Hana y SimbadLas pompas de Hana consiguieron retener momentáneamente a las Neosombras, lo suficiente para que cubriera un poco al moribundo que había decidido que, ya que estaba churruscadito, no pasaba nada si terminaba de arder.
Cuando Simbad se desplomó en el suelo, casi no parecía una persona y, desde luego, sus ropas se habían evaporado junto con todo el pelo de su cuerpo. Por suerte, Hana tenía una Ultrapoción que devolvió un aspecto casi, casi decente a Simbad. Porque no tenía en sí ropa para cubrirse. Pero seguramente el recuerdo del dolor y la presión de la presencia de las Neosombras hizo que ambos compañeros se olvidaran de aquel detalle.
Partieron de inmediato, antes de que las Neosombras pudieran alcanzarlos o de que las mismas llamas, precedidas por bocanadas de humo negro, empezaran a cortarles la retirada por el pasillo.
*Dieron con Raphaël y la princesa no mucho más tarde. En un rincón de las escaleras, protegiéndose de las Neosombras que habían ido tras ellos. Raphaël estaba herido en un brazo, pero aun así cubría a la princesa y se defendía como podía con una espada, haciéndolas retroceder a duras penas. La princesa se había hecho también con una espada, pero le costaba esgrimirla y solo la empleaba cuando había demasiado peligro de que se acercara una Neosombra.
Pudieron embestir a las criaturas con el glider de Simbad sin problemas y luego Hana podría rematarlas a golpe de Llave Espada.
Princesa y noble se quedaron mirando con los ojos abiertos de par en par a los más improbables rescatadores. Entonces Raphaël, con lentitud, se quitó la chaqueta, quedándose en jubón, y se la tendió a Simbad para que se cubriera.
—
¿Frollo…?—inquirió la princesa con voz titubeante. Asintió con serenidad ante la respuesta de Hana o Simbad—.
Os lo agradezco. Por favor, en cuanto nos pongamos a salvo, permitidme que os agradezca habernos liberado de su presencia.—La princesa no pudo evitar llevarse una mano al cuello y estremecerse.
—
Parece que vuelvo a estar en deuda—dijo Raphaël con una sonrisa cansada— .
También tendréis que permitirme que os lo agradezca de alguna forma a los dos más tarde—con todo, miró de reojo a Hana como sin saber qué pensar de ella.
—
He de encontrar al rey —dijo la princesa Ana con fervor—.
Y no entiendo por qué viene tanto humo desde arriba, pero si aquí también hay un incendio, no estamos a salvo. Y vosotros tampoco, no después de lo que habéis hecho—murmuró con algo de incomodidad—.
Salgamos rápido de aquí.Sí, tenían que salir de allí antes de llamar la atención. En realidad, aparte del misterio del imposible calor y de la ciudad ardiente, Simbad y Hana habían terminado con su trabajo. Resultaba evidente quién controlaba a los Sincorazón y habían acabado con él, dándole un irónico final.
Si querían hacer algo, mejor que lo hicieran ahora antes de ir a buscar a sus Maestras…
Hana
VIT: 55/60
PH: 7/44
Simbad
VIT: 40/40
PH: 6/44
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Celeste y Saito —
¡Garuda, coge el guantelete!El ave despegó y voló veloz para atrapar entre sus garras el guantelete. Luego remontó el vuelo y regresó hacia ella. Algo sangriento cayó del interior del mismo, así que Celeste se evitó tener que sacar nada incómodo.
Pero, apenas sí iba a llegar, algo vibró en el aire y Garuda pió lastimosamente al mismo tiempo que un ala se deshacía en una humareda de luz y cayó al suelo para desaparecer. No muy lejos, Nanashi soltó un grito de dolor.
Celeste atrapó el guantelete y se lo puso, al mismo tiempo que Andrei saltaba sobre ella y la cogía por el cuello con tanta fuerza que le cortó la respiración.
Gárland, que estaba ocupado intentando retroceder ante Lyn y Nanashi, pero que soportaba con bastante firmeza sus embestidas —al fin y al cabo, eran ellas las que estaban en peor condiciones— no prestó atención a Saito. Y ese fue su error.
De pronto, la espada le fue arrancada de las manos y salió disparada hacia la salida. No llegó a salir por la puerta, sino que se hundió con todo su peso en el destruido suelo. Lyn aulló y atacó contra el costado del hombre, quebrando del todo la armadura que Saito ya había ayudado en su momento a debilitar.
Gárland, furioso y herido, pero manteniendo de alguna forma la sangre fría, atrapó a Lyn por la cabeza. Empujó hacia abajo y la Maestra se partió la nariz cuando su cara dio de bruces contra la gigantesca rodilla del hombre.
Nanashi consiguió disparar una flecha contra el Villano para que liberara a su compañera antes de que Garuda desapareciera y, apretándose el pecho, se doblara ella misma de la impresión o del dolor. Así que Saito tuvo que cargar para delante solo con su guadaña bañada en oscuridad.
Gárland recibió el primer golpe, pero su caso era resistente. El resto de los golpes llovieron y la punta de la guadaña cortó uno de los cuernos y se hundió entre los ojos del Villano. Y se quedó encajada. El ojo sano de Gárland se entrecerró y miró fijamente a Saito, al que atrapó por el cuello y levantó en vilo. Solo con apretar podría haberlo estrangulado.
Pero, entonces, Lyn saltó y golpeó el arma de Saito, hundiéndola en el casco con un siniestro chasquido.
—
Volveré a matarte las veces que sean necesarias—escupió la mujer.
Nadie supo si Gárland la había escuchado. Sus dedos liberaron a Saito al mismo tiempo que el Villano Final se desplomaba sobre su espalda, provocando un estruendoso ruido.
Entre tanto, Celeste trataba de defenderse de Andrei. Pero, lamentablemente, el joven tenía una alta, altísima, resistencia a la magia. Y era más fuerte que ella. No solo eso, sino que Celeste no tenía ni idea de cómo controlar el guantelete y dolía. Dolía muchísimo. Cada vez que daba un puñetazo de aire o intentaba controlar la tierra, el guantelete —o más bien los cristales— le daban tales calambrazos que le subían por todo el brazo y le atravesaban el pecho hasta hacer que se le saltaran las lágrimas. Claramente, estaban muy por encima de su nivel.
—
Dámelo y no te mataré—susurró Andrei contra su oído, después barrerle los pies y hacerla caer al suelo, poniéndose sobre ella para inmovilizarla.
El puñetazo de Celeste despertó al suelo y agujas salieron disparadas contra Andrei, pero también la hirieron a ella en los brazos. Se partieron contra la barrera que levantó el joven a su alrededor.
Con un chasquido de lengua, Andrei sacó un cuchillo. Parecía dispuesto a hacerle lo mismo que a Gárland para obtener el brazalete.
Y, entonces, aunque era imposible a menos que alguien hubiera volado o sido un mono… algo cayó desde arriba, silencioso y ágil. Andrei soltó un pequeño grito cuando unas fuertes piernas le dieron a plomo en la espalda y lo arrojaron a un suelo.
—
¡Corre!—exclamó Quasimodo.
Cogió a Celeste con una facilidad absurda por la cintura y trepó hacia arriba, por una cuerda que había atado a las vigas. Al otro lado, en un extremo, Celeste vio la cabeza dorada y la morena de Esmeralda, además de la mancha roja que debía ser la ropa de un cardenal —que llevaba a alguien en brazos—.
Abajo, Nanashi, Lyn y Saito podrían rodear a Andrei. Nanashi dijo con voz fría:
—
¿Esto es lo que buscas? ¿Destruir tu propio mundo?Andrei meneó la cabeza.
—
Nada más alejado de la realidad. Sois vosotros quienes habéis estado a punto de destruirlo.—Pareció calcular qué hacer. Dio un paso al frente y Lyn se adelantó, Llave Espada en ristre. Con un suspiro, el Incorpóreo abrió un Portal a sus espaldas—.
Si no destruís todos los fragmentos, el cristal continuará en desequilibrio y lo barrerá todo. Demasiados cristales juntos en un mismo sitio.Nanashi le hizo un gesto para que se marchara. Andrei quizás respondería a alguna pregunta antes de marcharse, mirándoles con absoluta frialdad. En cuanto el Portal se cerró, la maestra cayó de rodillas, tan blanca que parecía un fantasma y dijo:
—
¿Qué hiciste con los fragmentos de fuego, Saito…?—
Sea como sea, avisaremos a Ryota y Ronin para que se ocupen más tarde. Tenemos que llevarte a casa y ocuparnos de los otros aprendices. Y sacar de aquí esos cristales lo más rápido posible.Sobre las vigas, Quasimodo, nervioso y preocupado, preguntaría a Celeste:
—
¿Estás bien…?—
¡Celeste!—gritó Lyn—.
Nos marchamos de aquí. Baja el guantelete. Yo iré a buscar a los otros. —Luego hizo una reverencia en dirección a Quasimodo, y también a Esmeralda y los demás—. [b]Gracias por vuestra ayuda. Los hombres, ¿podríais bajar a ayudarme con el cadáver?—Señaló a Gárland y murmuró tan bajo que solo Saito pudo escucharla—:
Me aseguraré de que no pueda volver a hacer daño jamás.Tendrían unos minutos para hablar con sus compañeros. Si Celeste se acercaba a Febo y Esmeralda, el primero volvería a revolverle la cabeza y la otra directamente le daría un abrazo. El cardenal escucharía a Saito, nervioso y reticente, y terminaría cogiéndole las manos y murmurando un gracias.
Luego, Quasimodo, Febo e incluso el cardenal echaron una mano arrastrando el cadáver de Gárland hacia la salida y Esmeralda encontró un carro para que se lo llevaran. Los cuatro miraban a las Maestras y a los aprendices con algo de recelo, pero no se atrevieron a decir nada. La niñita que iba cogida del traje del cardenal, Chloé, solo se soltó para abrazar un momento las piernas de Saito y susurrar:
—
Gracias.Luego volvió corriendo con el cardenal.
Celeste podría darle el guantelete a cualquiera de las dos Maestras, que los reunieron un momento. Lyn le dio una palmada en el hombro a Saito y otro a Celeste. Luego fue fuera, probablemente a comunicarse con los demás a ver dónde estaban. Nanashi los miró antes de decir:
—
Habéis hecho un buen trabajo los dos, en especial dadas las circunstancias, que ninguno esperábamos. Y ha caído por fin un Villano Final—esbozó un asomo de sonrisa—.
Que no se os olvide que los dos habéis conseguido esto.Celeste
VIT: 30/26
PH: 11/32
Saito
VIT: 75/80
PH: 29/38
Demos por sentado que os reunís en las afueras de París. Los dos grupos tenéis esta última ronda para despediros, hacer preguntas y demases. Y recordadme que rescate o dé por muertos a los que se han caído por el camino.
Fecha límite: [b]miércoles 8 de marzo de 2017
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