¡Tierra de Partida nunca había despertado con tanto entusiasmo en todo el año!
El gran castillo podía seguir sus labores de reconstrucción, pero nadie iba a quitar la ilusión del día de Navidad a los aprendices y sus Maestros. La noche anterior había sido maravillosa: por primera vez en mucho tiempo habían hecho las paces con Bastión Hueco y habían celebrado la Nochebuena juntos. ¡Y menuda noche!
La cosa había sido así: Ronin les había anunciado que Ryota había sido invadido en el último momento por el espíritu de la Navidad y les había invitado amablemente a celebrar y compartir la cena allí. Todos compartieron mesa, tanto enemigos como amigos, porque era el día del amor y la paz. Alexis les había regalado a algunos muñecos que habían intentado asesinarles mientras dormían, Diana invocó plantas que robaron carteras y llaveros, Shinju metió en algunos platos pequeñas granadas que explotaron en la boca de más de uno. ¡La mejor Navidad posible!
Pero ni el turrón, ni el cordero, ni tan siquiera los langostinos eran capaces de igualarse con lo que les esperaba siempre a la mañana siguiente. ¡Sí! ¡Era la hora de los regalos! Cuando tú, el aprendiz de reparto #XX te levantaste de la cama lo viste. ¡No había ni galletas ni leche encima de tu mesita! ¡Él había venido!
Así que a correr, ¡a la sala del trono de Tierra de Partida! Porque allí estaba el mayor árbol que habíais podido conseguir, y bajo él descansarían los amados presentes. Y cuando llegaste ya estaban allí: Ronin, Iwashi, Derhe Yeno (porque cómo olvidarle)... Y entonces notaste algo que fallaba en aquella escena. Algo muy importante. Y con la mirada de los Maestros lo supiste.
—Nos han robado. —La voz de Rebecca estaba rota y llena de tristeza.
¡La desgracia! ¡El dolor! Lágrimas, pataletas, lloriqueos por doquier. El único que tenía regalos era Derhe Yeno, y básicamente porque era un montón de carbón por gordo cabrón. Y bien feliz que estaba el bastardo, que había recibido más que nunca.
¿Y quién pudo ser el desgraciado que había atentado contra la época más bonita del año? ¿Quién había sido capaz de hacer algo tan cruel, ruin y malvado? La respuesta era unísona en todas las mentes. No, el presidente del gobierno no, aunque estaba cerca.
—¡Han tenido que ser ellos! —Akio saltó y levantó el puño hacia el cielo dramáticamente—. ¡Esos ladrones de...!
—¡... Tierra de Partida!
Ariasu bajó el puño llena de rabia y miró a Nanashi y Ryota, que consideraron su teoría. Las cosas ardían en Bastión Hueco desde la noche anterior, y con razón. Aparentemente de la nada los jetas de Tierra de Partida habían aparecido en las puertas de su mundo y habían decidido meterse en la cena de Nochebuena sin ser invitados por absolutamente nadie; intentaron echarles educadamente (y sin educación por parte de algunos) de allí, pero no abandonaron el bastión hasta que se zamparon todos sus recursos.
Ya era raro de por sí que hubiesen aparecido, pero si sumabas la desaparición de los regalos traídos por Santa Claus aquello ya era despiadado. No había otra explicación: desde luego que el gordinflón favorito de todos se había pasado, porque las galletas y la leche en las habitaciones de todos habían desaparecido, pero ¿los regalos? Oh, no. Entregar todos los langostinos a aquellos piratillas no era suficiente: ¡también tenían que haberse llevado el coche de bomberos que le iban a traer a Ryota aquel año!
—¡Tenemos que volver a declarar la guerra! ¡Nadie nos roba la Navidad!
―De ser verdad sería desde luego lo más cruel que ha hecho Tierra de Partida en toda su historia ―concluyó Nanashi, reflexiva aunque dudosa―. Ryota, ¿crees que Ronin sería capaz de orquestar un plan de tal crueldad?
Reflexionemos sobre ello. Un expirata tuerto que le encantaba gastar bromas todo el tiempo y tomar el pelo a sus amigos y enemigos y que, que conste en acta, más de una vez se le había visto en Tierra de Partida colarse en las habitaciones ajenas vestido de Santa Claus completamente borracho.
—Suena plausible. Si vamos a tomar represalias deberíamos hacerlo ya. Nadie roba la Navidad y sale impune.
Era tu momento, aprendiz. Si había que ir a la guerra, se iría. ¿O no? La mayoría de tu bando nunca estuvo de acuerdo con esta, y la reciente paz tras la Batalla del Olvido seguía pareciendo frágil. Toma la decisión:
¿Guerra o paz sin regalos de Navidad?