Gata, Enok, Simbad y FreyaCada uno de los presentes tuvo su propia reacción ante las preguntas. Simbad y Freya contestaron, ya fuese pensando o diciéndolo mientras que Gata (aunque lo hizo inconscientemente) y Enok decidían hacer justo lo contrario.
—
¡Sal de mi cabeza y muéstrate! —gritaba Gata furiosa—
¡No pienso decirte nada de mí! ¿Me oyes? ¡Nada! ¡Deja ya de jugar con nosotros! ¡Déjanos salir de aquí!—
”Déjanos salir de aquí” bla, bla, bla —repitió una voz idéntica a la suya.
Si Gata (o los otros) miraban a su alrededor no verían nada en un principio… A menos que se fijasen en el suelo. El reflejo en el espejo se había separado de ella como si hubiese tomado vida propia y se había acuclillado, casi como si buscase acceder a donde ella estaba.
—
¿Vas a seguir comportándote siempre como una niñata o madurarás algún día? —Reprochó—.
Con razón esa estúpida Saeko nos dio una paliza. Aunque te hagas la dura no eres más que una gata cobarde. Siempre estás quejándote por participar en misiones o escapando. ¿Pero acaso alguien te puso una pistola en la cabeza para que aceptases ir a Batión Hueco? Lo mismo pasaba con el reflejo de los otros aprendices: el de Simbad sonreía altaneramente, y la de Freya mantenía una mirada fría y ausente que dirigía a su doble.
El de Enok hizo un gesto brusco y, de pronto, su mano surgió del cristal sin previo aviso atravesándolo como si de una capa de agua se tratase logrando agarrar una de sus piernas con fuerza y utilizándolo como apoyo para surgir del suelo a una velocidad increíble mientras le hincaba las uñas.
Los otros tres reflejos también surgieron del suelo alzándose frente a sus originales. No había ninguna diferencia aparente entre ellos y los cuatro aprendices. Eran copias exactas.
—
Mírate ahí sentado, tan patético —murmuró el otro Enok señalándo con una llave espada idéntica a la del verdadero aprendiz—.
Siempre has dejado que se metiesen con nosotros. Por culpa de tu forma de ser hemos sufrido un dolor enorme… Pero, ¿sabes qué? Se acabó. Nunca me has visto, ni me has hecho caso a pesar de haber estado todo este tiempo dentro de ti gritando, pidiendo ayuda.>>
A partir de hoy yo seré real y quedaré liberado.El Reflejo de Simbad también hizo aparecer su Llave Espada. En sus ojos ahora había furia, era como si estuviese enfadado con el aprendiz por algún motivo.
—
Claro que nunca podrías cambiar nada. Sólo te has guiado por ese velo de mentiras durante toda nuestra vida. ¿Cobardía? No, lo tuyo es egoísmo puro. Es mejor no hacer nada, es mejor no intentarlo. ¡Es más fácil, uno sale menos herido! Es mejor hacer daño a los demás a que te lo hagan a ti, ¿verdad? ¡Vete con tu ridícula música y tu paciencia con los niños! ¡No estás hecho para ser un Caballero ni para ayudar a nadie! ¡Nunca serás capaz de hacerlo! —acusó, amenazador—.
Siempre he estado dentro de ti. Pero por fin tengo esta oportunidad de hablarte a la cara y soltar todo lo que siempre he querido decirte: Te odio, y pienso derrotarte.—
¡Ya basta de jugar a la heroína de una vez por todas! —gritó la otra Freya, también hablando directamente con su original—.
¿Sacrificar tu vida para salvar a otros? Una mierda, si de verdad lo hubieses intentado, si de verdad hubieses intentado salvar a nuestros padres adoptivos no tendríamos una tonta cicatriz.>>
Solo eres una hipócrita. ¿Es que ya has olvidado que íbamos a hacer pagar a ese culpable? Claro que sí… Llevas todo este tiempo jugando, ni siquiera te has dignado a buscar pistas. Voy a acabar contigo para poder cumplir mis verdaderas metas.Los cuatro Reflejos estaban preparados para pelear cuando una nueva voz ominosa resonó dentro de sus cabezas.
”Cada uno debe luchar contra su propio reflejo y ganar. De lo contrario seréis parte de las sombras que habéis visto en la sala anterior.”Los gastos de PH anteriores no se aplican al combate. ¡Buena suerte!
Freya
VIT: 28/28
PH: 16/16
Simbad
VIT: 24/24
PH: 22/22
Enok
VIT: 36/36
PH: 22/22
Gata
VIT: 14/14
PH: 20/20
Hiro—
Este escudo es todo tuyo pues —ofreció el hombre, no sin antes retirar su capucha para mostrar su rostro.
Se trataba de un hombre de mediana edad, no llegaba a los cuarenta, pero poco le quedaba, y algunas canas eran visibles en su revoltoso cabello castaño. Sus ojos eran de un intenso azul y una fina capa de barba cubría su cara dándole un aspecto fornido, que junto a su musculoso cuerpo le daba un toque ligeramente imponente. Sin embargo su expresión no era para nada dura. A simple vista Hiro podía saber que debía ser un bonachón del estilo de Ronin.
—
Soy Rayim, aquel que siempre ha protegido a los suyos, te deseo buena ventura en tu camino.***Hiro despertó en su cama en Tierra de Partida. Había tenido un sueño extraño, algo de un castillo blanco… Pero lo olvidó todo de inmediato cuando se vio alertado por una serie de extraños sonidos que llevaban repitiéndose al menos unos minutos. El aprendiz no podría pegar ojo con tal molesto sonido chirriante así por lo que tarde o temprano acabaría desperezándose y dirigiéndose al lugar del que provenía aquel molesto ruido: la ventana.
¿Pero qué o quién demonios podía hacer tal ruido a aquellas altas horas de la noche?
Un demonio: no había otra definición posible para tal criatura. Enorme, de al menos treinta metros de altura, con dos cuernos retorcidos a ambos lados de su cabeza, unos ojos amarillos que daban escalofríos miraban directamente en dirección al castillo, de piel negra como la mismísima noche. Aquel monstruo estaba furioso, frustrado por el hecho de que no podía acercarse al castillo y aplastarlo con sus monstruosos puños. Él ansiaba los corazones de aquellos que moraban el precioso castillo, pero para ello necesitaba destrozar las cadenas que servían como protección del mundo, como un repelente contra las bestias de la oscuridad.
Su simple presencia era casi como la definición de lo diabólico. Aquel sincorazón no era uno cualquiera, eso estaba claro con solo ver su tamaño. Era la primera vez que el aprendiz veía algo así.
Las manos de aquel ser se cerraban en torno a las enormes cadenas que se sujetaban desde el castillo hasta los altos picos que se veían a lo lejos. Hiro pudo escuchar como los gritos de los demás aprendices de Tierra de Partida daban la voz de alarma de lo que él mismo veía ante sus ojos apenas veinte segundos después un moguri llamó a su puerta para pedirle que se fuese a la sala del trono, donde los Maestros parecían estar tratando de organizarles.
***—
¡Aprendices de Tierra de Partida! —la voz de Ronin se alzó sobre los cuchicheos y las voces de todos los aprendices que se habían reunido.
Estaban todos allí, no faltaba ni uno solo de los habitantes del castillo, Maestros, Moguris… Todos. Los aprendices callaron al escuchar al líder de Tierra de Partida.
—
Nuestras defensas están a punto de ser penetradas. ¡Antes de que digáis nada, no sabemos si los causantes son los miembros de Bastión Hueco! Pero… Si los veis… Acabad con ellos. —
Bien, eh… —Kazuki, con un sorprendente aspecto más despierto de lo habitual intervino tratando de que todo el mundo le prestase atención—.
Ahora nos organizaremos en grupos de cinco, todos con un líder para... Fue imposible que el hombre continuase hablando. Un perturbador sentimiento invadió a todos los presentes, no era algo normal, era verdaderamente desquiciante. ¿Pero qué iba mal? ¿Qué era aquello que les erizaba el vello?
Lyn corrió con todas sus fuerzas esquivando y apartando a todos los aprendices que había en medio a base de empujones, todo ello para ver a través de la cristalera cercana a la entrada. Se giró con brusquedad y gritó a pleno pulmón:
—
¡Al suelo! Hiro pudo ver como todo el mundo se lanzaba hacia el suelo, tan rápido como podía y entonces pudo ver como algo de un absoluto tono negro se precipitaba contra las cristaleras. Un ensordecedor y molesto ruido dio paso a un enorme rayo de oscuridad que destrozó la pared del castillo lanzando escombros por doquier. Algunos aprendices salieron heridos, pero por suerte ninguno de ellos de gravedad. En cuanto el ataque finalizó dejando una espesa neblina pudieron comprobar con horror la escena que se presentaba ante ellos, vieron un agujero de más de cuatro metros de diámetro en un lado del muro… Y otro justo detrás de los tronos.
Pero lo peor todavía estaba por llegar. Unas enormes estrías aparecieron en ambos boquetes y se extendieron hasta el techo. Al cabo de unos segundos aquellas se convirtieron en grietas de las que caían pequeños trozos de mármol. Fue entonces cuando un gran trozo del techo se soltó precipitándose sobre una persona de las allí presentes.
Hiro sabía quién era esa persona, de hecho era alguien que él apreciaba muchísimo… Por algún motivo el aprendiz no podía utilizar ninguna clase de habilidad en aquel momento, solo tenía una opción si quería salvar a esa persona: Empujarle… Pero aquello significaba que sería Hiro el que acabase bajo aquel trozo de techo convertido en un mero cadáver.
¿Cómo debía actuar el aprendiz?
Saito y Lyon Lyon y Saito vieron la misma escena al escoger ir a por la espada. La fina línea de los labios de aquella persona encapuchada se torcieron tomando la forma de una sonrisa un tanto burlona y con ambas manos retiró su capucha mostrando por fin su aspecto.
Se trataba de una persona de unos veintitrés años a lo sumo, guapo y con un rostro delicado, aunque su belleza se veía estropeada por su tez pálida hasta parecer enfermiza, algo que se acrecentaba al tener la cara un tanto “chupada”. El cabello del joven era negro y liso, no era excesivamente largo ni demasiado corto.
—
Aaron es mi nombre, esta espada destruirá a todo lo que se oponga a ti. Aniquílalos a todos.***Era la guerra.
El olor a sangre y cenizas impregnaba toda la Necrópolis de las Llaves Espadas. Se encontraban en un yermo de tierra grisácea. Mirasen donde mirasen verían cientos de Llaves Espada tiradas por el suelo y a lo lejos se veían las enormes montañas llenas de cráteres. Al otro lado del baldío terreno verían un ejército.
Aquel era el enorme cementerio de los portadores, algo que todos sabían hubiesen o no ido a aquel lugar alguna vez.
Aquel era el quinto día desde que había empezado la guerra y los enemigos se acercaban, una vez más, a toda velocidad. Saito había visto cómo algunos de sus mejores amigos habían caído en combate contra Tierra de Partida. Habían segado muchas de sus vidas, pero aún podían ganar a pesar de tener pocos efectivos en comparación a sus enemigos.
Lyon contemplaba una escena similar, pero desde el otro lado, poco a poco ell ejército de Bastión Hueco estaba más cerca. A pesar de ser muchos menos, lo cierto era que estaban dando muchísimos quebraderos de cabeza. Amigos y conocidos habían muerto en los enfrentamientos de los últimos días, ¿quienes morirían en aquella ocasión?
Tanto Saito como Lyon habían estado ensimismados, por algún motivo habían pensado en un castillo de paredes blancas, ¿pero por qué? Aquello era un misterio. Cuando saliesen de su propia imaginación se verían cara a cara con los enemigos. Dos ejércitos, dos bandos de Portadores enfrentados por sus ideales. Ninguno de los dos parecía estar dispuesto a detenerse hasta que una de las dos partes hubiese sido exterminada por completo.
Entre las miradas de odio que se lanzaban entre todos Saito pudo ver a una mujer que le resultaría extrañamente familiar. Estaba enfundada en una armadura sin casco, con una Cadena del Reino en una de sus manos. Su pelo y sus ojos rosados… Era imposible confundirla con otra persona. A quien tenía delante era a Louise.
Los ojos de la muchacha se cruzaron con los de Saito, pero no había rastro de cariño ni nada similar en su mirada. Su resolución era clara solo con verla; pelearía a muerte contra Saito, las palabras no servirían para detenerla… E iba a ir a por él.
¿Matarla o morir?
Lo mismo ocurría por el lado de Lyon. Mike su amigo estaba allí, con los de Bastión Hueco. Llevaba una armadura de placas y en sus piernas parecía llevar algún tipo de artefacto que le permitían caminar a pesar de haber perdido esa capacidad. Al igual que Lyon, Mike portaba una llave espada. El muchacho no tenía ni un ápice de bondad en sus ojos. Solo odio, enfado… Sí… Su amigo era un enemigo y si Lyon no peleaba, si no acababa con él moriría.
No había palabras que valiesen. Tenía que escoger.
BavolLa mujer hizo rápidos movimientos con sus brazos hacia el aprendiz a la par que los otros dos encapuchados se desvanecían fundiéndose con la oscuridad del vacío más allá de la cristalera. Ella se quitó la capa y miró directamente al aprendiz con sus ojos azules. Se trataba de una chica de no más de veinticinco años. Su cabello era largo y azulado recogido en una trenza que caía sobre su hombro. Su piel era blanca y fina dándole un rostro casi angelical.
—
"Soy Awyr, joven Bavol" —aquella voz resonó en la mente del aprendiz nuevamente—.
"Coge este báculo, y buena suerte..."***Bavol despertó en la cama de su viejo hogar en París. Había tenido un extraño sueño en el que era una especie de héroe mágico con una espada con forma de llave. Sí, de llave. ¡Qué tontería!, podría llegar a pensar el joven.
Sobre la mesilla de noche de su habitación le esperaba su querido báculo, un objeto con el que había logrado aprender magia... Aunque claro, sabía más que de sobra que la magia era algo penado con la muerte y desconocido para el público normal, por lo que sus habilidades estaban verdaderamente limitadas. ¡Lo que daría por poder utilizar sus poderes de verdad y entrenar sin miedo a ser visto! ¿Cierto? Además, cuando le habían regalado aquel bastón había hecho un juramento inquebrantable: Nunca revelar sus poderes en público.
Así pues, el joven cogió sus cosas y acabó por abandonar su hogar. Aquel día se iba a celebrar una feria, frente a la preciosa catedral por lo que las calles estaban abarrotadas de gente. Bavol se abrió paso por la zona hasta llegar a la plaza. Una turba de personas se arremolinaban alrededor de un palco de madera donde un guardia custodiaba a un gitano que había sido atado a un poste, posiblemente de manera injusta.
—
¡Que arda! —Gritó un viejo que estaba cerca de Bavol—.
¡Que esos gitanos se marchen! ¡Que las llamas divinas purifiquen su alma corrupta!A los gritos del viejo se sumaron cincuenta más apoyando aquello, el guardia cogió una antorcha encendida con una sonrisa prepotente en sus labios ante todo el gentío y la lanzó a la pira, que empezó a arder con violencia acercándose poco a poco al pobre hombre. El gitano gritaba pidiendo auxilio y clemencia… Pero aunque muchos escuchaban su voz pocos se compadecían de sus palabras.
Bavol sabía que de quererlo podría rescatar al gitano. Su magia podría apagar el fuego fácilmente, el problema era que la magia era un secreto muy bien guardado y legado a un grupo muy pequeño. Hacer magia frente a gente era alta traición, por no hablar de que quedaría a descubierto. Y la gente sabría que los gitanos
de verdad hacían magia.
¿Merecía la pena salvar a aquel hombre y sacrificar al resto de su gente...?
Por si no ha quedado claro. Hiro, Saito, Lyon y Bavol NO recuerdan nada sobre el castillo del olvido más que es algo que imaginaron/soñaron. Creen que el lugar donde están es real.
Fecha límite 5 de Abril del 2015 a las 23:59