Albert y BavolLa idea un poco suicida y atolondrada de Albert, de intentar llegar hasta «Jack» para arrebatarle la vaina y así poder leer su inscripción, no salió tan bien como esperaba. A pesar de la presencia hostil de Nanashi hacia el pirata poseído y de la poca atención que este último estaba prestando a algo que no fuera la bruja, los sincorazon sombra que aparecían y se deslizaban por todas partes en derredor desde que Sparrow desenvainara la espada acorralaron al aprendiz en un abrir y cerrar de ojos. No era descabellado pensar que la maldición de la espada también había atraído a los sincorazón, que se alimentaban de la oscuridad que emanaba de «Jack» aunque sonase algo descabellado. Las sombras se movían y deslizaban a su alrededor, cada vez más cerca, hasta que una de ellas saltó hacia adelante emergida desde el suelo y le propinó un buen zarpazo en el brazo izquierdo, del que empezó a manar sangre. Esa sombra se retiró, para volver a atacar después, pero...
Albert tenía que pensar deprisa si no quería que le arrebataran el corazón.
Bavol no estaba en mejores condiciones. Atraídos por la luz del corazón de los portadores, las sombras se acercaban también cada vez más y más al niño como hacían con Albert. Una sombra, de la misma forma saltó para atacarle y le alcanzó en una pierna, que igualmente sangró y empapó la pernera de su pantalón. Ahora estaba herido y dificultado para moverse.
Nanashi, que por supuesto no hizo caso alguno de las palabras de Bavol para unir fuerzas, se deshizo, con un gran hechizo eléctrico, de las sombras que la atacaban y corrió hacia «Jack» Llave-Espada en ristre, ejecutando un elegante y poderoso mandoble que pretendía noquear al cuerpo poseído. Sin embargo, «Jack» se volvió hacia ella muy rápidamente, alzó el brazo que sujetaba la vaina y paró el golpe con ella. La vaina salió volando por el impulso y la fuerza de Nanashi, y terminó aterrizando cerca del altar de piedra, a la espera de que otro la recogiera. «Jack» contraatacó con un tajo lateral con su propia arma, que Nanashi esquivó, pero que le abrió hueco en la defensa de la maestra para alcanzarla con otro rayo de oscuridad. Nanashi, empujada contra la pared de piedra, cayó de rodillas mientras hilos de sangre resbalaban por sus sienes y de entre sus labios. No volvió a intentar atacar al cuerpo poseído, las sombras no tardaron en rodearla y tuvo que empezar a deshacerse de ellas otra vez.
—
Disfrutaré viéndote arder, bruja —sentenció «Jack», con esa voz desafinada y grave que ahora tenía.
Se estaba encaminando hacia ella cuando oyó a Bavol lanzando su elocuente discurso, que a primera vista logró que «Jack» se detuviera en seco y girara para mirar al niño rodeado de sombras. Esanchó su sonrisa de por sí siniestra y se acercó lentamente a Bavol, con pasos contundentes que dejaban tras de sí un rastro oscuro. Las sombras parecían apartarse a su paso, como si obedecieran una orden mental.
—
¿Tierras? ¿Tú me hablas de tierras, mocoso? —Al alcanzar su posición, «Jack» le propinó una fuerte patada a Bavol, al que catapultó hacia atrás. Un inmenso dolor le recorrería de arriba a abajo, como si le hubieran atravesado con un hierro al rojo—.
¡No quiero tierras! ¡Quiero VENGANZA!«Jack» se agachó y cogió a Bavol del cuello, levantándolo desde el suelo en vilo hasta alzarle por encima de su cabeza. Apretaba los dedos, muy, muy fuerte, y le ahogaba, le estaba ahogando. «Jack» siseó como si arrullara a un niño y empezó a entonar una canción de piratas. Hilos negros surgieron de sus uñas y se introdujeron en la piel morena del aprendiz, que le harían gritar. «Jack» rió.
—
No llores, niño, ya que tanto quieres servirme, me servirás...Bavol no tendería qué estaba pasando, sólo sentiría un gran dolor y tendría la sensación además, de que poco a poco su mente se iba oscureciendo, que se perdía en una noche sin estrellas, en recuerdos y sollozos, mientras el espíritu se iba apoderando también de su pequeño cuerpecito. No podía rendirse, claro que no...
Jack había confiado en ellos, en él, para que le salvaran. Sus compañeros estaban allí, en alguna parte, esperando por su ayuda. Albert, Xefil, Fátima... Incluso Miguel y Tulio. Si se dejaba enganchar... Lo perdería todo.
* * *Xefil La estrategia de Xefil funcionó a la perfección. Desligarse del espacio tangente y aparecer un poco más allá, con un parpadeo de teletransporte. Las cadenas de luz no siguieron al aprendiz y por un segundo quedaron suspendidas en el aire formando el hueco del cuerpo que hasta entonces habían apresado, para luego deshacerse en un haz de rayos amarillentos. Xefil estaba libre.
Y camino ya de seguir los pasos de Nanashi.
El camino abierto a la carrera por la maestra era todavía visible y el aprendiz no tuvo problemas en encontrar la entrada a la cueva del tesoro, por la cual habían entrado primero Jack y los muchachos y luego Nanashi. Del interior tronaba una pelea y no cabía duda de que sus compañeros estaban ahí, plantando cara a la maestra de alguna forma. Cómo ya escapaba a su imaginación, o no. El camino de piedra hacia el interior, más angosto, oscuro y resbaladizo retrasaría su marcha, no demasiado si corría, pero lo suficiente como para llegar y contemplar la escena.
A Jack Sparrow, que empuñaba una espada desconocida, y que sujetaba a Bavol, cuya pierna goteaba sangre, por el cuello en alto con una sonrisa desacostumbrada y exageradamente siniestra. A Albert, herido y rodeado de sincorazón sombra, y a Nanashi, también rodeada de sombras que remataba, pero que volvían a aparecer como si no los hubieran destruido.
Por fortuna nadie había, o parecía haber, reparado en su presencia, ni siquiera los sincorazón que atacaban a todo el mundo por igual, salvo a Jack, y que cada dos por tres aparecían sin cesar, multiplicando de poco en poco su número. La situación no era nada halagüeña, no podía quedarse ahí quieto.
¿Qué podía hacer?
* * *FátimaFátima, por el contrario, continuaba peleándose con las cadenas, que parecían no ceder ante sus movimientos o su fuerza. Miguel apareció entonces entre los matojos y los helechos, espada en mano y con una mano en la cabeza. Tulio, que continuaba de rodillas a causa de la presión que ejercía la presa de la cadena sobre su cuerpo, sólo levantó la cabeza, sin poder apenas moverse. Aquel hechizo no sólo inmovilizaba, al parecer.
—
Estoy bien, estoy bien, sólo me duele la cabeza. Creo que tropecé, no lo sé... —indicó el hombre rubio, acercándose a Fátima y a su amigo, preocupado. Intentó manipular la cadena de alguna forma, sin conseguir nada con las manos. Era un conjuro contra fuerza bruta—.
Agh, ¡brujería! ¿Cómo demonios... ?Ceñudo, Miguel desistió en su intento de intentar soltar a Fátima con las manos y empuñó su espada. Quizá no era buena idea o tal vez sí, pero en la mente de Miguel, hombre de acción y aventura, sólo cabía otra posibilidad: golpear con un objeto contundente. Apartándose un poco empuñó la espada y se colocó en posición de combate. Aunque le temblaron las manos, quizá por miedo a hacerle daño a ella, finalmente realizó un tajo y golpeó las cadenas mágicas con el filo de la espada.
Las cadenas vibraron con un sonido sibilante, para inmediatamente después estallar como lo habían hecho las de Xefil. Al parecer no eran demasiado resistentes a ataques de armas. Siguiendo el mismo procedimiento, Fátima conseguiría liberar a Tulio, mientras Miguel levantaba su arma y apartaba las ramas del camino que se suponían debían seguir, a pesar de que quería correr, como había hecho Xefil, tras la bruja.
—
Gracias, Vaan —agradecería Tulio al ser liberado.
—
Chicos, no sé si hay más final que este.Al seguir a Miguel, Fátima vería que el pequeño sendero de animales que había pretendido seguir Miguel anteriormente, desembocaba en una pequeña hondonada en cuyo extremo se abría una boca rocosa. Miguel no tardó en ir hacia ella, quedándose quieto en el umbral de la abertura. Tras echarle una mirada elocuente a Fátima, Tulio siguió a su amigo.
—
¿Qué pasa? Miguel hizo un gesto para que se callara, estaba escuchando. Por el túnel de aquella pequeña cueva se escuchaban gritos, alguna que otra explosión, y una risa, una risa malévola que no podía pertenecer a ese mundo. Una gran pelea se estaba desarrollando en el otro lado del túnel, en alguna cueva más grande, seguramente Nanashi contra sus compañeros, pero... Esa risa...
—
Parece una segunda entrada —comentó Tulio.
—
Pues vamos, podremos pillar a esa bruja por sorpresa —añadió Miguel.
Tanto Tulio como Miguel miraron a Fátima, se miraron entre ellos, con expresión determinada y seria, los dos chocaron puños y se introdujeron en el agujero, que más que túnel para caminar, parecía un tobogán para deslizarse hasta abajo. Al tocarla Fátima, notaría que la piedra estaba pulida y suave, perfecta para hacer eso precisamente.
Al llegar abajo se encontraría con los dos piratas, agazapados tras una pequeña protuberancia de roca, tras la cual mucho más allá se alzaba un altar de piedra vacío, y se daba lugar a una batalla. Miguel le indicó con un gestito a Fátima que se acercara y escondiera con ellos, en silencio. Si se asomaba un poquito podría ver a Albert, rodeado de sincorazón sombra que no paraban de aparecer sin control, cerca de su posición. Más lejos se recortaba la figura de... ¿Jack? Alzando a un herido Bavol por el cuello mientras apretaba con la intención de asfixiarlo. También podría vislumbrar a Nanashi, al otro lado de la estancia, también como Albert rodeada de sombras a las que destruía, pero que reaparecían de nuevo.
—
Vale, necesitamos un plan... —murmuró Miguel, habiendo perdido parte de su determinación.
—
Un plan, un plan, vamos, piensa... —masculló Tulio a su vez.
Había demasiados enemigos, Tulio no tenía arma propia y Miguel no podía enfrentarse solo a sombras o a Nanashi. Necesitaban a Xefil también, pero ¿dónde estaba? ¿Habría llegado ya?
Tenían que actuar rápido. Albert estaba en aprietos serios, y Bavol... más que eso.
Fátima:
PV: 32/32
PH: 38/38
Xefil:
PV: 20/20
PH: 24/32
Bavol:
PV: 10/24
PH: 18/18
Albert:
PV: 10/12
PH: 10/10
Fecha límite: 11 de septiembre