Una tarde cualquiera, Aru estaba paseando por Tierra de Partida buscando cosas que hacer. Ya había probado a entrenar sola, a dibujar mil paisajes pero nada de eso la entretenía…
Sin embargo, otro problema se había sumado a su aburrimiento, Aru estaba hambrienta. No podía ir a la cocina ella sola pues era demasiado tímida como para pedirle comida al cocinero, así que decidió seguir deambulando por ahí, hasta hallar una biblioteca, quizás un poco de lectura podría apaciguar el hambre…
Aru buscó y buscó entre todos los libros y entre las distintas categorías, y ninguno parecía poder entretenerla lo suficiente… Hasta que divisó uno que ya estaba encima de una mesa.
—Bosque de los 100 Acres —leyó Aru del polvoriento libro.
Entonces, Aru abrió el libro y una extraña luz engulló a la pobre jovencita, que sin quererlo ni comerlo acabó dentro de él.
Cuando Aru abrió los ojos se encontró delante un enorme y luminoso bosque que no había visto nunca con verdes árboles llenos de vida.
—¿Qué demonios está pasando? —se preguntó a sí misma en voz alta.