, al final del pasillo derecho de los palcos. Si escogéis la primera o la segunda opción, os entregaré el antídoto para curaros. Ni intentéis usar alguno de los que ya tengáis: me he encargado de que el veneno sea único y exclusivo. Por supuesto, no es recomendable crear un arma tan letal sin un remedio cercano… el cual he escondido en algún lugar del teatro. No lo encontraréis sin mi ayuda. Sin esto ―señaló su colgante en forma de sol, agarrándolo después con la mano y volteándolo para mostrarles el canto, de tal manera que pudieran percatarse de un mecanismo de apertura y cierre―.
Aquí dentro guardo su localización. Como ya he dicho, os la daré si aceptáis mis condiciones. Y os salvaréis.Por último, se dirigió especificamente hacia Ban y Gata, a los que miró fijamente, como si quisiera transmitirles algo más. Hasta entonces, su mensaje había sido exclusivo para los aprendices de Tierra de Partida, a pesar de que incluía también a Ban y Gata. Les había envenenado. ¿Lo sabría?
―
Espero que no hayáis ingerido nada, como os pedí. Ni siquiera aquel refresco ―añadió, refiriéndose a Ban―.
Venid conmigo de todas formas. Debo deciros algo.Pasó a su lado hacia la escalinata, haciendo un gesto con la cabeza para que los dos aprendices la siguieran.
―
Recordad: antes del final de la ópera. Espero vuestra respuesta.Puede que fuera su última oportunidad para hablar con ella. Para intentar averiguar algo más.
Fecha límite: 10 de septiembre.