El último lobo
Erase una vez, en un lugar muy lejano, un bosque muy frondoso, donde vivían muchos lobos. Pero, con el paso de los años, se fueron extinguiendo por culpa de los humanos, hasta tal punto que sólo quedo uno: Sansón, un lobo bastante ágil y alto, de pelo blanco con manchas negras y grises, y ojos marrones. Había conseguido subsistir escondiéndose en los arboles huecos, comiendo pájaros, liebres y ardillas para no dejar restos, etc.
Un día, buscando una nueva presa, oyó un ruido. Rápidamente, se ocultó entre los arbustos y esperó. Y, al cabo de unos minutos, apareció una perra de pelaje e iris marrones. Iba con la cabeza gacha, parecía triste y desolada. Miró hacia el escondrijo del lobo y ¡Horror! le descubrió; no obstante, no parecía tener miedo. Le dijo que se llamaba Estrella, que era una perra pastora, y que se había perdido buscando a una oveja de su rebaño. Sansón, que conocía muy bien el terreno, le dijo a Luna que si quería podía acompañarla hasta el pueblo. Luna le dijo que de acuerdo, pero que no se acercara mucho al pueblo ya que en ese lugar odiaban mucho a los lobos, pues hace dos décadas una manada había asaltado el lugar.
Después de un par de kilómetros, llegaron al límite entre el bosque y el pueblo, y Sansón y Estrella se dijeron adiós. La mala suerte, fue, que el pastor la estaba buscando por el bosque, y al verlos creyó que el lobo quería atacar a su perrita. Asustado por lo que podía ocurrirle, disparó y comenzó a perseguirlo. El pobre pastor no suponía que este era muy ágil y veloz y al cabo de unas horas el pastor se dio cuenta que era inútil seguir corriendo tras él, así que abandonó su persecución.
Mientras, en el pueblo, su familia esperaban la llegada del pastor. Éste, al llegar, les contó su experiencia con el lobo. La noticia se extendió por la villa y al cabo de media semana, ya habían puesto precio a su cabeza y todos los cazadores ya habían sacado sus rifles y escopetas. Estrella, al ver esto, corrió al bosque para avisar a su amigo. Sansón, al escuchar lo que le dijo su amiga, pensó que no podría huir de tantos humanos. Ella, sabiendo el peligro que Sansón corría, le propuso que huyeran a través de un antiguo sendero oculto entre los arboles del bosque. Al principio, Sansón se sorprendió, pero luego le dijo a su amiga que era un buen plan y que estaba de acuerdo. Quedaron al día siguiente en ese mismo lugar poner en práctica plan.
Al amanecer ya estaban preparados para salir huyendo, pero ocurrió algo inesperado: un cachorro del pueblo, llamado Sol, había seguido a Estrella. Sol era marrón claro y de ojos azules, que se quería unir a ellos y no aceptaba un “no” por respuesta. Los dos no tuvieron otra alternativa que dejar que el cachorro huyera con ellos. Los tres animales comenzaron su huida por el bosque. Recorrieron diversos kilómetros, caminaron a tientas por unas cuevas peligrosas y oscuras, bordearon un acantilado muy empinado y resbaladizo y finalmente llegaron a la otra punta del bosque.
Allí había un campamento de humanos, y los tres pasaron junto a ellos sigilosamente y se subieron a una carreta donde guardaban y transportaban paja para el mercado a la ciudad más próxima. Se escondieron entre el heno del carro para que les transportaran sin levantar sospecha alguna, pero la mala suerte fue que en medio del trayecto se cayeron unas balas de heno, con lo que los conductores del carro pararon en medio del camino para recogerlas y asegurarlas. Por suerte, no descubrieron a los polizones que llevaban a bordo y pudieron seguir el camino hasta la ciudad.
Al llegar a aquella cuidad, Sansón, Sol y Estrella bajaron del carro. Las cosas allí eran muy diferentes: los animales, domésticos o salvajes, y las personas vivían en paz y armonía. La ciudad era muy alegre y acogedora: las casas estaban pintadas de colores muy vivos, personas que bailaban, tocaban y cantaban alegres canciones, vendedores ofrecían su mercancía a la gente que pasaba…
Pasaron la noche en una alcantarilla llena de túneles, ya que no encontraron nada mejor donde quedarse. Allí conocieron al ratón Timoteo y a su familia, que vivían en la alcantarilla número 41. Eran un grupo de ratones muy unidos, con poco dinero y comida, pero que compartieron con nuestros amigos lo poco que tenían.
Sus pequeños amigos también tenían, cómo no, un problema que se debía a una cuadrilla de ratas que les quitaban la comida y el agua. Los tres canes decidieron ayudarles en compensación a su hospitalidad. Timoteo les acompaño hasta a su madriguera: la alcantarilla numero 13. El pequeño ratón se paró en la alcantarilla número 14, ya que el miedo le paralizaba las piernas y no podía continuar, así que Sansón y Estrella siguieron y el pequeño Sol se quedó con el roedor. La madriguera estaba muy descuidada: tuberías descolgadas que echaban líquidos indescriptibles, asquerosas aguas desbordadas… entraron en ella y Sansón aulló. Las nauseabundas ratas salieron echando chispas, aterrorizadas ante el monstruoso y aterrador aullido del lobo más feroz que habían oído en su vida. No se supo más de aquellas ratas ladronas y maléficas.
Timoteo y su familia quedaron sorprendidos, les agradecieron el gesto de amistad y les dijeron que estarían siempre en deuda con ellos por lo que habían hecho.
Los tres amigos salieron de los desagües y se pusieron a caminar. Un amable posadero les dejó dormir en el cobertizo dónde dormía Girasol, su pequeña perrita de pelo ocre y ojos dorados con la que entablaron rápidamente amistad.
Al día siguiente, les ofrecieron que trabajaran de pastores a cambio de buena comida y dormir en el cobertizo de Girasol. Así, Sansón, Sol y Estrella vivieron felices y nadie impidió su amistad.
Aunque no tardarían en ocurrirle a nuestros pequeños amigos nuevas aventuras y nuevas historias que contar, con nuevos amigos que conocer y a los que ayudar…
FIN