La casa a la que entraron era bastante pequeña. De hecho, parecía tener una sola habitación (en la que ya se encontraban) y una puerta en un rincón que debía de dar al cuarto de baño. Todo estaba lleno de polvo y con muebles viejos, sin apenas iluminación.
La niña se aseguró de que, después de que los cuatro aprendices (y el gato) entraran, cerrar bien la puerta. Giró sobre sus talones, observando a todos con una sonrisa de oreja a oreja y una mirada vacía. Cuando tanto Fátima como Saeko expusieron sus preguntas, la respuesta fue la misma para ambas:
—¡Por aquí, rápido! ¡Neku os está buscando! ¡Por aquí, rápido! ¡Neku os está buscando!
Lo dijo las dos veces, de forma idéntica a como lo había hecho al encontrarles en la fuente, incluso gritaba. Pero los aprendices no pudieron asimilar demasiado lo que sucedía, porque de pronto todo el cuerpo de Rhyme empezó a deshacerse en datos. Cubos y números en verdes flotaban en el aire hasta desaparecer, sin que la expresión de la chica cambiara ni un ápice.
Quedaba una sorpresa más. En su pecho, donde debía estar su corazón, había algo metálico. Los datos que desaparecían lo fueron revelando, pero para cuando pudieron identificar lo que era, fue tarde.
Boom.
La barrera de Alec aguantó a duras penas la embestida del peluche gigante. Por suerte, la intervención de Maya con su Rizo Conductor derribó a Shiki y a Neku del gato, consiguiendo que volviera a su tamaño natural y acabando con el ataque.
Maya intentó llevarse a Alec casi a rastras (a pesar de la diferencia de edad y altura, la brujita era mucho más fuerte físicamente que el brujo), pero no pudieron dar dos pasos seguidos antes de que algo la golpeara por detrás, arrastrándola varios metros por el suelo y alejándola de su compañero. Además, su invisibilidad se deshizo por el golpe.
El culpable fue Neku. Se había levantado bastante rápido y lanzado un proyectil de energía contra Alec, pero al fallar había acertado sin pretenderlo a Maya. En cuanto vio que el brujo paraba de correr al perder su empuje, no desaprovechó la oportunidad: señaló con el brazo hacia Alec, y una esfera de color azul rodeó su mano. Al instante, el aprendiz notaría que algo le apretaba el cuello con mucha fuerza, ahogándole. Por si fuera poco, sus cuerpo se elevó unos centímetros en el aire.
—No es nada personal —dijo Neku, haciendo más presión sobre el cuello de Alec a la vez que le miraba con una expresión fría—. Pero tú ni siquiera existes de verdad.
—Alec...
Shiki se levantó despacio, observando la escena con un aire claramente indeciso. Cuando Alec le había hablado antes no le había respondido, evitando en todo momento el contacto directo con él. Ahora, no podía evitar mirar al que antaño fuera su compañero.
—Neku, esto... ¡Esto no está bien! —protestó, acercándose a él y apoyando una mano en su brazo extendido.
—Ahora no, Shiki. ¡Es una copia, no es el auténtico Alec, ni Joker! —La chica volvió a bajar la mirada al suelo—. Es una prueba retorcida de Joshua. Eliminémosle y avancemos al siguiente día del juego.
—Pero incluso así... Joker también fue...
Neku abrió la boca para contestarle con enfado, pero no pudieron continuar la conversación. Algo enorme surgió de un portal de oscuridad, un sincorazón que aterrizó con aplomo y levantó polvo a su alrededor. Giró una de sus manos metálicas y golpeó tanto a Neku como a Shiki, tirándoles al suelo con brutalidad. Al instante, Alec quedó libre del agarre psíquico de Neku, pudiendo respirar de nuevo. Por los pelos, un poco más y no lo habría contado.
El sincorazón, en esta ocasión, era una Armadura.
Sin embargo, por alguna extraña razón, el gigante metálico no hizo caso a Alec ni a Maya (quien ya habría podido volver con su compañero). En su lugar, se volvió hacia Neku y Shiki, que se levantaban lo más rápido que podían, y se dispuso a atacarles.
Maya y Alec tenían la mejor de las oportunidades para salir de allí corriendo hacia el Distrito 4, ahora que el sincorazón entretenía a los que intentaban matarles. Sin embargo, tal vez prefirieran quedarse a ayudarles, a pesar de lo que les habían escuchado decir. La elección era de ellos.
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La explosión había sido fuerte. A Light le pitaban los oídos, y le costaba centrar la mirada. Había estado apunto de salir volando por los aires, pero había chocado contra una columna que evitó que lo hiciera. A cambio, una montaña de escombros le había caído encima. Cuando recuperó la consciencia, tuvo que recurrir a toda su fuerza para conseguir salir de allí. No fue fácil, porque le dolía todo y tenía heridas por doquier. Al menos, seguía vivo.
Lo que se encontró al lograrlo quitarse la última piedra de encima fue lo cabía de esperar: toda la casa se había derrumbado por la explosión que había causado el explosivo que la niña tenía en su interior. No encontraría a ningún compañero por allí, ni aunque buscara por los escombros por temor a que alguno hubiera quedado enterrado más profundo que él. Sin embargo, cuando estuviera apunto de intentar buscar a los demás fuera de los escombros, se llevaría una desagradable sorpresa.
Un pequeño rayo le pasó rozando la mejilla, casi apuntito de electrocutarle. De pie en las escaleras, portando una lanza eléctrica, se encontraba una vieja cara conocida para el aprendiz. Crow, superviviente del Reaper's Game de Andrei y quien había ayudado durante el incidente de Datastream en la Red.
—Genial, otra copia de Light. Por si no tenía suficiente con la que se volvió majareta... —Enarboló su lanza, girándola en su mano con maestría, y se colocó en posición de combate—. Lo siento, pero eres tú o yo.
Rápido como el rayo, se abalanzó con una embestida contra Light, con la lanza cargada de electricidad. ¡Cuidado!
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El destino quiso que el destino de los compañeros no se separase con la explosión. Ambos habían salido volando por los aires después de que Rhyme hiciera detonar el explosivo de su interior, atravesando cada uno una ventana de la misma vivienda. Simbad tuvo suerte de aterrizar en una cama, mientras que Saeko se tragó una pared antes de acabar tirada en el suelo. Auch. Eh, pero tuvo un golpe de suerte: desde allí pudo ver que debajo de la cama había un éter esperándola.
Ambos estaban llenos de heridas y de dolores, quemaduras incluidas gracias a la explosión, pero al menos seguían vivos. La mala noticia era que no había rastro alguno del gato. Ni sus móviles reaccionaron, ni llegaron a escuchar ninguna frase que indicara que había sido eliminado, pero no lo encontrarían por ninguna parte, ni siquiera si se asomaban al balcón para mirar por el Distrito 3.
Desgraciadamente, no tuvieron mucho tiempo para recuperarse. Apenas se habrían levantado cuando escucharían el característico sonido de los sincorazón al aparecer en la habitación. ¡Les atacaban! Dos Bolas Oscuras y una Armadura Sombría, para ser exactos, que no dudaron en abalanzarse sobre los aprendices para acabar con ellos.
Podían defenderse, o optar por la retirada. Si salían de la habitación se encontrarían con un bloque de edificios cuya entrada daba al Distrito 2. Si por el contrario miraban por el balcón por el que entraron podrían ver el Distrito 3, y a Light y Fátima con sus respectivos problemas. Podían bajar a ayudarles en lugar de luchar (o luchar y luego bajar), pero necesitarían ir con cuidado o usar alguna habilidad para no hacerse daño con la caída.
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Dolor por todo el cuerpo, pitidos en los oídos. Agua a su alrededor. La explosión de la chica-bomba había enviado volando a Fátima hasta caer con brusquedad en la plaza del Distrito 3, muy cerca de la fuente que ella misma había ayudado a destruir. La propia agua que ahora salía de allí por todas partes la estaba empapando. No tenía rastro alguno de sus compañeros, pero al menos los gritos de los vecinos se habían callado.
Sin embargo, las cosas no tardarían en ir de mal en peor. Cuando pudo levantarse al fin, notó que algo tocaba su hombro: el filo de una espada. Alguien estaba detrás de ella, y no con buenas intenciones.
—Gírate despacio y sin movimientos bruscos.
Reconocería aquella voz sin problemas. Sobre todo, porque era la suya propia. Al girarse, Fátima se encontró con Clío, su propia copia digital. Aunque a simple vista nadie lo diría, ya que Clío era más alta y aparentaba más edad que su original.
Clío mantuvo su sablepistola en alto, apuntando en todo momento a la cabeza de Fátima mientras la observaba en silencio con expresión seria. Se mantuvo así unos instantes, hasta que...
—Eres una copia digital. Lo siento, pero debes ser eliminada.
Realizó un rápido movimiento con su arma, que Fátima esquivó por puro acto reflejo por los pelos. De no haberlo conseguido, todo indicaba que su cabeza se habría separado de su cuello.
—No intentes resistirse. Por experiencia, esto no acabará bien para ti si intentas escapar. —Bajó levemente la mirada, aunque enseguida se recompuso—. No es fácil vivir sabiendo que eres una fotocopia.
No quiso hablar más. Agarró con firmeza su sablepistola, y se abalanzó contra Fátima dispuesta a acabar con ella. Si la aprendiza no se defendía, acabaría muy muy mal. También podía huir de ella, pues la puerta al Distrito 1 no estaba muy lejos. Intentar razonar con Clío también era una opción, pero después de lo que había dicho, parecía complicado conseguirlo.
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Fecha límite: martes 25 de agosto.