Memoria

Recopilación de relatos

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Re: Memoria

Notapor TERRBOX » Dom Jun 09, 2013 7:40 pm

Alpha

#8 Amor artificial

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Se consideraba feliz. La verdad era que no sabía muy bien cómo definir la felicidad, aquel concepto del que todo el mundo hablaba y ansiaba obtener; aun así pensaba que él era uno de aquellos privilegiados que sin darse cuenta ya habían llegado a su meta. Nada más lejos de la realidad, pues aunque no tenía razones para ser infeliz tampoco las había para lo contrario.

Había nacido con una malformación en el brazo, algo que le quedaría de por vida si no fuese por los maravillosos avances tecnológicos. Le habían utilizado como conejillo de indias, año tras año la iglesia le renovaba su brazo mecánico; y él, con una sonrisa de oreja a oreja debía agradecerlo.

Aunque esto ya lejos quedaba, pues había sido una de las principales campañas publicitarias de Progredis, y ahora Jaden a sus veinticinco años era de todo menos una estrella mediática. Al igual que toda la colonia, él había sido abandonado como un desecho que se necesita eliminar. La gente rara vez pensaba ya en el fracaso de Progredis, habían conseguido que toda la humanidad se olvidara de ella.

Y su familia, una de las tantas muertas y “eliminadas” por un software de implante cerebral que prometía mayores capacidades intelectuales. Tampoco le tenía mucho aprecio a sus parientes, ya que consideraba que habían hecho algo completamente inmoral al ponerle aquel núcleo de hierro para ganar algo de dinero. El armatoste no resultaba muy elegante, no se preocupaba por ocultar su cuerpo metálico y además sonaba un leve pero molesto chirrido al moverlo. Jaden siempre intentaba ocultarlo, tener aquello le hacía sentir menos humano.

Él resultaba un tipo de complexión delgada, se le marcaban todos sus huesos y mantenía su corto cabello moreno peinado hacia atrás. Tenía un aspecto muy fatigado, parecía que aquel demonio de le ingeniería le estaba absorbiendo el alma. Se vistió con una camiseta blanca, una chaqueta con distintas tonalidades de marrón, sus pantalones tejanos y deportivas negras. Salió de su pequeño piso. El mundo se abrió.

Y no le gustaba como era. No le gustaba porque allá donde mirase le recordaba a lo que tenía pegado a su cuerpo. Por esto hacia todo lo posible por no salir de casa, la iglesia le había dado una pensión vitalicia por su “defecto”, así que se pasaba la mayoría de sus días encerrado en un entorno gris. Porque consideraba que fuera todo era muchísimo más gris.

Iba a comprar algo para pasar la semana cuando vio un objeto caer del cielo, a unas dos manzanas de distancia. Parecía ser algo negro de composición acuosa, a primera vista pensó que era una pequeña pelota, pero había algo extraño en ella. No parecía haberlo visto nunca, y Jaden había visto muchas cosas en su vida, la mayoría de ellas muy extrañas.

Cuando se dirigió hacia allí por extrema curiosidad fue la primera vez que escuchó su voz. Aquella voz perfectamente modulada. Tan vacía, y a su vez tan llena.

—Perdón, ¿sabes dónde estamos?

Jaden se giró y pudo contemplar su inexpresivo rostro. No lo parecía en absoluto, pero lo supo desde el primer momento: era un androide. Aquello no tenía reacciones, y su voz era tan perfecta y estable que obviamente no podía ser humana. Aun así, Jaden pudo observar que al instante algo en su interior despertaba. La mayoría de esto era repulsión. Aquello le recordaba a todo lo que no podía aceptar de sí mismo, la máquina que era ella en su totalidad le hacía ver la máquina en la que él se había convertido. Aunque dentro de todo este sentimiento, al fondo muy al fondo, existía una extraña sensación.

Una sensación que decía que todo saldría bien. Una sensación que le impulsaba a destruir aquel engendro y, por otro lado a amarlo. Aunque claro está era demasiado pronto para amar, siempre era demasiado pronto para Jaden. Él, que ni siquiera se amaba a sí mismo, no era capaz de amar a una persona. Y mucho menos, a esto. Entonces, ¿qué es lo que le estaba pasando? Porque aquello sólo le había preguntado el lugar, y sin embargo él ahora estaba pensando en que no era capaz de amar. Había algo que inevitablemente se le escapaba de las manos. ¿Quizás era porque le recordaba tanto a él? No. No, se repitió. Borró al instante aquel pensamiento de su cabeza, aquello no era posible. Aquel ser era el mismo que había destrozado su vida, el mismo que había matado a sus padres. Eran iguales. Máquinas. Todas iguales.

Aquello se le quedó mirando. Esperando a que Jaden contestara a su respuesta. Parece que al menos tenía paciencia. Por supuesto que tenía paciencia, aquello no podía medir el tiempo. Sí, tenía un reloj, y podía decirte exactamente cuanto había pasado, con mucha más precisión que tú. Pero esa cosa no podía vivir, porque no estaba viva. Jaden no sabía qué decir, ante todo lo que estaba sucediendo en su interior, no sabía qué pensar. Así que, se hizo una pregunta.

—¿Qué es lo que quieres?

Y sonó tan frío. Tan frío que incluso ahora el androide parecía más humano que él. Pero claro, obviamente el androide no se ofendería, pues no sabía que era eso de molestarse. Y entonces se quedó pensando, aquel ser estaría buscando una respuesta en su extensa base de datos. Lo que era seguro que no le habrían enseñado a tratar con alguien como Jaden.

—Quiero volver a casa.

Bueno, aquello era justo, había contestado exactamente a lo que Jaden había preguntado. Él agradecía cuando una persona era tan directa y se dejaba de tonterías, ¿pero aquello no era una persona, cierto? Pero espera un momento, ¿los máquinas tienen un hogar? Jaden supuso que seguramente se estaba refieriendo al hogar de su amo, o algo por el estilo. Por otra parte, ¿qué clase de androide era este? Tenía la apariencia completa de un ser humano, y no parecía ser muy util. ¿Quizás un robot de limpieza para algún viejo verde? Porque en realidad no estaba nada mal. Exceptuando que no era humana.

—¿De quién eres?

Aquello tardó un instante en responder. Pero sin duda Jaden pensó que sabía la respuesta, pues cosas como estas quedaban grabadas en la memoría por una casual perdida.

—No lo sé. ¿Y tú de quién eres?

El dato se le habría borrado por error. Aunque era una pregunta curiosa.

—Yo no soy de nadie.

—Entonces yo tampoco —dijo rápidamente asintiendo.

Ciertamente Jaden no sabía qué debía hacer ahora, miró a su al rededor y vio que no había nadie. Eran poco más de las doce de la mañana, y no había ni una alma por allí. Sin duda Progredis no era una colonia muy acogedora. La dejaría allí. Sí, es eso lo que haría. Al fin y al cabo no era más que un objeto, no era más que una chatarra que sortearía en su camino. Sin duda, es esto lo que pensaba, pero no lo que sentía. Porque no quería dejarla allí, sola. Al menos de momento la llevaría a su casa, sabía que no le molestaría mucho. Al fin y al cabo era como otro mueble más.

—Está bien. Sígueme.

Jaden fue a comprar lo que había planeado. Pensó en comprarle algo de comer, pero se dio cuenta de que esas cosas no comían. Durante todo el camino aquello no dijo nada, al fin y al cabo Jaden pensó que los robots no le daban mucha importancia a la conversa, pues no eran humanos. Cuando la hizo pasar a su casa, debajo de su ropa en el omoplato derecho pudo ver que tenía un tatuaje. Tres letras que decían su nombre: EVA. Sin duda alguna, en conmemoración a la primera mujer. Jaden no podía pensar quién demonios habría creado esto, ¿crear un androide el cual su único objetivo era vivir? O al menos eso parecía. Porque por mucho que mirase, no encontraba donde hacía las fotocopias o calentaba la comida. Quizás era para alguien que quisiese una hija, pues no parecía tener más de quince años.

Eva se sentó en una esquina del salón, y así pasaron varios días hasta que al fin uno de los dos habló. En todo este tiempo, nadie dijo ni una sola palabra, Jaden se limitaba a hacer su vida con algo que simplemente le comía un par de metros cuadrados, a veces dudaba si no estaba apagada. Aunque Jaden observó que al segundo día empezó a parpadear de vez en cuando, ¿lo utilizarían también para refrescarse sus artificiales globos oculares? Jaden no tenía ni idea de esto.

—Me gusta mi casa —proclamó la androide.

Era extraño, era muy extraño que una máquina fuera quien creara una conversación por sí sola. Debía de ser una inteligencia artificial muy avanzada. Y encima se pensaba que este era su hogar, aunque la culpa la tenía Jaden. Ella le había dicho que quería ir hacia allí, y él le había llevado aquí, por lo que debió asociar este lugar con lo que estaba buscando. En cierto modo era absolutamente lógico. Jaden se decidió entonces a sacar alguna información sobre el producto que tenía en su hogar. Se sentó en el suelo, en frente de ella y la miró a sus ojos.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Jaden.

—No lo sé.

—Te llamas Eva. Lo pone en tu espalda —aclaró Jaden.

—Déjame mirar tu espalda —le pidió la androide.

—No. Verás, tú y yo no... No somos iguales.

—Lo sé.

Es decir que, al parecer Eva tenía plena consciencia de que no era humana, al menos esto era un paso. Era algo que no había que aclarar.

—¿Lo sabes?

—Sí. He notado lo de tu brazo.

Equivocación. Jaden se echó su mano izquierda a la cara. Su mano robotica. Se la enseñó a Eva, había hecho todo lo posible por ocultarla.

—¿Cómo lo has notado?

—Noto como tu brazo cruje a veces. También noto como yo crujo por todo el cuerpo. Así que no te preocupes, ¿no somos tan distintos, verdad? —le preguntó sonriendo.

Era la primera vez que su cara había expresado una emoción en todo este tiempo. ¿Y Jaden? ¿Jaden había expresado alguna emoción? Pues la verdad es que no. Después de esto, hablaban todos los días y cada vez más a menudo. Eva le preguntaba a Jaden multitud de cuestiones, cuestiones que eran triviales y algunas que no lo eran tanto. Le preguntó cómo fue creada. Le preguntó después como le crearon a él. Y se dio cuenta de que no había tanta diferencia. Sólo que Eva había tenido un único padre allá donde estuviese, y Jaden dos. Dos padres que por otra parte, nunca habían actuado como tal.

Jaden pudo notar como a lo largo del tiempo ambos se iban haciendo más humanos. Porque ahora él reía, lloraba, odiaba y amaba y todo esto lo expresaba. A su lado, todo era distinto. No tenía que preocuparse por aparentar nada —pronto ya no le importó mostrar su brazo mecánico—, ni por lo que decía, Jaden podía ser tal como era en realidad y se dio cuenta de que este objeto le completaba. Le completaba y le hacía feliz. La amaba. Porque era justamente cuando estaba con ella que era feliz. Sin embargo, ¿qué pasaba con Eva? No estaba seguro de que se sintiera correspondido, pues ella era un androide y ella... ella no podía amar.

Jaden un día le preguntó si pensaba que era feliz, en esa casa, allí con él. Primero Eva le preguntó qué era la felicidad.

—La felicidad... —reflexionó Jaden—. La felicidad es cuando te sientes extremadamente bien, cuando crees que puedes ser y hacer lo que quieras, cuando no tienes miedo de nada, cuando te sientes tan especial que quieres que ese momento dure para siempre, como congelado por el tiempo.

—Ya lo entiendo. Entonces podemos parar el reloj ahora si quieres —propuso sonriendo.

Su sonrisa. Eso era. Eso era justamente la felicidad.

Habían pasado ya unos largos y gustosos seis meses desde la primera vez que escuchó su voz. Ahora ambos solían salir a pasear cada día, y podían sentirse especiales todo el tiempo. Fue aquella luz. Aquella luz roja que de un momento a otro se encendió en el lateral derecho de su frente. Indicando que algo estaba viniendo. Jaden no tenía ni idea de robótica, y además Eva seguía diciendo que no notaba nada raro, que se sentía igual de bien que siempre.

Pero aquella luz le preocupaba muchísimo a Jaden, no podía conciliar el sueño por las noches, y se encontraba extremadamente nervioso. Aquello no era normal, era una advertencia y tenía que estar preparado para lo que fuese, porque se temía lo peor: tener que perderla. Jaden fue con ella al tipo que usualmente le revisaba su brazo mecánico. Le dijo que el piloto rojo indicaba una falta de energía, pero que con una nueva carga bastaría.

Sin embargo, al abrir su cuerpo se encontró que nada cuadraba. La energía de la que disponía Eva no parecía estar en un sitio concreto, no parecía haber una batería que se pudiera quitar y cambiar. Era un modelo de androide que aquel experto no había visto jamás. Por supuesto que habían otros llamados como este, EVA, pero ninguno se parecía lo más mínimo. Se preguntaba de dónde había salido.

Pasaron diez minutos, y cuando iban por un callejón su luz empezó a parpadear. Eva cayó al suelo, diciendo que se notaba cansada, que ella nunca lo había estado pero que ahora se notaba cansada. La luz empezó a parpadear más rápido, sus ojos se iban apagando progresivamente. Aquella era la persona que le había hecho feliz. Porque sí, sí era una persona. Él había estado muchísimo más frío e inexpresivo que ella y sin embargo era humano, ambos habían aprendido a amar. ¿Y si lo de Eva no era verdad? ¿Y si era artificial, si sólo era una simulación y no un sentimiento? ¡Da lo mismo! Eso es, ahí esta la clave de todo. Da igual que sea una simulación, da igual que haya estado creada en unos laboratorios en vez de en un vientre, si actuaba igual y se sentía igual entonces el resto era indiferente. Si ambos eran felices, si ambos lo eran da lo mismo que ella no sea humana. ¿Quién decide cómo amar? ¿Quién decide si un androide puede sentir lo mismo que un humano o no? Lo importante es que ambos habían sido felices todo este tiempo, y se habían sentido especiales el uno con el otro. No había apenas diferencia entre aquello y un amor humano. No la hay.

Eva ya no podía hablar, sólo sollozaba y miraba a Jaden todo lo que podía. Él había vivido con un trozo de máquina enganchado al cuerpo, ¿entonces por qué ella no podía vivir con un pedazo humano? Jaden se abrió el pecho tan rápido como pudo. Abrió también el de Eva y sonrió. Ambos sonrieron. Jaden se puso a su lado y se extrajo el corazón, y alzando su mano para dárselo después de unos pocos segundos se desmayó, muriendo ambos a los pocos minutos. Jaden sabía que iba a morir, pero no le importaba porque estaba con ella, sin ella su vida sería peor que la muerte. Los ojos de Eva se apagaron. Ambos siguieron manteniendo la sonrisa en reflejo de una felicidad que sería eterna.


Respuestas y comentarios

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Muchas gracias a mis lectores.

Sometron: Gracias por leerme, lo valoro de veras. Y bueno, todavía no me has dicho a quien te recuerda pero ok xDDDDD

GuinComme: Guau, te agradezco muchísimo que te lo hayas leído todo así del tirón. Me gusta que te haya gustado y que estés enganchado y tal, bueno concuerdo en que quizás doy demasiadas pistas pero no creo que descubráis lo que va a pasar la verdad xDDD Es bastante inesperado. Muchísimas gracias y un capítulo salido del horno.

Comentario: Bueno, este es un relato que ya tenía pensado hace mucho tiempo, casi desde el primero de Cárcel. Puede parecer que no aporta mucho pero me ha encantado escribirlo, y además creedme que sí que aporta y lo veréis luego. Vale sí, es muy cursi pero es lo que hay xDDD Como dato curioso, es el más largo que he escrito hasta ahora.

Saludos, espero que os haya gustado.
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Re: Memoria

Notapor Sometron » Dom Jun 09, 2013 8:12 pm

Genial. Me encantó el capítulo de Pandora, pero este lo supera. Es exactamente el tipo de historias que me gustan, de hecho me recuerda a un relato que acabé de escribir hace unos días xD Espero que nos sorprendas con la aportación de este relato a la trama.
No veo ningún error aparte de algunos sitios en que yo pondría coma.
Sigue escribiendo.

PD: se me hace raro ver diálogos sin colores, secuelas del rol xDDDD
PD2: Al principio del relato esperaba que EVA fuese Pandora :lol:
PD3: Todavía no sé a quien me recuerda el Jaden de Beta
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Re: Memoria

Notapor TERRBOX » Mar Jul 02, 2013 7:12 pm

Zeta

#9 Lo que imagines

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Puedes hacer lo que imagines

Se despertó en su cama, tras oír esa especie de sonido, en lo que debió haber sido una alucinación auditiva cercana al sueño. Lo cierto era que estaba muy lejos de poder hacer lo que imaginase, el alquiler de su pequeño piso le estaba ahogando cada vez más, y encima la universidad no le iba nada bien. Se había mudado a una nueva ciudad, con la ilusión de poder conocer gente nueva y cambiar un poco de aires, trabajar mientras estudiaba era lo peor que había soportado en su vida.
Porque ninguna de las cosas le salía todo lo bien que quería, se veía dividido, no podía estar al completo. Más de una vez pensó en volver a casa y estudiar allí, ¿pero entonces qué? ¿Reconocer a sus padres que ellos tenían razón? ¿Que todo esto era una locura? Porque realmente lo era, pero eso no lo escucharían salir de su boca. Además de esto, tampoco tenía tiempo de conocer a gente nueva, por lo que su vida social se había estancado.

Lo que imagines

Nuevamente, esa voz acudió a su mente provocándole una pequeña migraña. No sabía qué le estaba pasando, nunca había tenido una experiencia parecida. Su temor era que pudiese padecer esquizofrenia o algo similar, porque es lo primero que se entiende cuando alguien escucha voces que no tienen fuente externa. Aun así, no estaba asustado. Porque realmente se sentía capaz de cualquier cosa.
Miró en su cajón y allí estaban. Varios millones habían aparecido allí tan sólo con desearlo. No sabía qué demonios estaba pasando, pero poco le importaba, pues era capaz de todo. Un nuevo pensamiento vino a su cabeza, en su cama le esperaba una famosa modelo y además desnuda. Fueron los mejores cinco minutos de su vida. La chica desapareció cuando él quiso. Salió a la calle.
Materializó un bate y empezó a partir los cráneos de la gente de su al rededor. Las personas huían, pero cuando él lo deseaba ellos volvían, pues él tenía el control de todo. Cogió a un hombre del cuello y lo lanzó hasta el edificio más cercano, el hombre quedó tan maltrecho que lo tendrían que recoger con una pala. Se teleportó a su universidad tan rápido como imaginó.
Con el mismo bate manchado de sangre, empezó a asesinar a todos y cada uno de sus profesores. Imaginó luego un cuchillo largo, fino y extremadamente afilado. A sus profesoras les cortó el cuello, y luego las abrió en canal para poder sacar todos sus órganos. Todo esto mientras mantenía una gesto serio y relajado.
Entonces salió a la calle e imaginó todas las cabezas de la gente explotando al unisono, inmediatamente todas lo hicieron. Imaginó que la gente seguía caminando, y así lo hicieron. Entonces se levantó del suelo y empezó a derribar edificios. La gente no se sorprendía, porque esto no lo imaginó. Provocó varias explosiones nucleares, y maléficos rayos de un color amarillo le salían por sus ojos y extremidades. Fue a parar al espacio y pudo observar la Tierra desde fuera.
Hizo prender en llamas toda la superficie del mundo. Aquel color rojo era tan bonito. Entonces acercó el sol hacia el planeta, y lo hizo colisionar. Finalmente redujo todo el cosmos a una pequeña pelota, que bateó con aquel palo de madera.

No quedaba nada.

Y entonces despertó. Alguien tocó el timbre de su puerta. Alguien con un bate de madera que esperaba ser cubierto de porsangre.


Respuestas y comentarios

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Sé que es una caca y además corto. Pero necesitaba escribir algo así.


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Re: Memoria

Notapor TERRBOX » Jue Jul 18, 2013 10:13 pm

Beta

#10 Scarlet

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Ciertamente cualquiera que me viese en aquella situación, pensaría que inequívocamente debía ser el culpable de lo que fuese aquel crimen, y así los policías juzgaron también. Pero yo sabía que no lo era, de hecho era lo único de lo que estaba seguro, pues tanto mi identidad como mi procedencia se hacían difusas. ¿Entonces sí que pude ser el asesino, no? Pero no, no lo era, sabía con certeza que no lo era.

Recuerdo las primeras palabras del sargento Millard como si estuvieran marcadas con fuego en mi piel, justo cuando llegué a la estación de policía aquel tipo me dijo que mañana mismo mi rostro sería convertido en cenizas. Mi reacción fue una mezcla de sorpresa y preocupación, pues intentaban acabar conmigo al día siguiente por algo que ni siquiera sabía qué era. Después, cuando el sargento empezó a hablarme de brujería y magia negra, que en Mistwall estaban penadas con la muerte; no pude sino preocuparme aun más.

Primero intenté despistarlo, diciendo que a la gente no le haría ninguna gracia que quemaran al primer extranjero que se recordaba en toda la historia de Mistwall. Aunque aquello no funcionó demasiado, realmente lo único que conseguí fue que se impusiera aun más. Así que le dije que yo mismo resolvería el caso en un mes, alegando que anteriormente ya había sido investigador aunque no de asesinatos. Cosa que es totalmente falsa, aunque sin saber la razón exacta no me parecía estar mintiendo. El sargento no accedió a primeras, pero en lugar de denegar aquello por completo, aceptó darme una semana.

Una semana, siete días, ciento sesenta y ocho horas, diez mil ochenta minutos, seiscientos cuatro mil ochocientos segundos y mi vida acabaría. Si no encontraba al culpable, claro está. Aquella noche el sargento me ofreció quedarme en comisaría, puesto que no tenía ningún otro lugar al cual ir, asentí y me quedé allí. Desde que vine, mi existencia no había hecho más que ir hacia abajo. Primero caía rendido ante la niebla, después desperté en medio de la noche y topé con un acto de brujería; y por si fuera poco casi muero al día siguiente. Aun así logré dormir tranquilo sobre la mesa de interrogatorios.

Desperté al rededor de las ocho de la mañana, el sol ya me daba de lleno en la cara, aunque la fina niebla conseguía detenerlo un poco. Salí de comisaría sin siquiera despedirme, y me pregunté cómo llevaría a cabo esta investigación. Pues no tenía ni idea, era todo un principiante. Aunque mi instinto me supo guiar en algunos de esos momentos. Caí entonces en que lo primero que debía hacer era conocer la identidad de la víctima, de —según el sargento Millard— el cuerpo que había utilizado como sacrificio. No resultó muy difícil, pues la noticia ya había saltado a todos y cada uno de los periódicos de Mistwall.

Logré ojear uno sin comprarlo, pude ver todo lo que necesitaba. Muerte, magia negra, dinero, fama, mansión y Alphonse Waldberg. Al parecer, como siempre, todo se reducía a dinero; y la familia Waldberg era una de las más ricas de Mistwall. La posibilidad de visitar su mansión y hacer un par de preguntas vino rápidamente a mi cabeza, ¿pero con qué propósito me presentaría allí? ¿Diría que soy detective o que simplemente soy un morboso? En cualquier caso, con cualquiera de esas dos situaciones no lograría obtener la información que necesitaba.

También cabe decir que en los periódicos no se nombró nada sobre mi llegada. Tampoco sobre que fuera el principal sospechoso. Me habían arrestado a unas horas en las que la gente normal ya estaba durmiendo, por lo que no resultaba nada extraño. Y aunque la gente supiese que había un extranjero, ni siquiera habían visto mi cara.

Me senté en la acera de una de las innumerables calles de Mistwall, mientras veía algún carro de caballos por la carretera, cuando de repente escuché una conversación que parecía decir algo interesante.

—Sí, al parecer todos se le están echando al cuello —decía una voz femenina.

—Y es que no es para menos, con la herencia compartida de sus padres, si caía uno todo el resto sería para el otro. No hay que ser muy perspicaz —respondía la otra.

—Pero aun así, ¿crees que Patrick Waldberg sería capaz de matar a su hermano por dinero? Sólo hay que ver como se llevaban, no parece que esté nada claro.

—A parte, el hecho de que haya sido utilizado como sacrificio es demasiado extraño. Patrick podría matar por dinero, ¿pero y de paso hacer un trato con el diablo?

—Sí, ya tiene toda la fama y dinero que quiere, cualquier mujer accedería a casarse con él, ¿qué más va a querer del demonio?

—Pues la gente sospecha igualmente, y por eso está accediendo a ser entrevistado por periodistas. Así que es nuestro turno.

—Intentemos sacar toda la carnaza posible.

Y entonces ambas mujeres rieron. A continuación se me ocurrió un plan bastante descabellado, ¿pero qué importaba? No tenía autoridad alguna, ni derechos especiales, así que tenía que buscarme la vida como pudiese. Y al parecer esa era la única posibilidad de poder hablar con su hermano Patrick, que era justamente lo que necesitaba. Así que pregunté a ambas mujeres donde se encontraba la mansión Waldberg, y me lo indicaron en un mapa cercano a la comisaría.

Pude ver entonces que Mistwall se dividía en cinco distritos. El primero de todos era el distrito blanco, que estaba al noroeste de la ciudad; en él se encontraba una catedral. No había caído antes, pero era lógico que aquí creyeran en Dios, pues la existencia del diablo la tenían probada día a día. En el oeste se encontraba el distrito policial, en el cual estaba la comisaría. También pude percibir que el crimen se dio al norte de la estación policial, es decir en su mismo distrito. Justo en el centro de Mistwall estaba el distrito popular, al que pertenecía la plaza —donde se hacían las ejecuciones públicas— y todos los sitios de ocio; bares, restaurantes y también hostales. El quinto distrito, al sureste del mapa, era el distrito laboral; donde la gente trabajaban en los campos de cultivo.

En cuanto al cuarto distrito, era algo especial. Lo denominaban como el distrito negro, y según decían era el sitio donde se llevaban a cabo la mayoría de crímenes, incluyendo la practica de magia negra. Por lo visto, este distrito quedaba completamente fuera de la ley, ni siquiera los policías se adentraban en él. Además de que para hacerlo, había que pasar por un muro de dos metros y medio, por lo que no podías toparte allí de manera equivocada; si estabas allí es porque buscabas algo. Ellas me dijeron que jamás lo pisase. Ilusas.

La mansión Waldberg se encontraba en la zona más rica de todo Mistwall, justo al noreste de la catedral, muy pegada al gran muro. Suena irónico que la zona más exclusiva de la ciudad se encontrara tan pegada al distrito negro, pero —a parte de que el único distrito que no tenía contacto con el muro era el policial— no suponía ningún peligro real. Aunque es cierto que normalmente la gente de allí salía a buscar presas para sus rituales, rara vez escogían a una persona rica e importante, pues las consecuencias serían excesivamente sonoras.

Así que me dispuse a ir hacia allí, serían al rededor de las ocho y cuarto de la mañana, por lo que esperaba que ningún periodista estuviese allí ya. Si esto ocurría, el plan sería fallido, así que era la única opción que tenía. Llegué al distrito blanco y pude ver la gran catedral de piedra, rematada con mil y un adornos y esculturas. Creer aquí no es que fuese una obligación, es que era algo sensato. Todo el mundo sabía que Dios existía, pues no podía existir Satanás sin él; de lo que no estaba yo tan convencido era de que fuese algo realmente bueno. Él permitía que todo esto pasara, el único que demostraba su poder era su enemigo y Él permanecía completamente impasible. ¿Era alguien digno de idolatrar? No lo creo.

Llegué a la mansión unos quince minutos mas tarde, miré todo aquel sitio. Era un lugar muy bello, a parte de la mansión tenía un jardín, donde se representaban diversos animales con los arbustos. También habían numerosos grupos de fuentes, que bailaban algún ritmo que no podía comprender. La mansión estaba hecha en su mayoría de madera, y un material que supuse que sería mármol. Era muy grande. Excesivamente grande. Me provocaba cierto sentimiento de inferioridad. La valla que rodeaba todo el lugar estaba abierta, por lo que piqué directamente en la puerta principal.

—¿En qué puedo ayudarle, caballero? —preguntó un joven.

Una pasa. Alguien con bastón y parkinson a quien se le cayera el té cuando lo servía. No esto. No me esperaba que el mayordomo aparentara menos edad que la mía. Sin duda todo una sorpresa, supuse que el anterior debió haber muerto hacía escasos meses o días. El mayordomo era un chico de escasos dieciocho años, con el pelo oscuro, corto y peinado hacia atrás. Alto aunque más bajo que yo, y con una figura atlética y delgada. ¿Sería alguien capaz de cometer un asesinato? Quizás sí. Quizás no.

—Sí, esto... soy periodista, el señor Waldberg me había concedido una entrevista —y ahí lo solté, ni corto ni perezoso, con la total confianza del mundo. El chico me miró un poco extrañado, algo que en cierto sentido era normal, pues seguía siendo un extranjero. Aunque nadie sabía que era yo.

—Claro —me dijo sonriendo—, ¿su nombre por favor?

El joven mayordomo sacó una pequeña libreta repleta de nombres.

—El primero de la lista —a lo que le devolví la sonrisa.

Me la estaba jugando, ¿pero realmente qué podía perder? ¿Que me encarcelaran por suplantación de identidad? Me iban a quemar dentro de una semana, el resto poco me importaba.

—Es usted... ¿es usted Elizabeth Redfield?

Los siguientes diez segundos serían posiblemente los más largos de mi vida. Él se quedó mirando como en mi interior no paraba de revolverme. Y gritar. Dentro de mí, grité mucho, y él seguía con una faz imperturbable mientras yo poco a poco me iba deshaciendo. Pero cuando ya casi iba a reventar y estaba dispuesto para salir corriendo, seguí adelante.

Hice un amago de algo parecido a una risa.

—No, claro, por supuesto que no. Soy el siguiente. Sí, eso es, el siguiente —sonreí de nuevo.

Miró de nuevo la lista, y le cambió la faz al instante. Como si algo se activase en la cabeza, sonrió otra vez, pero esta vez de una manera mucho más agradable y no tan irónica.

—Oh sí, debo añadir que me sonaba de algo. Señor Kristoff, adelante; le acompañaré hasta el señor Waldberg.

Y ahora que estaba dentro, era la ocasión perfecta para recoger indicios. Miraría todas y cada una de las estancias por las que el simpático mayordomo me hiciera pasar, con el objetivo de obtener alguna posible pista visual. Esa era la intención, pero todo lo que veía no me resultaba relevante para el caso, allá donde mirase tan sólo había riqueza. Piezas y muebles bañados en oro, retratos familiares al óleo por doquier, el emblema de la familia estampado en una bandera que mantenían encuadernada... Fama y poder, eso fue lo único que saqué en claro. Aunque hubo algo que sí me llamó la atención, con la bandera, encuadernada también a su lado, había una navaja. Parecía una navaja de barbero, ¿el negocio familiar quizás? De todos modos no le presté mucha importancia.

Cuando llegué a la sala correspondiente, Patrick y todos sus amigos estaban tomando el té, cada uno en un sillón formando un triangulo de tres personas. Algo en lo que no había caído era la edad de la víctima, pero al ver a su hermano pude acordarme perfectamente de aquel cuerpo, se parecían bastante aunque el difunto Alphonse era más joven. Aun así ambos rondarían casi los cuarenta.

Al entrar pude notar que no se respiraba sencillez precisamente, todos los individuos de la sala vestían trajes elegantes, hechos a medida y de materiales que por supuesto serían carísimos. Se me ocurrió pensar que con un solo botón podría vivir por más de cinco meses, y creo que no me equivocaba. Aquel sentimiento de inferioridad volvió, pues yo ni siquiera tenía nada debajo de mi gabardina color jade oscuro. Aunque no lo exteriorizaba para nada.

Me dispuse a analizar cada uno de los miembros en la sala, cuando pude ver que había alguien más. Ese color fue lo que me hizo reaccionar. Me ahogué completamente en el color rojo fuego que aquel joven ser de otro mundo tenía como larga cabellera, miré su cara y todavía me hundí más. Sus rasgos eran sutiles pero a la vez, tenía algo que a día de hoy no puedo explicar. No había sentido algo así en mi vida. Iba ataviada con un vestido blanco, y se entretenía mirando el paisaje por una de las ventanas; pero cuando por un segundo ella fijó su vista en mí, me quedé helado. Aparté rápidamente la mirada, me sentía débil, me sentía vulnerable. Creo que ella rió.

Después de este altibajo pude observar a todos los otros individuos. El primero por mi izquierda, era el más joven de todos, quizás no estaba muy lejos de mi edad —fuese la que fuese—, tenía un rostro triste, muy apagado; era de estatura baja, usaba gafas y parecía tener un cuerpo muy ligero. El siguiente, en cambio era todo lo contrario: tenía una cara enfadada, robusta, llena de guerra; era incluso más alto que yo, y tenía el cuerpo de una bestia. Casi no cabía en el sillón, se le notaba incómodo.

Siguiendo el orden, tocaba a Patrick Waldberg, a quien también se le notaba incómodo. Pero no porque no cupiera en el sillón, era porque yo estaba allí, se notaba que mi visita le perturbaba. Era un hombre a quien se le veía maduro, que no estaba para muchas bromas, el pelo le comenzaba a escasear y tanto su estatura como su físico pertenecían a la media. Me resultó muy curioso que se pusiera así de nervioso, si tienes algo que ocultar lo primero es no exteriorizar tus sentimientos o emociones. ¿Y yo cómo sabía eso? ¿Tenía algo que ocultar? De hecho me parecía que me ocultaba demasiado a mí mismo.

—Señor, le visita el periodista Kristoff, ¿le recuerda? Es del periódico NewsToday.

Yo ni siquiera le había dicho eso, pero ya estaba bien que él me ayudara a completar mi identidad.

—Estupendo —dijo Patrick con una nerviosa sonrisa—. Sí, recuerdo haber concertado una entrevista para ese periódico. Bueno, al igual que para todos los demás, ¿no es así?

Todos los miembros de la sala rieron, menos aquella chica que seguía con su mirada alejada. Lo cierto es que no tenía gracia alguna. Sonreí un poco. Se levantó del sillón y me llevó a otra sala acompañada de una chimenea encendida —¿debía de ser invierno? Lo cierto es que no tenía frío—, donde se sentó de nuevo en otro. Se levantó, quedó un poco en ridículo.

—Oh, lo siento, qué descortés he sido —se disculpó—. Siéntese, claro, ¿quiere algo de beber?

—No —respondí mientras me sentaba—, estoy bien.

—De acuerdo —se acomodó de nuevo—, ¿qué es lo que quiere saber?

—Bueno —empecé—, como bien sabe usted estoy aquí por el asesinato de su hermano, Alphonse Waldberg.

—Sí, es sin duda una desgracia —apartó la mirada y miró al suelo, ¿estaba emocionándose? ¿O estaba fingiendo emocionarse?

—Disculpe pero, a los periodistas nos gusta que nos miren cuando hablamos —así podría analizar mejor su comportamiento.

—Perdone de nuevo, esto es... Ocurrió ayer mismo, ¿sabe? Todavía estamos algo tocados.

—¿Están algo tocados? ¿Su hermano tenía más familiares? Pensé que...

—La chica de antes, era su prometida. No ha dicho ni una sola palabra desde entonces...

—Entiendo —allá iba, cargaría con toda la artillería—. Son sólo rumores pero, es decir... Su hermano ha muerto y ahora todo el patrimonio es suyo, por lo que la gente apunta que...

—Sé lo que apunta la gente. Y permítame decirle que —paró en seco—, ¿no lo apunta en ningún sitio?

—Sí, claro; todo está aquí, señor Waldberg —dije señalando mi cráneo.

Hablé con él al rededor de una hora, y si bien estaba nervioso, todo lo que me decía parecía ser verdad. Por como hablaba Patrick de su hermano, se adoraban mutuamente y jamás le hubiese hecho ni el más mínimo daño, pero podía notar algo extraño en él. No parecía el culpable directo, pues sin duda le faltaban agallas, pero estaba seguro de que algo ocultaba.

Aunque recordé lo que había venido a buscar a la mansión, y no era nada más y nada menos que a un brujo, un mago negro. Ninguno de los que estaba allí lo parecía, es cierto que aquel enclenque —el señor Gilwhatts como Patrick me había dicho— tenía un aire raro, pero el arrastrar el cuerpo hasta allí ya era demasiado para él. ¿Y aquel grandullón? Bueno, sin duda podría haberlo llevado, ¿pero acaso puede albergar conocimientos de magia negra aquel mono? Demasiado estúpido. Por lo que Waldberg me había contado, la iniciativa de aquel ser era nula. Y por lo que había podido observar era cierto, tan sólo asentía y reía cuando Patrick se lo pedía.

Además, cuando alguien busca hacer un acto de brujería, quiere algo a cambio; y estos señores eran de lo más exclusivo de todo Mistwall: lo tenían absolutamente todo. El culpable debía estar en otro lugar, no notaba indicios de actos satánicos por ninguna parte.

Cuando salí de allí, pude ver como el flamante ser que antes me había dejado helado, abandonaba la mansión Waldberg con una maleta a cuestas. Anduve más rápido para alcanzarla, ¿qué le diría? ¿Quiero volver a perderme en tu mirada? No, era demasiado directo.

—¿Crees que no he escuchado como corrías para alcanzarme? —a continuación soltó una carcajada y me miró—, eres muy gracioso, ¿sabes?

—Esto, sí —reí un poco—. Soy Jaden, Jaden Kristoff, encantado de conocerla.

—Yo también lo estoy —sonrió muy dulcemente—. ¿Quieres hacerme unas preguntas o algo así?

Era la primera vez que intentaba algo como esto, y estaba resultando desastroso.

—Me preguntaba si, algún día podría invitarte o algo así.

Se lo pensó, pasaron unos cuantos segundos hasta su respuesta.

—Parece una buena idea. Sabes, veo algo especial en ti.

—Resulta curioso, porque yo ni siquiera sé qué veo cuando me miro al espejo.

Reímos a la vez, tímidamente. Yo lo dije en serio.

—Mira, no sé qué se me pasa por la cabeza —me dijo ella—, pero si no tienes nada que hacer esta noche estaré aquí.

Extendió la mano para darme una tarjeta. Hostal Sweet Home. Habitación número cuarenta y tres. Me quedé parado mirando aquel papel mientras ella avanzaba, cuando me di cuenta ya tuve que chillar.

—¡Ni siquiera sé tu nombre! —grité.

Hizo un gesto que me indicó que girara la tarjeta, sonrió y se volvió. Detrás del folio, con una tinta de color rojo como el fuego, plasmado estaba su nombre. Scarlet. Plasmado ahora estaba en mi cabeza. Scarlet.


Material extra

Conversación entre Jaden y el sargento Millard
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—Soy el sargento Millard, y le informo de que mañana mismo será cenizas, prepárese para la noche más larga de tu vida —le dijo el policía en un tono excesivamente relajado.
—¿Y qué se supone que he hecho para recibir ese castigo? —preguntó Jaden muy sorprendido.
—Lo sabe usted muy bien. Realizó un acto de brujería utilizando como sacrificio a un hombre. De por sí solo la magia negra se pena con la muerte, pero además realizando un sacrificio humano esto resulta mucho más asqueroso.
—No sé de que demonios me está hablando. Ni siquiera sabía qué la magia existía realmente.
—Pues por la marca que realizó en el suelo, parece tener unos conocimientos muy amplios de ella.
—Escucha, no importa lo que crean, ¡soy inocente! —gritó Jaden.
—Sí, resulta que todos y cada uno de los que están en el calabozo dicen lo mismo. Lo siento pero no es nada nuevo.
—¿Acaso crees que puedes hacer esto?
—Me estás, ¿realmente me estás amenazando o algo así? Escucha bien, en Mistwall nosotros dictamos la ley, la gente nos hace caso, nos adora.
—Seguro que os adorarán cuando hayáis quemado al único habitante que ha venido desde fuera. Estoy completamente seguro.

Jaden intentaba manipularle.

— Sabía que eras tú pero, ¿qué insinúas?
—Que toda persona busca respuestas, y en el ardor de la hoguera no vais a poder escucharlas.
—Tú sabes... ¿tú lo sabes todo, no es así?
—No, en realidad no, y si lo supiera tampoco se lo diría. Pero la gente cree que sí, y eso es mucho más importante de lo que sepa o no realmente.
—¿Acaso crees que les importará? No lo entiendes. Todo esto, las ejecuciones públicas, son ejemplo para ellos. Están deseando la siguiente para tener algo que maldecir con sus palabras. Además de que nadie sabe que tú en cuestión eres el extranjero.
—Mire, solía ser un investigador antes. Ya sabe, averiguar si una mujer lleva a casa a otro hombre, o si todavía su marido no ha dejado el alcohol; toda esa serie de cosas.

Estaba mintiendo, pero por alguna extraña razón todo aquello le parecía muy cercano.
—No tengo tiempo para sus tonterías, nada de eso es importante. Nada como lo que ha hecho hoy.
—Escúcheme, no he investigado ningún caso de asesinato y menos de magia negra, pero si me deja digamos... un mes, sí eso es: ¡un mes! Le resolveré el caso yo mismo.
—¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería confiar en un demonio como usted?
—Mire, siempre sale ganando. Si lo resuelvo yo mismo, ajusticiará a quien se lo deba, y si tan sólo estoy mintiendo ya seré quemado cuando toque. No puedo salir de esta ciudad, y de hacerlo bien sabe que moriría.
—Es... parece demasiado concienzudo como para resultar culpable... Aun así, no puedo hacer esto. No puedo quitarle una pena como esta por un mes, y encima darle derechos especiales para que haga usted sus jueguecitos de detective.
—Está bien. Una semana. Tan sólo una semana y sin derechos especiales, yo buscaré mis maneras de hacerlo.

Pasaron unos largos segundos hasta que el policía articuló palabra.

—Bueno, vale. De acuerdo, está usted libre por una semana. Si no logra encontrar al culpable, además de pruebas que lo demuestren, el Domingo que viene todos veremos como se consume su cara.
—Es lo más bonito que me han dicho jamás, sí —dijo ya al fin en un tono aliviado.
—Aun así, quédate esta noche en comisaría, dudo que ahora mismo tengas algo que investigar.

Jaden asintió.

Interpretación ilustrativa del mapa
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Interpretación ilustrativa de Jaden
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Respuestas y comentarios

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Muchas gracias a mis lectores.

Sometron: en el otro no te lo agradecí, bueno grasias. Me encanta que te encante.

Comentario: pues nada, a leer y ya. ¡Comienza la investigación! Espero que os guste, y bueno sobre las ilustraciones, lo siento lo mio no es dibujar pero es lo que hay xDDD

Un abrazo.
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^¡Muchas gracias Nebula!^

MEMORIA

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^¡Gracias por tu trabajo Alti, también por el ava!^

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^¡Arigato Ris!^

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Re: Memoria

Notapor Little Sho » Lun Jul 22, 2013 2:09 pm

Este fik me parese de pajiyero
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Re: Memoria

Notapor Naxid » Lun Jul 22, 2013 3:47 pm

sta lindo
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Re: Memoria

Notapor Sometron » Mié Jul 24, 2013 5:35 pm

Lo que imagines
¿Quién no ha querido eso alguna vez? Yo, al menos, sí lo he querido. Además, se parece bastante a lo que yo haría (???)

Scarlet
Todo bien, aunque hay un trozo que no entiendo del todo bien pero ese trozo no es importante(?). El mapa ha sido bastante útil, la verdad.

Bueno, dejo aquí una teoría sobre lo que va a pasar because of reasons xD

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Scarlet seduce a Jaden. Jaden por su lado sigue investigando y llega a la conclusión de que la bruja es Scarlet y el hermano es cómplice. Scarlet se da cuenta de que la va a delatar y se propone hacer otro ritual satánico con Jaden como sacrificio, pero el policia irrumpe y salva a Jaden. Scarlet muere y Jaden es libre, pero se siente mal y se suicida. Fin.


Espero que te haya gustado la teoría y eso xDDDDD Ah, se me olvidó decir que Scarlet quiere sexo y se nota (??).

No tengo mucho más que decir: sigue escribiendo y pon más extras (?)
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^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

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Re: Memoria

Notapor TERRBOX » Jue Ago 08, 2013 11:38 pm

Beta

#11 Cuarenta y tres

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Después de aquel fugaz y placentero encuentro, el cual me dejó sin nada más en lo que pensar por todo el resto del día, debía preocuparme sobre qué hacer ahora. La realidad era que con la familia Waldberg ya investigada, mis planes habían llegado a su fin rápidamente. A decir verdad, demasiado rápido. Aun así entonces me preocupaban más otra serie de temas, no tenía ni un solo centavo. Y obviamente la comida no era gratis, así que se me ocurrió ir al único lugar donde me habían tratado amablemente. ¿La comisaría? No, por supuesto que no. Hablo de aquellos que me atendieron por casi una semana sin siquiera saber quién era.

Aunque es cierto que el hombre del hogar me echó porque no quiso buscarse más problemas, no podía hacer otra cosa. Quizás estaba resultando un poco pesado, pero de todos modos no me iba a quedar sin comer. Era algo necesario, y aquella pequeña familia eran las únicas personas que conocía; con la excepción de la gente relacionada con el caso. Gente a la que no debía mendigar, pues un periodista se paga sus propios platos.

Poco a poco las calles de Mistwall empezaron a quedar grabadas en mi mente, esta vez no tuve que preguntar ni mirar ningún mapa para saber a donde dirigirme. Si la mansión Waldberg estaba en el extremo este del distrito blanco, la casa que buscaba justo se encontraba en el extremo opuesto. Eso es, al oeste del distrito, incluso estaba en ligero contacto con la niebla que me despidió. Es curioso porque si llego a aparecer al rededor del distrito negro, me hubiese muerto en frente de un muro de más dos metros.

Llegué al hogar pasando de nuevo por la gran catedral, en la que pude ver de nuevo todos sus adornos y como desesperados fieles acudían a la llamada de Dios. Piqué a la puerta de aquel lugar que me había devuelto a la vida hace escasos días. Por un par de minutos, la puerta siguió cerrada, pero podía percibir que había alguien en la casa. Al fin y al cabo se veía luz dentro. Esta vez no me encontré con el hombre del ceño fruncido, sino con su mujer y su pequeño hijo. Le mandó que fuera a su habitación y empezamos a hablar.

Lo primero que hizo fue disculparse por el comportamiento de su marido, aunque esto realmente no hacía falta; nadie quiere buscarse problemas y es lógico que actuara así. Eso fue exactamente lo que le dije. La conversación estaba tocando diversos temas no muy trascendentales, cuando la verdad era que sólo había venido por dinero. En sí era un poco triste, aquella mujer me lo estaba ofreciendo todo y yo sólo quería sus monedas. Me dio pena, pero cuando ya iba por el tercer café se lo dije.

No me miró de manera extraña, de hecho no dejó de mantener un rostro que expresaba agradecimiento. Y no había hecho nada por ella. Es más, había provocado que dos policías acudieran a su casa, se podrían haber metido en un buen lío por mí. Fue a buscarlo y me dio una pequeña bolsa de cuero con una suma de dinero bastante generosa; me dijo duraría por unas dos semanas sin incluir alojamiento. Por último, me colocó un modesto crucifijo de madera al rededor del cuello. Lo cogí con la mano y me quedé mirándolo. Miré a la mujer. Sonreí. Asentí. Me fui.

Cuando cerró la puerta lo primero que hice fue quitarme aquello. Lo metí en uno de mis bolsillos, no me hacía mucha gracia llevarlo colgado. Claro que sabía que Dios existía, quizás no tanto como en este mismo momento, pero por aquel entonces por supuesto que lo sabía. El problema era que él no había hecho nada para que tuviera que llevarlo conmigo al cuello. En lo que llevaba de vida por Mistwall sólo me habían ocurrido desgracias, si él dictaba el destino yo estaba muy cabreado. No decidí tirarlo por respeto a quien me lo había regalado, pero si no fuera por eso sin duda alguna lo hubiese hecho. E incluso lo habría quemado.

Lo que no tenía muy claro era la razón por la cual me había dado aquello. Supuse que le gustaba atraer fieles a su religión, o simplemente tenía algún crucifijo de sobra. De todos modos no le di mucha importancia al asunto, se había comportado maravillosamente conmigo —que no tenía la obligación de hacerlo—; así que en mí sólo cabía la total gratitud. Y eso que ni tan siquiera sabía su nombre.

Ya era la hora de comer, así que fui al distrito popular a mirar donde podían servirme comida. Cuando llegué allí observé aquel lugar muy detenidamente. Si bien se podría decir que Mistwall era una ciudad muy concurrida, había mucha más gente en este que en el resto de los distritos. La plaza era bastante grande y en su centro había una plataforma de madera, con una vara de este mismo material, donde al parecer quemaban y se deshacían de la brujería. Detrás de aquello, había una fuente. La paz y la muerte tan cerca una de la otra. A nadie parecía afectarle.

Escogí el lugar que más familiar me parecía, es decir en el que menos gente hubiera. Era una taberna que debían llevar unos hermanos llamados Renly, al menos eso ponía en el cartel. Empujé sus dos puertas de madera, que se balancearon detrás mio, y en seguida pude comprobar que era el lugar que buscaba. El olor del tabaco recorrió todas mis fosas nasales, no era agradable pero por alguna razón era justamente lo que quería. Casi nadie se acercaría a aquella taberna, lo peor de la ciudad —sin contar la gente en activo del distrito negro— solía reunirse allí. Si iba a ser un detective —y quería ser un muy buen detective—, debía simpatizar con delincuentes.

Aun con ese olor no resultó ser lo que esperaba. Borrachos. Ludópatas apostando sus herencias a las cartas. Borrachos ludópatas también. Aunque rebosaba de actividad, por lo que al contrario de lo que pensaba sí me iba a resultar de ayuda. Pero no en aquel momento, ese día tan sólo me limité a pedir algo y cuando hube acabado, salí de nuevo a la calle. De momento no me interesaba lo que se cocía allí dentro —o sí me interesaba, pero no lo sabía—.

De nuevo y con la tripa ya satisfecha, me hallaba sin ningún plan establecido sobre lo que hacer a continuación. ¿Acosar de nuevo a la familia Waldberg y sus amigos? ¿O acosar a la pasional Scarlet? Así de fácil, acudió de nuevo a mi mente. Pero no se apoderó totalmente de mí, así que no fui a verla. Además era demasiado pronto. En su lugar, decidí de nuevo vagar un poco por las calles. Gracias a vagar sin rumbo había descubierto lo de los periodistas y varios datos asociados al asesinato, por lo que no era un mal plan; la casualidad daba sus frutos en ocasiones.

Aunque la mansión Waldberg estaba pegada al muro del distrito negro, no me pude acercar durante mi visita, por lo que aproveché para hacerlo ahora a partir del distrito popular. Me acerqué hasta que lo tuve justo delante de mí, y era casualidad pero hostal de la señorita Scarlet quedaba a escasos treinta metros de donde estaba, incluso podía observarlo con la mirada. Volviendo al muro, no resultó ser nada especial, un muro de casi tres metros, de roca maciza. Sin duda costaría atravesarlo. Aunque pude notar que si saltabas desde el tejado del hostal, sería posible llegar hasta lo alto del muro. Sin duda más de uno se habría colado de esa manera.

En realidad parecía que había recorrido pocos lugares, pero ya había visitado todos los distritos excepto el laboral —que no me interesaba lo más mínimo— y el maldito. Y de repente, se me vino a la mente aquella frase: “El asesino siempre vuelve al lugar del crimen.” Y eso me dejaba dos opciones: no ir —ya que sino pensarían aun más que soy culpable— o echar un vistazo allí a ver qué tal. Culpar a alguien por esa simple acusación es completamente absurdo, por lo que iría hasta la escena del crimen; aquello definitivamente no me haría más culpable de lo que era.

Fui allí donde habían un grupo de policías aguardando el callejón. Algún casual individuo se acercaba para ver de qué se trataba, pero la mayoría de la gente seguía su camino sin inmutarse siquiera de la autoridad que allí aguardaba. Al fin y al cabo estaban en el distrito policial, por lo que no resultaba nada extraño que hubiesen algunos allí. Entrar en el callejón fue fácil, aquellos policías eran los mismos que le habían arrestado —o los que le habían visto charlando con su general—, así que me dejaron pasar. Sabían que tenía que investigar el caso, todo el cuerpo se había enterado ya.

Obviamente el cuerpo ya no estaba allí, se lo habían llevado al deposito de cadáveres de la comisaría, pero así pude observar con más detalle la situación. Para empezar, aquella fogosa niebla roja había abandonado el lugar, una buena noticia ya que permitía una visión mucho mayor. Había sangre seca en el suelo y aquel símbolo seguía allí.

Como pude comprobar en mi primera escapada nocturna por Mistwall, el símbolo era una estrella de cinco puntas rodeada por un círculo. Sin duda alguna, esta es una de las representaciones más comunes del diablo. No había duda en que había sido un acto satánico, un acto de brujería. El lugar seguía oliendo a azufre, en especial la marca. No pude llegar a ninguna conclusión observando la escena del crimen, no habían más objetos, nada que se hubiese olvidado el mago por error. Ninguna evidencia que resultara útil. En aquel momento estaba muy perdido. Comenzaba a anochecer, entre paseo e investigación debían ser las siete de la tarde.

Salí de aquel callejón, el olor a azufre me estaba empezando a marear. No tenía hambre para cenar, así que iba ya hacia el hostal que me había indicado la chica que rondaba mi cabeza, cuando por el camino —en el mismo distrito policial— encontré un pobre vagabundo que estaba pidiendo dinero. Le faltaba un brazo y estaba extremadamente seco, se le podían ver todos sus huesos. Incluyendo los rasgos de su cara, brutalmente marcados por el hambre. Le lancé un par de monedas y me lo agradeció con la mirada. En sus ojos no pude ver nada salvo perdición. Extrema oscuridad. Tuve la sensación de que realmente no había hecho nada por él. Quizás sería porque no era mi dinero.

Me metí en el hostal llamado Sweet Home, y saqué la tarjeta que Scarlet me había dado. Habitación número cuarenta y tres. Subí unas cuantas escaleras y allí me hallaba, en frente de la cuarenta y tres. Era tan simple como picar a la puerta, entrar, entablar una conversación que fuera mínimamente decente, ¿y luego qué? ¿La besaría? ¿Me acostaría con ella? Volví a mirar a la puerta, número cuarenta y tres.

La acababa de conocer y ya me había propuesto todo esto, no la conocía, no sabía como era, ni siquiera sabía su apellido de soltera y ya estaba pensando en acostarme con ella. Sí, número cuarenta y tres. Aun así, esta era la realidad, ¿era ella quien lo había sugerido, no? Debía aprovechar la ocasión, era muy atractiva.

Alcé mi mano, cerré el puño, la extendí. Cuando iba a hacer sonar la madera de su puerta, no pude hacerlo. No pude, era demasiado pronto, no había hablado ni diez minutos con ella; esto no era lo normal. Bajé las mismas escaleras y pedí otra habitación para una noche. Fue la única noche que logré dormir tranquilo.

En las paredes de piedra y el suelo de roble que me rodeaba; antes de conciliar el sueño, me puse a pensar en todo lo que aquel día había sucedido. Me hice pasar por periodista, y averigüé que Patrick quería mucho a su hermano. Scarlet me dio una cita a la cual no asistí. Y el resto del día tan sólo he rogado por un poco de dinero, y he vagado por Mistwall. Un día completamente desaprovechado, no tengo ni un sospechoso real; y si esto seguía así me desvanecería en la hoguera.

Aun así resultó ser un día tremendamente agotador, me había pateado casi todo Mistwall y la presión de verme incendiado hacia el resto. Por eso aquella velada conseguí dormir un gran número de horas, me desperté con las sábanas mojadas por el sudor. Al parecer no soñaba cosas muy agradables. Ya debían ser las dos o tres de la tarde, por lo que fui a la taberna de los hermanos Renly para llevarme algo al estómago.

Estaba completamente descansado, por lo que decidí aprovechar aquello y ver si podía sacar algo de la taberna. Mientras comía logré escuchar toda clase de conversaciones y murmullos. Al lado mio en la barra un hombre pretendía cortejar a una mujer, aunque sus piropos resultaban más insultantes que insinuantes. La mujer le pedía que parara con un tono que le decía justo lo contrario. En una mesa, cuatro hombres jugando al póquer, hablando de cuan buena eran sus hijas e irrelevancias varias. Uno sólo miraba a sus cartas y callaba. Nunca apostaba. Miraba sus cartas. Pasaba. Callaba. En la otra punta un barrigudo roncando sobre una mesa, al lado tenía varias jarras de cerveza vacías.

En otra mesa, un hombre solo de cabello moreno de mediana edad. Elegante, sin traje ni nada de eso, pero elegante. Sabías que era algo superior al demás gentío de aquí. En su mesa habían dos vasos, parecían contener whisky o algo parecido, una bebida con mucha más estima que la cerveza que servían aquí. Sin duda sería algún tipo de cliente privilegiado.

Un hombre salió del baño y fue hacia aquella mesa. El hombre era más bajito que él, y además era rubio. Aquello era extraño, pero no habrían captado mi interés de no ser porque pude escuchar claramente como uno de ellos pronunciaba la palabra “Waldberg”. Me acerqué allí, y tan directo como pude les pregunté qué sabían de la familia Waldberg.

No contestaron a mi pregunta. El moreno me decía que quién creía que era para interrumpir una conversación porque yo quería, mientras el rubio simplemente asentía y ponía cara de enfado. No respondieron a mis preguntas hasta que hice sonar unas cuantas monedas en la mesa. Me fastidió perder algo de dinero cuando podría haber sido mucho más fácil por otros métodos, pero en aquel entonces todavía no lo comprendía. Y el dinero sin duda abría todas las puertas que necesitaba en ese instante.

Me lo contaron todo, de arriba a abajo. Es curioso como una persona se vende por unas cuantas copas, pero a mí ya me iba bien que la gente fuera así de repugnante. La fama de los Waldberg, sin duda una cuestión interesante que no me planteé anteriormente. La realidad era cruda a la par que sencilla: delito. Así es, nunca se llega tan alto siendo una persona honrada, sin delinquir es imposible conseguir la mansión más grande de todo el distrito blanco.

Y no se debía a otra cosa más que al tráfico de drogas, al parecer toda la riqueza venía directamente de los años en los que Johnny —nombre que utilizaba para delinquir Johnson Waldberg, padre de Alphonse y Patrick— trapicheaba con todo tipo de sustancias. Recordé entonces ver la navaja encuadernada en la mansión Waldberg, sin duda se trataba de las aventuras de Johnny. E incluso se dice —aunque esto ya es más dudoso— que perdió un ojo a costa de un acto de magia negra, que el sacrificio no fue suficiente y se hizo con todo lo que tenía en su cuenca.

Ahora una hipótesis parecía aclarecer un poco el caso, ¿quizás un ajuste de cuentas? Eso mismo pregunté, pero al parecer el mismísimo Johnny y su mujer, fueron asesinados por otra de las mafias que contenía Mistwall a causa de un ajuste de cuentas. Por lo que las cuentas ya estaban saldadas, la familia Waldberg no albergaba ningún enemigo más por su pasado. Así que descarté esa hipótesis al momento, aunque no lo hice por completo, todavía faltaban cartas por poner en su mesa.

Al parecer aquellos dos trabajaban de lleno con Johnny Waldberg, y es por eso que seguían teniendo ciertos privilegios. Como por ejemplo el mejor licor del mercado en la peor taberna de la plaza.

Me fui de allí para investigar un poco, antes de irme pude ver como el tipo que casi nunca apostaba había desbancado a todos los jugadores. Quedó apuntado en mi cabeza que no debía jugar con él jamás. Entre una cosa y otra la noche había llegado rápido, pues me había despertado tarde y aquellos carroñeros tardaron bastante en contarme toda la historia. Aun así quedaba algo por hacer.

Había pasado por alto algo demasiado importante, aquel bulo, aquel rumor que decía cómo el traficante había perdido el ojo. Me hizo recordar a la noche anterior, cuando lancé unas monedas al vagabundo sin brazo. Aquel pobre diablo podía ser inocente, pero también entraba en la lista de culpables. Lo había encontrado cerca de la escena del crimen, justo en el mismo distrito, y estaba claro que él quería mejorar su suerte; pues ni siquiera tenía dinero para comer. Pero la incógnita seguía siendo la misma, es posible que la intención la tuviera, ¿pero cómo llevaría el cuerpo hacia allí?

¿Cómo aquello podría con tal peso si casi ni podía moverse? Apenas tendría fuerza, estaba completamente desnutrido. Y además volvemos a lo mismo, ¿por qué elegir un individuo tan famoso? Si hubiese sido otro vagabundo la policía ni siquiera hubiera investigado. Todavía quedaban muchos cabos sueltos. Él no podía ser el culpable, pero me intrigaba saber la razón por la que había perdido el brazo.

Estaba en la misma calle, en el mismo lugar, con la mano extendida pidiendo dinero. Pero yo no hice la misma acción. En su lugar, me senté a su lado. Noté como desvió su mirada hacia mí durante un par de segundos, por lo demás ni siquiera se inmutó. Tenía sus ropas desgastadas y el pelo grisáceo muy largo, al igual que su barba. No sabía cómo iniciar conversación con él. Así que empecé por presentarme.

—Soy Jaden y he venido a ayudarte.

¿A ayudarle? Yo no podía ayudarle ni aun dándole todas mis monedas, casi era tan vagabundo como él. Aun así daba lo mismo, él ni siquiera giró su cabeza para observarme.

—Ayer me tiraste un par de monedas.

Se acordaba de aquello, me sorprendió.

>¿Has venido a hacer tu buena labor del día? “Mantener una conversación cordial con un vagabundo”, ¿es eso lo que pone en tu lista?

Me puse en píe.

—Vamos, levanta. Quiero hablar contigo, no tendrás que pedir más por hoy. Conozco un sitio donde ponen buenas cervezas.

Me miró casi atónito.

—¿De verdad?—preguntó.

—Claro.

Se levantó dispuesto a seguirme.

>Bueno en realidad no son buenas, pero al menos están frías, ¿no? —reí un poco. Él se quedó serio, callé—. En fin, sígueme.

—Soy Nick.

Asentí. Ahora sabía que la falsa simpatía no me iba a servir con él, así que opté por hacer algo que ninguno de los ciudadanos había intentado: ser honesto. Directo y sincero, sin ningún rodeo, sin falsas actitudes. Le llevé a mí ya concurrida taberna, poco a poco iba conociendo a la gente, siempre estaban las mismas personas. Le pedí que se sentara en una mesa y pedí algo de comer.

Se quedó mirando la comida.

—¿Puedo? —me preguntó.

Afirmé con la cabeza. Estaba extremadamente hambriento, empezó a devorar todo lo que pudo agarrando la comida con su única mano que tenía. Cuando hubo acabado empecé el interrogatorio.

—Te voy a ser sincero —le expliqué—, creo que sabes algo que me interesa. Alguna clase de información.

—Yo sólo soy un vagabundo. ¿Eso dicen todos, no? Que sólo soy un vagabundo.

—Creo que eso es bastante indiferente. Verás...

—¡No! —gritó—. No lo entiendes. Te miran con una sonrisa, te lanzan una moneda, ¿y luego qué? ¿Te sientes mejor, es eso no? Todos son unos egoístas. Tú eres un egoísta.

—Sí. Soy un egoísta. Pero eso no importa. ¿Qué te ha pasado en el brazo?

Basta de evasivas.

—¿Por qué quieres saber eso? ¿Eres poli o algo así?

—Eso tampoco importa. Oh vamos —le dije con aire sarcástico—, déjate de tonterías. ¿Querías que te tratara como alguien normal, no? Así es como yo trato a las personas, te he pagado una cena, me debes información. Eso es todo.

Sabía que esto funcionaría. Era justo lo que una persona así esperaba, que le trataran con la mayor sinceridad posible. Yo sólo necesitaba información, y así debía hacerse.

—Mi brazo. Lo perdí, un accidente.

—¿Qué tipo de accidente?

—Uno del que no se debería hablar en público.

Cogí espuma de lo que sobraba de mi cerveza, tracé el famoso símbolo de cinco puntas en la mesa. El vagabundo asintió.

—¿Pero cómo es posible? ¿Estas cosas suelen pasar? —le pregunté yo.

—No lo sé. Alguien tiró un libro de “cocina” a la basura, yo lo cogí y vi que esto podía ser la solución a mis problemas.

—¿Sigues teniendo el libro?

—No, después de esto lo quemé.

—Pero hay algo que no entiendo, ¿cómo pudiste perder tu brazo “cocinando”?

—Faltaban “ingredientes”. Y saltó a mi brazo. La herida no se cierra y cada vez se hace mayor.

El vagabundo iba a morir. No sabía cuanto le quedaba de vida, pero estaba claro que el hechizo le iba devorando por dentro. Prácticamente ya era hombre muerto. Me confesó que había realizado ese acto en el callejón donde aguardaban todos los policías. Por lo que el caso ya estaba cerrado, él era el culpable. Algo no cuadraba, ¿pero al fin y al cabo había confesado, no?

—¿Entonces tú fuiste quien asesinó a Alphonse Waldberg?

Se encontraba bebiendo en ese momento. Echó toda la cerveza que tenía en su boca a un lado, empezó a toser. Su voz funcionaba de nuevo.

—¡¿Qué dices?! ¡No hice eso! ¡Yo no he matado a ninguna persona!

—Pero, me acabas de decir que “cocinaste” en aquel callejón.

—¡Mi perro! Por Dios, ¡se trata de mi perro! Ni siquiera conozco al Alphante ese.

—¿Estás seguro?

—¿Cómo no voy a estar seguro? Sé lo que hice, utilicé a mi perro.

Claro estaba, era imposible que aquel vagabundo hubiese matado “al Alphante ese”. Si no podía ser cierto, simplemente no era cierto. ¿Quizás mentía? ¿Quizás le ayudó alguien? ¿Alguien de la familia Waldberg tal vez? ¿Patrick? ¿O Scarlet...? Pero esto todavía abría más incógnitas. Le solté unas cuantas monedas y me fui.

Todo era un desastre. No sabía por dónde coger todos los hechos, simplemente se me escapaban y ya no podía pensar más aquel día. Me sentía muy mal, colapsado, entristecido. El fin de mi muy escasa vida estaba cerca, y no podía hacer otra cosa que sufrir y sufrir. Necesitaba consuelo. Llegué al hostal con un aura decaído y fui directo a la habitación cuarenta y tres.

Piqué tres veces. Esperé por más de cinco minutos, y cuando ya estaba a punto de irme, Scarlet apareció. Tenía su larga melena recogida, estaba fumando un fino cigarrillo y me recibía con una muy poco sutil lencería. A través de su suave camisón podían verse e intuirse sus senos. Casi podía ver como sus pulmones se llenaban de aire y lo expulsaban.

Hablé. Dije un par de palabras. Me besó apasionadamente. Se soltó el pelo. Nos quitamos la ropa. Entré en ella.


Respuestas y comentarios

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Muchas gracias a mis lectores.

Sometron: error. Hipótesis fallida xDDDD Y sí, como puedes ver Scarlet quiere sexo.

Kiba y Naxid: bueno a ver, es la última vez que os lo digo, esto es un post serio. Basta, las tonterías estas las dejáis para el clan.

Es coña xDDDDD Gracias por postear, la verdad es que me reí mucho y es increíble el análisis de la obra que habéis hecho. Ahora en serio, gracias porque quieras que no le da publicidad al fin y al cabo, muchas gracias xDDDD Sólo una cosa Kiba, esto no es un fic u.u

Comentario: joder, sé que siempre lo digo pero es que es cierto. Cada vez son más largos, a cada capítulo que hago tiene 800 palabras más o así, pero bueno espero que guste. A mí me ha gustado escribirlo.

Un abrazo.
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Notapor TERRBOX » Vie Ago 09, 2013 10:19 pm

Beta

#12 Espantapájaros

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Aquel día desperté temprano, al contrario que la noche anterior todo sueño que concilié fue extremadamente ligero. Lo de Scarlet tenía una explicación muy sencilla, me encontraba destrozado, abatido; necesitaba a alguien que pudiera consolarme. Y claramente ella pudo hacerlo. Aunque no dormí a gusto a su lado, era muy extraño pero no podía fiarme de ella. ¿Qué clase de mujer era si apenas nos conocíamos y ya estaba en su cama? ¿Qué clase de hombre era yo? Intereses, tan sólo era eso: intereses.

Me levanté de la cama, desnudo al igual que ella miré como dormía. Aun con los ojos cerrados en mí seguía haciendo el mismo efecto, siempre que la miraba era nada más que una presa. Abrí las ventanas, necesitaba algo de aire fresco después de esta calurosa noche. Inspiré profundamente el aire que entró, y poco a poco lo fui soltando. Notaba como recorría toda mi garganta hasta llegar a mis pulmones, hizo sentir mi cuerpo como nuevo.

Pero a decir verdad, aquel episodio con Scarlet no fue del todo positivo. Pues por supuesto el placer es placer, y yo había disfrutado tanto como ella, pero al despertarme todavía me sentía igual o peor que anoche. No había conseguido consolarme, no había conseguido que me despertara sin pensar en que iba a morir en breves; mi tremenda culpa por no saber la verdad seguía ahí. Era inquebrantable, no podía quitarme ese peso de encima —ya no por mi tan desesperada muerte—, pues lo que más ansiaba era saber la verdad. Y de la verdad únicamente iban cayendo finos fragmentos, los cuales me destrozaban en vez de darme esperanza.

Fue entonces, mientras miraba las calles de Mistwall con la mismísima lujuria durmiendo al lado, cuando me di cuenta de que había dejado pasar algo muy esencial. Este caso no era normal, no se trataba de un asesinato común. Lo más significativo de todo —y lo que había dejado pasar por error— era el uso de magia negra. Claro que había tenido en cuenta la brujería, había pensado en qué intenciones podían tener los sospechosos al hacer semejante acto, pero algo se me escapaba completamente: el ritual.

No sabía absolutamente nada de cómo se hacía un sacrificio al diablo, no tenía ni la más remota idea de hechos que eran fundamentales. ¿El sacrificio debe estar vivo o no? ¿Se tienen que pronunciar una serie de palabras? ¿Cuánto hay que esperar para que la magia dé sus frutos? Todas estas y muchas más fueron las preguntas que me asaltaron de repente. Y tal como vinieron, otra idea se aclaró en mi cabeza. Si quería saber, si quería profundizar en este tema; tan sólo había un lugar en el que podía hacerlo.

Así es, estamos hablando de el distrito negro. El distrito al que por muchas razones que tengas no debes ir, aquel que ni siquiera está vigilado por la policía. En comparación con la gente del distrito negro, los individuos de la taberna eran las mejores personas del mundo. Allí se cocía toda sería de delincuencia: drogas, prostitución, juego ilegal, peleas clandestinas... Pero si por alguna cosa era conocido el distrito negro, era precisamente la magia negra. Allí —dado que no había ningún tipo de autoridad— podías hacer todos los ritos que quisieses. Y eso era lo que buscaba.

Por otra parte, aquello no era tan simple como saltar desde el hostal, presentarme allí, pedir que me enseñaran un ritual y ya está. Requería mucha más preparación, no sabía qué clase de ambiente había allí; no sabía cómo me tenía que mostrar ante ellos. Desperté a Scarlet y le pregunté qué sabía sobre el distrito negro.

Me dijo lo típico, lo que todo el mundo me había dicho. “Si quieres problemas, el distrito negro te los dará encantado.” Me contó que las peores personas de todo Mistwall se reunían allí. Pero había algo muy importante, y es que no era la clase de personas a las que debía tomar por idiotas. Normalmente eran personas con una gran estima, personas inteligentes y de clase alta; no eran delincuentes de poca monta. Era gente que sabía lo que hacía, grandes organizaciones y grandes líderes que sacaban el máximo partido de ello. Un criminal común no duraba ni dos horas allí, en ese tiempo sus miembros ya habían sido utilizados como sacrificio al menos cuatro veces.

Aunque casi todo lo que me nombró resultó ser irrelevante —puesto que ya había escuchado toda esa clase de rumores—, me dijo algo que era importante. La gente allí ocultaba su rostro, si sabían que solías visitar el distrito negro irías a la cárcel o peor. Así que las personas se ocultaban tras máscaras, antifaces y algún que otro pañuelo. Scarlet se volvió a dormir como si le hubiese preguntado lo más normal del mundo. Me vestí y cogí algo de dinero prestado, puesto que ahora lo necesitaría para mi siguiente cometido.

Salí del hostal y fui al pequeño mercado que había en el distrito popular. Compré algo de fruta. Ahora debía buscar todo lo que necesitaba. Si mi intención era ir al distrito negro debía también ocultar mi identidad, y lo haría bajo la fachada de un personaje. Un personaje letal, sin sentimientos, que siente placer con el sufrimiento ajeno. Ese sería el personaje al que daría vida la máscara adecuada. Aunque, obviamente no se está celebrando nada especial, por lo que no pude encontrar ninguna máscara. En su lugar, compré un saco —le hice dos agujeros para poder ver— y me lo ceñí con una soga al cuello.

También vestí a mi nueva personalidad con nuevas ropas. Me compré un sombrero oscuro, una finísima camisa de lino blanca, un chaleco de color marrón —el cual llevaría desatado—, unos pantalones también de ese mismo color y finalmente unas botas del color de la noche. Con este vestir tan elegante, nadie pensaría que el harapiento Jaden Kristoff y el personaje serían la misma cara. En un momento gasté todo el dinero que tomé prestado, aunque estoy seguro de que ni siquiera se dio cuenta.

Ahora que todo estaba preparado, debía encontrar la manera de cruzar el otro lado del muro. Fui a la habitación de Scarlet —me dejó la llave suplementaria—, la cual ya no estaba, y me cambié de ropa. Me miré al espejo y pude ver a otra persona. Bueno, en realidad fue como si mirase mi cuerpo real de nuevo, no podía definir exactamente qué personaje llevaba más de mí. Cogí el resto de la soga que sobró, y con cuidado y sin que nadie pudiese verme subí al tejado.

Parecía ser mucho más sencillo desde la lejanía, pero cuando estabas allí realmente veías que si dabas un mal paso podías acabar rápidamente en el depósito. Tenía que saltar una distancia que era aproximadamente de dos metros, aun así el grueso del muro era apenas de cincuenta centímetros, por lo que tenía muy poco margen de error. Pero había llegado hasta allí para entrar en el distrito negro, así que no iba a echarme atrás ahora. Até la cuerda a un saliente del tejado, y la estiré para comprobar su consistencia. Parecía segura. Agarré fuertemente la cuerda, corrí hasta el límite del tejado y salté.

Me pasé de largo, veía como detrás de mí quedaba el muro, y abajo una caída de más de dos metros. Rápidamente empecé a recoger cuerda, lo más rápido que pude. Y cuando ya casi mis piernas iban a crujir con la piedra, la tensé totalmente y pude quedarme colgado a menos de un metro del suelo. Por supuesto cuando la cuerda se tensó me di un golpe en plena espalda, pero apenas me afectó. Había estado a punto de quedarme inválido, así que esto no suponía nada.

En cuanto me abrí paso por allí, pude notar que la niebla se hacía bastante más densa. No podías ver nada que no estuviera a menos de diez metros, aunque las luces se intuían bastante bien. Y por el momento resultaban ser rojas, aunque solían cambiar. Me sorprendí bastante cuando noté que alguien me estaba agarrando la entrepierna, mire a mi lado y resultó ser una chica. Me hizo una proposición indecente. Por dinero.

Al parecer lo de la prostitución era real, pero tan real que ni siquiera podía creérmelo. Llevaba cuestión de quince minutos en el distrito negro, y ya me habían acosado al rededor de veinte mujeres. Lo que una de ellas me llamó se quedaría en mi mente para siempre.

—¿No quieres sexo? ¿Quieres que te busque una muñeca, jodido espantapájaros fetichista?

Me faltaba un nombre, y debo reconocer que usar el alias de Espantapájaros me atrajo desde el primer momento. Así que después de aquello, mi personaje ya tenía nombre. Luces de todos los colores me rodeaban mientras caminaba sin saber bien a dónde ir, me acerqué a una y descubrí un local. Como no, era un prostíbulo, pero estoy seguro de que al menos me darían algo de beber.

Entré y al fin vi algo más que compañía femenina, allí estaban sus clientes, todos por supuesto cubriéndose el rostro. Me acerqué lo más rápido que pude a la barra, ignorando las mujeres que querían cazar mi bolsillo, y pedí una cerveza. El camarero también tenía máscara, e iba vestido con un traje negro de arriba a abajo. Sin corbata.

Me puso mi bebida, y me aflojé un poco la soga. Me subí otro poco el saco, y bebí.

—¿Es usted nuevo, verdad? —me preguntó el barman.

—Claro que no, ya he tomado cerveza más veces —respondí seriamente.

Él tampoco rió.

—Sé que es nuevo —afirmó—. Sabes, todos los nuevos hacen lo mismo. Se ponen en la barra, piden algo de beber y se quedan mirando. No es por lo menos hasta la tercera noche que se dan otro tipo de placer —dijo señalando a una dama que reposaba sentada en un sillón rojo con las piernas cruzadas.

—Sí, aunque hay que vigilar con que placer se juega —le dije yo, señalando con la cabeza a un hombre que sangraba por su empolvada nariz.

Era el único que no tenía máscara. Aunque seguramente ya ni siquiera albergaba vida.

>Tengo que reconocer que todo este sitio tiene cierto encanto. Pero yo he venido a por temas más serios, ¿entiende?

—¿Más serios? ¿Quiere drogas, o algún órgano del mercado negro?

—No, no es eso —me acerqué más a él y le susurré—. He venido por cuestiones... esotéricas.

—¡Ah, ya entiendo! No se preocupe, no hay razón para susurrar aquí. Así que lo que busca es magia, ¿verdad?

—Sí. Claro. Magia.

—Pues está en la zona equivocada. En el Redlights no hay ninguna clase de magia —aunque estas mujeres le harán sentirse mejor que cualquier hechizo—, si busca algo así vaya al East End.

—¿Al East End?

—Sí, eso es. Justo al este como su propio nombre indica. Aunque le advierto que si no quiere convertirse en una presa fácil, no vaya solo. Ese tipo de gente suele reunirse en un bar que está por La Cloaca.

—No tengo ni idea de dónde están todos esos sitios.

—Coja un panfleto del KittyVice, detrás hay un mapa, le explicaré todo lo que tenga que saber.

Señaló el extremo de la barra, me levanté y cogí el panfleto. Bajé de nuevo el saco y até la soga a mi cuello. El camarero ciertamente me explicó todo lo que tenía que saber.

Al parecer, el distrito negro era como una Mistwall en miniatura, también se dividía en varias zonas. En la que ahora me encontraba, que resultaba justo al oeste del distrito, era la zona dedicada a la prostitución: la Redlight Avenue. Al Este, como ya me había dicho, se encontraba el East End. En el East End al parecer era donde se cometían toda la serie de crímenes violentos, incluyendo los actos de magia negra. En el norte aguardaba el Lucky Jokers, el lugar donde se permitían toda clase de juegos —también violentos— por dinero. Al noroeste estaba Silk Road, donde se vendían toda droga y alucinógeno que pudieses imaginar. Al sudoeste del distrito se vendían tanto armas como órganos, en el mercado negro llamado Tief Den.

Por ultimo al sur del East End, estaba La Cloaca —o The Sewer— donde se encontraban todos los bares y sitios de reunión; en especial una taberna llamada Le Famiglie que me había recomendado el propio camarero —me la marcó con una cruz en el mapa—. Noté que había una zona que estaba emborronada, al otro lado del río —el único río de Mistwall al parecer— había algo que no me contó. Le pregunté por ello y me dijo que se trataba del South End, el lugar que antes se utilizaba como ahora lo hace el East End. Al parecer algún tipo de revuelta obligó a la gente a dejar el South End. No resultaba muy relevante en ese momento.

Salí de aquel antro. Aunque la niebla dificultaba bastante vislumbrar el sol, debían ser aproximadamente las tres o cuatro de la tarde. Estaba seguro de que si quería tener algún tipo de relación con la gente de Le Famiglie no la encontraría a estas horas, todo esto tenía que ser en un entorno mucho más nocturno. Así que decidí que pasaría el rato en el Lucky Jokers.

El tipo ya me había advertido que si entrabas en Lucky Jokers podían pasar dos cosas: que salieses asquerosamente rico o todavía más pobre de lo que en un principio estabas. La segunda opción, según él, era la más común. Casi nadie conseguía dinero en Lucky Jokers, sólo las personas que lo organizaban eran quienes se llevaban la verdadera ganancia. Aun así, de vez en cuando, alguien con la suficiente habilidad podría desbancar a cuatro o cinco personas. No solía ocurrir, pero en ocasiones ocurría.

Así que en cuanto salí del KittyVice, dejé las luces rojas a un lado y fui hacia al norte, a ver si la suerte estaba de mi parte. Además, esta era la zona que más concurría la gente con dinero, así que me podría ser muy útil para mi investigación. De todos modos, lo que yo quería realmente en aquel momento era dar la imagen que Espantapájaros se merecía, quería que todos lo temieran. Quería que todos se peleasen por tenerlo en su grupo de brujos. Aunque ciertamente no fue así.

Cuando llegué a Lucky Jokers el ambiente cambió totalmente. No habían luces, ni carteles, ni neones. Tan solo locales donde la gente jugaba sus jueguecitos. Entré en uno que se llamaba Dirty Monkey, sin duda el nombre se trataba de un juego de palabras, el dueño había sido muy ingenioso. Abrí la puerta y me encontré una barra y decenas de mesas con gente jugando a las cartas. Yo no quería jugar a las cartas. No era esto lo que había venido a buscar tan lejos, ya podía jugar a las cartas con los hermanos Renly, no hace falta venir al distrito negro para ello. Observé fugazmente las mesas. Casi todo el mundo hablaba, aunque a muchos de ellos se les notaba el esfuerzo por distorsionar su voz. Aun así, había uno que ni se inmutaba. Uno con una careta blanca, que no mostraba ninguna emoción. Miraba las cartas. Pasaba. Callaba. Así eternamente. Me resultó familiar.

Me acerqué a la barra y chisté al camarero que estaba limpiando vasos. No se dio cuenta, o no quiso darse cuenta, el caso es que no se giró. Le toqué el hombro y una máscara de conejo respondió mi llamada. Le dije que buscaba algo más inusual, algo más violento. “¿Cuchillo, peleas...?” Me respondió. No sabía jugar al cuchillo.

Así que allí estaba yo. Espantapájaros contra Calabaza. No sabía su nombre, pero si yo era Espantapájaros él debía ser Calabaza. La gente con dinero en sus manos, apostando a favor de Calabaza, gritando, vitoreando. Nosotros dos metidos en un pequeño rondo, delimitado por una valla de madera. En una de las habitaciones secretas del Dirty Monkey.

Al principio me limité a ser uno de aquellos con el dinero en sus manos, que apostaban a favor de Calabaza. No paraban de entrar oponentes, y la hortaliza los derrotaba con una facilidad extrema. Pero yo no podía entenderlo. Se podían predecir muy fácilmente sus movimientos, cuando iba a dar un golpe todo su cuerpo te señalaba con que puño sería. Era tan fácil como pararlo y destrozar esa sonrisa que tenía aquella maldita calabaza. Él no esperaba que nadie parase sus golpes, todos estaban tan convencidos de que era el mejor, que incluso el oponente aunque no quisiese hacia todo lo posible por perder.

Eso fue lo que pensé cuando lo vi desde fuera. Si ganabas te daban dinero, por lo que estaba resultando una idea totalmente tentadora. Además de que, no sé porque pero aquel día desperté con ganas de partir una hortaliza. Y qué mejor hortaliza que la calabaza. No me gusta Halloween. De hecho, odio Halloween. Pero aquel día descubrí que Halloween me odia más a mí de lo que yo pude odiarle a él.

Le miré a los ojos que dejaba entrever. Tenía los ojos claros. Se me pasó por la cabeza la idea de que incluso podía ser una mujer, pero cuando me propinó aquel golpe difícilmente lo recordaba. En aquel momento ya no podía pensar en lo que su cuerpo decía, no pude parar ni un golpe. Y al tercero caí rendido al suelo. Pero soy alguien de ideas fijas, la imagen de Espantapájaros no podía resultar tan ridícula. Tenía que demostrarles a todos que Espantapájaros era el mejor.

Así que me sacudí la cabeza, aclaré mis ideas y me levanté. Pero no por mucho tiempo, logré parar un golpe; pero me sorprendió tanto haberlo hecho que me quedé parado mirándole y me dirigió otro directo al estómago. Hizo que me retorciera de dolor en el suelo, me doblé tanto que toqué mis rodillas con la mandíbula. Pero como Espantapájaros nunca se rinde, me levanté tan rápido como pude y volví a la pelea.

Ni siquiera sabía donde estaba el suelo, todo daba vueltas a mi al rededor y tenía unas ganas de vomitar tremendas. Creo que Jaden escupió sangre bajo Espantapájaros. Señalé con el dedo a la gran calabaza viviente, me apartó la mano y la vi acercarse repentinamente. Calabaza chocó contra Espantapájaros. Espantapájaros cayó. Perdió el conocimiento.

Lo que recuerdo de esos instantes es similar a cuando llegué arrastrándome por la niebla, la sensación de que tu cuerpo quiere morir pero tú te resistes a ello. Sonidos por todos lados, el mundo seguía dando vueltas... La ultima imagen que tengo es la de el tipo de la careta blanca amontonando a su lado el dinero de todos sus competidores. Apunté en mi cabeza que no debía jugar con él jamás. Aunque por alguna razón aquello me resultaba tan familiar...

Me desperté medio introducido en un barril, en un pequeño cuarto donde guardaban las escobas y demás utensilios. Lo primero que hice fue comprobar que seguía siendo Espantapájaros, y así era. No me habían quitado el saco ni la soga, pero eso fue lo próximo que hice. El saco estaba ensangrentado, y casi no podía tocarme la nariz. Sangraba y tenía ciertas heridas. Supuse que estaba rota. Mi camisa blanca también era roja ahora, pues la sangre incluso había llegado hasta ahí.

Me puse todo mi atrezo y salí de aquel cuarto. El ambiente era parecido al de mi taberna habitual, sólo que la gente iba con máscara, mucho mejor vestida y mucho menos ebria. En cuanto salí un grupo de enmascarados de una mesa me miraron, hicieron gestos para que me acercara hasta allí. Serían unos cinco hombres, pero estaba claro que el único que me interesaba era el líder.

Aunque, ¿para qué? Seguramente lo único que haría sería reírse de mí. Había perdido contra una calabaza. Era lógico. Supe en seguida que el primero que me habló era el líder —llevaba una máscara blanca, con unas líneas rojas en sus ojos, y con una boca que expresaba desagrado también pintada del mismo color—, sabía como manejar a los demás. Siempre los miraba y hacía que suscribieran su opinión. Detalles. Insignificantes detalles que te dicen grandes rasgos. ¿Qué dirían los míos sobre mí?

Hizo un redoble de tambores sobre la mesa.

—¡Y aquí está nuestro luchador favorito! —anunció él, dentro de mi mascara hice una mueca de burla—. Por aquí me llaman Morfeo, ¿quién eres tú?

—Espantapájaros. Podías suponerlo.

—Sí, claro. Oye, sabes, has luchado fenomenal esta tarde. Te invito a algo, pide lo que quieras.

Espantapájaros era alguien duro. Alguien muy duro. No bebía cervezas, para él eso ya estaba superado.

—Absenta, por supuesto.

—Uh, vas fuerte, ¿eh? Con la cantidad de sangre que has perdido no te lo aconsejaría —se me quedó mirando. No dije nada—. Como quieras, ¡absenta aquí, camarero!

La sirvieron en un pequeño vaso. Dejaron la botella. Espantapájaros estaba empezando a tener reputación. Me tomé todo el vaso entero de un trago. Casi me desmayo de nuevo. Por suerte, no llegué a hacerlo.

>Bueno, Espantapájaros. Estábamos diciendo que a ver si podemos ver más peleas tuyas, ¡ha sido una cojonuda!

—¡Basta! —grité—. Sé que no he podido con esa puta calabaza —Espantapájaros también decía tacos—, he tenido un mal día, solo eso. Le hubiese podido destrozar en cualquier momento.

—No, no, no, no. No lo entiendes. Nadie ha aguantado más de dos puñetazos con esa bestia. Nadie. Yo también lo probé, y al primero ya estaba KO.

—¿Nadie?

—Absolutamente nadie —se levantó y se preparó para que todo el mundo escuchara lo que él iba a decir—. ¡Joder! ¡Vas tú y te levantas dos veces! ¡Dos putas veces delante de la jodida calabaza!

Todo el mundo se levantó, los de mi mesa me levantaron y todo el mundo empezó a gritar como si fuese un héroe.

Salimos de allí cuando ya era tarde. Se me había olvidado por completo lo del ritual. Miré un momento de dónde estaba saliendo. En efecto, logré leer claramente “Le Famiglie”. Sin duda era perfecto, me había hecho con la atención de las personas adecuadas. Había conocido justamente a las personas que quería conocer.

Así que cuando salimos, le pregunté a Morfeo si podía hablar con él en privado. Y le dije si él estaba presente en lo de hacer sacrificios.

—Uh, eso es un tema serio, ¿sabes?

—¿Acaso no me ves lo suficientemente serio? —le respondí.

Me dijo que no podía llevarme a un ritual del día a la mañana. Era imposible iniciar a alguien tan rápidamente. Pero a los cinco minutos, cambió completamente de parecer. Quedamos en vernos en Le Famiglie la noche del siguiente día, según él vería un ritual con mis propios ojos. Era genial. Todos temían a Espantapájaros. Incluso Jaden.

Volví al hostal —por suerte mi soga todavía se encontraba en el mismo lugar y pude trepar— cuando debían ser las tres de la mañana. Me quité a Espantapájaros en frente de la puerta y entré a la habitación. Me desnudé y guardé con cuidado la ropa. Me metí en la cama. Scarlet estaba desnuda. Resultaba tan bella a la luz de la luna. Tan bella y aun así no podía confiar en ella.

Besé su cuello, besé su espalda. Se giró.

—Te estaba esperando —me susurró.


Material extra

Mapa del distrito negro:
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Muchas gracias a mis lectores.

Comentario: dos capítulos en dos días. ¡Estoy on fire! Me ha encantado escribir este capítulo, cada vez disfruto más Beta. Y es que me gusta mucho más Beta que Alpha. Hacer Beta requiere más tiempo porque hay cosas que diseñar, ¡pero es mucho más divertido escribirlo! Me encanta, al fin y al cabo también tiene algo de aventuras, ¡es genial!

Un abrazo.
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Re: Memoria

Notapor Sometron » Sab Ago 24, 2013 9:25 pm

Jolah, lo leí hace tiempo y me había olvidado de ti xD

No hay mucho que decir, es bastante fluido, no se hace pesado y los toques de humor están bien. Dicho esto, procedo a formular una niu teoría porque si no esto no tiene gracia (?)

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No tengo ni idea, así que acuso al policía *dedo acusador*


Escribe más rápido, que te has frenado y a ver si revelas ya al culpable (?) No, en serio, muy bien y sigue escribiendo y eso.

Nos vemos~
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